Universidad Veracruzana

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Cápsula del tiempo

Mi nombre es Arturo Guillaumín. En una sesión del curso-taller Ecología de la escritura, les solicité a los estudiantes un ejercicio que, por sus características especiales, prometía ser interesante. Tenían que elaborar un texto que iba a ser depositado dentro de una cápsula del tiempo. Dicha caja sería abierta dentro de 100 años: en el año 2124. La pregunta que se les hizo fue la siguiente: ¿qué le dirían a una persona del futuro? La propuesta, por sencilla que parezca, envuelve una gran complejidad. Entraña un ejercicio de imaginación que conduce a otras interrogantes: ¿cómo serán las personas de entonces?, ¿qué transformaciones tecnológicas y sociales moldearán el futuro?, ¿habremos sorteado exitosamente las graves crisis que hoy enfrenta la humanidad?

La verdad es que hoy tenemos muchos desafíos como especie, sociedades e individuos. Todo cambia rápidamente en un mundo globalizado e hiperconectado. ¿Hacia dónde nos dirigimos? Los escenarios políticos, económicos y sociales se transforman rápidamente en unas cuantas décadas. Son tiempos de expectativas, incertidumbre y esperanza. ¿Qué tan distinto será el mundo, nuestro país, nuestra ciudad? ¿Qué permanecerá? ¿Qué cambiará radicalmente? En medio de estas reflexiones los estudiantes universitarios emprendieron el ejercicio de la cápsula del tiempo. Los textos fueron entregados siete días después. Se invitaron a dos lectores externos para que los valoraran: Elizabeth Álvarez José y Roberto Peredo. Ella, una experimentada promotora de la lectura y, él, un escritor reconocido.

Los trabajos mostraron una gran diversidad y riqueza de aproximaciones y abordajes. Cada texto planteaba una manera muy particular de enfrentar el desafío. Todos hicieron uso de un lenguaje que puede ser más formal, más literario o más sencillo y cotidiano. Con ello mostraron la manera en que eligen ser percibidos por sus lectores futuros y, en gran medida, la forma en la que eligen trascender. No obstante, en todos se percibe una preocupación común: un futuro incierto y lleno de desafíos que ponen en riesgo la viabilidad de nuestras sociedades y del mundo natural.

A continuación, presentamos una muestra de cinco trabajos que han sido seleccionados para este número de Pregones de Ciencia. Nuestro deseo es que los disfruten. Pero también que los haga reflexionar acerca de ese futuro incierto. Quizá nos mueva a hacer algo para que sea mucho mejor de lo que lo prevemos desde el presente.

Arturo Guillaumín Tostado

Una reflexión desde el pasado

Estimado(a) lector(a) del futuro:

Espero sinceramente que esta misiva un tanto especial no te parezca desconcertante. Deseo que cuando la leas estés viviendo una etapa próspera en tu vida. Hoy, a juzgar por la historia, mi mundo actual no parece diferenciarse mucho del pasado: conflictos, guerras, crisis sociales, manipulación y control, enfermedades, desinformación. En una expresión: el hombre conduciéndose como el lobo del hombre. Es lo que observo en el día a día.

He leído reflexiones similares de muchos autores famosos respecto a su tiempo. Parece que la esencia de la conducta humana no ha cambiado mucho. Con todo, hay que enfatizar que también he sido testigo de personas que obran con honestidad y hablan con la verdad. Que no temen a las represalias a las que puedan ser sujetas. Son mujeres y hombres valientes que deciden vivir y conducirse conforme a ciertos valores que consideran meritorios. Valores que ‘gritan’ su universalidad y que, si eres creyente, están ligados con la existencia de un Dios clemente que profesa su amor sobre esta Tierra.

No sé cómo será el futuro. Mi carta está pensada para ser leída a cien años de distancia. Hoy, en el año 2024, el mundo cambia rápidamente. En mi tiempo, he sido testigo de grandes transformaciones sociales generadas por el desarrollo tecnológico, por lo que me resulta difícil imaginar siquiera cómo será tu mundo. Adivino que en lo político, no será demasiado diferente al mío. Pero sí me pregunto cómo será tu sociedad; cómo serán los ciudadanos del futuro; qué nuevas actitudes y demandas surgirán en las comunidades; cuál será la madurez cívica y solidaria de tu sociedad.

Después de tantos años de vivencias, comparto contigo mi experiencia: lo más importante es cultivar el conocimiento y la sabiduría, que son cosas distintas; buscar la verdad, enunciarla, defenderla y estar dispuesto a sufrir las consecuencias; entender que el amor sincero es el secreto para alcanzar el estadio más cercano a la felicidad. Esa es mi convicción. En mi mundo he aprendido que las palabras y los discursos no conocen límites, pueden ser un espejo del engaño o la especulación. Pero la conducta limpia, filtrada por el amor auténtico, no conoce de dobleces: amas o no amas, eres sincero o no, hay interés genuino o solo simulación.

Espero que en tu mundo no reine la mentira. Que la ciencia, además de proporcionarles múltiples beneficios, les muestre con mayor claridad que a nosotros, el valor de la verdad como piedra angular de la transformación del hombre y sus sociedades.

Te deseo lo mejor.

José Jorge Eufracio

Sobrevivir a la incertidumbre

Hola. Soy Tomás, estudiante de una escuela de posgrado en el 2024. No sé si existirán las escuelas y los posgrados dentro de 100 años. Ahí se aprendían diversos conocimientos con profesores y otros estudiantes. Realizo este ejercicio, la redacción de una carta, para transmitir un mensaje relevante para el futuro. Deseo mencionar tanto en pocas líneas, pero me esforzaré por ser breve. En resumen, franqueamos una pandemia global que duró años. Sobreviví. Las guerras azotan incesantemente y el sufrimiento es indescriptible en algunas partes debido a ellas. Las crisis económica, social, política y medioambiental se desbordan a nivel general. Hay una sensación de que nos queda poco tiempo como especie en el planeta. A pesar de eso, no trabajamos mucho para revertirlo colectivamente. Honestamente, pocas cosas están cambiando satisfactoriamente. El reloj avanza y se agota el tiempo.

La incertidumbre se ha apropiado de nuestra existencia. No sabemos con exactitud qué pasará con nosotros, ni en qué momento. No tenemos certeza de hacia dónde se encamina la humanidad de esta época. Este es el amplio panorama del mundo. Sin embargo, esos eventos catastróficos a veces parecen muy lejanos de mi situación. Aunque estén presentes y viva con ellos, suelen “normalizarse”. No minimizo las desgracias que ocurren, solo menciono lo que observo.

Soy un joven de 30 años y, a pesar de los miedos, tengo metas, ilusiones, expectativas y alegrías. Siento que este tren en el que viajamos se descarrila. Aun así, deseo hallar escapatorias que me permitan ser feliz. ¿Es posible la felicidad en la incertidumbre? No puedo hablar por todos porque interactuamos con diferentes realidades. Yo resido en una ciudad llamada Xalapa y trato de sentirme pleno con mis posesiones materiales e inmateriales. Sé que no estoy en la ciudad más desdichada de la Tierra, pero varios aspectos se han transformado con el tiempo. Noto que algunas facetas de lo cotidiano se degradaron. Me refiero al caos vial, la crisis económica, el deterioro ambiental, las relaciones interpersonales y la inseguridad. A pesar de esto, busco la plenitud, la calma y la paz. Estos valores forman parte de mi bienestar.

Así, pese a la decadencia humana, se pueden buscar espacios de dicha. Yo considero que muy difícilmente libraremos el destino que estamos escribiendo como especie. Estamos acercándonos a la extinción. No obstante, veo la posibilidad de dirigirnos a cumplir metas comunes. Por ejemplo, creo que seguimos empujados por la búsqueda de una vida mejor. Es un gran reto. Pero este objetivo, en mi opinión, nos proporciona un fin y, a su vez, la esperanza de vivir lo mejor posible. Ya lo he dicho: estoy pensando en mi realidad. ¿Será la tuya? ¿Será la de mis contemporáneos menos favorecidos?

Si eres un humano, nuestra especie sobrevivió. No sé si atestiguaste un cataclismo o si habitas una utopía futurista. Si es así, ojalá camines por senderos tranquilos. Si sobrevives en una incertidumbre mayor a la mía, espero que encuentres el refugio que te proteja del infortunio. Si no eres un humano, probablemente fracasamos. Nos convertimos en polvo errante navegando el orbe.

Tomás Castillo

Hacia un siglo más humano, sociedades justas y sostenibles

Mientras escribo esta carta, reflexiono sobre cómo será la sociedad dentro de cien años. Los siglos XX y XXI, en los que me ha tocado vivir, se han caracterizado por acelerados avances científicos. La tecnología está evolucionando rápidamente. En un número creciente de países se tienen robots que realizan complejas tareas humanas en la industria, en la medicina e incluso en el hogar. Se han realizado clonaciones de animales y hay ya propuestas para hacerlas con humanos. Espero que no se lleven a la práctica, ya que desde mi perspectiva existen cuestiones éticas y evolutivas que habría que debatir ampliamente. La inteligencia artificial es otra herramienta innovadora en este siglo que quizás para ustedes sea algo común y corriente. Los autos eléctricos e híbridos son muestra de la dedicación de mentes interesadas en nuestra liberación de los combustibles fósiles.

Sin embargo, el siglo XXI también dejará una marca dolorosa en la historia. Por ejemplo, sufrimos una pandemia de COVID-19 que cobró aproximadamente 14 millones de vidas en todo el mundo, según cálculos de la Organización de las Naciones Unidas. No estábamos preparados para esto, a pesar de los avances científicos y tecnológicos de los países más ricos y poderosos que dominan el mundo. La pandemia nos mostró cuan vulnerables somos. Y cómo no mencionar otro suceso que dejará honda huella, y que nos recuerda el Holocausto: la guerra entre Gaza e Israel, que muestra claros signos de genocidio, desafiando los principios de paz y convivencia. Como sociedad, estamos fallando en cultivar valores, amor al prójimo y empatía. Los gobiernos se preocupan más por el crecimiento económico que por la equidad y el respeto entre los seres humanos. Aspectos que se deberían enseñar en las aulas desde la formación inicial de los niños. Es necesario aprender que todo acto tiene una consecuencia en la sociedad y en la naturaleza y que el dinero no es lo más importante.

Por todo lo anterior, es necesario adoptar una postura responsable, tanto a nivel individual como social. Una postura ética en la que antes de priorizar lo monetario se priorice el bienestar humano y la sostenibilidad. Debería haber una nueva ilustración, en la que impere verdaderamente la razón y, por supuesto, la empatía y el afecto. Deseo que los gobiernos futuros tengan una nueva misión, la de servir a sus sociedades y no servirse de ellas. Que se preocupen verdaderamente por el desarrollo humano, por la educación inclusiva y de calidad. Al pensar en el futuro, lo hago como si hoy fuera mi último día de vida. Creo firmemente que lo más importante es la solidaridad y el afecto a la naturaleza y a los demás humanos.

Querido lector del futuro, más allá de tu éxito académico, preocúpate también por educar y cultivar tu corazón y tu espíritu. Que esta cápsula del tiempo sirva para reflexionar sobre un compromiso renovado hacia la sostenibilidad, la igualdad y el bienestar humano. La humanidad y su tecnología deben avanzar hacia un mundo más solidario e igualitario.

Leticia Valdés Vargas

Cronos, la medida del tiempo

Habitantes del 2124, dejo aquí registro de algunos sucesos que 100 años atrás ocurrieron. Es posible que en el futuro el planeta habitado por las fierecillas humanas sea uno. Pero con crecientes diferencias entre sus habitantes. Probablemente, tal como en los siglos XX y XXI, en el año 2124 el mundo siga dividido en bloques de poder económico y político y la cultura sea un producto de consumo: pinturas, música, libros más vendidos. Prefiero creer que, en un tiempo sin tiempo, mujeres y hombres intentan esculpirse para crearse a sí mismos.

En 2024, justo un siglo antes de que la humanidad pueda leer estas líneas, los hombres y las naciones luchan por el poder. Hay guerras en el mundo de carácter económico y político y todas van por el control de las sociedades y de los recursos naturales. La idea de democracia, que es tan vieja en los países occidentalizados, sigue en construcción. Los avances en la ciencia han alcanzado el desarrollo de la Inteligencia Artificial, que crea quiméricas imágenes de los hombres y su pensamiento.

Díganme, habitantes del futuro, ustedes ¿aún miden el tiempo en lunas o lo han olvidado? Sus gafas, que los sumergen en la virtualidad, ¿les han hecho borrar de la memoria el tiempo, el aire, el cielo, la naturaleza, el fuego? ¿Todavía despiertan con los gallos al amanecer y predicen el cambio de las estaciones con el trino de las aves? ¿Están hechos los hombres de maíz con sangre de los dioses?

Desde hace miles de años, los hombres buscan el poder para concentrarlo y preservarlo. Hoy se vende el agua, se destruyen los territorios para obtener litio, el petróleo se acaba y el suelo fértil se convierte en desierto. Mientras que la semilla de la tierra es extranjera. Los hombres, mujeres y niños migran para buscar vida. Los artefactos tecnológicos imitan el pensamiento y los algoritmos adivinan los falsos anhelos de la humanidad. El dinero es electrónico y se vive en una aparente virtualidad. Aparente porque los 8 000 millones de habitantes del planeta no van al mismo ritmo. El mundo es desigual. Aun así, se pretende que los países dominantes indiquen la organización del mundo. La medida de nuestro tiempo es el poder.

Hay tanto y nada. Computadoras, robots, lentes de realidad aumentada, inteligencia artificial, libros electrónicos, teléfonos con cobertura planetaria. Hay autos híbridos y artículos domésticos que acatan nuestros comandos de voz. La ciencia ha creado vacunas y nanotecnología, pero muchas enfermedades no se han erradicado aún. Los cuerpos se enferman de obesidad, diabetes y cáncer y la mente se trastorna con ansiedad y depresión. Hay leyes a favor del aborto y madres que buscan a sus hijos desaparecidos. Se lucha por la igualdad de género. Crecen los feminicidios, la pobreza y el hambre. Pero también el anhelo de libertad.

En una mejor apuesta, hay que ir al origen, a lo fundamental, a la unidad esencial en nuestra especie: la ternura humana. El afecto como artilugio, como característica primitiva o como ciencia, a través del tiempo. ¿Cuál es la medida de su tiempo? Saludos sin espacio y tiempo.

Jessica Hernández Gómez

Para el propietario de este predio

No recuerdo cuando llegué a vivir a la casa de mi abuela. Mi madre afirma que fue a la edad de 4 años, en 1990. Su casa fue construida en el centro de un terreno que medía una hectárea. Está ubicado en alguna de las muchas comunidades rurales cercanas a la carretera 180, en el estado de Veracruz.

Tampoco recuerdo cómo mis hermanos y yo comenzamos a jugar con mis primos. Era tan divertido, en jornadas que podían ser desde las 7 de la mañana hasta las 6 de la tarde. Justo antes de anochecer. Si bien una hectárea no es mucho terreno, era suficiente para jugar futbol en su parte plana. Estaba desprovisto de pasto y era abundante en polvo en los meses secos. Durante la temporada de lluvias se formaba un inmenso arroyo que lo atravesaba. En la parte alta había espacio para el lanzamiento de llantas y el vuelo de papalotes. Allí construimos una casa sobre el viejo árbol de tamarindo.

En el terreno de la abuela había muchos árboles frutales. Recuerdo cinco guayabos, un chalagüite, tres ciruelos, un chicozapote, tres de tamarindo, un anono y tres de aguacate. Destacaba un gigantesco árbol de mango criollo que, desafortunadamente, se vino abajo con el huracán Grace en 2021.

De niños éramos ajenos al significado de la propiedad privada. Comenzamos a crecer y, con el tiempo, el juego, el número de jugadores y el área de diversión se redujeron. En 1996 me enteré que el terreno de la abuela iba a ser fraccionado para heredarlo a sus cuatro hijas. Como consecuencia, nuestro terreno se redujo a un predio de 26 por 24 metros. Mis padres registraron la propiedad de la casa y cuidaron de la abuela hasta su muerte, en noviembre de 2005. Al día de hoy, dos de las cuatro tías han fallecido. A partir de 2008, las dos que quedan comenzaron a heredar las propiedades a sus descendientes.

Por razones de trabajo dejé de vivir en la casa de la abuela hace 18 años. El día de hoy, 11 de abril de 2024, estoy planeando regresar a ella. Pienso que mis hijos ya no podrán gozar de la misma libertad que yo para crecer jugando. Mis sobrinos y los hijos de mis primos mayores ya no disfrutan lo que yo, mis hermanos y primos disfrutamos.

Imagino el momento en que leerás esta carta en el año de 2124. En tu tiempo las cosas habrán cambiado mucho. Para entonces habrán pasado 134 años con relación al comienzo de mi relato. Tal vez, el antiguo terreno de la abuela esté ahora lleno de casas y de familias sin vínculos de parentesco. Sin duda, más árboles habrán dejado de existir como consecuencia de la urbanización. Me gustaría pensar que, por lo menos, la casa de la abuela sigue en posesión de la familia original. Si no es así, nada puedo hacer. Cada quien tiene su tiempo y su espacio. Ahora que sabes qué pasó antes, ¿puedes imaginar que pasará con ustedes?

Oscar Pérez López

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