Núm. 10 Tercera Época
 
   
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JOSÉ GARCIA OCEJO
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MISCELÁNEA

¿Escribir o no escribir?
The Wall. Live In Berlin

Raquel Velasco*

 

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A partir de la subversión, el exceso y la experimentación llevada a los límites de la demencia, a mediados de los sesenta tuvo lugar la expresión de una psicodelia generalizada, la cual exhibía el cansancio generacional de quienes habían crecido en medio de los mecanismos de control social instaurados luego de la Segunda Guerra Mundial y la posterior Guerra Fría; psicodelia que ofrecía una propuesta subterránea y simbólica para combatir el silencio, donde el arte, la moda, la extravagancia, las drogas y la música como formas de hermandad ofrecían desterrar las fronteras territoriales y organizar la comprensión del mundo desde un umbral donde prevalece el ansia por alcanzar la libertad.

          Inmersos en esa realidad y hartos de la violencia como respuesta a la falta de diálogo y de la imposición como montaje de paz, en Inglaterra, un grupo de jóvenes alzó su propuesta de cambio al integrar la hoy mítica banda Pink Floyd. Esta agrupación, famosa por sus producciones Dark Side of the Moon (1973), Wish You Were Here (1975) y Animals (1977), entre otras, con The Wall (1979) logra que lo sugestivo de su proyecto musical no sólo trascienda la concepción ordinaria del disco –al articular una ópera rock con oberturas, transiciones y temas reconocibles– sino que también adquiera una dimensión política explícita en el contenido pero abierta a la interpretación. The Wall llegó a organizar en el subconsciente de sus seguidores la desordenada exigencia de una transformación, y puso letra, y posteriormente imagen (con la versión cinematográfica de Alan Parker en 1982), al conflicto que venía con la alienación de colectividades. Años más tarde, The Wall viviría su propia guerra cuando Roger Waters decide separarse de Pink Floyd y la controversia por los derechos de esta obra debió ser resuelta en los tribunales. Waters ganó la demanda pero también se vio en la necesidad de combatir la ausencia musical de la banda y The Wall tuvo que entrar en un nuevo proceso de cambio.

          No obstante, la coincidencia en ocasiones resulta epifanía. Relacionado desde su origen con el Muro de Berlín, The Wall cobró una enorme resonancia al venirse abajo los regímenes sostenidos por la ex Unión Soviética y con éstos el muro de la vergüenza. Alemania volvía a unificarse el 9 de noviembre de 1989 después de 28 años de separación, y Waters tuvo una visión que se concretaría ocho meses después: la realización de un multitudinario concierto en Potsdamer Platz. El 21 de julio de 1990 más de 350 mil espectadores se reunieron en este espacio definido por su neutralidad, justo frente a lo que quedaba del Muro de Berlín, para festejar la caída del totalitarismo. Scorpions era la banda encargada de pronunciar los primeros acordes de la liberación.

          Entonces llegó el momento en que el fraseo del bajo y la voz de Roger Waters convergieron en una exclamación compartida: All in all it was just a brick in the wall; a este grito se sumó también el melancólico saxofón de Garth Hudson, alcanzando un clamor musical que retumbaba junto con las aspas de un helicóptero de esa Alemania que solía ser antesala de la muerte y ahora se convertía en el lugar de la reconciliación.

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    El Muro de Berlín en la actualidad / Fotos: Gerta Stecher  
       

          En ese instante, The Wall. Live in Berlin se constituía como un performance multigeneracional y poliestético. La monumentalidad del tradicional inflable del cerdo, el teacher de 35 metros de altura, el sonido proyectado a la inmensidad por poderosos amplificadores y la fusión de la música con la euforia de los asistentes, hicieron amalgama con las pantallas gigantes que transmitían los gráficos multimedia de Gerald Scarfe, los cuales se fusionaron con los restos de graffitis que prevalecían en el fragmento de muro que enmarcó el escenario de este concierto. Ahora las cruces que representan a los ejércitos de la muerte, el martillo como símbolo de la dominación fascista y la alucinación creativa del imaginario visual del oeste de Alemania formaban parte de un todo que en medio de la confusión abría paso a uncasi inconsciente entendimiento del pasado inmediato. Mientras, el bajo de Waters continúa su fraseo, que deviene memoria.

* Maestra en Literatura Mexicana y doctora en historia y Estudios Regionales por la UV. Es miembro del SNI.

 
 
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