Año 5 • No. 173  • abril 4 de 2005 Xalapa • Veracruz • México
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Entender la diferencia entre sexo y género, primer paso para la equidad

Edith Escalón

La discriminación de la mujer en la época actual está basada en creencias, ideas y atribuciones que ha construido la sociedad, y que nada tienen que ver con la naturaleza del sexo femenino, pero que han justificado enormes desigualdades sociales en todo el mundo.

El problema tiene su raíz en la diferencia entre sexo y género, pues el primero se refiere a las diferencias y características biológicas, anatómicas y fisiológicas de nacimiento que definen a hombres o mujeres, como la capacidad de producir espermatozoides o de tener ovarios y matriz.

El término género, utilizado por primera vez en 1977, se refiere al conjunto
de atribuciones que cada cultura otorga a cada uno de los sexos, que fundamentan los conceptos de masculino y femenino, que determinan el comportamiento, las funciones, oportunidades, valoración y relaciones entre hombres y mujeres.

En este sentido, el género implica una construcción sociocultural que puede modificarse, dado que ha sido aprendida y no innata. Por ejemplo, en épocas pasadas sólo los hombres podían heredar, y esa era una característica cultural que se asociaba con el sexo.

De hecho, el género está determinado por el tiempo o la época y el grupo social, éstos han llevado a polarizar sus atribuciones y roles sociales, considerando al hombre, por ejemplo, capaz de cultivar la razón, fuerza, valor y trabajo, desarrollar la política y desempeñarse en el ámbito público.

De igual modo, han considerado a la mujer por la capacidad de cultivar los sentimientos, y le han dado atribuciones de abnegación, debilidad, ternura y belleza, desempeñándose en el ámbito privado del hogar.
Esta asignación arbitraria de atributos y posibilidades, lo masculino se valoró como superior y lo femenino como inferior, y las diferencias biológicas, culturales y económicas se convirtieron en desigualdades sociales, discriminación e inequidad, como lo demuestran algunos datos internacionales.

Por ejemplo, aunque las mujeres realizan 52 por ciento de las horas trabajadas en el mundo, pero sólo se les paga un tercio de ellas. Además, las mujeres constituyen dos terceras partes de los 960 millones de personas que no saben leer y escribir, según datos del Instituto Nacional de las Mujeres (Inmujeres).


También señala que las mujeres son dueñas de sólo el 10 por ciento del dinero que circula y del uno por ciento de la tierra cultivada en el planeta, y dice que dos terceras partes de los mil 300 millones de personas pobres en el mundo son mujeres.

De hecho, según la Organización Mundial de la Salud (oms), 50 por ciento de las mujeres embarazadas en el mundo padece anemia y cada minuto muere una de ellas debido a complicaciones derivadas del embarazo y parto, muertes que, en su mayoría, podrían evitarse.

Según el Inmujeres, la importancia de diferenciar sexo y género radica en que el argumento para discriminar a las mujeres se relaciona más con lo que se les ha atribuido como género, que con características inherentes al sexo femenino.

Por ejemplo, en otras épocas no se propiciaba que las mujeres tuvieran una educación académica formal porque se pensaba que sólo necesitaban saber lo referente a la eficaz administración de una casa y el cuidado de los hijos e hijas.

No obstante, la discriminación contra los hombres en algunos ámbitos también es un hecho, por ejemplo, hace años se les juzgaba incompetentes para atender y cuidar a los hijos pequeños, privándolos del disfrute de la paternidad.
División sexual del trabajo
Las diferentes sociedades han organizado las tareas que realizan sus integrantes para sobrevivir o progresar. Uno de los criterios de esta distribución de funciones ha sido el sexo de las personas, que se denomina división sexual del trabajo.

De esta organización deriva el concepto de rol de género, que es la tarea o actividad que se espera que desempeñe una persona según el sexo al que pertenece. Por ejemplo, tradicionalmente se ha asignado a los hombres desempeñar el rol de políticos, mecánicos, jefes, etcétera (un rol al que se ha llamado productivo), y para las mujeres el rol de amas de casa, maestras, enfermeras, y otros por el estilo (rol reproductivo).

Las actividades asignadas al productivo son aquellas que generan ingresos económicos, en dinero o en especie, y que producen bienes o servicios para la venta o el autoconsumo; por ejemplo, actividades agrícolas, industriales o comerciales. Además, estas actividades son socialmente reconocidas, remuneradas y además, generan poder, autoridad y estatus.

Actualmente, la asignación de roles está cambiando. Cada año aumenta el número de mujeres que se incorporan al mercado de trabajo, compartiendo con los hombres las responsabilidades económicas. De hecho, en el 50 por ciento de los hogares mexicanos hay por lo menos una mujer que trabaja y aporta ingresos al hogar.


No obstante, esta incorporación de las mujeres en el mercado laboral se ha dado en condiciones desiguales en relación con los hombres, pues aunque las mujeres llevan a cabo actividades productivas, siguen siendo responsables de las tareas domésticas y del cuidado de la familia, lo que supone doble o triple trabajo para ellas.

Además, aún en los casos en que realizan un trabajo igual o del mismo valor, las mujeres reciben, en promedio, entre 11 y 30 por ciento menos remuneración que los hombres, y en cuanto a sector público, de cada 10 funcionarios en puestos de dirección, sólo dos son mujeres, pues existe en general un bajo porcentaje de mujeres en cargos de dirección y representación popular (Inmujeres, 2001).

Es preocupante que más del 20 por ciento de los hogares mexicanos, según el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI), san encabezados por mujeres, pues al ser ellas el principal o único sostén de la familia, provoca que éstas sean más vulnerables a la pobreza, pues ellas ganan, en promedio, menos que los hombres.

Además, el repartir su tiempo entre actividades de trabajo y hogar permite que los miembros de estas familias estén más expuestos a reproducir las condiciones de pobreza: inserción temprana al mercado laboral, baja escolaridad, inicio temprano de maternidad o paternidad etcétera. Estos datos exponen el costo social y económico de la discriminación hacia las mujeres.
Perspectiva de género
La perspectiva de género es una nueva manera de ver e interpretar los fenómenos sociales que se refieren a las relaciones entre hombre y mujeres. Según la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (ocde), supone tomar en cuenta las diferencias entre los sexos y analizar en cada cultura las causas que estructuran la desigualdad entre mujeres y hombres.

Por tanto, el término plantea la necesidad de solucionar los desequilibrios que existen entre hombre y mujeres, redistribuyendo las actividades entre los sexos, valorando de manera justa los trabajos que hacen tanto hombres como mujeres, modificando mecanismos, reglas y prácticas que reproducen la desigualdad y fortaleciendo el poder de gestión y decisión de las mujeres.
·52 por ciento de las horas trabajadas en el mundo son producto del esfuerzo de mujeres, pero sólo se les paga un tercio de ellas.

·Las mujeres constituyen dos terceras partes de los 960 millones de personas que no saben leer y escribir.

·Según la OMS el 50 por ciento de las mujeres embarazadas en el mundo padece anemia.

·Este mismo organismo asegura que cada minuto muere una embarazada con anemia, debido a complicaciones derivadas del embarazo y parto, decesos que, en su mayoría, podrían evitarse.