Núm. 9 Tercera Época
 
   
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MISCELÁNEA

¿Escribir o no escribir?
Acerca de Bartleby y compañíar

Daniela Soberanes Riaño

Decir es inventar. Sea falso o cierto.
ENRIQUE VILA-MATAS, Bartleby y compañíar

 

    portada  
    Enrique Vila-Matas. © Foto: Daniel Mordzinski  
       

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Si tomamos como verdadera la afirmación de que la literatura es el reflejo de la vida (o viceversa), se plantea un nuevo escenario para los escritores contemporáneos. Al mirar a nuestro alrededor percibimos el complejo entramado de conexiones que vinculan a cada individuo consigo mismo, con los demás y con el entorno que lo rodea. Los valores absolutos han muerto y en su lugar han quedado valores subjetivos y cambiantes. En un mundo en el que no existe ninguna certeza, en donde las fronteras entre los países se han vuelto porosas (y por tanto se trastocan las identidades), en donde nuestras vidas no están regidas por la decisión de los Dioses –o de Dios–, el hombre se encuentra en un laberinto sin centro cuyo objetivo no es la vida eterna ni la trascendencia, sino el camino que va recorriendo para llegar a un fin inalcanzable, muchas veces inexistente o utópico. De igual manera, en la literatura se han disuelto las fronteras entre el plano de la realidad y el de la ficción, entre los géneros; en fin, todos los elementos que conforman una obra literaria se entremezclan unos con otros creando así una nueva posibilidad para el acto de escribir. Los autores trabajan un determinado tema desde una perspectiva propia e imperfecta, necesariamente subjetiva; sujeta siempre a cambios, a revisión, a nuevos planteamientos.

Particularmente es interesante dirigir la atención hacia un género específico: el ensayo. Este es el género de la reflexión moderna por antonomasia. De acuerdo con su naturaleza crítica, libre y flexible, el ensayo da cabida a cualquier argumento situado entre el saber y el idear. Dialoga con todo tipo de elementos y resuelve las necesidades de expresión y comunicación mediante un discurso que no es exclusivamente científico, ni artístico, sino ambos. Los ensayistas que merecen tal nombre tienen un común denominador: el uso del lenguaje que emplean cautiva, ilumina, incita, seduce. El discurso ensayístico reflexiona sobre un determinado hecho desde un ángulo propio y mutable. No pretende dar cosas acabadas, conclusas, sino que da pie a que nuevas tentativas surjan sobre lo analizado. Su espíritu complejo y, no pocas veces contradictorio, lo sitúa en el fluir de los pensamientos, de los sentimientos, del arte y de la vida en general.

Bartleby y compañía (Anagrama, 2000) de Enrique Vila-Matas es uno de esos libros cuyo discurso, al igual que el de varias obras de autores contemporáneos, resulta difícil de definir y clasificar. Podríamos llamarlo novela ensayística o ensayo novelesco; sin embargo, esta obra conjunta una infinidad de géneros cuyos límites se vuelven difusos, cruzando así el puente entre la realidad y la ficción. El narrador, Marcelo, nos manifiesta desde un principio el propósito de su empresa: “reunir a un buen puñado de bartlebys, es decir, a un buen puñado de escritores tocados por el Mal, por la pulsión negativa [...]. Escribiré notas a pie de página que comentarán un texto invisible, y no por eso inexistente.” (p. 12) El libro de Vila-Matas reúne varios autores o bartlebys (término tomado del escribiente Bartleby del relato de Herman Melville) que se vieron tocados por la enfermedad del No y nunca llegaron a escribir; o bien que escribieron uno o dos libros y luego renunciaron a la escritura.

*Daniela Soberanes Riaño es estudiante de Letras Españolas en la Universidad Veracruzana. Participó en el II Congreso Internacional de Estudiantes de Lengua y Literatura Hispánicas (Monterrey, abril de 2008).

 
 
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