Año 3 • No. 140 • mayo 17 de 2004 Xalapa • Veracruz • México
Publicación Semanal


 Páginas Centrales

 
Información General

 Arte Universitario


 Halcones al Vuelo

 Contraportada


 Números Anteriores


 Créditos

 

 

  Autonomía
Sergio Valdivia Navarro
Cuando leemos o hablamos sobre la autonomía del aprendizaje, o sobre estrategias para “aprender a aprender”, aparece, frente a nosotros, un término atractivo y misterioso: la “metacognición”. Al recurrir a las etimologías, vemos que se refiere a “ir más allá de nuestra cognición”, pero no quedamos satisfechos con esto y estamos ante un término que vale la pena explorar con más detalle, ya que constituye un punto esencial de nuestro quehacer como estudiantes y como maestros ante las nuevas teorías de la psicología educativa.

También hay que tener presente que aunque la “metacognición” se ha convertido en una palabra de moda académica, no nos remite a un aspecto novedoso en nuestras vidas. Estas teorías buscan darle a la “metacognición” la atención que merece. Y así analizar aspectos del aprendizaje y de la enseñanza que habían quedado fuera de los objetivos educativos institucionales.

Si vemos la “metacognición” de una manera simple, veremos que se trata de “pensar sobre nuestra forma de pensar”. Al hacer nuestras tareas cotidianas de aprendizaje, nos encontramos, como en muchas otras áreas de nuestras vidas, en un ritmo de trabajo en el que no nos detenemos a hacer un “alto” para analizar nuestras acciones. Pues bien, la “metacognición” se trata, precisamente, de eso, de hacer ese “alto” en nuestros procesos de pensamiento y observar no sólo lo que estamos haciendo, en un momento dado, sino que se trata de observar a detalle nuestra forma de pensar. Y este viene a ser el punto focal de nuestra atención, ya que se atribuye que el éxito académico no se debe sólo a capacidades innatas sino a la forma de enfocar nuestro pensamiento hacia nuestras acciones.

En un texto muy simple y breve que encontré en la Red, intitulado “Metacognition: An Overview” de Jennifer A. Livingston (ver REF) menciona que la “metacognición” debe ser vista desde dos ángulos: el conocimiento y la experiencia. Aquí el fundamento es simple; si platicamos con alguien que tiene éxito en sus estudios y nos habla de su forma de pensar frente a sus tareas de aprendizaje, estaremos conociendo más sobre su persona, sobre sus tareas de estudio y sobre sus estrategias de aprendizaje; y de esta manera estaremos viendo a la “metacognición” como un conocimiento. Ahora bien, si con base en lo que podamos aprender de nuestro amigo, vamos y lo ponemos en práctica, siempre concientes de cómo funcionan estas estrategias en nuestro propio aprendizaje; estaremos viendo a la “metacognición”, ahora, como una experiencia.

La “metacognición” se refiere a aspectos de control de nuestros procesos de pensamiento, lo que muchas veces se interpreta como tomar el “control” de nuestros proceso de aprendizaje de una manera conciente y meditada, y no dejando al azar estos aspectos internos de nuestra mente. Con mucha seguridad hemos pasado, en alguna ocasión, largas horas estudiando para un examen sin ver un claro resultado y sin tener un conocimiento firme para enfrentar dicho examen. En esas ocasiones, tal vez, no hemos pensado en ese aspecto de nuestro aprendizaje que constituye una piedra angular de la que no nos habíamos percatado con anterioridad: la “metacognición”.
REF: www.gse.buffalo.edu/fas/shuell/cep564/Metacog.htm