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En
Lecturas de nuestro presente, del Instituto de Filosofía
El
concepto de sociedad civil, valioso, no una solución mágica
Juan
Carlos Plata |
| El
Estado de Derecho que todos anhelemos es posible si estamos unidos
bajo la ley y no fragmentados en grupos grupos con intereses especiales
de la sociedad civil: Darin McNabb |
Una
idea fundamental del concepto de sociedad civil es recuperar el sentido
de la vida política para el individuo, pero es necesario tener
cuidado de los posibles efectos negativos que puede tener ese tipo
de discurso y práctica, sobre todo en el sentido del enfrentamiento
social, aseguró el filósofo Darin McNabb en el cierre
del ciclo de conferencias “Lecturas de nuestro presente”,
organizado por el Instituto de Filosofía de la UV (IF).
“El concepto de sociedad civil no afecta a la individualidad
de cada persona, por el contrario trata de fortalecer, que el individuo
esté involucrado en los procesos sociales y políticos
que le rodean cotidianamente. Los seres humanos no podemos vivir fuera
de una colectividad, tenemos que renunciar a parte de nuestra individualidad
para ser parte de la sociedad, con el objetivo de lograr el bienestar
y el desarrollo”.
Dijo que el tema de la relación del individuo con la colectividad,
sea el Estado, la sociedad o lo que sea, es un tema viejísimo.
El propio Sigmund Freud aborda, en El malestar de la cultura, la tensión
que existe entre las necesidades del individuo y el Estado. McNabb
alertó sobre los posibles riesgos que trae consigo este concepto
de dinámica social –en el que están incluidos
grupos con filiaciones políticas y objetivos diametralmente
opuestos–, que fue lo que ocasionó la guerra civil estadounidense.
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Darin McNabb. |
“El
hecho de que la sociedad civil sea tan abierta y en la práctica
sea una idea tan vaga, genera conflictos. Al filósofo francés
Alexis de Tocqueaville –que fue a Estados Unidos en el siglo
XIX para ver esa nueva nación–, le fascinaba el carácter
social de los Estados Unidos, pero vio un posible peligro, que estas
asociaciones cívicas pudieran llegar a representar un enfrentamiento
entre sí, y lo que vio como posibilidad se dio con la guerra
civil de Estados Unidos en 1861”.
La cuestión aquí es buscar un rango. Por un lado, no
se quiere un Estado con poder absoluto como lo platearon Hobbes o
Maquiavelo, pero tampoco se puede tener un Estado totalmente desintegrado
y fragmentado por muchos intereses contrarios, hay que buscar un intermedio
justo para todos. |
Los
riesgos
La experiencia en el siglo XX, con las guerras, las tiranías,
la opresión desde el Estado en perjuicio de la gente y la burocracia
aplastante, ha desencantado a la gente que está buscando otra
opción que no sea un Estado burocrático, hegemónico
y paternalista, ni la globalización y el capitalismo desenfrenado,
y una de las propuestas ha sido que la sociedad civil juegue un papel
más determinante en la vida social.
Pero Darin McNabb expresó dudas a cerca de la infalibilidad
que se le ha querido atribuir a la sociedad civil para solucionar
todos los problemas que tienen las sociedades contemporáneas.
“Creo que es una idea valiosa, estoy totalmente a favor de la
acción ciudadana y su involucramiento en el proceso social
y político, no creo que se trate de rechazar la idea de sociedad
civil, pero tampoco hay que tragarla como pastilla mágica que
va a resolver los problemas”.
“Yo veo a la sociedad civil como un cómplice del ardid
ideológico del capitalismo avanzado contemporáneo, por
lo que se requiere de un análisis cuidadoso de las maneras
en las que ésta, como un discurso académico y también
como una práctica social, puede reforzar esas estructuras hegemónicas
globales, especialmente económicas, que –efectivamente–
oprimen a la gente”.
Los inicios de la sociedad civil
El concepto de sociedad civil, aseguró MacNabb, viene de
los primeros teóricos del Contrato Social, como Hobbes, Locke
y Rousseau, así como también Montesquieu y Thomas
Jefferson, que desembocó históricamente en la creación
de la democracia, y que inspiró a las revoluciones francesa
y norteamericana.
Pero el concepto de sociedad civil para esos pensadores desembocó
en lo que conocemos hoy en día como Estado Nación,
donde la gente renuncia a ciertos derechos y el Estado se ocupa
de manejar las cosas en la esfera política y social.
“En los inicios ese pensamiento atacaba a las monarquías,
ahora sus blancos son las corporaciones multinacionales y los gobiernos
burocráticos. El hilo común que corre por la historia
de ese pensamiento hasta nuestros días, es el énfasis
puesto en el papel de los ciudadanos en la vida política
de la sociedad que, en lugar de que la fría economía
o la ideología política determine la naturaleza del
espacio social, los ciudadanos deben crearlo y nutrirlo activamente”.
El
concepto moderno
Aunque la sociedad civil no tiene un manifiesto que proclame su
doctrina, parece que nació en su forma contemporánea
en los movimientos populares contra el comunismo que resultaron
en la Perestroika y la subsiguiente desintegración de la
Unión Soviética y en la Revolución Checa iniciada
por Vaclav Havel.
En la actualidad, las organizaciones que definen a la sociedad civil
no se involucran en el gobierno o en el comercio, sino en la cultura,
la educación, la información, el desarrollo, el medio
ambiente, los derechos humanos, etcétera.
“En un concepto actual, podríamos definir a la sociedad
civil como aquel espacio de la escena pública donde grupos,
movimientos e individuos auto organizados y relativamente autónomos
con respecto al gobierno, intentan articular valores, crean asociaciones
y promueven sus intereses, pero no podemos perder de vista que existen
varias ambigüedades en el concepto y difícilmente la
anterior puede darse tal cual en la práctica”.
Entonces, afirmó McNabb, el problema a solucionar es cómo
articular la voluntad popular, cómo hacer que la voz de la
gente se escuche sin que se caiga en problemas de fragmentación
social. “El discurso de la sociedad civil encaja bien con
el tenor de la globalización de privatizar todo. Vemos los
gobiernos como ineficientes y corruptos y, ciertamente, hay problemas
graves. Pero no privaticemos la democracia, no abandonemos el proyecto
moderno del Estado Nación. El Estado de Derecho que todos
anhelemos es posible si estamos unidos bajo la ley y no divididos
en la fragmentación de grupos con intereses especiales de
la sociedad civil”.
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