Año 5 • No. 182  • junio 6 de 2005 Xalapa • Veracruz • México
Publicación Semanal


 Páginas Centrales

 Información General

 Ex-libris

 Gestión Institucional

 Investigación

 Vinculación

 Estudiantes

 Oferta Académica


 Arte Universitario

 Foro Académico

 Ser Universitario

 Halcones al Vuelo

 Contraportada


 Números Anteriores


 Créditos

 



 

 

 
100% UV
En nuestras filas, uno de los mejores jóvenes
dramaturgos de México

Gina Sotelo

La historia ocurre en París en 1896. Un escritor asiste a la premier de Ubú Rey y conoce a Alfred Jarry. Al ver que es más joven y más talentoso que él, se siente insatisfecho con su trabajo, y esa insatisfacción se convierte en un martirio. Luego de reflexionar, deduce que sus obras son insípidas por su falta de vivencias y esa suposición lo lleva al extremo.

Quiere escribir sobre un asesinato y decide matar a una mujer a la que persigue por las calles de París. La encuentra en un muelle del Sena –sitio ideal para el asesinato– pero descubre en la joven la intención de suicidarse. La convence de no hacerlo para después él consumar el crimen.

De esta forma inicia el relato Los vecinos del violinista o Un torso, mierda y el secreto del carnicero, obra teatral escrita por Alejandro Ricaño, estudiante de la Facultad de Teatro de la Universidad Veracruzana (UV), quien está entre los cinco finalistas del Premio Nacional de Dramaturgia Joven “Gerardo Mancebo del Castillo”.



Alejandro Ricaño.
Convocado por el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta), el Fondo Editorial “Tierra Adentro” y el Centro Cultural Helénico, el premio es para escritores menores de 35 años. Los cinco finalistas seleccionados –de Querétaro, Oaxaca, Distrito Federal, Hidalgo y Veracruz– están participando en un taller de perfeccionamiento en el DF y sus obras serán publicados en la antología Teatro de La Gruta.

Hay un único premio de más de 50 mil pesos y la producción de la obra en el Foro La Gruta, que designará el jurado integrado por el dramaturgo Luis Enrique Gutiérrez, el director teatral David Hevia y el historiador en teatro Fernando Muñoz.
Para Alejandro, la palabra “mierda” pesa mucho y se toma en un sentido cotidiano como suciedad, aunque su intención fue evocar a Alfred Jarry quien al estrenar Ubú Rey en 1896, la primera palabra del protagonista es “mierda” y sobre esa “mierda” habla la obra: “La gente que escucha este título se va con la idea de que se trata de algo agresivo y yo lo tomo como un hecho histórico que alude al llamado teatro museográfico, así que no sé como quedará registrada la obra al ser publicada”.
A sus 21 años, el haber sido seleccionado para este concurso literalmente le ha cambiado la vida: “Estoy muy emocionado porque los cuatro años pasados han ganado chavos mayores de 30 años, supuse que sería novedoso que un joven como yo llegara a esta final. Pero de los cinco finalistas, cuatro somos contemporáneos y resulta que todos tienen un rato escribiendo, así que me doy cuenta de que hay muchos dramaturgos jóvenes, lo que te obliga a exigirte más y a trabajar al nivel de un profesional”.

A un semestre de salir de la carrera, viajar al DF y tomar el taller de perfeccionamiento, Alejandro se ha dado cuenta de que está un poco atrasado en comparación con sus colegas quienes están “tallereando”, cursando diplomados y publicando trabajos.

Alejandro Ricaño ha escrito y montado obras como La constante sospecha de un hombre, ha actuado en El insólito caso del señor Morton o El cerco de Numancia y recientemente Fin de partida pero no se siente satisfecho: “Creo que debo actualizarme. Alguien dijo que mi obra era un formato viejito de teatro y que debería ver más obras, pero la verdad es que mientras en México hay 60 títulos en cartelera, aquí a veces no hay mucho de dónde escoger”.

En Xalapa, por cuestión escolar, se siguen montando textos clásicos que datan de los cincuenta ó setenta, de los griegos y de Shakespeare, y casi nunca de teatro contemporáneo de hace uno o dos años: “No vemos propuestas dramáticas y escénicas innovadoras. Me di cuenta de que allá todos se conocen, yo era el único extraño. Lo que aquí nos hace falta es comunicación y así saber qué es lo que se está escribiendo en otras partes”. Alejandro considera que ejercicios como el Festival del Día Mundial del Teatro son un buen intento de lo que debería de ocurrir: “Fuera de Veracruz no conocen más que a Oceransky y a Beverido. Deberíamos sacar obras y llevarlas a otras partes y no quedarnos sólo en lo local”.