Núm. 10 Tercera Época
 
   
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JOSÉ GARCIA OCEJO
EL ÚLTIMO DE LOS ROMÁNTICOS
 
 
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  C.P.

 


En 1999 los polacos apreciaban la variedad de productos accesibles en las tiendas, así como el sentimiento general de libertad. Todo ello debido a que durante la época comunista había un sinfín de productos inaccesibles para un ciudadano promedio, o bien reglamentados, y el símbolo de la escasez de toda clase de productos fueron las interminables colas en las tiendas de abarrotes que aparecían como si brotaran de la tierra cuando se corría la voz de que había llegado alguno de los productos deseados (como papel higiénico, medias o, en la época navideña, los anhelados cítricos).

En el contexto del cambio de régimen, la libertad es un concepto muy amplio y abarca, entre otros, la libertad de expresión, amordazada por la censura comunista, la libertad de tránsito (que alcanzó su nivel más alto durante el periodo de la ley marcial, cuando se requería un permiso especial para viajar por el territorio polaco fuera del lugar de residencia, aunque se tratara de visitas familiares), la libertad económica (satanización de la propiedad privada), etcétera.

Dicha libertad, seguida por la adhesión de Polonia a la OTAN en 1999 y a la Unión Europea hace cinco años, ha influido de manera positiva en la imagen propia de los polacos. No obstante, pasada la euforia de la caída del comunismo, han empezado a notarse las desventajas de la salida de este sistema igualitario y socialista: en varios periodos la tasa de desempleo ha sido muy alta, sigue existiendo mucha pobreza en el campo, hay excesivas diferencias económicas entre los ciudadanos. Además, se critica la corrupción, la excesiva planeación, así como la venta del capital polaco al extranjero.

Debido a la “política de la raya gorda”6 nunca se ha hecho una decomunización7 propiamente dicha del país. Hay quienes mencionan también el excesivo apego a Occidente y reprochan a Polonia haber pasado de estar bajo la influencia soviética a estar bajo la influencia norteamericana.

Por otro lado, merece la pena subrayar que si bien en general la sociedad ha apreciado el papel de la Iglesia católica en la vida pública y social, en la actualidad el 20% de la población adulta considera excesiva la participación de la Iglesia en la vida política. Un cambio mental importante y sorprendente.

Además, casi 75% de la población adulta admite no tener control alguno sobre los asuntos políticos y sociales del país, aunque el 40% siente tener influencia sobre su entorno local. Subrayemos que menos del 20% de la población estaría interesada en participar activamente en la gobernación: casi 80% de la gente admite que lo que realmente necesitan es estar bien gobernados.

Obviamente, hay quienes ven el comunismo con nostalgia, quienes lo presentan como una época de oro y felicidad. Poco a poco nos olvidamos, en particular la generación joven, de las crueldades y limitaciones de la Polonia comunista para con el ciudadano individual. Se crean museos comunistas, algunos más folclóricos que históricos; en Cracovia, por ejemplo, se organizan visitas guiadas a un antiguo barrio comunista. Entre bromas y nostalgia, se está perdiendo el verdadero valor de los acontecimientos de 1989.

Por otro lado, los polacos seguimos lidiando con algunas de las “herencias” del antiguo sistema. Uno de los pendientes de la época comunista es la reorganización de la seguridad social y de los servicios médicos. En los últimos 20 años diferentes gobiernos han estado intentando reformar el sistema, sin éxito. Según la encuesta realizada en 2005 sobre cómo los polacos, checos, eslovacos y húngaros evalúan los servicios médicos en sus respectivos países, los polacos son los menos satisfechos con dichos servicios. Además, en 2006 la mayoría de los polacos señalaban los servicios médicos como la esfera más corrupta de la vida social (inclusive más que la política). El 20% de los encuestados admitió que los médicos que los habían atendido a ellos (o a alguno de sus familiares) insinuaron la entrega de una “prima” para agilizar los procedimientos médicos.

La prueba más contundente del descontento general sobre el funcionamiento de los servicios médicos es el hecho de que, según las encuestas recientes (abril del año en curso), dos tercios de los ciudadanos polacos no están nada satisfechos con el actual sistema, y esta cifra ha aumentado en 5% desde 2007. Por otro lado, vale la pena subrayar que aunque los servicios médicos privados son cada vez más comunes y la calidad de los cuidados médicos ha venido aumentando desde 2000, una gran parte de la población se sigue quejando del difícil acceso a los médicos especialistas.

Por consiguiente, en vez de ver al comunismo de manera cuasi-folclórica, en vez de pensar que una transformación de régimen es un cambio repentino y milagroso, habría que reflexionar seriamente, ayudar a la generación joven a re-conocer la historia reciente de su país, así como admitir que una transformación es una crisis, es decir, un momento decisivo y de consecuencias importantes. Y rematar diciendo que la democracia es, ante todo, un aprendizaje. Aprendizaje no sólo de Polonia, sino de Europa en su conjunto.

 
 
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