Dr. Pedro Coronel Pérez
Instituto de Ciencias de la Salud
En estos últimos tiempos,
la medicina, a no dudarlo, ha alcanzado importantes
logros que se traducen en una menor morbimortalidad,
y en el caso de la obstetricia es notable el avance;
sin embargo, todavía se observan muchas complicaciones
que son francamente evitables.
Tenemos en un reciente y muy completo estudio hospitalario
de seis meses, llevado a cabo por dos autores (Pavón
L.P. y Gogeascoechea C). “Complicaciones obstétricas
en un hospital de ginecología y obstetricia”,
que en 1137 embarazadas se encuentran dos muertes
maternas, una por hemorragia y otra por eclampsia,
lo que representa una mortalidad de 0.2%.
En el primer caso, tenemos que las hemorragias posparto
se presentan por dos causas principales: atonía
uterina o un desgarro que puede ser vaginal cervical
o del cuerpo de la matriz. La atonía uterina
es fácilmente detectable, por lo que podemos
hacer el diagnóstico palpando la matriz y
notando la falta de contracción al aplicar
una pronta terapéutica, y en un caso ya muy
severo, donde todas las medidas para lograr la contracción
uterina no hayan dado resultado, recurrir a la histerectomía
que debe ser subtotal para favorecer la rapidez
de la cirugía.
Si no existe atonía uterina, el sangrado
se debe seguramente a un desgarro vaginal; pero
si es intenso, su origen reside principalmente en
el cérvix o el cuerpo uterino. En estos casos
es urgente y además sencilla la revisión
del canal del parto mediante dos valvas y dos pinzas
de anillos que tomando los labios del cerviz exponen
perfectamente el cuello uterino, que es donde se
producen con más frecuencia estos desgarros.
En
el segundo caso de muerte, tenemos que la toxemia
del embarazo es un padecimiento cuya principal característica
es la elevación gradual de la tensión
arterial, por lo que ninguna enferma que tenga control
prenatal puede llegar a presentar un cuadro convulsivo,
puesto que antes de llegar a la fase convulsiva
existen datos que aconsejan la interrupción
del embarazo ante la gravedad de un cuadro hipertensivo
que no cede a las medidas terapéuticas tomadas.
Estos dos casos ejemplifican que estas muertes caen
dentro de las que se consideran prevenibles y evitables.
En este trabajo de investigación mencionamos
la infección posparto como complicación.
Señalamos que esta morbilidad se debe a cuatro
factores principales:
a) fallas en la asepsia,
b) exceso de confianza en los antibióticos,
c) sangrados graves,
d) retención de restos placentarios.
Para evitar o disminuir el índice de sepsis,
es menester primero efectuar la atención
del parto y todas las intervenciones con una estricta
asepsia que garantice que se están llevando
a cabo los procedimientos de una manera correcta,
puesto que la infección se desarrolla según
la intensidad de la contaminación, y cuando
ésta es muy grande, los antibióticos
no impiden su desarrollo, por lo que descuidar la
asepsia confiando en la antibioticoterapia es una
falla en la apreciación.
Otra de las causas que favorecen la aparición
de infecciones es la hemorragia, y cuando ésta
es intensa, debe reponerse el volumen sanguíneo,
con objeto de no favorecer la aparición de
un cuadro infeccioso, en especial en el caso de
las cesáreas, en donde es sumamente grave
y además a futuro compromete la posibilidad
de un parto por vía vaginal y conlleva el
riesgo de una ruptura uterina.
La revisión rutinaria de la placenta, procedimiento
simple pero efectivo, evita en alto grado la posibilidad
de dejar restos en la cavidad uterina y dar pie
al desarrollo de gérmenes en ese sitio.
En cuanto al parto vaginal distócico, tenemos
que durante el control prenatal se puede valorar
clínicamente la pelvis en la semana 38 y,
si existe alguna duda, recurrir de inmediato a los
estudios auxiliares de gabinete como rayos X o ecosonografía.
Si nos encontramos con una situación viciosa
como la transversa o una presentación pélvica,
la detección de esta distocia la podemos
diagnosticar durante la vigilancia prenatal y tomar
las medidas necesarias.
Respecto a las complicaciones del recién
nacido, la vigilancia continua en el trabajo de
parto, de las contracciones uterinas, la frecuencia
del latido cardiaco y la valoración del avance
de la presentación es de suma importancia
para evitar daño fetal. Se considera que
la falta de avance del producto en el control del
parto es una llamada de atención sobre una
probable distocia materna o fetal.
En lo referente a los desgarros, podemos decir que
el temor al corte perineal lo hace insuficiente
o no lo realiza, lo que trae como consecuencia el
desgarro, por lo que debe indicarse al interno de
pregrado la manera correcta de hacer el corte, mostrando
el médico titular la maniobra correcta, indicando
la
suficiente longitud y que en esa zona medio lateral
del periné no existe posibilidad de lesionar
algún elemento de importancia.
Otra cosa que genera con mucha frecuencia el sufrimiento
fetal es la inducción que no está
indicada, pues desafortunadamente, a veces ésta
se realiza por rutina, lo que en última instancia
lleva a una iatrogenia, por lo que el procedimiento
debe efectuarse siempre
con una indicación correcta y precisa.
Estas consideraciones muestran que la prevención
de las causas de morbimortalidad materna como son
la toxemia, la hemorragia y la infección,
y la morbimortalidad fetal, pueden ser prevenidas
o disminuidas en su incidencia, teniendo en mente
un buen control prenatal que es capaz de detectar
anomalías que van a repercutir tanto en la
madre como en el producto y nos otorga tiempo para
corregir o tratar de corregirlas en beneficio del
binomio materno-fetal.
Este tipo de estudios de mortalidad en los hospitales
donde se atienden partos es de gran utilidad, ya
que gracias a éstos podemos conocer las causas
de la morbimortalidad tanto materna como fetal en
cada nosocomio en particular y poner en práctica
medidas que reducirán estos índices
negativos de una manera importante.