Año 3 • No. 104 • junio 2 de 2003 Xalapa • Veracruz • México
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  Leonardo Da Jandra:
hombre grande con lo mínimo
Gina Sotelo

La lluvia intensa recibió a Leonardo Da Jandra a su llegada a Xalapa. Gotas copiosas que lo fascinaron y por un momento lo hicieron borrar la imagen contrastante de una Atenas Veracruzana aglomerada por los automóviles. Y es que Da Jandra ve con asombro que en tan estrechas calles quepan juntos tantos automóviles; en Huatulco, su actual sitio de residencia, no es así, al grado de que ha prescindido de la luz eléctrica, el agua corriente, el teléfono y demás objetos que –en sus palabras– sólo esclavizan al hombre.

Invitado por la Facultad de Letras Españolas y la Fundación de la UV, el célebre filósofo y escritor visitó Xalapa para ofrecer el viernes 30 de mayo la conferencia magistral Identidad, globalización y sacralidad en el Salón Azul de Humanidades.

Las ideas de Da Jandra se derraman como en cascada y, con la fuerza de un orador experimentado, convence a quienes lo escuchan. Para este intelectual chiapaneco que ha descubierto “la grandeza de lo mínimo”, el tema de la identidad se ha convertido en una obcecación: “Quizá sea una obsesión, porque no he logrado tener ese tipo de enraizamiento provinciano que me permita por momentos sacar en público una manifestación de grito y de aullido celebrando mi identidad como la única y después en privado lamentar cuando veo las desgracias reflejadas en mis semejantes”.

Da Jandra opinó que, en este momento, todas las culturas deben obligatoriamente hacer un alto, una reflexión en su devenir y una toma de conciencia que concluye en la pregunta gnóstica ¿quién soy, de dónde vengo y adónde voy?: “Hay culturas que tienen el sentir identitario mucho más fuerte que otra; la nuestra es una de ellas”.

Según Da Jandra, en la cultura mexicana la identidad es una herida y tratar de cerrarla con base en supuestos teóricos es condenar a las nuevas generaciones a que luego tengan que ir más a lo hondo y sacar la pus que se ha acumulado ahí: “El proceso de la identidad en el contexto actual es para mí una de las emergencias de la perspectiva cultural mexicana porque hemos vivido una generación que se pretendió globalizar sin superar su provincianismo”.

Para el filósofo, la pauta civilizatoria la da la relación de la mujer y no del hombre: “una sociedad donde la mujer está por debajo del hombre es una sociedad inferiorizada”
Harto del oropel urbano y académico, de los ambientes culturales sin propuesta alguna, Leonardo Da Jandra se sumergió desde hace 20 años en la selva oaxaqueña, pero no vive con la naturaleza como una forma de huída ni de regresión, “lo que sería una especie de suicidio en nuestro tiempo”, sino como una forma de naturalizar su humanidad y humanizar a lo natural con lo que está en contacto. “Antes las ciudades eran fundaciones sagradas y ahora son profanas; se salen del control humano, se deshumanizan”.

Subrayó que se debe rescatar el papel de la mujer, ya que la pauta civilizatoria la da la relación de la mujer y no del hombre. “Una sociedad donde la mujer está por debajo del hombre es una sociedad inferiorizada; se debe otorgar a la mujer el papel que le corresponde, en el nuevo comportamiento social, nunca debe estar la mujer por debajo del hombre”.

Da Jandra habló a fondo de la desacralización, de lo profano y de un Dios que ahora se llama poder, cuyas personalidades son lo político, lo económico y lo religioso. A la sociedad mexicana la calificó como intolerante, con gobiernos que desean modelos duraderos, aunque en la actualidad no exista tal situación: “Entonces tenemos que todos los modelos políticos son degenerativos, de ahí que la idea de que lo social no tiene solución en su conjunto”.

Antes de que cumpliera un año, los padres de Da Jandra lo llevaron a vivir con sus abuelos a la mítica Arousa, la Galicia céltica. Allí creció entre tres referencias que marcaron para siempre su destino: el mar, el culto a los muertos y la obra de Valle-Inclán.

Más tarde realizó sus estudios en Santiago de Compostela y Madrid, donde se entregó apasionadamente a la filosofía alemana, y a su regreso a la Ciudad de México, hacia principios de los sesenta, asistió a un doctorado de Filosofía de la Matemática que impartía en la UNAM el filósofo argentino Mario Bunge.

Cuestionador profundo del modelo unidireccional judeocristiano, Leonado Da Jandra es defensor de la ultranza de la utopía mínima (grupal o de pareja), que vive a plenitud desde hace 23 años con su compañera, la pintora y ecologista Raga, en un edénico paraje de la costa oaxaqueña que, gracias a su dedicado esfuerzo, fue declarado Parque Nacional.

Su obra, que refleja de manera crítica la inquietud intrahistórica de la generación del 98 (sobre todo de Valle-Inclán y Unamuno), es una especie de puente natural entre la cultura peninsular y la mexicana. Con la publicación de su novela Samahua –expresión cimera del género que Da Jandra ha acuñado como realismo nucleohistórico– ganó el Premio Nacional de Literatura impac en 1997.