Abril-Junio 2005, Nueva época No. 88-90 Xalapa • Veracruz • México
Publicación Trimestral


 

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Con éxito, la Sinfónica de Xalapa realizó su Primera Temporada 2005
Jorge Vázquez Pacheco

La Colección Carlos Fuentes, La isla de Bali, Luces de raíz negra y Al son del soñar / Retener sin detener fueron algunos libros que presentó en este escaparate internacional
 
Después de un excelente inicio en la Primera Temporada 2005, la Orquesta Sinfónica de Xalapa dio continuidad a su trabajo artístico con una serie de conciertos en la sala grande del Teatro del Estado.

Comencemos por considerar lo ocurrido en la primera semana de abril, cuando el viernes 8 se programaron el Concierto de Aranjuez de Joaquín Rodrigo y la Cuarta sinfonía en mi bemol mayor de Anton Bruckner.

Esta audición marcó el regreso de Alfonso Moreno como solista de la OSX y la reaparición en Xalapa del director español José Luis Castillo, quien realizó sus estudios musicales en Valencia, así como en Salzburgo, La Haya, Luxemburgo y París.

Debido a su condición de director-compositor, Castillo dirige mayoritariamente las obras del siglo XX, aunque su repertorio abarca hasta la producción instrumental del alto Barroco. Ha sido director artístico del Festival Música d’Estiu de Jávea (España), director principal de la Camerata de las Américas y director titular de la Orquesta Sinfónica de la Universidad de Guanajuato (México).

Alfonso Moreno es uno de los más grandes intérpretes mexicanos de la guitarra clásica. Por todo el mundo se ha reconocido su prodigiosa técnica, su fuerza interpretativa y su formidable capacidad artística. Inició sus estudios musicales a la edad de cuatro años y cursó las carreras de violín, composición, dirección de orquesta y guitarra. Fue alumno del maestro y guitarrista argentino Manuel López Ramos y egresó del Estudio de Arte Guitarrístico de la Ciudad de México.

La carrera de este músico que ganó el primer premio del Concurso Internacional de París, en 1968, lo ha llevado a salas tan prestigiadas como la Chaikovski de Moscú, de la Filarmónica de San Petersburgo, de la Filarmónica de Kiev, el Carnegie Hall de Nueva York, la Hollywood Bowl de Los Ángeles, el Concert Hall de Beijing, el Yamaha Hall de Tokio, el Wigmore Hall y Royal Festival Hall de Londres, el Palacio de Bellas Artes de Bruselas, el San Peter Kirche de Zurich, el Theatre de Ville de París, el Teatro Rampa de Varsovia y el Gran Teatro de Estambul, entre otros.

El Concierto de Aranjuez de Joaquín Rodrigo (1901-1999) es una de las escasas partituras que no requieren presentación ni mayores comentarios. Casi no existe ser humano que no haya escuchado alguna vez el célebre Adagio de una obra que ha tenido una difusión extraordinaria y diversos arreglos. Músicos e intérpretes como Frank Purcel, Gilbert Becaud, Massimo Ranieri, Michel Legrand y Miles Davis encontraron en esta obra excelente materia sonora para llevarla a su creatividad en esta obra.

Fue en 1939, en París, durante un almuerzo con el guitarrista Regino Sainz de la Maza y el marqués de Bolarque, cuando surgió la idea de que Rodrigo escribiese un concierto para guitarra. Rodrigo retornó a España el 1 de septiembre de 1939, dos días antes de estallar la Segunda Guerra Mundial, llevando consigo el manuscrito terminado del Concierto de Aranjuez.

La Cuarta sinfonía de Bruckner es una obra luminosa, de amplios y ambiciosos trazos sinfónicos para los que el compositor no necesita del gigantismo orquestal. La instru-mentación es de maderas a dos (dos flautas, dos oboes, dos clarinetes y dos fagotes) con cuatro cornos, tres trompetas, tres trombones y tuba con timbales y la sección de cuerdas normal. Si el primer movimiento contiene algunos pasajes cromáticos que para muchos evocan a Wagner, el Andante siguiente es un movimiento que apunta hacia el genio musical de Schubert. El Scherzo es una escena de cacería que contiene incluso apuntes descriptivos en el manuscrito, mientras que el cuarto movimiento reproduce un tema del primero. El autor inició esta pieza a principios de 1874 y la concluyó en diciembre del mismo año.

Música de Finlandia y Hungría
El 15 de abril se presentaron, bajo la dirección de Carlos Miguel Prieto, dos obras del maestro finlandés Jan Sibelius, el poema sinfónico El cisne de Tuonela y el Concierto para violín y orquesta, y una pieza de Béla Bartók, Concierto para orquesta. Los solistas fueron Laura Baker en el corno inglés para la primera obra de Sibelius, y el violinista Elmar Oliveira para la segunda.

Sibelius (1865-1957) se inspiró en el poema épico Kalevala y en las hazañas del héroe Lemminkäinen que allí se registran, para crear El cisne de Tuonela, la segunda de las cuatro creaciones que integran el ciclo denominado Cuatro leyendas del Kalevala, opus 22. Los otros son Lemminkäinen y las doncellas de la isla, Lemminkäinen en Tuonela y El retorno de Lemminkäinen, todos escritos entre 1895 y 1897, con algunas revisiones posteriores. Se trata de una breve pieza que contiene melodías de intensa belleza evocadora asignadas al corno inglés, en las que el compositor parece tratar de describir, mediante amplios recursos melódicos y armónicos, el fascinante canto del ave mágica y su majestuosa figura al surcar el espejo de agua. Este poema sinfónico, una de las partituras de mayor belleza expresiva en el catálogo de Sibelius, fue estrenado en abril de 1896.

Después de un estreno y reestreno fallidos y de algunas revisiones y modificaciones, el Concierto para violín y orquesta de Sibelius logró el triunfo y la aceptación en 1935, cuando Jascha Heifetz lo tomó e hizo de él una especialidad personal. Hoy es el concierto para violín del siglo XX más interpretado por los solistas, y existen del mismo casi tantos registros fonográficos como del Concierto en sol menor de Bruch o el de Brahms.

Algunos analistas consideran que esta obra perdió fuerza y expresividad con la revisión de 1905, por lo que se piensa que la versión original contiene una resolución final de mejor factura, de ahí que algunos virtuosos hayan volteado su atención a esta versión, cuyo manuscrito reposaba en la biblioteca de la Universidad de Helsinki.

A mediados de 1943, el compositor húngaro Béla Bartók se encontraba en Estados Unidos sin recursos y afectado severamente por la leucemia. A pesar de estas penosas circunstancias, Serguei Kussevitzki le pidió crear una obra para la Orquesta Sinfónica de Boston, de la que Kussevitzki era director. En un lapso de siete semanas, Bartók finalizó su pieza a la que denominó Concierto para orquesta.

Después de su estreno, en diciembre de 1944, la obra obtuvo un favorable reconocimiento por parte de la crítica y del público, lo que atrajo la atención de todos hacia Bartók y abrió una especie de redescubrimiento que propició varios encargos y proyectos más, pero su salud se hallaba dañada irremedia-blemente. El autor murió diez meses más tarde, en septiembre de 1945; por ello, el Concierto para orquesta resulta una suerte de testamento artístico.

La Pasión según san Mateo, una de las obras más grandes del Barroco
Bajo la dirección del holandés Gerard Oskamp, la OSX ejecutó el 29 de abril una de las obras más grandes del período Barroco: La Pasión según san Mateo de Johann Sebastian Bach. Además de la orquesta, se presentó un elenco que estuvo integrado por Daniel Zorzano en la viola da gamba, la soprano Ana Luisa Méndez, la mezzosoprano Carla López-Speziale, el tenor Leonardo Villeda, el barítono Armando Mora, el bajo-barítono Carlos Arturo Mendoza, el tenor Hernán del Riego, el Coro de la UV y el coro infantil La Pequeña Cantoría.

Gerard Oskamp, nacido en los Países Bajos en 1950, realizó sus estudios artísticos en Ámsterdam, Viena, Zurcí y Salzburgo. Ha participado en diversos concursos internacionales, en los que ha obtenido galardones como el Premio Hans Harring de la ORF de Salzburgo (1974), el primer lugar en el Concurso de Directores John Player de Bournemouth (1976) y el primer sitio en el Concurso Internacional de Directores de la Televisón Húngara, en Budapest (1980). A lo largo de su trayectoria ha dirigido más de 80 orquestas en todo el mundo, y su experiencia en la ópera lo ha llevado a importantes teatros del mundo. Desde 2002 es el director musical del Schleswig-Holstein Landestheater y de la Orquesta Sinfónica de Flensburg.

La pasión según san Mateo de Bach (1685-1750) es una obra que se debe escuchar y sentir antes de comentarla. Basta apenas una lectura al texto bíblico que refiere el martirio y sacrificio de Jesucristo, en los capítulos 26 y 27 del evangelio redactado por el discípulo y apóstol Mateo, para conocer la historia.

Concebida para voces solistas, doble coro y dos grupos orquestales, La pasión… es considerada no sólo la pieza más ambiciosa y grandiosa del compositor originario de Eisenach, sino también una de las máximas creaciones vocales de la cultura musical de todos los tiempos. En ella, el genio alemán imprimió una grandiosa y rara belleza, con la representación musical del drama de El Redentor, en un crudo claroscuro de expresiva fuerza.

Para crearla, el autor trabajó sobre un texto asignado a Picander –seudónimo del poeta alemán Christian Friedrich Henrici (1700-1764)–, que algunos consideran de mediocre valía literaria, pero en el que Bach encontró un lenguaje por demás inteligible. La primera audición de esta obra, que consta de 68 números y se divide en dos partes, tuvo lugar en la Thomaskirche de Leipzig, el 15 de abril de 1729.

El aporte de México a la historia internacional de la música
La Balada del venado y la luna de Carlos Jiménez Mabarak, el Concierto para piano de Samuel Zyman y la Cuarta sinfonía de Beethoven conformaron el programa que presentó la Sinfónica de Xalapa el 6 de mayo, bajo la dirección de José Guadalupe Flores, titular de la Filarmónica de Querétaro, y en el que participó la pianista Claudia Corona como solista

Claudia Corona nació en la Ciudad de México, en 1976. Se graduó, con mención honorífica, como pianista en la Facultad de Música de la Universidad Veracruzana.

En 1996 obtuvo el grado de Maestría en la Escuela Superior de Música de Friburgo, Alemania. Ha recibido clases de reconocidos maestros, entre ellos Alejandro Corona, Néstor Castañeda, Edith Picht-Axenfeld, Robert Levin, Michel Béroff y Pascal Rogé. Se ha presentado como solista con las principales orquestas de México y con la Orquesta Académica de Friburgo. Ha impartido clases maestras en las Universidades de Baylor, Texas, y Emory, Atlanta, (Estados Unidos), así como en Xalapa, y ha sido ganadora de varios premios y concursos en México y Estados Unidos.

Carlos Jiménez Mabarak (1916-1994) es uno de los compositores mexicanos que más música para ballet ha escrito. De 1942 a 1966 compuso 14 partituras de esta naturaleza, entre las que se encuentra la Balada del venado y la luna (terminada en 1948), cuyo colorido orquestal, la reciedumbre de sus temas y un sabor marcadamente mexicano la han convertido en una de las obras favoritas de la escena coreografiada. Los elementos escenográficos originales fueron diseñados y elaborados por Rufino Tamayo, y con los mismos se estrenó el 7 de diciembre de 1949, aunque los que actualmente se identifican con este ballet son los que posteriormente realizó Leonora Carrington.

El Concierto para piano de Samuel Zyman, a pesar de haber sido escrito por un compositor joven nacido en la Ciudad de México, en 1956, es tan tradicionalista que guarda los tres movimientos que marca la tradición, además de que es posible detectar en su escritura algunas influencias procedentes del Romanticismo.

Se ha dicho que la escritura empleada por Zyman para su obra recuerda el estilo percutido y rítmico de Prokofiev, sobre todo en el primer movimiento, mientras que en el segundo se logra un particular énfasis en los pasajes asignados a diversos instrumentos que funcionan como complemento del solista. El tercero es un episodio brillante y enérgico que parte del tema principal del segundo movimiento. Esta pieza fue estrenada en Nueva York, en 1988, con la pianista Miriam Conti y el grupo orquestal dirigido por el autor.

Zyman estudió en el Conservatorio Nacional de Música de México. Después se trasladó a Nueva York para ingresar a la Juilliard School, donde obtuvo los grados de maestría y doctorado en Música antes de incorporarse a la planta docente.

Recibió un reconocimiento de la Sociedad Mexicana de Cronistas de Teatro y Música en 1992, y la Medalla Mozart en 1998. Entre sus creaciones se cuentan dos sinfonías, cinco conciertos, ciclos de canciones, sonatas para guitarra y obras de música de cámara.

Es autor de la música para el filme La otra conquista, grabada por Plácido Domingo y la Academy of Saint Martin in the Fields.

En la Cuarta sinfonía de Beethoven (1770-1827) no encontramos más que frases plenas de serenidad, y la parte enérgica no pasa de ser un amable juego tan ligero como optimista. Los esbozos surgieron casi al mismo tiempo que la Quinta y la ópera Fidelio, pero el compositor abandonó temporalmente todo para terminarla en 1806. Beethoven pasó aquel verano en Martonvásár, en la región húngara de Fejér, en compañía de la familia del conde Brunswick.

Para algunos biógrafos, los sentimientos del compositor hacia Therese von Brunswick alimentaron el espíritu tierno y amable de la obra. A esta época pertenecen también la sonata Appassionata, el Cuarto concierto para piano y los cuartetos.

Obras de Franck, Milhaud y Saint-Saëns
El debut del director Bartholomeus Van de Velde en un concierto con la OSX y la participación como solista de la violonchelista Inna Nassidze marcaron la jornada del 13 de mayo, en la que tocaron el poema sinfónico El cazador maldito de César Franck, el Primer concierto para violonchelo y orquesta de Darius Milhaud y la Tercera sinfonía de Camille Saint-Saëns.

Van de Velde ha actuado con orquestas importantes y con solistas como Mstislav Rostropovitch y Nobuko Imai. Es director artístico de la Orquesta Charlemagne en Bruselas, Bélgica.

El cazador maldito fue escrita en 1882 y ejecutada por primera vez en París, en mayo de 1883, bajo la dirección del propio compositor, César Franck (1822-1890).

Para su obra, el autor se inspiró en un texto de Gottfried August Bürger, poeta alemán del siglo XVIII, cuya temática preferida fue la relacionada con asuntos medievales y viejas leyendas europeas. El texto cuenta la historia de un conde germano que tiene la infeliz ocurrencia de planear una jornada de cacería en domingo, acompañado de sus sirvientes. Al sonar las campanas de una iglesia cercana anunciando el inicio de un oficio religioso, el noble hace sonar su cuerno de caza sin importarle los cánticos eclesiásticos. De repente, su caballo se queda inmóvil, sus criados desaparecen y, al tratar de llamarlos, su cuerno no emite sonido alguno. En esos momentos una voz le maldice y anuncia que su castigo será cabalgar por siempre. El conde trata de huir pero no puede escapar de la condena, será perseguido día y noche por una turba de demonios.

Darius Milhaud (1892-1974) nació en Aix-en-Provence y estudió en el Conservatorio de París. Después de su estancia en Brasil y su regreso a Europa, en 1940 se trasladó a Estados Unidos donde trabajó como profesor de composición en el Mills College de Oakland, California. Allí fue maestro de varios distinguidos músicos, entre ellos al jazzista Dave Brubeck. En 1947 regresa a Francia a desempeñarse como profesor honorario de composición en el Conservatorio de París. Su Primer concierto para chelo corresponde a la época en que se permitió incrustar las formas de la música latinoa-mericana en su obra. Fue terminado en 1934 y la partitura está dedicada al gran violonchelista francés Maurice Maréchal (1892-1964).

La Tercera sinfonía de Camille Saint-Saëns (1835-1921) es un caso poco usual en la literatura sinfónica. Por principio, la instrumentación exige piano y un órgano de gran potencia.

Otro detalle interesante es su estructura, presentada en dos grandes fragmentos, cada uno de los cuales contiene varios cambios de tiempo que fueron organizados en forma cíclica y con la evidente intención de respetar la tradición romanticista en cuatro movimientos. Esta obra confirma el elegante oficio de su autor, así como una evidente precisión en el detalle y la forma.

Aunque denota la influencia de maestros romanticistas como Franz Liszt, su espíritu encontró un excelente punto de equilibrio entre las formas de los grandes clásicos y las tendencias de su tiempo. Es, al lado de la Sinfonía en re de Franck, la obra sinfónica francesa más distinguida de su época.

Ida Kavafian y Andrés Díaz en el mismo escenario
El 20 de mayo en Xalapa y el 21 en Veracruz fueron fechas destinadas a presentar un programa interesante con dos verdaderos virtuosos en sus respectivos instrumentos: la violinista y violista Ida Kavafian, y el violon-chelista Andrés Díaz, quienes iniciaron su participación con el Doble concierto en la menor para violín, violonchelo y orquesta de Brahms, para continuar con Don Quijote, el poema sinfónico de Richard Strauss. La dirección estuvo a cargo de Carlos Miguel Prieto.

Kavafian es originaria de Estambul, Turquía, pero fue llevada por su familia a Estados Unidos cuando tenía apenas tres años. Su repertorio y versatilidad la han hecho merecedora de una posición única en el mundo musical. Aclamada como una de las pocas artistas especializadas tanto en el violín como en la viola, esta intérprete se ha presentado con diversas orquestas y en numerosos recitales y conciertos de música de cámara.

Por su parte, Andrés Díaz nació en Santiago de Chile, en 1964, y empezó a estudiar el violonchelo a la edad de cinco años. Se graduó en el Conservatorio de Nueva Inglaterra y durante cinco años fungió como Profesor Asociado de Violonchelo en la Universidad de Boston y codirector del Instituto de Tanglewood de Boston.

Actualmente toca un violonchelo Matteo Gofriller manufacturado en el año 1698, vive en la ciudad de Filadelfia.

El compositor Johannes Brahms (1806-1872) se propuso elaborar un trabajo a la manera de la antigua forma italiana de concerto grosso, en la cual los tutti de la orquesta se contraponen a uno o varios solistas. Brahms supo adaptar esta forma a la musicalidad de su época y situó los dos instrumentos solistas en una relación admira-blemente coordinada y con apenas un ligero predominio del violonchelo.

Este concepto resultó del agrado del público, tanto por su belleza intrínseca como por el magistral manejo de algunos pasajes polifónicos, a lo que es necesario sumar la participación como solistas de dos grandes músicos: el violinista Joseph Joachim y el chelista Robert Hausmann, quienes estrenaron la obra en el otoño de 1887, en Colonia.

Varias de las creaciones de Strauss contienen detalles autobiográficos, y el ejemplo más ilustrativo es Ein Heldenleben (Una vida de héroe), el último de sus poemas sinfónicos, escrito en 1898, que resulta una apología del músico nacido en Munich. Don Quijote no es la excepción, y parece que el compositor se identificaba de muchas formas con el curioso personaje. Si la novela de Cervantes es una sátira en torno a la agónica tradición caballeresca española en el siglo XVII, la partitura de Strauss es en parte crítica social, pero también autorretrato. En esta obra, descriptiva por completo, el caballero de la triste figura está representado por el violonchelo solista; Sancho Panza es descrito en el inicio por el clarinete bajo y la tuba tenor. Más adelante, la viola será la responsable de describir al escudero. Don Quijote fue estrenado en Colonia, el 8 de marzo de 1898, con la orquesta dirigida por Franz Wüllner.

Cierre de temporada
El cierre de la Primera Temporada de Conciertos 2005 se realizó el 27 de mayo en el Teatro del Estado de Xalapa y el 28 en el Teatro Clavijero de Veracruz. El repertorio estuvo conformado por obras del soviético Serguei Prokofiev: el Segundo concierto para violín y orquesta en sol menor, opus 63, y la Quinta sinfonía en si bemol mayor, opus 100. El solista fue Vadim Gluzman y la dirección, de Carlos Miguel Prieto.

Gluzman es ucraniano y se le ha considerado uno de los más inspirados y dinámicos artistas de su generación. Ha realizado presentaciones en Estados Unidos, Europa, Rusia, Japón, Australia y Canadá. En 1990, se trasladó a Israel para estudiar en la Academia Rubin de Música, en Tel-Aviv, y más tarde en Estados Unidos.

Serguei Prokofiev fue un talento precoz que comenzó a generar obras musicales desde la edad de cinco años. Nacido el 23 de abril de 1891 en Sontzovka, Ucrania, sus primeras creaciones fueron algunas piezas sueltas para piano. Después de estudiar en el Conservatorio de San Petersburgo con Gliére, Rimski-Korsakov, Miaskovski y Liadov, se graduó en 1909.

En 1918, abandonó su patria porque le resultaba imposible trabajar en un país en plena revolución, pero en 1936 se estableció definitivamente en Moscú. Al dar continuidad a su personal lenguaje musical, demostró una extraordinaria integridad ante la presión impuesta por el sistema que impulsaba aquella estética socialista relacionada con la idea del arte para el pueblo.

La trayectoria de Prokofiev en la Unión Soviética no fue distinta a la de Shostakovich: ambos compositores fueron reiteradamente censurados por el supuesto empleo de “excesivo formalismo” y por su uso de “armonías cacofónicas”. Y aunque trataba de congraciarse con los burócratas comu-nistas, cuyos ataques sólo mostraban su ignorancia, inevitablemente volvía a perder el favor del gobierno. Murió a los 72 años, el 5 de marzo de 1953 en Moscú, el mismo día en que falleció José Stalin.