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Un estreno mundial en la USBI
Jorge
Vázquez Pacheco
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Pocos
lo imaginaban. Mateo Oliva, el genial músico de Naolinco, instalado
sobre la planta superior de la USBI y al frente de una masa orquestal
y coral de proporciones enormes, se preparaba para presentar una obra
suya durante la toma de posesión del rector universitario.
Y el fundador de la Orquesta Universitaria de Música Popular
había planeado que esta composición fuera acorde con
su tónica de funcionamiento: los arreglos de temas y melodías.
La idea surgió en la oficina de Manuel Zepeda, director de
Divulgación Artística. Los temas estarían absolutamente
relacionados con la tradición musical veracruzana, pero remontándonos
hasta la época prehispánica. Así entonces, debía
incluir flauta indígena, música barroca, canto hímnico
religioso, guitarra flamenca, danzón y un tema de Mario Talavera
(1885-1960), de quien pocos recuerdan que fue originario de Xalapa.
La pieza concluiría con un tema de Agustín Lara interpretado
por la orquesta y el Coro de la UV, luego de las intervenciones del
Tlen Huicani, el virtuoso violinista Erasmo Capilla, el guitarrista
Francisco Aragón y los tecladistas Edgar Dorantes y Sergio
Martínez. |
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Los
instrumentistas, casi en su totalidad procedentes de la Orquesta Sinfónica
de Xalapa. Estaba allí lo mejor de la producción musical
de la UV.
Apenas iniciada la audición, luego de las palabras del rector
Raúl Arias Lovillo, la atención se centró en
lo que Oliva y Zepeda denominaron Veracruz, cinco siglos de música
en cinco minutos. Todos sabían que se rebasarían
los cinco minutos, pero un muestrario como este en forma de popurrí
nunca antes se había intentado siquiera. |
Así,
comenzó con las notas de la flauta totonaca de carrizo, para
continuar con los himnos a la Virgen con el Coro de la UV, siguió
el violín de Capilla con un fragmento de una Chacona de Bach,
los cantos religiosos, Aragón con Soleares, la soprano Isabel
Guzmán con el tema de Talavera acompañada por la guitarra
de Aragón, para continuar con Nereidas y, finalmente,
Veracruz de Agustín Lara.
La locura. Un entusiasmo como pocas veces se percibe para una pieza
musical jamás escuchada antes en semejante ensamblaje de melodías.
Oliva ha puesto de manifiesto que su talento continúa intacto,
que los años no pasan más que para reforzar su dilatada
experiencia y que su “colmillo retorcido” todavía
nos dará Oliva para rato.
Genial la instrumentación, intachable el puenteo entre un tema
y otro, para el logro de un enlace sonoro que resulta todo un lujo
para una ceremonia solemne como la que presenciamos todos.
El gobernador, feliz de la vida, no tuvo empacho en solicitar la repetición
de una obra que –sin duda alguna– pasará a formar
parte del acervo sinfónico de México, de la misma forma
como los Mosaicos mexicanos o la Suite huasteca. |
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