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Entender
la diferencia entre sexo y género, primer paso para la equidad |
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Edith
Escalón
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La
discriminación de la mujer en la época actual está
basada en creencias, ideas y atribuciones que ha construido la sociedad,
y que nada tienen que ver con la naturaleza del sexo femenino, pero
que han justificado enormes desigualdades sociales en todo el mundo.
El problema tiene su raíz en la diferencia entre sexo y género,
pues el primero se refiere a las diferencias y características
biológicas, anatómicas y fisiológicas de nacimiento
que definen a hombres o mujeres, como la capacidad de producir espermatozoides
o de tener ovarios y matriz.
El término género, utilizado por primera vez en 1977,
se refiere al conjunto
de atribuciones que cada cultura otorga a cada uno de los sexos, que
fundamentan los conceptos de masculino y femenino, que determinan
el comportamiento, las funciones, oportunidades, valoración
y relaciones entre hombres y mujeres.
En este sentido, el género implica una construcción
sociocultural que puede modificarse, dado que ha sido aprendida y
no innata. Por ejemplo, en épocas pasadas sólo los hombres
podían heredar, y esa era una característica cultural
que se asociaba con el sexo.
De hecho, el género está determinado por el tiempo o
la época y el grupo social, éstos han llevado a polarizar
sus atribuciones y roles sociales, considerando al hombre, por ejemplo,
capaz de cultivar la razón, fuerza, valor y trabajo, desarrollar
la política y desempeñarse en el ámbito público.
De igual modo, han considerado a la mujer por la capacidad de cultivar
los sentimientos, y le han dado atribuciones de abnegación,
debilidad, ternura y belleza, desempeñándose en el ámbito
privado del hogar. |
Esta
asignación arbitraria de atributos y posibilidades, lo masculino
se valoró como superior y lo femenino como inferior, y las
diferencias biológicas, culturales y económicas se convirtieron
en desigualdades sociales, discriminación e inequidad, como
lo demuestran algunos datos internacionales.
Por ejemplo, aunque las mujeres realizan 52 por ciento de las horas
trabajadas en el mundo, pero sólo se les paga un tercio de
ellas. Además, las mujeres constituyen dos terceras partes
de los 960 millones de personas que no saben leer y escribir, según
datos del Instituto Nacional de las Mujeres (Inmujeres).
También
señala que las mujeres son dueñas de sólo el
10 por ciento del dinero que circula y del uno por ciento de la tierra
cultivada en el planeta, y dice que dos terceras partes de los mil
300 millones de personas pobres en el mundo son mujeres.
De hecho, según la Organización Mundial de la Salud
(oms), 50 por ciento de las mujeres embarazadas en el mundo padece
anemia y cada minuto muere una de ellas debido a complicaciones derivadas
del embarazo y parto, muertes que, en su mayoría, podrían
evitarse.
Según el Inmujeres, la importancia de diferenciar sexo y género
radica en que el argumento para discriminar a las mujeres se relaciona
más con lo que se les ha atribuido como género, que
con características inherentes al sexo femenino.
Por ejemplo, en otras épocas no se propiciaba que las mujeres
tuvieran una educación académica formal porque se pensaba
que sólo necesitaban saber lo referente a la eficaz administración
de una casa y el cuidado de los hijos e hijas.
No obstante, la discriminación contra los hombres en algunos
ámbitos también es un hecho, por ejemplo, hace años
se les juzgaba incompetentes para atender y cuidar a los hijos pequeños,
privándolos del disfrute de la paternidad. |
División
sexual del trabajo
Las diferentes sociedades han organizado las tareas que realizan sus
integrantes para sobrevivir o progresar. Uno de los criterios de esta
distribución de funciones ha sido el sexo de las personas,
que se denomina división sexual del trabajo.
De esta organización deriva el concepto de rol de género,
que es la tarea o actividad que se espera que desempeñe una
persona según el sexo al que pertenece. Por ejemplo, tradicionalmente
se ha asignado a los hombres desempeñar el rol de políticos,
mecánicos, jefes, etcétera (un rol al que se ha llamado
productivo), y para las mujeres el rol de amas de casa, maestras,
enfermeras, y otros por el estilo (rol reproductivo).
Las actividades asignadas al productivo son aquellas que generan ingresos
económicos, en dinero o en especie, y que producen bienes o
servicios para la venta o el autoconsumo; por ejemplo, actividades
agrícolas, industriales o comerciales. Además, estas
actividades son socialmente reconocidas, remuneradas y además,
generan poder, autoridad y estatus.
Actualmente, la asignación de roles está cambiando.
Cada año aumenta el número de mujeres que se incorporan
al mercado de trabajo, compartiendo con los hombres las responsabilidades
económicas. De hecho, en el 50 por ciento de los hogares mexicanos
hay por lo menos una mujer que trabaja y aporta ingresos al hogar.
No
obstante, esta incorporación de las mujeres en el mercado laboral
se ha dado en condiciones desiguales en relación con los hombres,
pues aunque las mujeres llevan a cabo actividades productivas, siguen
siendo responsables de las tareas domésticas y del cuidado
de la familia, lo que supone doble o triple trabajo para ellas.
Además, aún en los casos en que realizan un trabajo
igual o del mismo valor, las mujeres reciben, en promedio, entre 11
y 30 por ciento menos remuneración que los hombres, y en cuanto
a sector público, de cada 10 funcionarios en puestos de dirección,
sólo dos son mujeres, pues existe en general un bajo porcentaje
de mujeres en cargos de dirección y representación popular
(Inmujeres, 2001).
Es preocupante que más del 20 por ciento de los hogares mexicanos,
según el Instituto Nacional de Estadística, Geografía
e Informática (INEGI), san encabezados por mujeres, pues al
ser ellas el principal o único sostén de la familia,
provoca que éstas sean más vulnerables a la pobreza,
pues ellas ganan, en promedio, menos que los hombres.
Además, el repartir su tiempo entre actividades de trabajo
y hogar permite que los miembros de estas familias estén más
expuestos a reproducir las condiciones de pobreza: inserción
temprana al mercado laboral, baja escolaridad, inicio temprano de
maternidad o paternidad etcétera. Estos datos exponen el costo
social y económico de la discriminación hacia las mujeres.
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Perspectiva
de género
La
perspectiva de género es una nueva manera de ver e interpretar
los fenómenos sociales que se refieren a las relaciones entre
hombre y mujeres. Según la Organización para la Cooperación
y Desarrollo Económico (ocde), supone tomar en cuenta las diferencias
entre los sexos y analizar en cada cultura las causas que estructuran
la desigualdad entre mujeres y hombres.
Por tanto, el término plantea la necesidad de solucionar los
desequilibrios que existen entre hombre y mujeres, redistribuyendo
las actividades entre los sexos, valorando de manera justa los trabajos
que hacen tanto hombres como mujeres, modificando mecanismos, reglas
y prácticas que reproducen la desigualdad y fortaleciendo el
poder de gestión y decisión de las mujeres. |
·52
por ciento de las horas trabajadas en el mundo son producto del esfuerzo
de mujeres, pero sólo se les paga un tercio de ellas.
·Las
mujeres constituyen dos terceras partes de los 960 millones de personas
que no saben leer y escribir.
·Según
la OMS el 50 por ciento de las mujeres embarazadas en el mundo padece
anemia.
·Este
mismo organismo asegura que cada minuto muere una embarazada con
anemia, debido a complicaciones derivadas del embarazo y parto,
decesos que, en su mayoría, podrían evitarse. |
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