Núm. 10 Tercera Época
 
   
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JOSÉ GARCIA OCEJO
EL ÚLTIMO DE LOS ROMÁNTICOS
 
 
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          Yo tenía el don y desde chico lo sabía; valoraba muchísimo mi trabajo, porque mis amigos me cuentan que cuando tenía siete años les prestaba mis dibujos para que los vieran, pero eso sí, numerados. Toda mi vida he vivido de mi pintura, mal o bien, pero he viajado mucho y tengo una casa muy bonita en México en la colonia Roma.

          En una de esas, trueno en Arquitectura y conozco a Diego Rivera quien, entre insultos y bromas como era característico en él, me alienta para que me dedique a la pintura, aunque él no fue mi maestro. Yo he aprendido a pintar haciendo lo contrario de lo que me enseñan mis maestros. En la Escuela de Arquitectura, al pasar los años me dieron un premio nacional de la Universidad muy prestigiado, hicieron una ceremonia maravillosa y allí me encuentro, todavía joven, con el director de aquella época: el gringo del Moral, y con el gran arquitecto Villagrán García. (Ambos fueron grandes maestros del estilo Bauhaus, que era el que ellos nos enseñaban y que a mí me encanta –ahí están como muestra mis viajes a Chicago–, pero no para seguir ese estilo porque yo hacía otras cosas que por mí mismo descubría.)

          Y Del Moral me dice “¿pero qué hace usted aquí?” Y le contesto “Pues aquí estoy por haber hecho exactamente lo contrario de lo que usted me enseñó a hacer”. Y me responde “es que yo nunca he visto su pintura”. “¡Pues véala!”, le contesto. Esas cosas me han pasado muchas veces. Soy gente con suerte, porque hay gente que tiene mucho valor y jamás logra reconocimientos. Dicen que en la vida hay que estar in the right place at the right time y estoy totalmente de acuerdo.

Nueva York, París, Barcelona, Veracruz: un artista asomado a la cultura

No hay un año en que no haya viajado y sigo enamorado de eso, pero como he tenido una familia numerosa nunca he vivido fuera; no habría podido porque nunca he tenido dinero para hacerlo. Lo he pensado, pero mi familia ha estado atendida por mí, y sobre todo yo he estado atendido y sigo atendido por ella..

          Yo viajaba porque era pintor y porque era pintor viajaba, ambas cosas, pero, desde luego, no viajaba para ir a una playa o a un hotel de lujo, o para hacer turismo en las piscinas de Miami. ¡A mí me valen!… Yo, mis museos, ópera, ballet, sinfónica. Viajo para ver cultura.

          Adoro a los parisinos, pero para que ellos te sonrían tienes que hacerte parisino, o sea que, o aprendes francés y dices bonjour, o te mientan la mère; pero nada de que son odiosos; y tienen razón porque París es la gran ciudad y ellos lo saben.

          Además de la cultura, lo que me fascina de París es la gente, que es muy bonita: hombres y mujeres. En Estados Unidos también hay bellezas pero una que otra. Nueva York se cuece aparte porque es la ciudad que más me motiva, no sé si es la que más me gusta pero por alguna razón todo pasa ahí. Quizá París sea el más bello museo pero la ciudad más moderna es Nueva York, entendiendo por modernidad adelanto, progreso, vanguardia. Y me fascina porque en la mañana puedes ir al museo de Andy Warhol o al de Rocco, y por la noche ver El lago de los cisnes montado con igual pulcritud y perfección. Mis ciudades son Nueva York, París y Barcelona, porque esta ciudad también tiene lo suyo; es una ciudad asomada a la cultura, aparte del encanto del art nouveau, que brota, por todos lados.

La vida adulta de un ciudadano del mundo deslumbrado por la belleza

Y de la Ciudad de México, qué digo. Ha sufrido grandes transformaciones. Ahora, a pesar del crimen y el horror, de la inseguridad, etc., el Centro Histórico tiene tal belleza que da gusto vivir ahí. Cada vez que voy al Museo Cuevas, al Munal, a Bellas Artes, siempre llego fascinado.

          O lo contrario: México es una ciudad muy fea y muy bonita a la vez; pero lo feo te muerde. Por ejemplo, ahora en Xalapa estoy viendo esta araucaria y estas flores que son divinas, pero lo feo de esta ciudad, la entrada de Xalapa o la salida de México, es terrible, no nada más la pobreza sino la inmundicia, veo basura y me horroriza. No necesito borrar la fealdad porque la belleza se impone, ¿no? Llega un momento en que la belleza te deslumbra y entonces, cuando empiezas a ver Xalapa tan caótica que no logras ver una calle pareja, todo es un relajo, pero esa alegría, esos colorines y esas culturas heterogéneas son algo divertido, y como todo está irrumpido por la naturaleza –porque la naturaleza sí que es generosa en este estado–, se traduce en un estado de ánimo. En Xalapa la gente es buena, creo que es buena porque tiene un medio bonito y lo bonito y lo bueno se hermanan.

          Vivo y sigo fascinado con el hecho del embellecimiento de México. Este país tiene más de doce ciudades declaradas patrimonio de la humanidad y creo que es el sexto centro patrimonial más importante del mundo, junto con la India y la Gran Bretaña, ¡caray! Pero no soy patriota; no soy ni muy español, ni muy mexicano, ni muy parisino: soy totalmente ciudadano del mundo; porque en Nueva York me siento como en mi casa, en París más y en México muy bien, pero claro que en donde vives te encuentran tus problemas: si en China, tus problemas son en chino; si en Inglaterra, en inglés. No es por el lugar sino por el tiempo que pasas en ese lugar, así que no puedo evitar tener muy malos ratos en México.

El futuro, una vejez divertida, prolífica y sin pendientes

Tengo también la suerte de gozar de salud y al tenerla sigo pintando, cuento con mucha producción; el último cuadro de un metro lo pinté hace tres semanas, y mi producción del último año consta de alrededor de diez cuadros de gran formato, más la obra pequeña. Sin ser alguien que trabaja como burro, produzco mucho porque siempre he sido disciplinado y ordenado, cosa curiosa. Soy artista, pero que no me muevan un cenicero de lugar porque me enojo, la ropa que no esté combinada me choca, el desorden y el caos no me van, ni la pobreza, y la bohemia menos: odio la bohemia, la improvisación me enferma. Cuando me hacen una exposición tengo todos los cuadros listos desde un año antes, y no es que trabaje mucho, precisamente por eso trabajo poco, porque conservo un orden.

 
 
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