Abril-Junio 2005, Nueva época No. 88-90 Xalapa • Veracruz • México
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El arte y la cultura francesas, presentes en el festival internacional Junio Musical
Jorge Vázquez Pacheco y Gina Sotelo

Dedicar el festival a Francia amplió sus alcances, ya que hubo la oportunidad de disfrutar diversas expresiones artísticas creadas en el país europeo, principalmente música pero también exposiciones plásticas y muestras de cine francés, entre otras actividades
  Xalapa fue la sede del que se considera el festejo cultural más importante del sureste del país: el festival internacional Junio Musical que, en su décima edición, estuvo dedicado a Francia y a la importancia de su creatividad artística, del 9 al 26 de junio.

Aunque se ha escrito suficientemente en torno a los excelentes resultados de festival, de la parte organizadora, de su eficiente coordinación y, en especial, de su penetración en el ánimo del público, bien merece un recuento. En principio, desatacó su amplísimo programa con actividades de música, danza, teatro y artes visuales, en las que participaron artistas de gran celebridad y jóvenes creadores provenientes de diversas partes del mundo.

Nuestra casa de estudios hizo especial hincapié en la intensa relación histórica y actual entre la nación gala y el estado de Veracruz, que permitió abrir un capítulo especial denominado Encuentro Francia-Veracruz.

Semejante dedicatoria permitió ampliar los alcances del festival, al abordar la ópera francesa, conciertos con música de compositores franceses, conferencias, exposiciones diversas y encuentros literarios, danza y muestras cinematográficas, un renglón en el que la productividad de Francia es particularmente intensa.

Los antecedentes se dieron con los contactos establecidos por la UV con los representantes de diversas dependencias francesas. A finales de agosto de 2004 se llevó a cabo una reunión con Gérard Fontaine, agregado cultural de la embajada de Francia en México, y su equipo de trabajo en el Ministerio de Asuntos Culturales de Francia. Después de varios encuentros, el Ministerio de Cultura y los gobiernos de las regiones de Hérault y Haute-Savoie decidieron apoyar la décima edición del festival.

Gracias a ello, Xalapa tuvo la presencia de Elody Margot y ensamble de trova francesa; Benjamin Levy, quien dirigió la Orquesta Sinfónica Juvenil; la violinista Deborah Nemtanu y el pianista François Pinel, laureados con varios premios internacionales; la pianista Anne Queffèlec; Fethi Tabet y su ensamble de música del mundo; Abaji, músico franco-libanés y la ejecutante de ondas Martenot Valèrie Hartmann-Clavèrie, quien actuó como solista con la Orquesta Sinfónica de Xalapa en la ejecución de la Sinfonía Turangalila.

Gracias a este apoyo también fue posible la Primera Jornada Científica, coordinada por la Dirección de Investigaciones de la UV, en la que se brindaron las conferencias “Telede-tección satelital de la tierra”, a cargo de François Becker; “Política científica”, por Chehbouini Ghani”; “La agroindustria rural en el marco de la liberalización económica y la lucha contra la pobreza”, presentada por François Boucher; “¿Puede la participación ciudadana resolver la crisis ambiental?”, ofrecida por Eric Mollard, y “Mesianismo y Literatura”, a cargo de Jean Franco.

La ópera Sansón y Dalila, el inicio del festival
Anunciada para el viernes 10 como la actividad inaugural de Junio Musical, la obra Sansón y Dalila de Camille Saint-Saëns suponía un reto de difícil solución, sobre todo porque si deseábamos ópera en el festival había qué hacerlo todo aquí, en la propia Universidad, pues la única producción existente en México para esta ópera se perdió en el incendio que devoró las bodegas del INBA.

Y es que pocas óperas pueden ser tan atractivas visualmente como esta historia extraída del libro bíblico “Jueces”, ubicada en los desiertos de Palestina y con los pueblos hebreo y filisteo como protagonistas.

Por añadidura, la música de Camille Saint-Saëns es de una factura que se acerca a la perfección, sin el recurso fácil de abusar del folklorismo o las exageradas pinceladas exóticas.

El aspecto físico es importante en una obra como ésta, de ahí el acierto en elegir para representar a Sansón a Mark Lundberg, un tenor nortea-mericano que llegó respaldado por elogios de la crítica especializada, que ha festejado su desempeño como Sansón, pero también como El Tambor Mayor de Wozzeck o Siegmund en Die Walküre.

Lundberg, un Sansón evidentemente voluminoso, tuvo claros problemas para moverse con agilidad sobre el foro, pero sacó buena raja de la poderosa escena inicial, en los momentos en que el pueblo de Israel lamenta su esclavitud y despotrica contra su dios. Y qué decir de su desempeño en la escena amorosa al final del segundo acto, en una de las melodías más hermosas y conmovedoras escritas para la escena lírica. En tanto, su trabajo en el cuadro inicial del tercer acto así como en la escena final fue efectuado con todo el patetismo que el drama exige.

La mezzosoprano Phyllis Pancella hizo todo para mantenerse a la altura del exigente rol de Dalila. Cantante de voz quizá un tanto chica, Pancella superó esa limitante con una presencia escénica excelente y un desempeño que se complementó con el de Lundberg. El prolongado fragmento que protagoniza con el Sumo sacerdote (encarnado por el barítono de Coatzacoalcos, Genaro Sulvarán) es uno de los momentos básicos de la historia y fue resuelto satisfactoriamente. Pero lo que debemos consignar es el derroche de musicalidad de que hizo gala Pancella en la romanza conocida como Mon coeur, el envolvente canto con que la sacerdotisa filistea derrumba la entereza del juez y caudillo hebreo.

El experimentado bajo regiomontano Rosendo Flores cumplió dignamente con su papel del Anciano hebreo, mientras que el profesionalismo de Sulvarán también quedó de manifiesto en uno de los roles más complicados que se hayan generado para barítono. En la recreación del Sumo sacerdote, Genaro pudo mostrar aquella naturaleza siniestra y maquinadora de quien se ha fijado derrotar por cualquier medio a su poderoso oponente.

En cuanto a la música, Enrique Patrón de Rueda demostró una vez más su capacidad como director concertador. Esta ópera fue abordada por vez primera en 1984 por Enrique Patrón en el Palacio de Bellas Artes, de modo que el director visitante se encontró con una obra conocida y que domina a la perfección.
El característico sonido que logró desde el foso de la orquesta, pleno en sutilezas o estremecedor según la escena, es indicativo del conoci-miento que Patrón de Rueda tiene de la partitura.

La Turangalila, sinfonía de belleza compleja
Carlos Miguel Prieto fue suficientemente claro al comentar, antes de iniciar la ejecución de la Turangalila, que esta pieza “es difícil, compleja y prolongada, pero sumamente bella. Se trata de una de las obras más importante en la historia del siglo XX”.

Sin embargo, esta monumental sinfonía resultó menos densa y difícil para el público de lo que imaginamos. Su aparente duración prolongada se empequeñece ante la formidable variedad de temas, las ideas novedosas volcadas en la partitura y la increíble espiritualidad que se respira en la atmósfera que rodea a esta creación.

En su ejecución participó Markus Bellheim, un excelente pianista alemán que se ha especializado en la interpretación de la obra de Messiaen, particularmente en el inmenso Catálogo de pájaros para piano solo. Esto lo dota de la necesaria empatía para interpretar una obra tan compleja como la Turangalila, en la que el compositor asignó pasajes importantes para el instrumento.

Por lo que respecta a las ondas Martenot, es difícil concebir la presencia de alguien mejor capacitado que Valérie Hartmann-Claverie. A esta artista correspondió el privilegio de trabajar con el compositor en una de sus partituras últimas, la ópera San Francisco de Asís. Conocedora a fondo de las intenciones de Messiaen en torno a la obra que nos ocupa, Hartmann-Claverie participó de manera por demás eficiente, con el sonido discreto de su curioso aparato que resultó el apoyo necesario para lograr los efectos que el maestro francés se propuso. Y es que los movimientos centrales de la Turangalila son algo de lo más memorable, y en ellos, el sonido de las ondas Martenot destacó por su pureza, con aquella espiritualidad que se respira en el ámbito que rodea la partitura, mientras que los momentos de clímax resultaron una apoteosis admira-blemente resuelta por el director y el conjunto.

También hay que destacar la participación de la Sinfónica de Xalapa, dado que su respuesta fue ejemplar.

El virtuosismo casi embrujo de un gitano
Parecía imposible contar con la presencia de Roby Lakatos, el violinista gitano que recientemente fue contratado como artista exclusivo por la firma alemana Deutsche Grammophon y que ha armado un revuelo con su portentosa forma de interpretar su instrumento.

No exageran quienes se refieren a las habilidades de Roby Lakatos empleando el adjetivo de “diabólico”. Lakatos hizo gala de una destreza que dejó al público de Xalapa con la boca abierta e hizo justicia a la celebridad que le respalda.

Para su presentación, con la que concluyó el festival, la dirección de Divulgación Artística de la Universidad Veracruzana armó toda una orquesta sinfónica que funcionó bajo la dirección de Erasmo Capilla, también reconocido violinista.

El virtuoso gitano se presentó en Xalapa, después de un triunfal concierto con la Sinfónica de Londres y otro en la ciudad de Querétaro con Erasmo Capilla, con su ensamble y, como parte del mismo, el instrumento emblemático de la música húngara: el cimbalón.

El concierto dio inicio con la participación de la orquesta que tocó la obertura para la ópera La novia vendida de Smetana. De inmediato vino la demostración de habilidad y destreza en la interpretación de la música gitana. En la segunda parte, Lakatos y su ensamble sorprendieron al público al ejecutar piezas de jazz, para las cuales el cimbalón aportó nuevos sonidos.

Después de la brillante Rapsodia rumana número dos de Enesco, Lakatos con la orquesta y Capilla al frente de la misma abordaron Zigeunerweisen, pieza que conocemos como “Aires gitanos” del español Pablo de Sarasate, cuyo allegro final fue tomado por Lakatos a una velocidad de vértigo, y la orquesta lo secundó con admirable agilidad.

El violinista de Hungría no dejó ir las oportunidades de mostrar su sorprendente digitación sobre las cuatro cuerdas del instrumento. Los trinos de acertada afinación, así como pasajes completos ejecutados con base en armónicos perfectos, punteo con los dedos de la mano izquierda y glissandi sin tacha fueron la tónica dominante en un Lakatos aparentemente incan-sable y dispuesto a prolongar indefinidamente la sesión musical.

Otro de los momentos impor-tantes de esta noche fue, sin duda, cuando Erasmo tomó su violín y ejecutó Czardas a dúo con Lakatos. Sólo unos minutos de ejecución bastaron para demostrar a los asistentes las extraordinarias facul-tades propias del violinista y director xalapeño, quien no se quedó atrás ante la impetuosa ejecución del húngaro que nos llegó de Bruselas.

Una muestra del arte cinematográfico francés
Durante el festival se proyectaron varios ciclos de cine galo en diversos foros de la ciudad, como el auditorio de El Ágora de la Ciudad, en el que se presentaron Los hijos de los Lumière de Pierre Philippe, Las diabólicas de Henri-Georges Clouzot, French Can Can de Jean Renoir, Trois Huit de Philippe Le Guay, Plaza Vendòme de Nicole García y Príncipes y princesas de Michel Ocelot.

En la Alianza Francesa el público pudo disfrutar de películas como Lautrec de R. Planchòn, Pauline y Paulette de L. Debrauwer, Le roi dance de R. Corbiau, El pianista de Polanski, Le diner de cons de F. Veber, Sur mes levres de J. Audiard, Reines d’un tour de M. Vernoux y Le pacte du silènce de C. Guit.

El Cine-club de la UV ocupó la sala Clavijero para proyectar títulos como Camille Claudel, Cyrano de Bergerac y La reina Margot; mientras que en el ciclo El regreso de Buñuel, ofrecido en el auditorio de la Galería de Arte Contemporáneo, se exhibieron varias de las realizaciones del director español, muchas de ellas generadas en Francia: Diario de una camarera, Bella de día, La Vía Láctea, El fan-tasma de la libertad y Ese oscuro objeto del deseo.

Las artes plásticas en Junio Musical
Diferentes recintos de Xalapa albergaron numerosas exposiciones que pusieron de manifiesto el inagotable talento de artistas galos y locales. Y es que, según los organi-zadores, un festival de tal magnitud no puede dejar de lado otras disciplinas artísticas.

Una mención especial merece la exposición de imágenes en blanco y negro de Robert Doisneau –considerado por muchos como el emblema de la fotografía francesa del siglo XX–, en la que se incluyó “Le baiser” (El beso), quizá su obra más difundida en el mundo. Pero en esta colección también se pudieron observar decenas de tomas que evocan un París romántico captado a través del ojo educado y sensible de Doisneau.

Ritos sagrados, ritos profanos, que sorprendió por su gran colorido y espléndido formato, pero más aún por la variedad de temas dignos de representar a la fotografía africana, estuvo conformada por el trabajo de diferentes artistas que participaron en el V Encuentro de Fotografía Africana de Bamako, Mali. Los cuatro fotógrafos aquí reunidos exploran en su interior su propia definición de lo sagrado y del rito, para mostrar al mundo una variedad de significados entre lo sacro y lo profano.

En La realidad desarmada, la parisiense Claire Becker presentó esculturas e instalaciones que cuestionan al espectador y lo motivan a la reflexión sobre nuestro mundo en caos. Al puro estilo pop, Becker da un nuevo sentido a los dados, las muñecas y otros objetos.

Delphine Jouan, fotógrafa fran-cesa, expuso Les Gares, en la que presentó una serie de rostros que rescata de la cotidianeidad. La autora saca del anonimato a sus modelos involuntarios y los proyecta como seres con una vida qué contar, con una historia propia, como los justos protagonistas de su propio destino. La pintura se hizo presente en la serie Mundo y Apartes de Oliver Dautais.

En sus cuadros nos encontramos con un pincel que sabe de arquitectura y teatro, disciplinas que se complementan en el lienzo multicolor y lleno de vida. Dautais no sólo es diestro en la pintura, también ha realizado estudios de dibujo, es-cultura, fotografía, grabado, cerámica, fresco y fundición de bronce. Su pintura es figurativa, con una disposición de flexibilidad, de exigencia e improvisación, un estilo en constante evolución donde destacan la franqueza de las intenciones y la riqueza del colorido.

Mariposa loca en Xalapa es el título de la exposición de Claude Guénard, quien ofreció al espectador una especie de acto creativo, alegre, lúdico, erótico y generoso. En sus pinturas y esculturas representa el sexo, lo transforma en una zarabanda endemoniada de energías concen-tradas. Pinta, esculpe, ausculta por todas partes a su musa.

A esta lista de artistas hay que sumar las muestras de Gérard Moschini, artista que presentó una instalación que intenta reflejar el mestizaje, la identidad y los mitos de un pueblo; de Frida Bulos, quien a pesar de su corta edad es una veterana de la lente y así lo reflejan sus imágenes, y la colectiva Retratos de Fernando Vilchis. Nutrido estuvo, pues, este lado del arte que tuvo a bien reunir el Festival Internacional Junio Musical.

Lo que vendrá después
La décima edición del festival Junio Musical resultó un éxito, sobre todo por la variedad de acontecimientos que en él convergieron y por el apoyo de los medios de comunicación. Ahora ya se piensa en la realización de la décimo primera edición. ¿A qué país se dedicará en 2006? Posi-blemente a Brasil, el gigante sura-mericano propietario de una tradición musical riquísima que ha dado al mundo, entre otras cosas, ritmos musicales como la samba y el bossa nova.