Julio-Septiembre 2004, Nueva época No. 79-81 Xalapa • Veracruz • México
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Más que factores químicos o genéticos
Una alteración eléctrica cerebral
puede provocar la hiperactividad

Alma Espinosa

Sobre la hiperactividad se piensa y se dice mucho, pero la mayoría de las veces aquello que se piensa y se dice es erróneo. Este yerro puede traer consigo implicaciones serias para los que padecen dicho trastorno; de ahí la necesidad de que la gente que está directamente relacionada con ellos se informe sobre el tema y disuelva todo prejuicio al respecto. Sobre este tema nos habla Francisco Javier Beltrán Guzmán, académico del Instituto de Investigaciones Psicológicas.
 

Por años se ha tenido la falsa concepción de que los niños extremadamente inquietos tienen un exceso de energía y por ello deben desfogarla en actividades que exijan un mayor esfuerzo físico. Pero en realidad, ¿qué factores intervienen para que un niño manifieste una mayor excitación en todas las actividades que realiza y las que no debiera realizar?

La necesidad de responder ésta y otras cuestiones acerca del comportamiento de los niños surgió a inicios del siglo pasado. Desde 1902 el científico George Frederick Still realizó algunos estudios de lo que hoy llamamos hiperactividad, un trastorno del comportamiento. Estudió y describió por primera vez un grupo de niños con diversos grados de agresión, hostilidad, conducta desafiante, desatención e hiperactividad.

De acuerdo con sus estudios, dictaminó que los infantes con hiperactividad son problemáticos, poseen un espíritu destructivo, son inquietos en exceso, insensibles a los castigos y muy nerviosos. Al mismo tiempo, son niños difíciles de educar porque no pueden mantener su atención por un tiempo prolongado, lo que también provoca que no atiendan las órdenes de los adultos, ya sean padres o maestros.
Los menores con características hiperactivas son tercos y obstinados, al tiempo que son poco tolerantes, sobre todo frente a las frustraciones, según Still. Y tal vez la característica más notable es que son niños incapaces de permanecer quietos en los momentos más necesarios, como en clases o en reuniones familiares o de otra índole.

Una cuestión que resulta esencial para el desarrollo adecuado de un niño con hiperactividad es que la detección sea oportuna. De esta manera se contará con mayores posibilidades de realizar acciones encaminadas a controlar el trastorno, pues éste no desaparece.

En el Instituto de Investigaciones Psicológicas de la Universidad Veracruzana, una autoridad que puede hablar de la hiperactividad es el investigador Francisco Javier Beltrán Guzmán, quien desde hace dos décadas ha enfocado sus energías al estudio de este trastorno que tiene gran incidencia en el desarrollo social y emotivo del niño.

¿Qué es la hiperactividad?
Ateniéndonos al nombre, la hiperactividad es un volumen de actividad en el niño fuera de lo normal. Hablamos de hiperactividad infantil porque es en la infancia en donde debe ser detectada, antes de los siete años. Si un individuo ha tenido un comportamiento dentro de ciertos límites llamados normales y a los 20 o 30 años empieza a tener un incremento en el volumen de su actividad, ya no le podemos llamar hiperactividad.

La hiperactividad propiamente dicha debe ser diagnosticada antes de los siete años, y deberán transcurrir mínimo seis meses de observación para poder decir que el niño es hiperactivo. En la actualidad ya no se habla exclusivamente de hiperactividad, pues generalmente estos volúmenes de inquietud en el niño están relacionados con problemas de atención, por lo que se le conoce como TDAH, Trastorno del Déficit de Atención con Hiperactividad. Éste es de origen neurobiológico y se caracteriza por una falta de concentración, impulsividad y/o hiperactividad excesiva o inapropiada.

¿Qué opina acerca del uso de medicamentos para tratar la hiperactividad?
Normalmente el medicamento que recetan los neurólogos no cura el trastorno, sólo lo controla. Si al niño le retiran el medicamento su conducta inquieta resurge, inclusive en un grado mucho mayor que antes. El producto más utilizado es el Metilfenidato o Ritalin como se le conoce comercialmente. También es cierto que si utilizamos medios no farmacológicos el niño puede controlar su conducta y no desaparece la hiperactividad.

No rechazamos el uso de fármacos al 100 por ciento, pero creemos que deben ser utilizados con cierta reserva. No compartimos la idea de que los tomen toda la vida y pensamos que si se toman inicialmente, los medicamentos pueden ser sustituidos por otras estrategias. Además, dicho sea de paso, el medicamento por sí mismo no es la solución porque se tienen que hacer otras cosas, como trabajar conjuntamente entre el psicólogo, el maestro y el neurólogo, en este caso.

Entonces, ¿cuáles son los mecanismos para controlar el trastorno?
Los mecanismos son muy variados dado que la hiperactividad puede tener diferentes orígenes o factores que intervienen. Se recomienda, por ejemplo, que el niño tenga un ambiente estructurado en casa; me refiero a que tenga reglas claras, como puede ser la hora de levantarse, acostarse, ver la televisión, etcétera.

Es necesario que el ambiente no sea tan cambiante, como en el caso de los niños cuyos padres los llevan por la mañana a la escuela y no son ellos quienes los recogen, o los niños que no son llevados a su casa, sino que van a la de la tía, la vecina, la abuelita y después de varias horas sus padres los recogen.

Eso es lo que se llama ambiente no estructurado, ambiente del que el niño no es responsable. En cambio, los padres sí tienen que trabajar en ese sentido, aunque a veces las circunstancias no se los permite por los horarios y cargas de trabajo. Lamentablemente, aunque la mamá ponga reglas claras, el niño pasa cuatro horas en otra casa en la que las normas son diferentes, lo que echa a perder el trabajo en la propia casa. Sin embargo, aun en todo ese desorden se puede incluir un orden.

Incluso se debe trabajar en las reglas que dictan padre y madre, ¿no es así?
Sí, a veces uno es más permisivo que el otro y no se ponen de acuerdo; eso mismo deshace cualquier logro que se tenga con el niño.

¿Qué otra técnica o acción se debe seguir para controlar a un niño hiperactivo?
Se recomienda utilizar estrategias de relajación, en contra de lo que muchos padres y maestros recomiendan. Ellos piensan que hay que llevar a los niños a actividades deportivas para que saquen toda su energía; entonces los llevan a correr como chivas locas, a nadar hasta que se cansen y paradójicamente no se agotan.

Lo que se recomienda es todo lo contrario. Por ejemplo, en lugar de practicar karate que hagan gimnasia o que realicen alguna disciplina con movimientos más lentos. En vez de llevarlos a correr, es mejor tenerlos en un lugar donde hagan las cosas a paso de tortuga. Digamos que con ellos debemos jugar carreras a la inversa: “vamos a jugar carreras a ver quién llega al último”. Esa sería la intención.

Por otro lado, están las estrategias cognitivas o metacognitivas que consisten en introducir elementos verbales en el niño entre una acción y otra. El problema de la atención de los infantes radica precisamente en que no hay mediadores; entonces al niño tenemos que enseñarlo a pensar antes de actuar y hay estrategias para seguir en este sentido.

Para que un niño sea hiperactivo, ¿interviene la genética?
Hay muchas teorías al respecto. Se piensa que el trastorno puede ser heredado y se ha buscado a nivel neurológico y genético para ver si hay algún gen del niño hiperactivo, pero hasta ahora no hay resultados definitivos al respecto. Nosotros nos inclinamos más porque hay agentes en el embarazo que pueden desencadenar este trastorno, pues normalmente hay factores de riesgo en la gestación y en el momento del parto que están asociados con una alteración eléctrica del cerebro que produce una modificación, detectada posteriormente a través de un electroencefalograma.

Nosotros lo explicamos de esta manera: la alteración eléctrica produce una irritabilidad y es como si tuvieras un corto circuito dentro que te provoca mucho movimiento corporal. Es por eso que el niño no controla sus impulsos, no es su decisión sino que su cerebro es el que provoca tal acción.

Pensamos, pues que intervienen factores a nivel neurológico u orgánico, y no que existen factores químicos, genéticos o de otra índole. Además, la hiperactividad es una condición y es similar a que nazcas disminuido de la audición o de la vista. Más bien depende de lo que hagas con el niño una vez que sea detectada esa condición, y si no haces nada ésta puede crecer y provocar muchas alteraciones; en cambio, si se diagnostica a tiempo y se trabaja con el niño y con los padres no tiene por qué ser un problema mayor.

¿En el lapso del embarazo hay cuestiones externas que puedan causar dicha condición, como el estrés o la ingestión de algunos medicamentos?
Sí. Puede haber factores como los embarazos de alto riesgo en los que la madre tiene que estar en reposo por lo menos tres meses para evitar un aborto o un parto prematuro. También tiene mucho que ver que la madre esté sometida a tensiones, ya sea de tipo emocional o a las propias derivadas de un embarazo de alto riesgo. Influye de igual forma el hecho de que esté expuesta a contaminantes o cosas similares. Pero con esto no quiero decir que todos los embarazos de alto riesgo van a dar lugar a un niño hiperactivo, pues para que suceda debe existir una combinación de factores para la presencia del trastorno.

Si en el momento del parto surge alguna complicación, ¿puede ser este un factor que haga al producto propenso?
Sí. Esos son factores de riesgo adicionales, por ejemplo que el producto se “pase” del tiempo una o dos semanas, que el niño comience a tener sufrimiento fetal, que no llore o respire inmediatamente, inclusive la administración directa de oxígeno es otro factor de riesgo que puede provocar estas alteraciones. Pero repito, es una especie de cóctel molotov cuyos resultados no podemos prever.

¿Es cierto que la hiperactividad es más frecuente en niños que en niñas?
Se percibe más en niños que en niñas, pero no necesariamente hay una desproporción. Normalmente el niño es el que anda más de arriba para abajo y se nota en mayor medida, pero si vemos las estadísticas podemos ver que si bien la incidencia es más alta en niños esto no muestra una gran diferencia con las niñas; es decir, no hay una diferencia sustancial entre ambos géneros.

¿Cuenta con datos recientes acerca de este trastorno en niños mexicanos?
En una investigación que hicimos en el Instituto de Investigaciones Psicológicas para detectar este síndrome, encontramos indicadores de posible trastorno en un 30 por ciento de la población estudio. Nuestro universo fueron algunas escuelas primarias vespertinas de Xalapa y una rural. Hasta el momento, son sólo indicadores; falta realizar un estudio más fino para ver cuáles corresponden a problemas de conducta y cuáles a problemas de hiperactividad propiamente dichos.

De manera más general, en el ámbito internacional se maneja un 10 por ciento, esto es, uno de cada 10. Con esto nos podemos dar cuenta de que realmente es alto el índice de la presencia de este trastorno. Sin embargo, el problema no es que sea alto o no, pues hay otras enfermedades o padecimientos que tienen una mayor morbilidad; el conflicto está en lo que se hace o lo que se deja de hacer.

¿Qué es lo que pasa en los casos de hiperactividad que no es detectada ni tratada a tiempo?
Normalmente la conducta hiperactiva tiende a desaparecer o a tener otras manifestaciones en la adolescencia. En esta etapa, la persona ya toma más control en sus impulsos, pero los canaliza de manera diferente. Por ejemplo, en lugar de pararse, brincar, saltar, agarrar objetos… puede tener un movimiento rítmico en sus piernas y mantenerse sentada durante horas pero moviéndose.

Otra característica es masticar cosas. Por ejemplo, una persona acostumbra tomar refresco con popote, el cual mastica por horas sin manifestar alguna intranquilidad en su comportamiento. En ocasiones, el síndrome se sigue manifestando pero de manera diferente, y las personas que lo padecen pueden ser igualmente inquietas aunque su inquietud está dirigida hacia una actividad. En todo esto tiene mucho que ver la forma en como llegue a esa edad y principalmente cómo se haya tratado en la infancia.

¿Lo correcto sería tratar de eliminar o disminuir el trastorno?
La hiperactividad no se elimina, lo que se pretende es que el sujeto tenga un mayor control sobre sus impulsos y sobre su atención. En vez de eliminarse, sólo se recanaliza a actividades productivas conforme el niño vaya teniendo más edad. Una de las cosas que me interesa dejar claro es que la hiperactividad no se considera como una enfermedad, por eso se habla de un trastorno. Si fuera una enfermedad, posiblemente con prescribirle un medicamento la persona hiperactiva se curaría.

¿En el caso de los adultos, existe alguna técnica de autocontrol?
Las técnicas están relacionadas con ejercicios de relajación, pero lo esencial es que el adulto esté consciente de la situación. Por ejemplo, conocí a una persona en España cuya hiperactividad no tratada la ha llevado a tener un tren de trabajo increíblemente alto. Le hace falta planear un espacio para la relajación que lo convertirá en una persona más productiva. También debe utilizar técnicas de autoinstrucciones que regulen sus impulsos, como “detente”, “mira”, “qué vas a hacer”, “no corras”, “ve más despacio”.

¿En el caso de que no se haya dado un buen tratamiento, el adolescente o adulto puede presentar baja autoestima, depresión o trastornos sicóticos?

En el caso de los trastornos sicóticos no hay una relación directa. Lo cierto es que los niños con hiperactividad son marginados o rechazados socialmente y eso lesiona claramente su autoestima. Si los padres no le brindan un apoyo suficiente, el menor va a crecer con este concepto y con poca estima hacia su persona. Pero no es culpa del niño; la responsabilidad es del mundo adulto, de las escuelas, de la visión de los maestros. Y no solamente son los profesores; a veces hay incomprensión por parte de la familia, a veces por los propios padres, y eso se va acumulando en el niño, quien ve lesionada su autoestima.

¿Cuáles son las repercusiones de la baja autoestima en el hiperactivo?
Son las mismas para casi cualquiera, sólo que en el caso de los niños y adolescentes son más notorias o más sensibles. Se pueden volver personas tímidas, poco participativas en niveles universitarios, temerosos a la hora de solicitar un empleo y muy susceptibles al rechazo; incluso, por las dificultades que enfrentan, desisten de realizar determinadas acciones. Yo creo que la autoestima es muy importante en la infancia cuando sufren todo el embate del mundo adulto, ahí es cuando más les duele. Ya cuando son adolescentes o inclusive adultos adquieren otros elementos para superar estas dificultades de personalidad o seguridad.

¿Desde cuándo se ha interesado en desarrollar este tema?
Desde hace 20 años. Trabajé por 10 años en un centro de atención psicopedagógica y muchos de los niños llegaban con estos problemas. Además, mi hijo fue diagnosticado como hiperactivo, lo que me motivó trabajar en ese sentido.
De esta manera, mi esposa y yo combinamos nuestro trabajo profesional con el de padres y así lo pudimos sacar adelante.