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Diálogos
desde la filosofía
Psicoanálisis y vida cotidiana
Ricardo
Ortega Lagunas
(Miembro fundador de la Red Analítica Lacaniana)
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Los
seres humanos no somos sujetos instintivos, somos sujetos pulsionales.
En un primer momento, el psicoanálisis fue considerado una
teoría de los instintos, la teoría más fina sobre
los instintos. Sin embargo, Freud nunca se conformó con la
linealidad de este concepto. Su desarrollo teórico fue más
lejos y elaboró la pulsión como uno de los conceptos
centrales del psicoanálisis, pero al mismo tiempo más
complejos. Al conceptuar la pulsión, Freud establecía
definitivamente los límites o la diferencia del Psicoanálisis
con la Biología, con la Medicina y abría un campo propio:
el del inconsciente.
El inconsciente freudiano no es una teoría de la no-conciencia.
El inconsciente tiene que ver con la represión. No hay posibilidad
de pensar el inconsciente tal y como Freud lo plantea, sin el proceso
de la represión. No es que exista algo que no sea consciente
y que por ello sea inconsciente. Para ser inconsciente "ese algo"
tuvo que habérselas topado con algo que se lo exija, es decir,
no es que no acceda a la conciencia, es que no puede acceder a la
conciencia: lo reprimido es algo que es impedido enérgicamente
de devenir consciente. Lo que se reprime es una agencia representante
de la pulsión.
Para poder comprender la dinámica de la represión, y
por lo mismo del inconsciente, es preciso partir del problemático
estatuto de la pulsión. Freud en "pulsiones y destinos
de pulsión" señala que: "La pulsión
nos aparece como un concepto fronterizo entre lo anímico y
lo somático, como un representante psíquico de los estímulos
que provienen del interior del cuerpo y alcanzan el alma, como una
medida de la exigencia impuesta a lo anímico a consecuencia
de su trabazón con lo corporal".
La pulsión no tiene presencia en el aparato psíquico
sino por la representación. Sólo la dimensión
de la representación puede permitirle su existencia psíquica.
De otra manera: la pulsión no puede acceder a la conciencia
sino por su agente representante de la representación, y sólo
éste puede representarla en lo inconsciente.
Entonces el inconsciente a partir de la represión denota que
existen agencias representantes de la representación que faltan
a la conciencia del sujeto. Que faltan por que son impedidas por la
represión, para devenir conscientes. El sujeto aparece así
dividido. No sólo se trata de la falta de posibilidad de acceso
a ciertas representaciones a la conciencia, sino que en su origen
las agencias representantes de la pulsión faltan al sujeto.
Que una representación sea inconsciente no sólo implica
que no sea susceptible de conciencia, sino que dicha representación
ha sido reprimida y no puede faltar a la conciencia del sujeto, sea
en su origen, o en su trayectoria.
Hasta aquí hemos señalado de manera muy rápida
la relación entre pulsión y su agente representante
de la representación. Así la represión se ejerce
sobre dicho agente y cómo las representaciones o bien permanecen
inconscientes o bien son reprimidas en sus ramificaciones o trayectorias.
La constante es que el aparato psíquico se sostiene sobre la
representación. Este elemento fundamental es el que le permitirá
a Lacan apoyado en Freud, decir que el aparato psíquico se
constituye en el espacio del registro simbólico.
Recapitulemos: las necesidades básicas del ser humano: comer,
beber, oír, ver, etc., es decir aquellas llamadas por Freud
como las pulsiones de auto conservación son la base de las
pulsiones sexuales, así el pecho y leche de la madre, uno de
los primeros contactos del bebé con un sujeto diferente, no
sólo cumplen una funcionen de vida, sino que le producen una
impronta de placer.
El niño ha satisfecho una necesidad vital, expresada por medio
del hambre. La madre a su vez le ofrece y le pide al hijo que coma
de ella. En este primer intercambio se fundan el circuito de la necesidad-demanda-deseo
que hace que no sólo viva el "cachorro humano" sino
que sea o no un sujeto deseante. El organismo pasa a ser un cuerpo,
que desea y es deseado, que come y quiere ser comido, que ama y quiere
ser amado.
Las pulsiones de auto conservación se trastocan en sexuales:
ver es a su vez mirar, el ojo es órgano pero sede de la pulsión
del mirar. De ahí que las infinitas zonas erógenas del
cuerpo humano, sean un punto de encuentro y de desencuentro del deseo
del otro. En el origen no hay deseo propio, es deseo del otro. |
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