Abril-Junio 2007, Nueva época Núm.102
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Dinero y corrupción. El sistema electoral más caro del mundo / II parte

Patricio Marcos1

En el número anterior de Gaceta se publicó un poco más de la mitad de esta conferencia leída en un coloquio internacional celebrado en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. El texto trata sobre los efectos de corrupción causados hasta hoy por el sistema de subsidio a los partidos y a las elecciones, y si en la primer parte se aborda la corrupción cuantitativa, en esta segunda se habla principalmente de las consecuencias cualitativas de la corrupción, cuyo origen es la masa enorme de subsidio destinada al sistema electoral
III. Corrupción de la abundancia
Después de ofrecer una imagen rápida de los costos cuantitativos –que van del subsidio a la exacción, cobro injusto y violento para toda la sociedad–, repaso los costos cualitativos, más exorbitantes y graves que los monetarios. Hay tres defectos adicionales de nuestro derrochador sistema de subsidios:
1) Es anacrónico, inercia del viejo modelo económico, centrado en un mercado en el que se vende lo que produce, pero no produce lo que se vende,2 algo que si en el terreno político es funcional al monopolio autoritario del sistema de partido único, exclusivo y excluyente –y en el campo económico obedece al carácter cautivo del consumidor, obligado a consumir lo que se hace en casa, caro y de mala calidad, debido a la ausencia absoluta de una oferta diversificada, competitiva y flexible–, en el terreno electoral significa un desprecio absoluto por el cuerpo electoral y la sociedad toda, quienes no tienen otra opción que la oferta rígida, bobalicona, numerativa y gradualista de los partidos, exenta de cualquier diagnóstico de la realidad nacional; oferta extraña a las demandas de los electores y a los grandes problemas nacionales.

De cualquier modo, los partidos, a semejanza del PRI y de los candidatos del régimen priísta, pretenden ser objeto de las preferencias ciudadanas, sin escuchar y atender sus necesidades y anhelos. Así, junto con el caso del sistema bancario, el subsidio electoral va en sentido contrario a los ya más de 20 años de reformas neoliberales a las que se ha sometido el aparato económico y a la sociedad entera, sin el menor reparo por el desempleo de las clases medias y la suerte cada vez más aciaga de los menos favorecidos; reformas que cerraron, remataron y vendieron casi la totalidad de las más de las mil 500 empresas paraestatales, entre las que se encontraban, además de los bancos expropiados al filo de 1982, la joya de la Corona, el Telmex de Carlos Truyet y de los actuales.

¿Cómo ubicar en este panorama de raterismo neoliberal el fraude gigantesco, financiero y fiscal realizado por el genio de Zedillo y sus muchachos, quienes rescatan de la quiebra, con recursos públicos, a quienes aceptaron secuestrar el sistema financiero e industrial diseñado por Salinas y Córdoba según el modelo coreano de los grandes campeones, endeudando a las generaciones de hoy y de mañana en beneficio de la burocracia y los ex casabolseros, a quienes los nuevos adquirientes de España, Canadá e Inglaterra compran a precio FOBAPROA de nuestros impuestos, siendo ellos quienes se quedan con las ganancias (como el caso de los 12 billones de dólares pagados por BANAMEX, en el que, prurito adicional, se ahorran el pago de impuestos por su venta en Bolsa, gracias a la autorización express de Fox?
El costo pantagruélico del IPAB, de 100 billones de dólares, relativiza y empequeñece el subsidio electoral. ¿Cómo explicarlo? Zedillo, en una maniobra que distrajo, desquicia el sistema de subsidios de 1977, abriendo el camino hacia los niveles aberrantes actuales, un exceso evidente de dinero público que ha corrompido al sistema de partidos y a las mismas elecciones, en el que ambas burocracias, la Federal y la del IFE, protagonizan ilícitos de toda laya. ¿La prueba? Si en 1994 las cifras oficiales hablan de 201 millones de pesos, dos años después, en 1996, el monto trepida a 264 millones, ya no de pesos sino de dólares, un incremento del 600 por ciento en el subsidio.3

2) Es ineficiente y de desperdicio,4 toda vez que el subsidio y su destino, repartido a mitades entre la burocracia del propio IFE y la burocracia partidista, no llega al elector traducido en una mejor y mayor democracia, con lo cual el propósito original, consistente en aumentar en cantidad y calidad la participación electoral, así como la cultura democrática de la ciudadanía, se ha traducido en tasas elevadas de abstención, como la del 70 por ciento de la elección de 2003, en la que nunca antes en la historia de México tanto dinero consiguió tan escaso número de votos. Su disminución en 2006 no se debe al IFE ni a los partidos, menos a los candidatos; su causa es la astucia de negocios de la televisión comercial, la cual, al ser la beneficiaria principal con más de un 70 por ciento del subsidio que le corresponde a los partidos, toma la decisión de realizar una enorme campaña publicitaria a favor del voto. Mata así dos pájaros de un tiro: si se asegura el negocio electoral para el 2009 y el 2012, también hace que las clases medias urbanas no dejen el miedo en casa. Por eso, además de que el mexicano es el voto más caro del mundo, también resulta el más desperdiciado según la regla burocrática: a mayor gasto mayor ineficiencia, aquí traducida en mayor abstención.
 
Conclusiones
La declaratoria de interés público del nuevo sistema de partidos tiene al menos las consecuencias siguientes:
1) Hace del sistema de partido de Estado un sistema oligárquico de partidos de Estado, concediéndoles graciosamente a los otros, los segundones, un estatuto patrimonial, público y burocrático, al mejor estilo autoritario corporativista del pasado, con el cual el mal, de ser único, se multiplica al menos por tres, con rangos que van desde los siete partidos, como hoy, hasta 11 de ayer.5

2) A su vez, las nuevas burocracias partidistas y sus candidatos, por efecto natural del subsidio público directo –más el indirecto que reciben de las trincheras de poder conquistadas–, antes que representantes de sus representados, lo son de otros representantes, los de sus bancadas en el Congreso, con desdén grande por los administrados, de quienes se acuerdan de modo oportunista en periodos electorales. El subsidio viene a quebrantar así el vínculo entre gobernantes y gobernados, degradándolo al de la burocracia haragana y parasitaria que enferma cada vez más a nuestra sociedad.

3) Los subsidios tienen dos efectos: a) Hacen oficial el dinero de las arcas públicas que solía usar el partido oficial para perpetuarse en el poder, extraído ahora ya no de Ejecutivo, sino del Legislativo:6 lisa y llanamente significa la legalización oficial del uso ilegal y fraudulento de recursos del Estado;7 y  b) Cambian el “mercado electoral”, pues de ser el cuerpo electoral ciudadano, ahora se usa de trampolín para acceder al dinero presupuestal del IFE; recursos con los que los partidos consiguen publicidad televisiva a fin de mantener y acrecentar el número de cargos públicos, con lo que cierran el círculo perverso para conquistar más poder y más presupuesto.

Finalmente, está la creación de la agencia dispensadora de los dineros públicos, intermediario burocrático costosísimo situado entre las bancadas legislativas y los partidos, sin participación alguna de la ciudadanía, no obstante que a los directivos de esta supersecretaría se les llame consejeros y se les apellide ciudadanos, pero no son lo uno ni lo otro.8 Si, como en las novelas negras, se sigue la ruta del dinero, ésta conduce aquí, sin suspenso ni intriga, al Congreso de la Unión, que actúa en un conflicto de intereses desvergonzado y sistemático, conflicto diseñado por la propia ley, ya que es él quien elige y dota de recursos a su propia criatura, para que éste, a un precio valuado en la mitad de lo que se concede, le devuelva lavado el subsidio originado en él.

*

Carlos Fuentes declaró durante la campaña electoral pasada, aquí sí con acierto, que de los partidos actuales no podía esperarse cosa alguna. Pero ¿por qué detenerse ahí y no generalizar esta observación al Estado mexicano mismo, en bancarrota ética y política desde 1946? Desde entonces, nuestro Estado ha sido deplorable, ajeno a cualquier forma de vida política, un cadáver putrefacto del que no nos deshicimos rápidamente, tal y como aconseja hacer Heráclito con los cadáveres humanos, porque, dice, apestan peor que la caca.9 En cambio, hoy este Estado, caído y en ruinas, sigue siendo objeto de explotación necrófila por parte de la burocracia, la más interesada en ello, toda vez que, si entre 1920 y 1946 le da vida a la República a través de los presidentes militares, desde el alemanismo, con la burocracia de los licenciados, y, peor aún, la de los economistas, rematados por la verborragia sangrante del comunicador actual, esa misma burocracia no ha hecho otra cosa que extenderse como metástasis cancerigena por el cuerpo social –invasión de células muertas sobre las vivas–, depredar las riquezas naturales y sociales de la patria y corromper a todos los sectores: campesino, obrero, clase media, empresarial, etcétera. Así lo ilustra el caso del sistema electoral, en el que la enfermedad corporativista y corrupta del viejo régimen no ha hecho más que propagarse a los nuevos invitados de la gran comilona presupuestal.

Más grave aún: la astucia de quienes se han subido a la carreta de las reformas para medrar con ellas no tiene límite, ya que luego de conducir al país al callejón sin salida en el que se encuentra –facturando un legislativo dividido y controlado por minorías que reinan pero no gobiernan, desalineando con torpeza la forma de gobierno–, ahora pretenden crear un embrollo adicional. Su designio es suplantar la república presidencial en bancarrota con una artificial oligarquía parlamentaria, con desprecio absoluto de la imposibilidad de conseguirlo. ¿Por qué? Porque todas las magistraturas y puestos de gobierno, sin excepción, están ocupados por una burocracia que usa la bandera del republicanismo para esconder su incapacidad absoluta para gobernar y educar a nuestro pueblo; pero, sobre todo, porque no ha existido, ni se vislumbra que pueda existir, una clase empresarial capaz de respaldar y hacer funcionar a un gobierno oligárquico parlamentario, como esos que se administran hoy en todos los Estados ricos, sin excepción alguna, a cargo de socialdemócratas y democratacristianos, alternancia a la que Hellen Keller llamara hace mucho, Rataplán y Rataplín, esos personajes gemelos de Alicia en el País de las Maravillas.

Si este nuevo disparate se llevara a cabo, entonces el piso contra el que vivimos hoy, con toda su inmundicia y pestilencia, acabará por ceder para hacernos caer más abajo aún, mostrando esa habilidad asombrosa de nuestra especie, única con capacidad para corromperse más allá de lo que puede hacerlo cualquier otra especie animal, salvo la de algunos insectos. ¿No es Sir James Frazer quien dice que el hombre es el único animal capaz de crear símbolos para después matarse por ellos?

NOTAS
1 Profesor-investigador de la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad Nacional Autónoma de México.
2 Patricio Marcos, Libro blanco del sistema electoral mexicano. La transición democrática en México. ¿Una estrategia equivocada? , Editorial Cuadrivio, México, 2004, pág.66.
3 Ibid., p. 27.
4 Ibid., pp. 66 y 67.
5 Ibid., p. 32.
6 Ibid., p. 67.
7 Ibid., p. 27.
8 Ibid., pp. 17 y 27.
9 Cfr. Moraviev S., “Corpses should be thrown out quiker than shit”, en Heraclitea, Tomo IV, Reflectio. Las Musas o Sobre la Naturaleza, Academia Verlag, presentado por el autor en el Symposium Heracliteum, junio de 2006.