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Reflexiones
sobre historia e historiadores
Carmen
Blázquez Domínguez1 |
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La
reflexión y el análisis que sobre el pasado hacemos
son tareas fundamentales a las que los historiadores dedicamos buena
parte de nuestro tiempo y de las que no podemos prescindir. Forman
parte de nuestros procesos de investigación y de vida, y sin
duda los resultados son también vitales para nuestra sociedad,
pues sin memoria histórica no hay rostro social.
La diversidad de temas que se investigan en la actualidad, y los que
se han trabajado en el pasado reciente, señalan tanto los avances
de la historiografía como el peso que tiene la memoria del
pasado en la sociedad actual. Ante la pregunta ¿para qué
la historia?, la respuesta debe ser: historia para atender las urgencias
y preguntas del presente; para afianzar, construir o inventar una
identidad; para recomponer la certeza de un sentido colectivo; para
fundar las legitimidades del poder; para imponer o negar la versión
de los vencedores; para rescatar la de los vencidos.
Otras preguntas que no pueden dejarse de lado cuando se hace una reflexión
acerca de lo histórico y específicamente sobre la naturaleza
de la historia son: ¿quién hace la historia?, ¿quién
es el sujeto de la historia?, ¿qué es aquello que está
detrás, lo que subyace, provoca y genera el acontecimiento
histórico?, ¿quién es el ser o la fuerza que
hace posible los acontecimientos que registran los libros de la historia?
Las respuestas a través del tiempo han sido variadas y producto
de reflexiones, teorías y contextos diversos inmersos en el
debate entre el pasado y el presente en la reconstrucción del
saber histórico.
Hoy, los cambios políticos y económicos, así
como las transformaciones en el campo social, en el desarrollo tecnológico
y la cultura experimentados en el mundo a partir del último
cuarto del siglo XX, obligan a los historiadores a evaluar los obstáculos
y los alcances de su labor para saber si los trabajos históricos
emprendidos y por realizar siguen teniendo la misma fuerza de síntesis,
de explicación, y si logran un sentido de transformación
al difundir entre el público en general y la comunidad académica
los temas de la historia y sus vinculaciones con las problemáticas
que el mundo actual plantea.
Esto ha hecho que el papel del historiador sea objeto de reflexiones
y debates. Preguntarse sobre las tendencias y sentidos de la historia
como disciplina científica es preguntarse por la filosofía
de la historia, por sus contenidos ideológico-políticos.
Esto obliga, a su vez, a plantearse preguntas sobre la cosmovisión
y la actitud valorativa del historiador. Hacer investigación
histórica no es, pues, únicamente saber hacer la investigación
o manejar documentos históricos, sino también, como
dice Bernardo Tovar, es interrogarse acerca de su metodología,
de su técnica de trabajo, de la actitud que el historiador
debe asumir ante los documentos.
En el momento actual, logrado el proceso de profesionalización
de los historiadores iniciado desde hace tres décadas a través
de nuevas inquietudes, fuentes y técnicas de trabajo documental
que superan el viejo empirismo, y con la adopción de nuevos
modelos teóricos y conceptuales, se perfila la urgencia de
repensar el oficio del historiador introduciendo en la agenda su papel
como intelectual generador y difusor del saber aprendido, organizador
de la sociedad, propulsor de sus transformaciones y agente generador
de una nueva cultura. Es indispensable reflexionar sobre el historiador
y su papel como recreador del conocimiento histórico humanístico,
con una visión general de los problemas de la producción,
de la técnica y de la tecnología, de la realidad que
debe transformarse en un ejercicio autónomo, intelectual y
ético dentro de la sociedad civil.
Ahora bien, el historiador no puede olvidarse de los reclamos y de
la pasión y realidades de su tiempo; por lo mismo la historia
que hoy escribe debe partir de su particular modo de concebir su quehacer
y oficio, de su pluralidad cultural y de las diversas formas en que
ofrezca al mundo el conocimiento histórico.
La historia, de acuerdo con Luis Villoro, ha sido una de las formas
culturales que más se ha utilizado para justificar instituciones,
creencias y propósitos comunitarios que prestan cohesión
a grupos, clases, nacionalidades, imperios. Dicha particularidad deriva
de los usos que se dan a los resultados de investigación de
los científicos sociales. Cada sociedad con sus hombres y mujeres,
agrupados según sus intereses de todo tipo, impulsarán
una u otra perspectiva político-ideológica retomada
del discurso histórico, muchas veces sin considerar su legitimidad
teórica. |
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Desde la antigüedad, la historia ha sido un elemento indispensable
en la consolidación de las nacionalidades. En otros casos,
la historia que trata de regiones, grupos o instituciones ha servido
para cobrar conciencia de la pertenencia de los individuos a una
etnia, a una comunidad cultural, a una comarca, y al hacerlo así
ha propiciado la integración y perduración del grupo
como colectividad. Ninguna actividad intelectual ha logrado mejor
que la historia dar conciencia de la propia identidad a una comunidad.
La historia nacional, regional o de grupos cumple, aun sin proponérselo,
con una doble función social: favorece la cohesión
en el interior del grupo y refuerza actitudes de defensa y de lucha
frente a los grupos externos.
Habría que reconocer, por otro lado, la existencia de las
historias nacionales “oficiales”, las historias de bronce
según las calificaba Luis González y González,
que con inusitada frecuencia colaboran para mantener el sistema
de poder establecido por más injusto que sea y que se manejan
como instrumentos ideológicos que justifican la estructura
de dominación imperante.
Afortunadamente, la historia también permite cohesión
e identidad a grupos o minorías oprimidas para diferenciarse
del otro y mantenerse como sujetos o valores propios.
Es necesario resaltar, por último, otra utilidad que la historia
tiene para cualquier país, Estado, región, localidad,
barrio, familia o persona: la de ser el elemento que unifica y da
un sentido de identidad al sujeto histórico. Ante esta situación
es importante tener presente que, dependiendo del núcleo
en que el sujeto se encuentre inserto, realizará acciones,
generará valores, propondrá soluciones, etcétera,
tendientes a modificar el espacio en el que actúa, aunque
el no actuar también influye en ese mismo espacio.
NOTA
1.
Doctora en Historia por El Colegio de México y miembro del
Instituto de Investigaciones Histórico Sociales de la Universidad
Veracruzana.
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