Núm. 7 Tercera Época
 
   
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En mi obra todo es color y ritmo. El color es casi lo único que me interesa últimamente y estoy llegando a extremos casi patéticos, con los monotipos; estos son impresiones en color, con diferentes superficies, usando la teoría del color, que es totalmente básica: son tres colores con los cuales se pueden hacer absolutamente millones de colores. Aquí, por ejemplo, se parte de un blanco supuestamente absoluto –que no existe además– y de un negro absoluto –que tampoco existe, es más ni en el espacio interestelar–; se hace una escala de aquí a acá, y se obtiene esta cantidad de grises: ¡64 millones! Ahora, si partimos de que hay un amarillo, un rojo y un azul, muy específicos, no cualquier amarillo ni cualquier azul, y ponemos el que sea junto con cualquiera de estos, tendríamos otros 64 millones de colores… De modo que no sabemos lo que es el color, tenemos estos ojitos y cada quien fotografía la calidad que tiene uno adentro pero sabemos que en el cerebro hay otro proceso muy complejo y aquí es donde viene la importancia del color.

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Es muy curioso pero los dos pintores de la época moderna que yo considero más grandes son Rembrandt y Van Gogh. Rembrandt es increíble. Un pintor soberbio, pintor-pintor. El otro es más artista, no era pintor, no sabía dibujar el mismo rostro. Como la gente, ¿no? No es lo que se ve.

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¿Qué es el color? Llevo 20 años y no sé qué es. Un pintor agarra una paleta y mezcla dos, tres colores. En el momento en que trasgrede esto del terciario, se empieza a agrisar, pierde su brillantez pero sí hay maneras de suplir esto, y es en parte con monotipos. De la mezcla de un amarillo con un rojo al mismo nivel de materia se obtiene un anaranjado, pero si tenemos cierta cantidad de rojo y hacemos un monotipo con partes que tengan un poquito de amarillo por acá y por allá, esto nos da toda una serie de gamas de posibilidades de naranja, sin mezclarlos. A mí me da un montón de posibilidades. Aquí casi no uso pincel, ni nada. Uso las manitas, periódicos, hojitas, un montón de cosas. Entonces se pone esta superficie con otra que se ha hecho y ocurren cosas interesantes, van surgiendo formas. Pero hay que saber ver. Da Vinci tenía una frase muy bella. Decía: “La vista es una facultad; saber ver es un arte”. Es muy simple: engañar al ojo, nada más. Hay una frase muy bonita de los toltecas: “El artista es el que tiene la cualidad de engañar al espectador visualmente”.

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En el Museo de Arte Moderno hay un desnudo a tres colores que hice. Realmente mi obra está, la tienen ellos todavía porque yo la vi en la Sala Permanente del museo en varias ocasiones; ahora ya no la he vuelto a ver, pero sí las cambian, hay tanta obra que las van rotando. Es como del 84 o del 85, de la misma época que esa silla “vangoghiana”.

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El egocentrismo que padecemos de “yo estoy aquí y aquello es aquello” y de estar pensando “yo soy más fregón que aquello”, creo que eso es peligrosísimo. Ha llevado a la destrucción ecológica y a matar especímenes a lo bestia y de la forma más estúpida. Pero cuando uno afortunadamente se empieza a dar cuenta de que yo pervivo gracias a eso, y eso no me debe nada a mí, al contrario, yo lo estoy masacrando, entonces ocurren otras cosas.

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Montañas, es otro símbolo. Mi última exposición se quitó ayer. En el Ágora [de Xalapa]. Una exposición que se llamó así: Árboles/Montañas, al recuerdo del Tocayo. El acomodo del color es lo importante, nada más. Las montañas son una excusa. La distribución del color, esa es la gran problemática. El rojo inmediatamente pesca, ahí no hay confusión de color, y sin embargo todos los colores del mundo están ahí. Hay por lo menos, hablando de millones, vamos a dejarlo en un millón nada más, y los otros verdes, dos, tres verdes, pero hay una cantidad impresionante de tonos; aquí se retoma esto pero con la excusa de montañas.

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Un montón de cositas: huesitos, cartón de huevo, hojas secas, semillas, guajes, vainas, pedacitos de madera que me regalan los carpinteros. A mí me sirve todo. Tengo un montón de porquerías y de basura por todas partes, pero todo me sirve. No estoy de acuerdo con la palabra “creación” porque creación para mí es hacer algo de la nada. Recrear sí es.

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Mandalas, orientales supuestamente. Estos son pequeños fragmentos de capitulares de libros de oración del siglo XII-XIII. Los usaban uno por uno. Como parte de las capitulares. Yo fui dibujante comercial, ahora ya se le llama diseñador gráfico; con eso me gané la vida un buen rato.

 
 
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