Dentro
de unos cuantos meses el Centro de Iniciación Musical Infantil
(CIMI) cumplirá 25 años de formar músicos que
luego de continuar sus estudios en la Facultad de Música
se destacan como excelentes ejecutantes. En estos 25 el Centro no
sólo ha creado músicos y ejecutantes, sino también
públicos con un muy desarrollado sentido de la estética.
Así lo consideran Cutberto Córdoba, coordinador del
CIMI y Rosario Gutiérrez académica del mismo centro,
quienes aseguran que la suya ha sido una labor altamente satisfactoria,
ya que durante más de dos décadas se han dedicado
a sentar bases musicales muy sólidas en pequeñines
de hasta 12 años, quienes a la vuelta de algunos años
se convierten no sólo en excelentes instrumentistas, estudiantes
de la Facultad de Música o miembros de alguna orquesta, sino
personas sensibles, que adquieren una disciplina, hábitos
y un orden de estudio, aparte de una amplia cultura.
“Generalmente nuestros alumnos de música son buenos
estudiantes en sus diferentes escuelas gracias a los valores que
les inculcamos. Encausamos su energía al grado que son melómanos
consumidores. Formamos públicos a la par que nuestros niños
desarrollan un nivel elevado, estandarizado en su educación”.
Según lo explican los maestros del CIMI, la preparación
que reciben les permite contar con más oportunidades de desarrollo,
no sólo con el instrumento que tocan, sino en su vida personal
y educativa.
Rosario Gutiérrez agrega que laborar en el CIMI ha significado
en su vida una experiencia gratificante: “Cuando estudias
música sólo quieres tocar, pero otra cosa muy importante
y diferente es dar clases. Significa un compromiso, se requiere
presencia y trabajo para crear algo especial”.
Actualmente la demanda en el cimi es muy alta; cuentan con 260 alumnos
y en cada periodo de inscripciones aplican de entre 100 y hasta
120 niños, por lo que la labor para elegir quienes quedan
es muy difícil: “La tarea se puede volver subjetiva,
hay quienes podrán tener mucho talento, pero si no imprimen
trabajo, de nada sirve el esfuerzo” dice el maestro Cutberto
Córdoba.
Insisten en que para tener éxito en su labor, deben detectar
habilidades y cualidades especiales en los niños como el
tener oído para tocar el violín, por ejemplo. Hay
niños más elásticos y sueltos y otros más
rígidos: “Deben colocar correctamente sus dedos, pulsar
bien, tener la posición exacta, sin contar la técnica
de la mano derecha. Para que un niño toque sus notas, pueden
pasar hasta ocho meses para que los resultados se empiecen a ver”.
Semillero
musical
A lo largo de estos años, el CIMI ha sido semillero de talentos
egresados de la Facultad de Música con un nivel sobresaliente.
En el Centro saben los maestros que no todos los que entran serán
ejecutantes, pero no por eso son menos exigentes como asegura Cutberto
Córdoba: “Lo queremos hacer bien. No nos podemos dar
el lujo de no ser cuidadosos con la educación de los pequeños.
Si los preparamos lo mejor posible tendrán mayores posibilidades
de quedar en la facultad”. |