Año 3 • No. 113 • agosto 25 de 2003 Xalapa • Veracruz • México
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De Óscar Villegas y Xalapa
Arturo Meseguer Lima

Corría el año de 1976, la Universidad Veracruzana se encontraba al inicio de una experiencia nueva y prometedora con la creación de sus Grupos Artísticos Profesionales en las diferentes disciplinas. La lucha contra el imperialismo con sus variables nacionales comprometía todas las conciencias, mientras que las botas militares destruían la flor de la inteligencia continental. Los conceptos de Tercer mundo y de Países
subdesarrollados fustigaban los criterios ortodoxos en su esquematización unidireccional y arcaica de estratificación y comprensión de la dinámica transformación del mundo.

Por azares de la vida llegan a Xalapa jóvenes artistas formados académicamente en los países de Europa del Este, del otro lado de la cortina de hierro. Ellos comprenden y se unen a los ideales de liberación y cambio que exigían la mayoría pobre e históricamente explotada de todos los países de Latinoamérica. La recién formada compañía de teatro Ateneum de la UV, recibe a una joven directora mexicana, Martha Luna, egresada en Praga de una de las escuelas de teatro más reconocidas del bloque comunista. Ella propone una obra de otro joven y casi desconocido dramaturgo mexicano, Oscar Villegas llamada La Atlántida.

La acción de la obra fijada en la década de los cincuenta en una colonia periférica de la ciudad de México dibuja, a modo de profecía, el irremediable destino del crecimiento desproporcionado, irregular y caótico que sufrirá esa ciudad en los años posteriores. Al ritmo compulsivo del mambo, Villegas y Luna hacen énfasis en los valores y contradicciones que le impidieron a México desarrollarse económica y socialmente en la segunda mitad del siglo XX.

El segundo encuentro creativo con Villegas sucedió en 1980 con una nueva compañía de teatro llamada la Infantería Teatral, creada por dos disidentes que rayando en la intolerancia fueron separados de la Compañía Titular: Enrique Pineda y un servidor, bajo la promesa de formar otras compañías en las también recién estrenadas Vicerrectorías. Santa Catarina fue nuestra primer bandera para apoyar y defender la nueva dramaturgia mexicana, objetivo único de nuestro quehacer y compromiso artístico. Con escenografía del inolvidable Ernesto Bautista y casi sin presupuesto, ese año ganamos inevitablemente los premios de la crítica nacional. A partir de ese momento la Infantería Teatral fue reconocida como la compañía de teatro que más apoyó a la dramaturgia nacional. Después se montó La pira y la revista Tramoya, dirigida por el más importante dramaturgo veracruzano Emilio Carballido, continuó difundiendo y apoyando ese inagotable caudal de textos generados a lo largo y ancho del país donde Oscar siempre tuvo un lugar preponderante.

A esta altura de la nota ya se habrán preguntado varias veces el objeto del discurso: sólo es anunciar que Villegas ha detenido su pluma, que el horno donde producía sus singulares y extraordinarias piezas se ha apagado de golpe, pero que nadie ni nada podrá reemplazar su talento, su agudeza descriptiva, la acabada y compleja construcción de sus personajes y la enorme capacidad sintética y dramática que ha legado al teatro universal.

Descansa amigo, tus personajes vivirán por siempre en los corazones de los afortunados, actrices y actores que los encarnamos, y en las conciencias de los millones de seres humanos que a través de las generaciones continuarán conociendo y compartiendo los luminosos mundos creados por tu irrepetible fantasía.