Enero-Marzo 2005, Nueva época No. 85-87 Xalapa • Veracruz • México
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Logrado el reconocimiento, el siguiente paso es la profesionalización
Certezas, y no sólo opiniones, busca la divulgación de la ciencia: J. Fierro

Edith Escalón

Pese a ser considerada secundaria frente a problemas como la marginación o la pobreza, la ciencia puede resolver muchos de los problemas que actualmente enfrenta nuestro país. Por ello, es necesario cambiar la percepción que la sociedad tiene del quehacer científico, hacerle ver que es prioritario e impostergable y que no puede quedarse en segundo plano, porque si no se consigue esto los problemas no sólo no podrán resolverse, sino que incluso habrá otros mayores y más graves a largo plazo. Ahí es donde la divulgación tiene un papel muy importante que jugar.
 

Incorporar el espíritu de la ciencia a la cultura nacional, meta de la divulgación científica en México, no es ni ha sido una tarea sencilla. Los primeros esfuerzos tienen apenas unas décadas y no se deben –por cierto– a los profesionales de la comunicación, sino a los científicos apasionados de su labor, pioneros en esta disciplina, divulgadores amateurs que decidieron robar tiempo a su tiempo para explicarle a la sociedad la utilidad de la investigación, pero también la belleza que revela lo descubierto y la aventura que supone la búsqueda del conocimiento.

Entre los visionarios de aquel tiempo se encuentra Julieta Fierro Gossman, astrónoma de profesión y escritora por vocación; conferencista, educadora, productora y conductora de radio y televisión; periodista y museógrafa… divulgadora de la ciencia en toda la extensión de la palabra.

Junto con otros científicos, Julieta Fierro se ha encargado de fortalecer esta labor y luchar por su reconocimiento, y lo ha logrado: no sólo ha recibido premios nacionales e internacionales de periodismo y divulgación desde 1992, sino que además es una de las investigadoras más reputadas del país; de hecho, sus premios destacan también sus méritos ciudadanos, logros de género y su nivel científico de primer nivel.

Este es sólo un ejemplo de que el trabajo de divulgación científica de toda esa generación ha ido ganando entre los mexicanos presupuesto y corazón, al mismo tiempo. Por ellos hoy tenemos una Sociedad Mexicana de Divulgación de la Ciencia y la Tecnología, más de 30 años de publicaciones periódicas de divulgación, una dirección en la UNAM dedicada exclusivamente a la divulgación de la ciencia y un naciente programa de posgrado en esta área.

Luego de tres décadas, una segunda generación se suma a la de los pioneros, una que está infiltrándose en los periódicos, las revistas, los programas de televisión y la radio; una que capta la atención de aquellos visionarios de los años setenta: los jóvenes estudiantes de la carrera en Ciencias de la Comunicación y los comunicólogos profesionales.

Alcanzado el reconocimiento, según Julieta Fierro, el siguiente paso es la profesionalización. Ese es hoy el reto de la divulgación científica, trascendental en todo sentido, pues en la medida en que se logre alcanzar, se afianzará también el arraigo de la ciencia en la cultura nacional, en la sociedad. Para Gaceta, Julieta Fierro expone su visión de esta nueva etapa que, por si fuera poco, implica directamente el rumbo de la ciencia y el desarrollo de nuestro país.

Frente a problemas como la marginación o la pobreza que enfrenta nuestro país, la ciencia no es prioridad, como lo demuestran los recortes presupuestales en los últimos años. ¿Qué opina Julieta Fierro de esta situación?
Que justamente porque tiene tantos problemas que resolver, México debería priorizar la investigación y el desarrollo científico. Los científicos trabajamos para encontrar soluciones, para saber más de todo lo que nos rodea, y eso es en esencia lo que tenemos que transmitir: la razón de ser del conocimiento. Es fácil: de invertir un poco más en prevención e investigación podríamos evitar tragedias brutales y pérdidas humanas y materiales como las que provocan inundaciones, huracanes, sequías o enfermedades, por mencionar sólo algunos ejemplos, pues es más fácil evacuar si sabemos que algo va a pasar, que enfrentar las tragedias después de que ocurrieron, y ese «saber» es lo que nosotros llamamos ciencia.

Pensemos por ejemplo en la carestía de agua potable, en la escasez de petróleo, en la contaminación; todos estos problemas la ciencia los puede resolver, sabe cómo, pero tenemos que vincular a los científicos con las industrias para preverlos. Claro que no es nada sencillo porque nos hemos dado cuenta de que los científicos hablamos un lenguaje diferente al de los industriales, que hablan el lenguaje del dinero, que quieren recuperar sus inversiones a corto plazo, ver ganancias en poco tiempo, pero de que se puede, se puede.

Hay esquemas que han adoptado otros países para crear este vínculo entre la industria y la ciencia. En Japón, por ejemplo, las industrias contratan a los recién doctorados y durante varios años los entrenan para que conozcan sus problemas y así combinen los conocimientos de ambas esferas. En Inglaterra, el Estado beca a los científicos para que trabajen en las industrias exitosas para convencer a los industriales de que vale la pena que los contraten, pues les están resolviendo conflictos y mejorando sus líneas de producción con muy buenos resultados.

Esa podría ser una solución para México, pero antes habría que cambiar la percepción que tiene la sociedad de la ciencia, hacerle ver que es prioritaria e impostergable, que no puede quedarse en segundo plano, porque, de no hacerlo, no se podrá resolver los problemas que ya existen y sí habrá otros mayores y más graves, en el largo plazo. Ahí es donde la divulgación tiene un papel muy importante que jugar.

¿Qué relación encuentra entre divulgación científica y educación?, ¿cómo se ligan estas dos prácticas en un país como el nuestro?
La divulgación, en estos términos, es un arma para enfrentar el rezago educativo que existe en nuestro país, pues hay que considerar que la forma de aprender de por vida es a través de la educación no formal. Recordemos que, en México, la mayoría de la población va a la escuela sólo unos cuantos años y pasa el resto de la vida lejos del aprendizaje formal. Para mí la divulgación de la ciencia es parte de esa educación informal.

Por ejemplo, cuando yo fui a la escuela no había conocimientos en torno al genoma humano, pero ahora existen y es un avance científico que ya conozco. ¿Cómo me he enterado?, pues a través de la divulgación, es decir, a través del trabajo de científicos, periodistas o investigadores que se han dedicado a mostrar esa información, a hacerla pública para que las otras personas nos enteremos. Esa educación informal es la que creo que permite adquirir conocimiento de por vida.

¿Podría la divulgación ser un detonante para desarrollar la ciencia en México?
Tal vez, siempre y cuando sea apoyada por una sólida educación formal que privilegie el acercamiento de los niños al quehacer científico desde sus primeros años, que creo que es el verdadero problema de la ciencia en el país. Se dice que para impulsar el desarrollo en México tendríamos que duplicar la planta de científicos, pero para lograrlo habría que plantear primero una verdadera reforma educativa, porque si no invertimos en la educación y los maestros no saben enseñar ciencia será muy difícil que a los niños les encante y que quieran dedicarse a esto el resto de su vida. La reforma educativa es urgente si queremos desarrollar en el futuro procesos más creativos en producción, explotación y trasformación, y si deseamos generar más riqueza y, al mismo tiempo, mayores recursos para el país.

¿Cómo debe ser esa reforma? ¿Cuál propone que sea su punto nodal?
Hace 50 años lo importante era formar trabajadores para las fábricas, por eso les enseñaban a leer de manera mecánica, igual que las ciencias y las matemáticas, pero ahora, todos hemos aprendido que el conocimiento avanza tan rápido que tenemos que estar aprendiendo cosas nuevas todo el tiempo. La propuesta es simple: cambiar el sistema educativo para que los niños aprendan a pensar, a resolver problemas. Uno no puede saberlo todo, pero puede “aprender a aprender” lo que necesita saber. Y todo esto no es nada del otro mundo; de hecho, ese es el paradigma actual de la educación, sólo que no se lleva a cabo.

Creo que no es suficiente cambiar los planes de estudios y pretender que con eso la manera de aprender ya cambió; si no formamos a los maestros, si no tenemos libros, recursos e infraestructura, de nada sirven los planes. La reforma debe incluir buenos sueldos para los profesores, buenas condiciones de trabajo, menos burocracia, cursos de actualización, materiales de apoyo… de esta manera, una reforma integral de la educación sí puede funcionar.

Sabemos del éxito que ha tenido el trabajo de divulgación que usted ha hecho sobre todo para públicos infantiles, pero ¿cómo podemos hacer divulgación científica para un mundo de adultos permanentemente ocupados?
Considero que en la divulgación científica entre más diversidad, mayor éxito. Efectivamente, cada adulto es distinto, tiene intereses y ocupaciones diferentes, tiempos disponibles diferentes, así que si ofrecemos un abanico amplio de informaciones con formatos distintos va a ser más fácil que el adulto se interese también por la ciencia. Creo que necesitamos buscar espacios para la divulgación científica en los noticieros, en los periódicos, en las estaciones de radio, en revistas, en videos, en la red, en libros… es decir, nuestro mensaje tiene que entrar en toda la sociedad por medio de la divulgación de la ciencia.

¿Cree que los medios de comunicación le conceden a esta práctica la importancia que merece?
Pues no puedo hacer esa evaluación, simplemente porque no hay suficiente información al respecto. Hace como cinco años, el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) se acercó a los divulgadores para saber cuál era el estado de la divulgación en México, cuáles eran las mejores maneras de hacer divulgación, a quién le llega, cómo le llega, pero nadie pudo responder con exactitud, no hay estudios al respecto y, por lo tanto, lo que se diga está basado en opiniones personales, no sería científico. De hecho, el propio Conacyt empezó a realizar un estudio de este tipo que, por cierto, nunca terminó. Por eso no le puedo contestar la pregunta, porque no sabemos bien cómo es la divulgación en México. Lo que sí puedo decir es que a la gente, si sabe uno cómo acercársele, sí le puede interesar la ciencia.

¿Y cómo acercársele?
Pienso que a la gente hay que hablarle de los temas que le interesan. Los hombres adultos, por ejemplo, después de los 50 años, quieren saber sobre su salud, sobre cómo estar fuertes o cómo ver bien; a las amas de casa les interesa saber cómo criar bien a sus hijos; a las adolescentes les gusta saber el porqué se enamoran; a los jóvenes les importa saber de cómputo y de coches. Entonces, lo que hay que hacer es acercarse a la gente con aquello que le interesa, porque si no, corremos el riesgo de fracasar como han fracasado cientos de proyectos educativos. Alguna vez alguien me preguntó que por qué en el Rincón de la lectura de los niños no había libros de Octavio Paz, y mi respuesta fue tajante: “no está, porque si al niño de 7 años lo ponemos a leer a Paz y no lo entiende, va a creer toda su vida que la poesía es horrible”, y es que no hay nada peor que perder a un lector desde que
es niño.

¿Y eso también es ciencia?, hablar de salud, de música y de cómo los adolescentes se enamoran…
Claro que sí. Antes de que hubiera mujeres dedicadas a hacer ciencia, esas preguntas de por qué se enamora la gente o cuáles son las reacciones físicas del amor, se consideraban poco serias; claro, los sociólogos ponían a una rata a correr hasta que se caía muerta y medían cuanto resistía, y eso era serio, científico. Sin embargo, cuando las mujeres empezaron a hacer ciencia y a preguntarse cosas como las que menciono, el enfoque de la ciencia también cambió. Las científicas hicieron un análisis comparativo entre el amor y las drogas, por ejemplo, un paralelismo entre los efectos de uno y otro, y encontraron coincidencias en la estimulación, en la duración de los efectos, y buscaron explicaciones antropológicas a este comportamiento. Todo eso es, pues, ciencia y no se había analizado hasta que algunas mujeres se pusieron a trabajar en esos temas, y no sólo eso, hubo divulgadores que se encargaron de popularizar estos conocimientos.

¿Y cómo lo lograron?, ¿cuál es la clave para hacer efectiva la divulgación, para que funcione: la sencillez del lenguaje, la claridad, la imaginación, el conocimiento?
Creo que un poco de todo eso, pero además es importante la profesionalización, aprender un poco de ciencia, un poco de comunicación. Es lo que pretendemos ahora en el Distrito Federal donde abrimos una maestría en Comunicación de la Ciencia. La idea es que vengan estudiantes egresados de las carreras de Ciencia, de Filosofía y de Comunicación para que aprendan unos de otros y, por supuesto, también de sus maestros, para que construyan una práctica de divulgación sólida, para que cada egresado salga con una habilidad, por ejemplo, de hacer entrevistas, hacer programas de televisión y de radio o escribir artículos. El objetivo es que logren comunicar la esencia de la ciencia y que conozcan un par de disciplinas y puedan divulgarlas de manera sabrosa, como nos gusta a los científicos, apasionante, pertinente.

¿Puede un periodista hacer el trabajo de divulgación científica con la rigurosidad que requiere un científico, pero sin limitar su lenguaje al público especializado?
Los científicos deben aprender que en la divulgación se conceden permisos que no tienen por qué poner en riesgo la rigurosidad de la ciencia. No podemos pretender que quien lea un artículo en el periódico deba tener un doctorado en la disciplina; lo que queremos es que se enteren de que existe el avance científico, el descubrimiento, y si el lector quiere profundizar, tiene que acercarse al especialista y enterarse de primera mano qué está sucediendo, de lo contrario, si somos rigurosos al extremo, cerramos la posibilidad de que la gente sepa por qué la ciencia es importante y por qué nuestro trabajo vale la pena.

Es como quien diseña una exposición en un museo de ciencia, pues al hacerlo debe utilizar y presentar elementos e información comprensibles para el espectador, de quien nadie espera que salga del museo con un doctorado en el tema, sino con información general de animales, joyas, documentos históricos… y punto. Como científico no puedes esperar más que eso.

En octubre pasado, al igual que a Carmen Aristegui, le entregaron a usted el trofeo “Mujer Abriendo Camino”, ¿cuál cree que es ese camino que ha abierto para las mujeres?
He peleado por que la divulgación logre un reconocimiento. En el Sistema Nacional de Investigadores, la divulgación equivalía a puntos negativos porque decían que si hacías divulgación le quitabas tiempo a la ciencia, a lo que sí era importante.

De hecho, en el Instituto de Astronomía me decían que no hiciera divulgación porque me hacía perder el tiempo, “eso es para la gente que fracasa en la ciencia”, me decían algunos, pero mi espantosa necedad finalmente me llevó hacia ese camino, y creo que ahora –aunque muchos no lo puedan creer– estoy en el máximo nivel del Sistema Nacional de Investigadores con todo y la divulgación, que ha sido el trabajo de mi vida.

¿Qué hizo para lograr el reconocimiento de una labor tan poco valorada?
Pues hacer divulgación y hacerla bien. Pienso que hay que tomarla en serio, así como un científico se apasiona por su investigación y su trabajo es lo más importante de su vida, la divulgación debe convertirse en una actividad científica formal, con bases, preparación, metodologías… en fin, se le debe dar el lugar que merece. Sin embargo, reconozco que los científicos tienen razón al señalar que los divulgadores mexicanos no hemos terminado de desarrollar las bases teóricas para esta materia.

A pesar de que la divulgación es muy reciente como actividad formal, tenemos que hacer los criterios de evaluación para garantizar la calidad, porque todavía no hay formas que nos permitan establecer esquemas y determinar cuál divulgación es eficiente y cuál no, cuál es adecuada y cuál no; los divulgadores siempre decimos que lo que hicimos estuvo bien, pero debemos tener certezas, no sólo opiniones.

A propósito de este tema, ¿en qué contexto nació el posgrado en Divulgación Científica que ahora imparte la UNAM?
Cuando me hicieron directora de la Dirección General de la Divulgación de la Ciencia en la UNAM me puse tres metas claras, pues considero que es fácil darse cuenta de que, aunque existan todos los sueños del mundo, no es posible realizar muchos de ellos. Tenía, entonces, que ser realista, dado que acababa de pasar la huelga y la situación era complicada. Mi primer planteamiento fue contratar gente capacitada; el segundo, restaurar los edificios que se nos asignaron, y el tercero fue hacer la maestría, aunque no se estableció tal y como yo hubiera querido, fue un excelente primer paso.

Estoy segura de que, a mediano y largo plazos, los divulgadores vamos a poder crear nuestros centros con nuestros criterios de evaluación, de pertinencia académica, y a partir de ahí podremos construir nuestra disciplina. Por ahora tenemos ya dos generaciones de divulgadores que están aprendiendo y ayudando a construir el conocimiento en esta área de la ciencia, y creo que van por buen camino.

El año 2004 fue un buen año para Julieta Fierro ¿no es cierto?, además de los reconocimientos ahora la incluyeron como miembro de número en la Academia Mexicana de la Lengua. ¿Cuál cree que será su aportación ahí?
Pues no lo sé a ciencia cierta. Creo que debo pasar más tiempo ahí para descubrir el verdadero potencial. Por ahora me voy a dar un buen tiempo para conocer mejor la Academia de la Lengua; de hecho, he tenido varios proyectos que no han prosperado porque creo que estamos en diferentes sintonías. Tengo que estudiar mejor las posibilidades y ver qué puedo aportar.