Jorge
Flores Valdés y Ruy Pérez Tamayo. |
Ruy
Pérez Tamayo, científico que recibiera la medalla al
Mérito de la UV en 2004, comentó que en 2000 había
en México cinco investigadores por cada 10 mil personas económicamente
activas, mientras que en Turquía había siete, en Francia
59, en Suecia 68 y en Estados Unidos 74, lo que evidencia que la comunidad
científica mexicana es de las más pequeñas del
mundo. |
“Todavía es posible diseñar y vivir en una sociedad
en la que prevalezcan los valores morales y culturales que permitan
al hombre realizarse con plenitud y disfrutar de todas sus capacidades,
respetando el derecho de los demás a hacer lo mismo. A este
modelo de estructura social, la ciencia puede hacer contribuciones
fundamentales, siempre y cuando tenga el tamaño y los recursos
necesarios a fin de generar los conocimientos indispensables para
lograrlo”.
En ese esquema, el papel de la ciencia no se circunscribiría
a encontrar la solución de los grandes problemas ambientales,
sino que generaría un efecto positivo en el mejor conocimiento
del ser humano de sí mismo, de su especie y del resto de
la naturaleza, sobre sus niveles de tolerancia y de respeto para
todo lo que le rodea.
De los cerca de dos millones de estudiantes de educación
superior en el país, dijo, sólo el 1.7 por ciento
cursa carreras de ciencias como Física, Matemáticas
y Biología, mientras que en ciencias administrativas está
el 28.3 por ciento de la matrícula, además en ese
mismo año se doctoraron sólo mil 109 personas en todas
las disciplinas, mientras que en Estados Unidos esa estadística
alcanzó los 45 mil.
Otra estadística clave para entender el estado de la ciencia
en México, dijo Pérez Tamayo, es que durante sus más
de 30 años de existencia, el Conacyt ha otorgado
más de 100 mil estímulos, la mayoría de ellos
becas para estudiar posgrados, y en 2005 hay sólo 11 mil
500 investigadores registrados en el Sistema Nacional de Investigadores,
lo que significa que se han desaprovechado casi
70 mil becas.
Jorge Flores Valdés, científico egresado de la UNAM,
explicó que en México se empezó a realizar
actividad científica muy tarde, a pesar de que hay registro
de este tipo de actividad en la época prehispánica,
como la realización de una reunión de astrólogos
mayas, aztecas y otras culturas en Xochicalco, en el siglo XIII.
“En casi todos los indicadores económicos, de ingresos,
de población, etcétera, México está
entre los lugares 15 y 20 en el mundo, pero en ciencia anda en el
lugar número 50; empezamos muy tarde la actividad científica
y eso es algo que hay que revertir”.
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