Julio-Septiembre 2005, Nueva época No. 91-93 Xalapa • Veracruz • México
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Entrevista a José Woldenberg
La democracia, única capaz de lograr la expresión de la pluralidad política

Germán Martínez Aceves

Según José Woldenberg, en los últimos 25 años nuestro país vivió un cambio radical en el ámbito político, dado que transitó, de manera gradual y a través de reformas sucesivas, de una fórmula autoritaria a otra de carácter democrático. México “se vio involucrado en una espiral constructiva en el terreno político. Sus principales fuerzas y las corrientes más profundas si bien desataron conflictos y desencuentros sin fin, fueron capaces de concurrir en un esfuerzo mayúsculo: el de edificar un escenario legal e institucional para que la diversidad política pudiese expresarse, competir y convivir de manera pacífica”.
 

En el marco de la Feria Internacional del Libro Universitario 2005, la Universidad Veracruzana entregó la Medalla al Mérito a José Woldenberg Karakowsky, a Gilberto Guevara Niebla y a Boaventura de Sousa Santos, tres personalidades que han destacado por su pensamiento, dedicación y aportaciones significativas en tres campos sobre los que ha de sustentarse la sociedad del siglo XXI: la educación, la política y la democracia.

Guevara Niebla es promotor de la democracia a través de la educación y uno de los ejes del movimiento ciudadano de nuestro país. De Sousa Santos es guía intelectual del Foro Mundial Social, así como creador de un nuevo concepto de la democracia como participación y emancipación. Por su parte, Woldenberg Karakowsky es una de las figuras más activas en la construcción del México democrático. Como estudiante, ciudadano, funcionario e intelectual, ha trabajado incansablemente para crear y recrear la democracia, de ahí que sea ya considerado un personaje histórico de México.

Después de concluir sus funciones como presidente consejero del Instituto Federal Electoral (en donde le tocó dirigir el proceso que finalizó con la hegemonía de 70 años de un partido político en la presidencia de la República), asumió la dirección de la revista Nexos, medio en el cual, junto con otros destacados intelectuales del país, ha formado opinión, análisis, reflexión y acción en torno a la democracia.
Por su conocimiento y experiencia en el campo de la democracia, recurrimos a José Woldenberg para conversar sobre la transición democrática en México, tema que ha despertado diversas opiniones, pues mientras unos le otorgan su justo valor, otros “devalúan este proceso señalando que se trató de un cambio meramente electoral (…) no comprenden la centralidad de lo electoral en la construcción de un régimen democrático y menos se observa su impacto en el funcionamiento de las instituciones de la República”.

La educación, la política y la democracia son tres temas torales que se trataron en la FILU. ¿Considera que estos temas confluyen para la formación de las sociedades del siglo XXI?
Bueno, creo que hoy por hoy se ha demostrado que la democracia es la única capaz de lograr la convivencia y la competencia, la expresión y la recreación de la pluralidad política. Las sociedades masivas, complejas, modernas portan en su seno diferentes ideologías, sensibilidades e intereses. El único formato político que reconoce la diversidad y le ofrece un cauce es precisamente el democrático, pero la democracia, para que sea una fórmula de gobierno sustentable, requiere generar ciudadanía, es decir, que los ciudadanos vean en la democracia el mejor sistema político posible y que sean capaces de apropiarse de sus derechos políticos, civiles y sociales. Es esta dimensión, la apropiación de los derechos y la comprensión de los mismos, lo que significa la democracia, la cual tiene un déficit importante en nuestro país.

Por un lado, creo que la pobreza y la desigualdad marginan, excluyen a franjas importantes de la población en el ejercicio de sus derechos; por otro lado, los valores y los principios de cuño no democrático se reproducen todos los días entre nosotros, de tal suerte que en ambos terrenos hay que trabajar, hay que buscar atemperar las desigualdades y combatir la pobreza, y al mismo tiempo, generar una conciencia ciudadana favorable a la democracia. Ahí es donde la educación juega un papel fundamental, porque estos valores y estos principios tienen que ser inducidos; son construcciones, no caen del cielo, no son revelaciones, y la escuela es el ámbito apropiado para que todos aprendamos a convivir con otros que tienen distintas formas de pensar, otras sensibilidades, otros puntos de vista.

Esta creación de ciudadanía para la formación de la democracia, como bien lo menciona, no se moldea solamente en las escuelas. ¿A partir de cuándo podemos decir que se construye la democracia en México?
Considero que esta ciudadanía se crea en muchas vías. La nueva ciudadanía mexicana es producto de la transición democrática que ha vivido el país. ¿A qué me refiero? Todos sabemos que, a lo largo de muchos años, la política mexicana se organizó bajo el formato de un partido casi único –o de partido hegemónico, dicen algunos tratadistas– y hoy tenemos un auténtico sistema de partidos. Durante mucho tiempo, México vivió elecciones sin competencia, donde ganadores y perdedores estaban predeterminados. Hoy tenemos una auténtica contienda electoral en la que los electores son quienes deciden. Durante muchas décadas tuvimos un mundo de la representación política básicamente monocolor: todos los espacios eran ocupados por militantes de un solo partido político. Sin embargo, ahora tenemos que en las instituciones del Estado conviven diferentes funcionarios que emergen de muy distintos partidos.

Todo eso se construyó, pienso, de 1977 a 1997. A lo largo de 20 años, nuestro país vio esta acción democrática, y durante estas dos décadas se fue generando una ciudadanía consciente de que vivía en una sociedad plural y que, por ello, tenía que ser tolerante, aprender a vivir con nuevos códigos donde no había ganadores ni perdedores predeterminados. En ese sentido, la propia dinámica del cambio político ha generado una ciudadanía más cercana a las funciones democráticas.

Hoy, un niño que nace en México sabe que al país lo dirige un presidente que salió del PAN, que en el estado de Veracruz hay un gobernador que es del PRI, que la capital de la República la gobierna el PRD, es decir, es un niño que de manera natural sabe que México es plural y que la representación política también lo es. Quienes nacimos mucho antes vivíamos en un mundo donde la política era monocolor y vertical. Por ello creo que ahora hay mejores condiciones políticas para la comprensión, para la asimilación y para vivir la democracia.

Ahora bien, la escuela debe jugar un papel muy importante para una comprensión mejor y más profunda de lo que es la democracia, y cuando hablo de la escuela estoy pensando en todos los niveles, desde la primaria hasta la educación superior, que para mí no son reemplazables en esa tarea, máxime cuando los grandes medios masivos de comunicación también tienen un déficit en esta materia.

¿Considera que existe una formación democrática en todo lo que significa la educación escolar, desde la primaria hasta el nivel superior?
Por desgracia, a lo largo de varias décadas se excluyeron materias como Civismo, que recientemente se han reintroducido. Este tipo de materias, como la Historia, por citar otro ejemplo, deben ayudar a los niños a comprender que vivimos en una sociedad donde es imposible pensar que existe un solo punto de vista correcto, un solo interés o una organización que encarne todo el bien. Por el contrario, los niños de ahora deben saber que hay divergencias, diferencias de opinión, puntos de vista encontrados: son el capital político más preciado de la sociedad, por lo que hay que generar un formato político que permita su reproducción de manera natural, y las escuelas deben estar orientadas en ese sentido, pero sé que hay también un déficit en esa materia.

Aunque esta democracia no se ha formado precisamente en las escuelas, sino en las calles, en los diversos espacios de la política, ¿no siente que la sociedad civil ha rebasado al Estado?
No lo creo. Más bien lo que veo es una cierta debilidad de la sociedad civil, y la democracia mexicana será más fuerte entre más fuerte sea su Estado y su sociedad civil, es decir, no hay una especie de suma cero entre Estado y sociedad, no es cierto que a mayor Estado menor sociedad civil o a la inversa; por el contrario, se requiere un Estado fuerte, un Estado democrático y, por supuesto, un Estado de Derecho que garantice los derechos de la gente. Al mismo tiempo, en México necesitamos un entramado de organizaciones civiles que acoten la función del Estado y sean capaces de poner en la mesa de discusión, del debate, de la toma de decisiones, sus respectivas agendas.

Si volteamos hacia el pasado veremos que la sociedad mexicana se ha fortalecido, pero si la comparamos con las sociedades de los países europeos, nos daremos cuenta de que sigue siendo relativamente débil. ¿A qué me refiero? En los recientes años, por ventura, aparecieron diversas organizaciones para defender los derechos humanos, los recursos naturales, las mujeres, los derechos de los homosexuales, etcétera, además de las organizaciones que ya existían, como las sindicales, las agrarias, las de colonos, las de estudiantes, las de empresarios. Esa trama, entre más fuerte y representativa sea, hará que nuestra vida política sea más rica, porque los diferentes intereses y diagnósticos estarán en las mesas de discusiones.

En ese terreno nos falta un buen trecho por avanzar, pero, insisto, no hay un juego de suma cero entre sociedad civil y Estado, porque la sociedad civil para desplegarse requiere de un Estado fuerte, representativo, capaz de garantizar un Estado de Derecho y, al mismo tiempo, más democrático, más permeable, más flexible a las funciones que emergen de una sociedad que está organizada, de una sociedad civil no pasiva, sino activa.

A lo largo de la historia, las sociedades siempre se han planteado sus ideales. Hay las que piensan que el desarrollo industrial es lo mejor, que el capitalismo es lo máximo, o las que creen en el socialismo o en el comunismo.¿Podemos decir que la democracia es un estado ideal para el desarrollo de la sociedad?
Habría que recordar la frase de Winston Churchill, en el sentido de que la democracia es la menos mala de las fórmulas de gobierno. ¿Por qué? Porque es la única que asume que en las sociedades coexiste una pluralidad que es necesario preservar. Es el único sistema –y he ahí su fuerza– en que el formato no quiere homogenizar a la sociedad, no quiere que todos y cada uno de los individuos que la componen tengan el mismo ideario, el mismo credo, la misma fe. La democracia implica reconocer que las sociedades masivas son complejas y que es natural que haya diferentes diagnósticos, propuestas, idearios políticos, formas de pensar, religiones, etcétera. Por tanto, permite que todo eso se exprese y se recree, y que sea la gente la que decida cuál de esas fuerzas políticas debe gobernar, de qué manera debe integrarse el Congreso, y eso la diferencia de todos los autoritarismos –sean de derecha o de izquierda–, porque para las funciones autoritarias existe una sola clase, un solo bloque, un solo programa o un solo partido que en sí mismos encarnan toda la razón, toda la justicia, toda la verdad, y lo que se les opone es la encarnación del mal. Todos los idearios autoritarios lo que intentan, pues, es aniquilar o desterrar al contrario; ahí está aparentemente su fuerza, pero también su debilidad. No es casual que las dictaduras de izquierda y de derecha se hayan desmoronado precisamente por eso, por su carácter excluyente, autoritario y, a veces, dictatorial y totalitario.

La ventaja de la democracia es que asume que la sociedad es plural y le da un cauce. La calidad de los sistemas democráticos es muy diversa; por ejemplo, tenemos fórmulas democráticas más o menos consolidadas en algunos países y que resultan más o menos satisfactorias ante sus ciudadanos. En el caso de América Latina, tenemos una ola democrática que impactó a todos los países de 1980 a la fecha, pero cuyas calidades son muy desiguales, porque la democracia latinoamericana, en la mayor parte de los casos, reproduce situaciones realmente complejas donde la desigualdad y la pobreza son tan masivas que generan también mucha insatisfacción. Sin embargo, creo que hoy no hay ninguna forma de gobierno superior a la democracia.

A estas alturas usted es un personaje histórico de México. Conocemos al Woldenberg de los movimientos estudiantiles, al Woldenberg que protesta en la calle, al Woldenberg que propone leyes electorales, al Woldenberg que preside como consejero al Instituto Federal Electoral y le toca la importante elección presidencial de 2000. ¿Cómo valora todo ese proceso particular que le ha tocado vivir?
Tuve la fortuna de ser consejero presidente del Instituto Federal Electoral (IFE), pero creo que el granito de arena que puso el IFE es un grano de arena colectivo, no de una institución. ¿De qué manera se produjo el cambio democrático en México? Creo que esta sociedad plural fue generando diferentes fórmulas de organización política en diversos partidos, y cada vez que estos partidos fueron a elecciones esa pluralidad concurrió a las urnas y fue modificando paulatinamente el mundo de la representación política: fue un proceso gradual pero siempre en una dirección.

Al principio, los partidos de oposición ganaron algunos municipios, luego unos estados. Desde el inicio, tuvieron presencia en la Cámara de Diputados, luego la factura se expandió a la Cámara de Senadores, hasta que finalmente en el año 2000 tuvimos la alternancia del poder en el Ejecutivo federal. Pero no fue una novedad en el sentido de que ese día se hubiera forjado todo, sino que fue un largo proceso en el que se formaron nuevas leyes electorales. De 1977 hasta 1996 hubo cambios: primero fue en 1977, después en 1986, luego en 89-90, siguieron 1993 y 1994, estamos hablando de seis reformas electorales. En un lapso de 19 años, se crearon nuevas instituciones electorales, porque las otras eran incapaces de recibir los votos tal y como salían de las urnas. Así surgieron el Instituto Federal Electoral, el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, la Fiscalía Especializada en Delitos Electorales, pero sobre todo se formaron nuevas realidades, partidos más fuertes y más equilibrados.

Cuando en julio de 2000 llegamos a las elecciones, ya había congresos muy parejos; centenas de ayuntamientos ya eran gobernados unos por el PRI, otros por el PAN, otros por el PRD; ya teníamos gobernadores de tres partidos políticos distintos, de tal suerte que los ciudadanos se fueron acostumbrando a ejercer su voto, y ese día, el 2 de julio de 2000, lo que tuvimos fue una ciudadanía que fue a votar, que decidió la alternancia. Además hay que destacar que esto se dio por vías pacíficas institucionales, sin mayores tensiones, gracias a todo lo que se había forjado en los años anteriores.

Recordemos que en 1997, por ejemplo, por primera vez el Partido Revolucionario Institucional había perdido la mayoría en la Cámara de Diputados, y que en ese mismo año hubo por primera vez elecciones para Jefe de Gobierno del Distrito Federal y ganó el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas, del PRD. Señalo esto porque hay que pensar en el cambio político como eso, como un proceso en el cual se desmonta una estructura autoritaria y se va construyendo una nueva estructura de instituciones y de partidos democráticos. En esta dinámica nos vimos envueltos todos, es decir, los militantes de los partidos, los ciudadanos, los funcionarios públicos.

Sin embargo, desde el Instituto Federal Electoral se puso una piedrita, porque la labor del IFE era una muy sencilla: anunciar y recuperar la confianza de los ciudadanos en la vida electoral, es decir, demostrarle a los mexicanos que ésta era una vía abierta, que a los ganadores y a los perdedores no los iba a elegir la autoridad, sino la gente a través de su voto, que hoy puede ganar un partido y mañana puede otro, que quien vence en una parte de la República, puede perder en otra, porque los humores públicos son cambiantes. Éste es el gran reto de la política hoy: no hay ningún partido político condenado a la victoria o a la derrota, y ésa es la gran novedad del México que estamos viviendo.

En todo caso la que gana es la sociedad.
Sí, gana la sociedad, gana la vida política, y todos nos acostumbramos a vivir en pluralidad. Se dice fácil, pero es una construcción que ha costado muchos años, mucho esfuerzo, mucho trabajo de infinidad de gente. Al final, sí gana la sociedad, porque, además, si algo garantizan las sociedades democráticas es el ejercicio de la libertad de una manera más aguda, más permanente.

¿Qué significa para usted el reconocimiento que le hizo la Universidad Veracruzana, al otorgarle la Medalla al Mérito, en el marco de la FILU?
En primerísimo lugar estoy muy agradecido con la Universidad Veracruzana, me siento muy honrado por este reconocimiento. Lo tengo que decir, porque así lo pienso, que en mí se premia no un trabajo individual, sino un esfuerzo de una institución, dado que, en su momento, el IFE nos ayudó a todos a aclimatar las elecciones en México, a recuperar la confianza que se había perdido en este expediente que es fundamental para la convivencia de la sociedad. Y en medio de todo esto, hay una pregunta que resulta ineludible: ¿De dónde surgen gobernantes legítimos para una sociedad compleja? Hasta donde yo alcanzo a ver, la humanidad –no sólo México– no ha construido un método mejor que el electoral para generar gobernantes legítimos, método que consiste en preguntar a la gente cuál opción prefiere entre diferentes que se le presentan.

Por todo ello, considero que el galardón recibido por parte de esta casa de estudios es un premio a la labor colectiva de una institución. De nuevo mi gratitud a la Universidad Veracruzana.