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Roberto Ortiz Escobar
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El
ciclo En el nombre del padre, organizado en junio por el Cine Club
de la UV proyecta esta semana dos películas que, en su momento,
tuvieron reconocimiento por parte del público: Carácter
(Karakter, Holanda, 1997, de Mike van Diem) obtuvo el Oscar
a la mejor película en lengua extranjera, mientras que Billy
Elliot (Gran Bretaña, 2000, de Stephen Daldry) recibió
tres nominaciones de la Academia de Hollywood, además de una
magnífica respuesta en taquilla.
Con registros dramáticos muy diferentes, tal vez los únicos
puntos en común en ambas cintas se refieran a los procesos
de aprendizaje individual en ámbitos familiares y sociales
no tan propicios.
De una cinematografía más bien desconocida en México
y basada en la novela homónima de Ferdinand Bordewijk, Carácter
nos ofrece desde el principio un suceso de asesinato con el que cerrará
la historia, la cual se nos cuenta mediante un largo flash back. La
intención de Mike van Diem no es propiamente la de crear el
suspenso policiaco clásico, como indagar y entrometerse en
los laberintos biográficos de dos personajes que incuban el
odio a través del tiempo y apuestan con la afrenta en la actualidad.
Se trata de una contradictoria relación filial. Jacob Katadreuffe
es el hijo bastardo de Daverhayen, un duro e inflexible alguacil y
prestamista. El difícil proceso de adaptación de Jacob
en un entorno de pobreza y el rechazo del padre, lo orillan a buscar
asideros en su formación intelectual y profesional. Pero no
obstante estudiar abogacía y trabajar en un gabinete de abogados,
la sombra del padre lo perseguirá aún de grande, ya
que adeuda un préstamo que, proviene de una banca de capital
paterno, sin que lo sepa originalmente.
Película de introspección psicológica que observa
a dos personalidades que se repelen, pero finalmente se ven obligadas
a divisar en el espejo las partes complementarias de un mismo rostro.
La recia como apabullante personalidad del padre-alguacil (humilla
a Jacob, desaloja sin contemplaciones a inquilinos pobres) será
enfrentada por un hijo que bajo la sombra del anonimato se levanta
y finiquita con sangre su ardido rencor, así deba olvidar su
primera oportunidad amorosa.
En términos de ambientación, Carácter
tiene una fotografía expresionista que subraya a cada momento
los espacios y callejuelas sombrías de una Rótterdam
apoderada por la crisis económica de 1929 y cuyo rostro evidencia
desempleo, pobreza, marginación y explotación. No es
casual que un amigo de Jacob sea un airado comunista en contra del
Estado, clara referencia de la rebelión de un hijo dispuesto
al parricidio ante su conflicto con la autoridad.
De un tono opuesto, el drama de Billy Elliot lo maneja Stephen
Daldry con mayor relajamiento, humor y ligereza, que no descuida la
observancia oportuna del personaje central y su entorno social inmediato.
En un pueblo minero ubicado en el norte de Inglaterra en la época
de Margaret Tatcher, un niño de 11 años debe asistir
a clases de box, aunque al descubrir su inclinación natural
por la danza, enfrente la adversidad familiar y social, nada favorable
si se considera el prejuicio de un entorno laboral rudo que identifica
la actividad dancística con la inclinación homosexual.
La resistencia familiar y la entereza de una maestra que incentiva
al chico se conjugan en esta película de clara entrega melodramática
y cuya magnífica elección de Jaime Bell como Billy Elliot
(Stephen Daldry ha trabajado en el teatro) imprime humor, fuerza y
simpatía a una etapa de iniciación que expone diáfanamente
los conflictos y ambigüedades de un chico en entusiasta exploración
de sus atributos artísticos.
La buena banda musical que incluye a T-Rex y The Clash
remata finalmente con un bailarín que a sus 25 años
es la figura estelar de El Lago de los Cisnes montado por el
Royal School of Ballet de Londres.
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