Abril-Junio 2007, Nueva época Núm.102
Xalapa • Veracruz • México
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UV, una institución vigorosa, sólida y con mayor prestigio

Juan Ramón de la Fuente

Discurso presentado ante la comunidad universitaria durante la ceremonia en la que se celebró el décimo aniversario de la autonomía de nuestra casa de estudios, realizada en mayo de 2007, en la Unidad de Servicios Bibliotecarios y de Información de Xalapa

La UV es una de las mejores instituciones de educación superior de México y América Latina, reconoció Juan Ramón de la Fuente.
(Foto: Luis Fernando Fernández)
Quiero agradecerle cumplidamente al señor Rector la invitación que me hiciera para estar presente en esta conmemoración, sin duda simbólica, representativa de una de las universidades más vigorosas que tenemos en nuestro país y en América Latina. Esta casa de estudios ha tenido una trayectoria cada vez más sólida, que es producto, como aquí se ha dicho, del trabajo de muchas generaciones.

Las universidades son proyectos de largo plazo y quien no las ve en esa perspectiva simplemente no las entiende. Hoy podemos ver, diez años después, qué importante ha sido darle la posibilidad de la autonomía a la Universidad, porque los avances y los logros son, a mi juicio, inobjetables. Se puede o no estar de acuerdo con algunos asuntos de la Universidad, pero nadie, objetiva y racionalmente, podría cuestionar que hoy la Universidad Veracruzana es mucho más sólida, con mucha mayor presencia, con un prestigio cada vez más extendido. Hoy esta casa de estudios es mucho mejor de lo que era hace diez años.

La autonomía, una vez más, muestra que le da a la Universidad mayores facultades, mayores atribuciones y también mayores responsabilidades. Y queda claro que la UV ha asumido cabalmente esas responsabilidades. Por eso, me parece que no hay razones objetivas de ningún tipo para cuestionar su independencia de los poderes públicos, con los que mantiene, como debe de ser, una relación respetuosa y su capacidad técnica.

La autonomía universitaria en México tiene antecedentes interesantes. En 1881, Justo Sierra evocaba dos razones fundamentales: separar los aspectos académicos de los asuntos del Gobierno y de la religión imperante. Desde entonces, retomaba un elemento fundamental –el maestro Sierra era juarista, por supuesto–, que hoy en día conviene volver a enfatizar: una universidad es laica o no puede ser una institución objetiva para el cultivo de las ciencias y de las Humanidades. Es una característica indisoluble, a mi juicio, de una universidad como ésta, como la Universidad de la que vengo, que dedican buena parte de sus esfuerzos a la investigación científica y humanística.

Después de los planteamientos del maestro Sierra, Pedro Henríquez Ureña planteó otro elemento que también tiene, a mi juicio, vigencia en los tiempos actuales: la necesidad de tener una institución autónoma financiada por el Estado. Éste es el concepto de una democracia moderna, que en estos tiempos acepta que haya instituciones autónomas financiadas por el Estado, como es el caso de las universidades autónomas. Henríquez Ureña dice: «Debe haber autonomía y financiamiento del Estado de manera simultánea», y éste es un elemento fundamental de las democracias modernas. Por eso me da mucho gusto escuchar al gobernador de Veracruz –se nota de inmediato que es un universitario–, porque creo que esa visión le permite, desde luego, tener una concepción mucho más clara de lo que una institución como ésta significa: apoyarla y no pedirle a cambio que sea una institución sumisa a las voluntades y a los dictámenes del Gobierno que él encabeza. Eso es entender cabalmente la autonomía universitaria y encabezar un gobierno democrático.

Aunque sigue habiendo confusión: ¿qué significa la autonomía? Lo que hemos visto en los últimos diez años en la UV: capacidad de autogobernarse, de tener sus propios órganos de decisión; su Junta de Gobierno, que ha sido un factor fundamental en la consolidación de la autonomía universitaria; administrar su patrimonio y, desde luego, los principios fundamentales que vienen con la autonomía: la vertiente académica, la libertad de cátedra y la libertad de investigación.

Así que, a la luz de los resultados, quiero felicitar a la UV por el esfuerzo realizado, por ser hoy por hoy, sin lugar a duda, una institución reconocida, que se muestra ante los ojos del que quiera verla con objetividad, con rigor académico, con conocimiento, con información; se muestra como una de nuestras mejores instituciones de educación superior y una de las mejores de América Latina.
¿Cuáles serían, a mi juicio, algunas de las principales responsabilidades de una universidad como ésta? Me quedaría con cuatro o cinco grandes responsabilidades; sin pretender que esto sea una lista exhaustiva, son las que veo quizá con mayor claridad, con mayor urgencia.

La primera, sin duda, es ofrecer servicios de calidad: que enseñanza, investigación, difusión de la cultura, sean de alta calidad; de ser posible, de clase mundial. Por eso conviene tener como referente el contexto internacional. Para ello, para poder mejorar y mantener la calidad en una institución educativa como ésta, el camino está claro, ya se ha mencionado: es el de evaluación, el de certificación, el de acreditación. Una universidad que no se evalúa, se devalúa, y es algo novedoso en las universidades; lo que ocurre es que se ha vuelto forzoso, se ha vuelto obligatorio, más riguroso, y en esto también hemos avanzado.

La segunda gran responsabilidad es la transparencia. Así como la sociedad exige que los servicios sean de calidad, también exige con justa razón que haya un procedimiento de rendición de cuentas absolutamente transparente. Hace todavía algunos años, alguien podía pensar que esto era una violación a la autonomía universitaria, y es totalmente al revés. Precisamente, en ejercicio de la autonomía universitaria, hay que rendir cuentas públicas, y aquí también muchas universidades mexicanas hemos dado muestras reiteradas, desde hace varios años, de que todos los recursos públicos deben someterse a un escrutinio público y a una revisión pública de cuentas. Así como no hay impedimento en que haya instituciones autónomas financiadas por el Estado y que preserven su autonomía, tampoco hay impedimento alguno para que esas instituciones autónomas se sometan escrupulosamente a un procedimiento de rendición de cuentas, para mantener la credibilidad y la confianza de la sociedad.

También creo que la universidad en los tiempos actuales tiene responsabilidades con todo el sistema educativo. La universidad es la cúspide del sistema educativo y tiene necesariamente que estar inmerso en él y permanentemente fortaleciéndolo, no sólo por razones propias de que quienes están en él eventualmente llegarán a la Universidad, sino que es difícil imaginar a un país con un sistema educativo débil y un sistema de universidades vigoroso. Si queremos tener en el futuro cercano, y creo que es posible, una red de universidades de clase mundial –porque no estamos tan lejos de lograrlo–, necesitamos que el sistema educativo en su conjunto trabaje de manera más articulada con los mayores criterios de calidad posibles. Y quien puede insertarle elementos que lo revitalicen, que lo modernicen y que lo metan en esta dinámica de la calidad absoluta son las universidades.

Desde luego, tenemos también una responsabilidad grande con el aparato científico. Las universidades hacemos la mayor parte de la investigación científica de México: 4.5 por ciento de los integrantes del Sistema Nacional de Investigadores están en instituciones privadas. Por eso no podemos aceptar cuando alguien plantea que en las universidades privadas se hace investigación de altísima calidad. Me encantaría que eso fuera realidad, pero la verdad es que la incipiente investigación que se hace en México se hace en las universidades públicas, y por eso tenemos que estar vinculados al aparato científico que, por cierto en mi opinión, acusa graves signos de deterioro y de insuficiencia.

El Gobierno pasado logró lo imposible, que era reducir el presupuesto nacional para ciencia y tecnología. Empezamos con el 0.39 por ciento al inicio del Gobierno anterior y terminamos con el 0.35 por ciento del Producto para ciencia y tecnología. La verdad es que nunca nos imaginamos que podría decrecer, teníamos ciertas dudas de que pudiera crecer, como nos habían dicho, pero honradamente esto fue una hazaña que nos muestra el rezago en el que estamos.

También debemos seguir vinculados a la extensión y la difusión de la cultura, con este sello propio de las universidades que entendemos la cultura como un mecanismo de inclusión social, no como algo reservado para ciertos espíritus y con una connotación elitista. La gran diferencia entre la cultura universitaria y la cultura oficial es que la primera tiene ese claro propósito de inclusión social, y la cultura convoca, la cultura congrega, la cultura une, la cultura nos permite entrar en dinámicas en donde nuestras diferencias pueden, incluso, acomodarse y complementarse.

Asimismo, tenemos que estar más vinculados con los sectores productivos. A veces uno tiene la impresión de que en México el sistema educativo camina en una dirección y el aparato productivo camina en otra. El fin último de la educación, y la educación universitaria no puede excluirse, es que precisamente representa un mecanismo de movilidad social para quien a lo largo de sus primeros 20, 25 o 30 años de vida ha sido parte del sistema educativo.

Algo importante de las universidades públicas que no podemos olvidar, es la importancia de las humanidades y las ciencias sociales, porque México necesita, desde luego, científicos, técnicos y expertos en genómica, mecatrónica y en geomática, pero también necesita filósofos, necesita antropólogos, necesita poetas y necesita directores de teatro y de cine, y eso lo hacen las universidades publicas. Así que el reto es hacer las dos cosas.

Permítaseme, finalmente, hacer una reflexión sobre otro problema que veo también importante y que tendremos que seguir abordando en los próximos años: el financiamiento de la educación superior. Éste es un problema en todo el mundo.

Nadie ha logrado encontrarle la solución perfecta. Creo que el Estado tiene una responsabilidad ineludible con la educación pública; el Estado tiene que seguir comprometido con la educación pública como tiene que seguir comprometido con la seguridad y con la salud pública, y con la provisión de servicios básicos, porque si no para qué queremos un Estado; si éste no se dedica a proveer esos servicios básicos, no tiene razón.

En efecto, hay una responsabilidad del Estado, pero también hay una responsabilidad en las universidades; eso debemos dejarlo claro. Las universidades tienen que contribuir a complementar ese financiamiento. No hay una fórmula mágica al respecto, pero creo que debemos ir puliendo cada vez más los criterios para que, precisamente en esto que ha sido un anhelo del rector Arias y de un servidor, es decir, que haya una política de Estado en México que tiene que incluir el financiamiento y las universidades tengamos criterios específicos, podamos hacer asignaciones objetivas y tener, como urge en México, la posibilidad de contar con presupuestos multianuales para hacer un ejercicio de planeación como requiere una institución educativa.

Hay quien piensa que con la globalización se van a acabar las universidades; está equivocado. Hay quien piensa que la educación privada es necesariamente mejor que la educación pública; está equivocado. Hay quien piensa que México no debe invertir en investigación, sino más bien importar productos de investigación; está equivocado. Hay quien piensa que la universidad no es el mecanismo idóneo para alcanzar la justicia social; está equivocado. Pero hay quienes pensamos que los mejores proyectos que han construido las sociedades, y México no es la excepción, son las universidades, y como muestra hoy podemos públicamente decir esto de la Universidad Veracruzana.