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Festejantes
invisibles:
el otro rostro del carnaval de Veracruz
Carolina Cruz |
Veracruz,
Ver.- El registro formal del carnaval de Veracruz data de 1925,
cuando un primero de febrero se nombró al primer Comité
del Carnaval del Puerto de Veracruz, integrado por representantes
de la sociedad civil: un patronato. Pero desde 1886 existían
las mascaradas o Fiesta de las máscaras, un baile
de disfraces que se celebraba en los salones del puerto y cuyos participantes
aprovechaban el camino para lucir y jugar en las calles con sus disfraces,
siendo festejados por las personas que se asomaban para verlos.
Hoy el carnaval ha perdido, al paso de los años, su auténtica
expresión de fiesta popular y ha sido institucionalizado por
el gobierno, para volverse una encomienda más de la administración
municipal y un excelente negocio para éste y los particulares.
Tal es el sentir generalizado de quienes han dedicado parte de su
vida a su rescate y conservación. |
“Gandhi”,
más de 20 años de participación
carnavalesca. |
Diversos
historiadores coinciden en lo anterior y establecen diferencias entre
los festejantes del carnaval, cifrado por el santoral cristiano al
final del invierno y en el preámbulo de la primavera, 40 días
antes de Semana Santa, de fecha movible de manera que termine siempre
en miércoles de ceniza. Antes: la fiesta de la carne; después,
los días de guardar, la abstinencia, para luego recordar siempre
en miércoles que “polvo eres y en polvo te convertirás”.
Es el carnaval consecuente con la religión y con la institución
municipal.
Los otros festejantes son aquéllos que depositan en la tradición
oral y en la irreverencia institucional gran parte de su configuración.
Por lo tanto, es un contrasentido que ahora sea un elemento institucionalizado,
asienta Miguel A. Montoya, egresado de la maestría en Comunicación,
Cultura y Sociedad de la Universidad Veracruzana, quien se ha dedicado
a la investigación de esta festividad y ha realzado la importancia
de los festejantes invisibles como los “legítimos y auténticos
actores del carnaval”. |
Las
festividades tienen que ser vistas como elementos de la humanidad
en términos de creación de situaciones que rompen con
el sentido formal de la vida, con su crudeza: “cuando terminó
López Portillo su mandato, los veracruzanos sacaron un carro
alegórico donde el personaje ataviado con bolsas de dinero,
lo aventaba por todas partes: era una crítica radical, tenía
un valor y un significado que expresaba un sentir social y político
del pueblo”. Ahora, esos intentos de inmediato son reprimidos,
para este año el pueblo proponía al ex alcalde José
Ramón Gutiérrez de Velasco para ser la figura que representara
la quema del mal humor, porque sentía que era lo más
acorde con la situación de vida cotidiana que acaban de vivir.
Una concepción que la institución nunca va a poder comprender.
En cambio, cuando se habla de carnaval en el contexto de lo carnestolendo
se recupera el sentido popular de la celebración, pues son
los sujetos quienes hacen posible la expresión popular que
le da sentido al carnaval. “Lo carnavalesco como relaciones
entre sujetos que comparten situaciones de vida cotidiana y causan
alteraciones a partir de la comicidad como expresión inherente
a distintas dimensiones de significación en las que se mueven
y conviven”, señaló Montoya Cortés, también
catedrático de la experiencia educativa “Identidad y
cultura”, en la Facultad de Ciencias de la Comunicación
de la UV.
“La festividad y, por tanto, el carnaval, es un conjunto de
tiempo, espacio y sujetos, cuyo fin principal es frenar el sentido
del sistema productivo”. Cierto, porque ahora los veracruzanos
vemos que el carnaval es una fiesta de productos y por tanto de consumo,
que deja de lado a quienes no tienen poder adquisitivo para disfrutar
de los magnos eventos que organizan las autoridades municipales, como
los espectáculos de las coronaciones. Los bailes populares,
por su parte son cada vez menos y con un repertorio que en nada emula
a los carnavales de antaño.
Según el investigador, para entender el carnaval actual habría
que preguntarse cómo define la festividad el estado, el régimen,
el municipio y las diferentes organizaciones participantes que tienden
a uniformar y estandarizar, que buscan más bien influir en
la formación del sentido y en las formas de consumo. Porque
del otro lado “están los verdaderos personajes del carnaval,
hacia quienes nadie voltea la mirada, los que pasan imperceptibles
para el Estado y que son los que disfrutan (y nos hacen disfrutar),
sin ninguna clase de distingos sociales la celebración: los
festejantes invisibles”. |
“Doña
Lala”, una de las festejantes invisibles. |
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¿Quienes
son estos personajes a los que alude Montoya? “Son aquellos
que participan año con año no por que les vayan a pagar,
o por recibir un reconocimiento institucional o una medalla o porque
vayan a aparecer en los medios, son los auténticos y legítimos
actores del carnaval, como las Bastoneras del 14, los comparseros,
los personajes intrépidos que espontáneamente aparecen
con sus disfraces y que año con año se suman al desfile”.
El académico puso como ejemplo a Alicia García, que
vivió en la miseria extrema y así murió en el
patio Tanitos del barrio de La Huaca después de haber liderado
por 30 años a las Bastoneras del 14, o doña Lala Sáenz
que, desde 1927 y hasta su muerte, intervino, o como Gandhi que, luego
de participar en muchos carnavales, tuvieron que irlo a buscar en
pleno desfile para prácticamente obligarlo a que aceptara un
reconocimiento, porque se negaba.
“Las tradiciones cuando se dan en términos de oralidad
en familias de barrio, son inagotables y se convierten en una fuente
de expresión, de tal manera que logran crear una fuerza que
va a resistir la globalización, las crisis de mercado, los
descalabros económicos: mantener la identidad de una comparsa
durante 20, 30 años, nos habla del arraigo a una identidad”.
Es un hecho innegable que hay personajes que llevan años como
comparseros y no sabemos quiénes son.
Los festejantes invisibles se caracterizan porque construyen una identidad
propia que le aporta al carnaval un capital simbólico diferente,
son grupos o individuos que participan en la festividad y carecen
de reconocimiento institucional, son reconocidos en los medios como
personajes exóticos pero no por la identidad que construyen,
no participan en los concursos, llegan a defender su identidad incluso
por medio de juramentos y se mantienen al margen de la organización
formal. |
| Orígenes
del carnaval |
| Los
orígenes registrados del Carnaval de Veracruz datan de 1866,
cuando el país soportaba la imposición del Imperio de
Maximiliano. Los jarochos, siempre dados a la jácara y al buen
humor, solicitaron al Prefecto Superior del Departamento, Don Domingo
Bureau, permiso para celebrar la Fiesta de Máscaras, bailes
de disfraces realizados en los principales centros sociales de la
época: la Aduana Quemada, el Teatro y algunos salones donde
el pueblo daba rienda a su alegría y buen humor. |
| La
mercadotecnia, una amenaza |
| Las
empresas buscan establecer en el carnaval el monopolio de sus productos:
la mercadotecnia es tal que las calles se visten de conocidas marca
de refresco o de cerveza que, con el pretexto del carnaval, obtienen
del complaciente ayuntamiento permisos que a ambos les generan cuantiosas
ganancias. |
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