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Nuestra
Otra Voz
Hueytamalco y la pérdida de lo indígena
Karina Arriaga Murrieta |
| Hueytamalco
es un municipio ubicado al noroeste del estado de Puebla. Su nombre
deriva de los vocablos nahuas huey (grande), temo (descender o bajar),
y aco (subir), por lo que Hueytamalco significa grandes subidas
y bajadas, pues el terreno donde está asentado es muy
accidentado. La cabecera municipal congrega a la mayor población
y alrededor de ella hay numerosas comunidades de origen indígena.
Esto fue comentado por Víctor Alonso Gómez, de 21 años,
estudiante de la carrera de Ingeniería Mecánica Eléctrica
y originario de esta región. |
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Víctor
Alonso Gómez.
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Mi
pueblo es un lugar pequeño que está rodeado por numerosos
ríos como el Mazolapa, el Colihui y el Palmar. Su clima es
variado pues el municipio se localiza en una orografía que
permite contar con temperaturas cálidas, tropicales y húmedas.
Antes, la gente subsistía del cultivo y venta del café,
pero como se sabe, los precios de este producto están por los
suelos y ya nadie puede vivir de eso.
También se siembra naranja guachi, de azúcar,
japonesa y de temporada, además de mandarina, tangerina, plátano,
chile, erizos, jitomate y maracuyá.
Es desagradable decirlo, pero en la mera cabecera municipal
se ha perdido el uso de las lenguas náhuatl y totonaca, debido
a la discriminación. La gente que aún conserva su lengua
y costumbre prefiere irse a las comunidades aledañas, donde
no es molestada. La verdad es que se le da más importancia
a obras para la introducción de drenaje, agua o pavimentación,
pues así de acuerdo a un sólo criterio, se beneficia
a la población. Sin embargo, se olvidan de rescatar la cultura
y las raíces de Hueytamalco y por ello, cada vez, menos personas
valoran lo indígena. Además también afecta el
hecho de que muchos tengan que emigrar a otros estados o incluso a
Estados Unidos en busca de trabajo.
De las pocas tradiciones que aún se conserva se encuentra
la fiesta al santo patrono del pueblo, Santiago Apóstol, que
se realiza el 25 de julio. Durante la celebración hacen rezos,
echan juegos artificiales, se organizan jaripeos, hay comida típica
como mole, cacalas de anís y una bebida llamada chole,
que es una especie de atole hecha con cacao. Es tradición que
el mayordomo y su comité den de comer a toda la gente que hace
una procesión para acompañar al Santo en su recorrido
por todas las comunidades cercanas.
Todos Santos es también una fecha importante en Hueytamalco.
Sin embargo, mi familia realiza todos los preparativos más
a la usanza de mi abuelita, quien era procedente de Tenochtitlán,
cerca de San Andrés. El altar es con un arco y la ofrenda consiste
en veladoras, mole poblano, tamales, dulce de calabaza, yuca, camote
y fruta colgada.
No es mucho lo que puedo contar de Hueytamalco pues llegué
allá apenas hace cinco años, pese a haber nacido ahí.
Antes vivía en la comunidad Colonia Morelos, que pertenece
al mismo municipio. En esta comunidad pasé los momentos que
más añoro. Recuerdo que me gustaba ir a los huertos
de café con otros niños para jugar a los encantados;
también íbamos a los potreros y hacíamos carritos
con pedazos del tronco del plátano; al correr gritábamos
cuanto queríamos y nadie se molestaba. Ya no es lo mismo.
En Colonia Morelos acudía a una primaria muy humilde
hecha de tablas y con pequeñas bancas. Sólo tuve dos
maestros durante los seis años que duró mi educación
básica. La secundaria y la preparatoria la estudié en
Hueytamalco. Yo pagué mis estudios desde que iba en segundo
de secundaria pues no quería que mis padres se preocuparan
por más gastos ya que la situación que teníamos
no era muy favorable. Laboré en una maquiladora y siempre tuve
en la mente la meta de estudiar Ingeniería Mecánica
Eléctrica.
Al terminar la preparatoria decidí que trabajaría
primero para poder costear la carrera y mi estancia aquí en
Xalapa. Sin embargo, unos amigos me animaron a presentar el examen
de admisión a la UV y fui el único que lo pasó.
Pero como no tenía recursos para llegar acá, desistí
de venir a la universidad e inicié un curso para ser instructor
comunitario del Conafe. Al final, me convencí de que pese a
todos los obstáculos sería mejor no perder mi lugar
en Ingeniería.
Cuando por fin estuve en Xalapa, unos familiares me brindaron
apoyo, pero no quería dar molestias, y me fui a vivir a la
casa del estudiante Manuel Díaz Mirón.
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