El
desarrollo de la ciencia en México no es mérito del
gobierno sino de las comunidades científicas y académicas
de las universidades públicas del país. Ninguno de
los episodios importantes de la ciencia y la tecnología fue
idea del gobierno sino de la comunidad científica, aseguró
el investigador y profesor emérito de la UNAM y de El Colegio
de México, Ruy Pérez Tamayo, durante la conferencia
con la que la UV estableció la cátedra que lleva su
nombre. |
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La ciencia mexicana pudo consolidarse en la segunda mitad del siglo
XX pese a la indiferencia e, incluso, la hostilidad del Estado.
A finales de esta centuria, la población ascendía
a 100 millones de habitantes y el número de científicos
en el Sistema Nacional de Investigadores (SNI) apenas era de 6 500,
es decir, 0.65 científicos por habitante. “Si tomamos
en cuenta sólo a la población económicamente
activa (PEA), teníamos cinco científicos por PEA,
en cambio, Suecia contaba con 68 y Estados Unidos, con 70”.
Reconoció que es imposible el desarrollo de cuadros científicos
sin aportar mayores recursos para ello y que la ciencia podría
enfrentar los mayores retos del país si contara con el apoyo
económico para hacerlo; de esta manera, no sólo sería
posible ofrecer soluciones a los problemas más importantes,
sino que además estaría en condiciones de generar
el efecto positivo que tiene sobre los hombres que conocen su entorno.
Señaló que el crecimiento de la ciencia mexicana ha
sido generado por las universidades públicas en un 98 por
ciento y que mientras México doctoró en 2000 a 1 109
especialistas, España doctoró a 5 000, Brasil a 6
600 y Estados Unidos a 45 000. Desgraciadamente, no es mucha la
motivación que ofrece la ciencia pues el de científico
es un oficio «mal remunerado, sin prestigio social, impactado
constantemente por decisiones políticas y administraciones
ignorantes.
“El país no podía dar empleos a más investigadores
ni crear más plazas o institutos. La Universidad Autónoma
Metropolitana (UAM) fue la última universidad pública
creada por el Estado, mientras que las universidades privadas se
multiplicaron, aunque para ellas la ciencia y la tecnología
es apenas importante. En 2000, no había posibilidades reales
de crecer, no por falta de capacidad de los científicos,
sino porque la sociedad y el gobierno no querían”.
Pese a los avatares económicos, el científico reconoció
que el país ha registrado crecimiento en el terreno de la
ciencia, sobre todo en la segunda mitad del siglo XX: “La
comunidad científica sobrevivió y se mantuvo promoviendo
que el conocimiento de la realidad que nos circunda aporta mucho
al desarrollo de la sociedad mexicana. Y es que los países
desarrollados se distinguen de los subdesarrollados por sus niveles
de ciencia y tecnología, pero a México le ha tomado
50 años abrir los ojos”. |