Julio-Septiembre 2004, Nueva época No. 78-81 Xalapa • Veracruz • México
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En el estado de Veracruz
Acceso a la educación superior:
¿Qué hacer al respecto?

Víctor A. Arredondo

 

Primera Parte
De una educación superior elitista a una incluyente / Todavía hay camino por andar; hasta hoy ningún país atiende al 100 por ciento de la demanda / En México, el crecimiento de las universidades públicas está normado por la Federación / Tres líneas de acción para continuar ampliando la oferta en Veracruz

El enfoque elitista que caracterizó a la educación superior, desde su fundación formal hace casi 1 000 años hasta finales de la década de los sesenta, se ha venido supliendo laboriosamente por otro más incluyente, gracias a una consistente expansión de oportunidades educativas en prácticamente todas las naciones del orbe. La sociedad contemporánea sabe que su porvenir descansa en la cantidad y la calidad de sus recursos humanos. Sabe que a mayor nivel de educación de su población, mayores serán las perspectivas de progreso individual y colectivo. Es por eso que durante las últimas tres décadas y media, la población mundial de estudiantes de educación superior ha crecido de manera impresionante.

México no fue la excepción en cuanto a ese cambio de enfoque. En 1970, nuestro sistema de educación superior contaba apenas con alrededor de 250 000 estudiantes. Peor aún, 60 por ciento de ellos se encontraba matriculado en alguna institución educativa ubicada en el Distrito Federal. Frente a esa realidad, nuestro país impulsó durante la década de los setenta una política de crecimiento y desconcentración geográfica de ese tipo de servicios educativos. En consecuencia, diez años después, en 1980 el país no sólo logró aumentar su matrícula de educación superior hasta alcanzar 800 000 alumnos, lo que significó triplicar la población estudiantil de ese nivel, sino que además aseguró que la mayor parte de la nueva oferta se diera en el resto de las entidades federativas. El impacto de esa voluntad de desconcentración se refleja en el hecho de que hoy la población de estudiantes de licenciatura en la capital del país representa menos de una cuarta parte del total nacional.

No obstante, a pesar de la ardua labor incluyente de nuevas oportunidades, su impacto relativo sobre la proporción de jóvenes en edad universitaria con acceso a la educación superior fue muy bajo. Esto se ilustra por lo siguiente: en 1970, siete de cada 100 jóvenes en el grupo de edad de 18-24 años estaban matriculados en educación superior; en 1980 y a pesar de la expansión educativa ganada, esa proporción subió apenas a 13 jóvenes de cada 100. Peor aún, no ha sido posible acrecentar significativamente ese indicador hasta la fecha, aun cuando la educación superior mexicana ha continuado con un crecimiento expansivo evidente. Entre 1980 y 2004 logró, nuevamente, triplicar su tamaño para alcanzar una cifra cercana a los 2 millones 400 000 alumnos inscritos. Pero su cobertura relativa respecto a la población potencialmente demandante subió apenas al 20 por ciento de los jóvenes en el rango de edad de 18-24 años. Esto significa que hoy sólo uno de cada cinco jóvenes mexicanos en edad universitaria encuentra espacio en una institución de educación superior.

Son tres las razones principales de este problema. La primera es obvia: el gran crecimiento demográfico del país de años anteriores todavía impacta y seguirá impactando a la educación media superior y por más tiempo aún a la educación superior (por lo menos durante la próxima década y media). Si bien los primeros grados de la educación básica presentan ya tasas negativas, puesto que hay en sus aulas menos alumnos que antes, los flujos escolares de los grados posteriores seguirán poniendo presión en los niveles más altos de la pirámide educativa. La segunda razón es que la mayor eficiencia terminal alcanzada en la educación primaria y secundaria –medida ésta por la proporción de egresados de tales niveles–, aunada a una expansión real del bachillerato, amplía la base de solicitantes de ingreso a la educación superior. Para ser precisos, a medida que se mejora la cobertura y el rendimiento educativo de la educación básica y media superior, aumenta la demanda real de educación superior. La tercera razón es que, a pesar de la impresionante expansión de oportunidades educativas del pasado, ésta no ha logrado compensar no sólo la magnitud sino, incluso, la velocidad de crecimiento de las nuevas solicitudes de primer ingreso que los jóvenes demandan.

Reconocido lo anterior, resulta indispensable aclarar lo siguiente: A finales de los ochenta y a lo largo de la década de los noventa, la política educativa nacional buscó, entre sus principales objetivos, componer los desperfectos y anomalías de la calidad educativa generados por un crecimiento improvisado, esto es, insuficientemente planeado y un tanto desordenado, de las dos décadas anteriores. Si se acepta esa realidad, hoy debemos necesariamente realizar una planeación meticulosa de la expansión futura. Es cierto que debemos continuar impulsando nuestra política incluyente en la educación superior; pero también lo es el que las nuevas oportunidades deben ser de alta calidad y asociadas con perspectivas reales de desarrollo personal, profesional y laboral.

La mera búsqueda de más espacios sin un correspondiente esfuerzo por alcanzar la calidad y la pertinencia social, aunque esté basada en una genuina preocupación sobre la equidad social, generará mayores conflictos que los que intenta resolver.
Esa es una lección que debimos haber aprendido de nuestro pasado. El país tuvo que canalizar grandes recursos y realizar esfuerzos correctivos para intentar superar graves problemas que hoy todavía no están cabalmente resueltos. No hay duda de que buena parte de esa problemática se derivó de que crecimos de manera acelerada y desordenada.

De ahí que el reto de hoy no sólo consista en masificar apresuradamente la educación superior, sino también en que las nuevas ofertas sean cualitativamente acreditables por instancias externas a las casas de estudio, en áreas y tópicos indispensables para el desarrollo local, regional y nacional, y operadas mediante un menú diversificado de instituciones, modalidades y programas. Debe quedarnos claro que será un contrasentido seguir creciendo en carreras saturadas sin perspectivas de empleo y a través de programas de dudosa calidad que no reflejen una clara vocación por la pertinencia social. En resumen, debemos aprender las lecciones de ayer y también de lo que ha sucedido en otros países en la misma materia.

Resulta necesario, en ese contexto, aclarar lo siguiente: A pesar del interés mundial mencionado al inicio de este trabajo por expandir la educación superior, no hay país en el mundo que en la actualidad atienda o pretenda atender a todos los jóvenes en edad de cursar estudios universitarios, ni siquiera a todos los egresados del nivel medio superior. Por ejemplo, Canadá, que es el país con la mayor cobertura de ese nivel educativo en el mundo, en el año 2001 aceptó al 51 por ciento de su población en edad universitaria. Esto es, a uno de cada dos jóvenes.
Estados Unidos, que se ubica en segundo lugar mundial en la materia, al 40 por ciento de los solicitantes. Los países más desarrollados pertenecientes a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (ocde) atienden en promedio al 33 por ciento de la población en edad universitaria. Estas cifras, ciertamente, nos indican que México debe mantener un esfuerzo sostenido para superar ese déficit educativo (de al menos un 13 por ciento con respecto al porcentaje promedio de la ocde), pero también nos dicen que buscar una cobertura universal en la educación superior está fuera de la realidad y de toda proporción.
Por tanto, no se debe enviar a la opinión pública y a los jóvenes mensajes con premisas endebles de que es factible en plazos cortos resolver toda la demanda potencial de educación superior. Sí es posible atenuarla, pero hay que hacerlo con bases de planeación coordinada.

Otros países con una visión pragmática y efectiva sobre este punto ponen el acento en la generación de opciones mientras trabajan seriamente en la flexibilización del sistema educativo para abrir oportunidades formativas que, aunque impliquen tiempos parciales de dedicación al estudio, permitan a los jóvenes encontrar rutas alternas de desarrollo. Varias naciones recurren, incluso, a la rotación de experiencias durante la juventud (empleo temporal, deporte, actividades culturales, programas sistemáticos de acción social y servicio comunitario, acceso a programas educativos de tiempo parcial, estadías en el extranjero, etcétera.) como una opción formativa que, aunque pasajera, resulta útil para quien lo desee o para quien no encuentre en determinado momento una oportunidad de educación escolarizada de tiempo completo. Lo importante, en consecuencia, es lograr asegurar a los jóvenes que siempre habrá otras ocasiones propicias para la superación permanente. Con ello, se evita el inadmisible juicio sumario de que, al no ingresar a la universidad en su primer intento, ese joven perdió su única oportunidad de mayor educación y que, en consecuencia, se tiene bien ganada la deplorable etiqueta de rechazado social.

Deseo insistir, entonces, en que no es posible lograr que los sistemas de educación superior crezcan de manera espectacular en períodos cortos, a menos que se incurra en graves improvisaciones que afectan negativamente la calidad y la pertinencia educativa. La naturaleza misma de las instituciones universitarias exige un proceso de desarrollo gradual, acumulado, que asegure cuidadosamente la calidad del personal académico, así como la de los programas y la infraestructura física, tecnológica y organizacional.

Analizado lo anterior, veamos ahora lo que ha sucedido en Veracruz. Primero, hay que reconocer que nuestro estado se mantuvo rezagado por varios años en la generación de nuevas ofertas de educación superior. Esto se ilustra por el hecho de que sólo atendemos conjuntamente al 16 por ciento de los jóvenes en edad universitaria, en comparación con el promedio nacional que decíamos es del 20 por ciento.  También es justo reconocer, sin embargo, que recientemente se ha trabajado para reducir ese rezago. Mientras que del 2000 al 2004 las nuevas oportunidades de primer ingreso a la educación superior en todo México crecieron 19 por ciento, en Veracruz lo hicieron 24 por ciento. Esa mayor ampliación estatal de espacios educativos también se observa en el hecho de que mientras la matrícula nacional de educación superior creció menos de 18 por ciento en los últimos cuatro  años, en Veracruz la matrícula estatal creció en un 48 por ciento durante el mismo periodo. Sin duda, ese paso no sólo habrá que mantenerlo sino, incluso, redoblarlo, pero mediante la diversificación de programas e instituciones de calidad.

La nueva oferta educativa pública de Veracruz se presentó, casi en su totalidad, en la educación tecnológica, tanto en los institutos ya existentes como en los de nueva creación, incluida la universidad tecnológica recientemente establecida. El resto de la ampliación, que ha sido considerable, se debió al sistema particular de educación superior. Por ello, el crecimiento de la Universidad Veracruzana ha sido ciertamente residual y su cobertura relativa en el estado, cada vez menor. Del año 2000 al presente, ha perdido siete puntos porcentuales en su participación en el rubro de la población estatal de educación superior, bajando del 44.5 por ciento al 37.4 por ciento.

Pero, ¿por qué ese comportamiento en la generación de nuevas oportunidades de licenciatura en la máxima casa de estudios de Veracruz? ¿A qué se debe su crecimiento marginal del 1 por ciento en los últimos cinco años, a pesar de que enfrenta una demanda creciente de estudiantes?  (una demanda que desde el año 2000 ha aumentado a un ritmo promedio anual mayor al 10 por ciento y que no sólo proviene de Veracruz sino también del resto del país –entre un 12 y 15 por ciento, esto es, más de 4 200 solicitantes provienen de otros estados). La respuesta es muy simple y fácilmente verificable: al igual que el resto de las universidades públicas del país, su crecimiento está normado por una contundente política nacional que opera desde hace años y que establece topes de crecimiento en aquellas universidades que han alcanzado o rebasado el parámetro de tamaño máximo deseable que es de 35 000 estudiantes, el cual, dicho sea de paso, ha sido superado por nuestra universidad desde la década de los ochenta.

Recientemente, en su Programa de Ampliación de la Oferta de Educación Superior 2002, la sep ratificó un conjunto de lineamientos denominados “Procedimientos para la Conciliación de Oferta y Demanda de Educación Superior de las Entidades de la Federación”, en donde insiste en la política de “detener el crecimiento de las ies cuya matrícula es mayor de 35 000 estudiantes, y concentrar los esfuerzos en la mejora cualitativa de sus programas educativos”. Este documento, en su apartado de Criterios para la Ampliación de la Oferta, propone que “en las entidades donde las correspondientes universidades públicas estatales hayan alcanzado o excedido el tamaño deseable, se impulse más enérgicamente la creación de nuevas instituciones con programas educativos de los niveles y contenidos para la formación técnico-universitaria”.

Con base en esa norma federal, los subsidios de la sep a las universidades estatales y, en consecuencia los de los gobiernos de los estados, se han aplicado fundamentalmente para gastos de operación y para la mejora de la calidad de los programas con el fin de que obtengan su acreditación correspondiente por organismos nacionales independientes. Por tanto, a las universidades públicas más grandes no se les han canalizado recursos públicos, desde hace años, para ampliar su oferta educativa, con la excepción de los programas del nivel de Técnico Superior Universitario y de Postgrado. También hay que precisar que desde hace dos décadas las nuevas plazas de personal académico únicamente son autorizadas y reconocidas financieramente por la Federación. Esto significa que una universidad en particular no puede incurrir en el crecimiento de su plantilla de personal sin exponerse al consecuente déficit presupuestal. Esa es la razón fundamental por la que universidades públicas como la Universidad Nacional Autónoma de México, la Universidad Autónoma Metropolitana, y las de Guadalajara, Nuevo León, Puebla, Sinaloa y la uv no han aumentado su oferta de estudios convencionales de licenciatura desde hace tiempo.

¿Qué opciones se nos presentan, entonces, en el futuro inmediato para ampliar la oferta de educación superior estatal? Son tres las líneas de acción que identifico. Primero, continuar con el crecimiento de la educación tecnológica a partir de las instituciones ya existentes y de la educación técnico-superior universitaria de dos años mediante la creación de nuevos programas y universidades tecnológicas, para las que sí existen recursos financieros públicos disponibles. Segundo, mediante el aumento de espacios en las instituciones particulares que están en condiciones de crecer adecuadamente y en programas para los que existen perspectivas de desarrollo profesional. Para este propósito, puede ser de gran utilidad un programa de becas dirigido a estudiantes con buen rendimiento académico y de bajos recursos económicos. La tercera es a través de una auténtica red estatal de educación a distancia que opere con el apoyo de las instituciones más sólidas en el estado. A estas tres líneas me referiré con más detalle en la segunda parte de este artículo.  
 
Segunda Parte

Algunos criterios básicos para orientar la nueva oferta de educación superior / Hacia la constitución de un Consorcio Veracruzano de Educación Superior a Distancia / Desde 1999, la uv ha establecido alianzas estratégicas con organizaciones líderes en el mundo para ofrecer exitosamente educación distribuida
 
En la primera parte de este artículo comentaba que en los últimos 35 años la expansión de los servicios de educación superior en México, al igual que en el resto del mundo, ha sido impresionante. En nuestro país, este crecimiento se ha dado además de manera desconcentrada llevando oportunidades educativas a todos los estados de la República. En cuanto al acceso a la educación superior nacional –no obstante que de 1970 a 2004 crecimos casi 10 veces en nuestra población de licenciatura, pasando de 250 000 alumnos a dos millones 400 000–, su impacto en las oportunidades educativas para los jóvenes en edad universitaria no ha sido el esperado. En 1970, siete de cada 100 jóvenes mexicanos tenían acceso a la educación superior; este año, 20 de ellos logran el ingreso.

Cuando comparamos estas cifras con las de otros países de mayor nivel de desarrollo, encontramos que todavía son insuficientes. Decíamos que el porcentaje promedio de los países más avanzados de la ocde es de 33 por ciento. Esto significa un diferencial del 13 por ciento que es necesario superar. También comenté que, hasta la fecha, ningún país atiende ni está en condiciones de atender al 100 por ciento de su demanda potencial de educación superior. La nación con la mayor cobertura mundial es Canadá que ofrece oportunidades de educación superior a uno de cada dos jóvenes canadienses.

Para el caso de Veracruz, el trecho deficitario a recorrer es aún mayor. Hoy atendemos apenas al 16 por ciento de nuestros jóvenes, por lo que nos encontramos cuatro puntos porcentuales por debajo de la cobertura promedio nacional.  Ciertamente, en los últimos cinco años, la expansión de la educación superior veracruzana ha sido objeto de impulso y ampliación. Decíamos que su tasa de crecimiento en el periodo (44 por ciento) ha sido significativamente mayor que la experimentada en todo el país (menos del 18 por ciento). Esto se debe al impulso de la educación tecnológica, ofrecida por los institutos tecnológicos y por una nueva universidad tecnológica, así como a la evolución de la educación superior particular que ha ampliado notablemente la oferta educativa en sus carreras tradicionales e intensificado la creación de nuevas instituciones y programas convencionales.

La Universidad Veracruzana, en cambio, ha tenido un crecimiento marginal en el mismo periodo (uno por ciento), derivado de la política federal de contención del tamaño de las instituciones públicas que cuentan con más de 35 000 estudiantes y de impulso a la consolidación cualitativa de los programas existentes. El incremento en el número de instituciones y programas y el crecimiento marginal de la matrícula de la uv ha significado, en consecuencia, que ésta vaya reduciendo gradualmente su participación relativa en la población estudiantil estatal. El peso relativo de la UV en la matrícula estatal de educación superior ha bajado del 44.7 por ciento en 2000 a 34.5 por ciento en este año. En congruencia con la política federal, el crecimiento de la UV se ha presentado básicamente en los estudios de técnico superior universitario de dos años y en los programas de postgrado con perspectivas de acreditación externa. Son precisamente estos dos tipos de programas para los que la sep otorga apoyos financieros orientados al crecimiento de universidades que han alcanzado o rebasado el tamaño institucional recomendado en todo el país.

A pesar de la ausencia de políticas nacionales consistentes para el fomento de vías alternas a la educación escolarizada tradicional y, por tanto, de recursos federales adhoc, nuestra casa de estudios emprendió desde hace cinco años una estrategia institucional integral y sostenida con el fin de preparar una oferta multimodal de educación a distancia, virtual y semipresencial que le permita ampliar su oferta de estudios universitarios. Esta estrategia ha significado un esfuerzo, sin paralelo en el país, en materia de construcción de espacios educativos dedicados al aprendizaje individualizado y colaborativo; de innovación, expansión y equipamiento de nuestras capacidades tecnológicas; de formación de recursos humanos especializados en las nuevas tecnologías de aprendizaje y en los sistemas de operación en línea; de desarrollo de programas, cursos y textos en formatos interactivos, y en la confección de todo tipo de sistemas en red para el apoyo académico y administrativo de estas nuevas modalidades de aprendizaje.

Esta estrategia se planeó con toda anticipación para evitar la improvisación y el desorden en soluciones cuya puesta en práctica implica acciones de alto grado de complejidad y especialización. Con el fin de garantizar al máximo la calidad de los recursos humanos involucrados, de los medios y de los sistemas de soporte, la Universidad Veracruzana ha venido formalizando, a partir de 1999, alianzas estratégicas con corporaciones e instituciones académicas líderes en la materia en el ámbito internacional. Algunas de las organizaciones que están colaborando con nuestra universidad en el desarrollo de la infraestructura requerida para el éxito de la educación distribuida son: Microsoft, Avaya (Lucent Technologies), VCON, Cisco, Opus, Symantec, Webct, Macromedia, Autodesk, Oracle, System & Computing Technologies (sct), On line Cataloguing Library Center (OCLC), Ebsco Host, Infolatina, Avantel, Telmex, Telcel, Universidad de Columbia Británica, Universidad de Phoenix (Apollo International), Universidad Abierta de Cataluña, Instituto Universitario de Postgrado (Fundación Santillana), Fundación Iberoamericana (Funiber), Global Development Learning Network (Banco Mundial), Organización Universitaria Interamericana (OUI), Consejo Británico, Universidad de Cambridge y el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM).

Como puede observarse, es sólo a través del trabajo compartido con organizaciones expertas como se puede garantizar la calidad y la actualización de las soluciones emprendidas en este campo de innovación dinámica. A este esfuerzo me referiré  más adelante con mayor detalle.

Antes de comentar cada una de las tres líneas de acción para abordar la ampliación inteligente de oportunidades educativas en el sistema veracruzano de educación superior, permítanme describir brevemente los análisis sistemáticos que serán necesarios para planear el tipo de estudios y las modalidades bajo las que convendría ofrecerlos.

En principio, se requiere de proyecciones más precisas del flujo escolar por nivel educativo, donde se apliquen las tasas actuales y esperadas de transición estudiantil, así como estudios sobre preferencias educativas para cada área general de estudios. Con ello se puede anticipar con mayor precisión la demanda futura desagregada de estudios superiores. Esta información cuantitativa deberá ser contrastada con análisis prospectivos de los programas académicos y temas específicos que resultan prioritarios para el desarrollo de Veracruz en los ámbitos:
w Macroregional (el papel del estado frente al fenómeno de la globalización, la Cuenca del Golfo de México, el Plan Puebla-Panamá, el Corredor Transístmico Coatzacoalcos-Salina Cruz, etcétera); W Nacional (el papel de los sectores veracruzanos de la petroquímica, la energía, la transportación multimodal, la producción agropecuaria, los litorales marinos, el agua, el desarrollo rural autosustentable, la modernización productiva, comercial y de servicios públicos, privados y sociales que demanda la prosperidad del país y el estado; la certificación laboral emergente, los retos básicos en materia de educación, salud, alimentación, vivienda, infraestructura básica y organización social, etcétera); WMicro-regional y local (el establecimiento de incubadoras de empresas de alta base tecnológica; la vocación productiva y el desarrollo de infraestructura y servicios intermunicipales; el papel especializado y compartido de las comunidades en la constitución de clusters, cadenas productivas y negocios alternativos; el manejo sustentable de recursos naturales regionales; la consolidación de infraestructura y de servicios urbanos y rurales específicos para cada municipio, etcétera).

Estos análisis deberán correlacionarse estrechamente con las políticas públicas y los proyectos privados de inversión y de promoción del empleo. Además, habrá que considerar aquellas habilidades generales que son indispensables para el aprendizaje autónomo y de por vida, en el contexto de la sociedad actual del conocimiento y que son aplicables a todas las disciplinas. El balance comparativo entre la proyección de la demanda estudiantil tendencial o tradicional y los requerimientos identificados sobre nuevos recursos humanos calificados y, por tanto, de nuevos contenidos, competencias profesionales y técnicas, así como de nuevos programas y modalidades educativas habrá de proporcionar una orientación más precisa sobre la naturaleza, características específicas y perfiles de los futuros estudios superiores en Veracruz.

Un aspecto crucial es, entonces, la definición de aquellas competencias básicas que deberán ser objeto de aprendizaje en todo estudiante del nivel superior y que debieran ser promovidas por toda institución educativa, así como aquellos conocimientos y habilidades básicas que resultan esenciales en cada disciplina profesional y técnica. El avance que logre Veracruz en la materia será de gran utilidad para promover la acreditación recíproca entre instituciones y, en consecuencia, la flexibilidad educativa y la movilidad académica de estudiantes en el estado. Este aspecto, como veremos más adelante, será una condición esencial para poner en marcha un verdadero sistema estatal de colaboración en red para la educación a distancia que funcione a manera de consorcio interinstitucional y que explicaré más adelante.

Queda cada vez más claro que la planeación prospectiva de recursos humanos calificados debe enfatizar más los aspectos cualitativos relacionados con los perfiles emergentes de desempeño laboral que los cuantitativos. No obstante, no deben despreciarse los balances numéricos entre ofertas y demandas generales de profesionales y técnicos, puesto que son útiles para identificar áreas sobresaturadas y desatendidas para el desarrollo socioeconómico. La velocidad de los cambios tecnológicos, científicos y, por ende, del conocimiento, desempeño y movilidad en las situaciones de trabajo requieren del futuro egresado un conjunto de habilidades y actitudes para la formación autodidacta de por vida. ¿Y qué decir de las herramientas indispensables para sacar ventaja de las actuales condiciones dinámicas de la información en el ciberespacio? Todos los estudios profesionales y técnicos de hoy necesitan promover habilidades y actitudes básicas para este fin, en todos y cada uno de los estudiantes del nivel superior. Todos los estudios superiores deben, además, permitir la movilidad académica de los estudiantes, mediante la flexibilidad racional de sus programas, para permitirles ajustes en sus rutas formativas acordes con sus fortalezas académicas, sus preferencias de ejercicio profesional y el comportamiento dinámico del mercado laboral. No hay vuelta de hoja. De no hacerlo, se estará condenando a los futuros egresados, nada más y nada menos, que al subempleo.

Lo anterior implicaría formas precisas de alentar y conducir la evolución de la educación superior. Primero, llevaría a que los nuevos estudios superiores estén orientados a la consecución de competencias precisas, mensurables y verificables. Segundo, que estén configurados en niveles (básico, intermedio y específico), de modo que cada uno de ellos permita la acreditación académica separada de competencias. Con ello, se buscaría la acreditación, mediante diplomados, de habilidades generales en el primer nivel; de competencias intermedias por campo de estudio en el segundo, y de certificación específica de competencias laborales en el tercero. A medida que las distintas casas de estudio compartan los mismos criterios curriculares y de acreditación, se iría ampliando el rango institucional de transferencia de créditos educativos y movilidad académica entre universidades.

Tercero,  conllevaría a crear un consorcio de instituciones de educación superior, configurado gradualmente por centros educativos acreditados conforme cumplan con criterios básicos de infraestructura y operación. Finalmente, con el fin de asegurar las condiciones mínimas de funcionamiento inicial, se sugeriría que las instituciones participantes en tal consorcio establezcan una entidad académico-administrativa paralela a la operación tradicional que favorezca la aplicación y puesta en marcha de los nuevos criterios con un enfoque de monitoreo, evaluación y ajuste constante. La magnitud y la velocidad de influencia académica de esa entidad alterna sobre su operación tradicional sería objeto de decisión de cada institución participante.

Aclarado este punto, podemos analizar la perspectiva de crecimiento de la educación tecnológica. Es evidente que este subsistema cuenta con desarrollos académicos en el ámbito nacional que pueden influir positivamente en la nueva oferta educativa. Esto es, cuenta con programas muy probados en otras entidades federativas que pueden ser importados a Veracruz con una base sólida de certidumbre académica, tanto los de los institutos tecnológicos como los de las universidades tecnológicas. Al respecto de estas últimas, en México es aún muy reducida la matrícula de los programas de dos años de técnico superior universitario (TSU), con sólo 2.9 por ciento del total de la matrícula nacional de educación superior. En Veracruz sólo existe una universidad tecnológica, por lo que se necesita una mayor promoción de este tipo de instituciones, sobre todo si se toma en cuenta que existe financiamiento federal para la creación de estas universidades. También habrá que estar atentos a la evolución del reciente proyecto federal de creación de las universidades politécnicas, pues abre una vía alternativa en la materia.

Por otra parte, habría que explorar la posibilidad de participación real de las instituciones tecnológicas en el consorcio estatal de educación superior al que nos referimos líneas arriba. Sabemos que estos centros educativos se rigen por una normativa federal centralizada que acota la naturaleza, contenido y funcionamiento de los programa académicos, pero también conocemos iniciativas recientes surgidas para dotarlos de mayor flexibilidad con el objeto de que se ajusten más eficazmente a los requerimientos específicos regionales y locales. En todo caso, vemos con optimismo su posible contribución en la configuración de un sistema alternativo de educación a distancia, virtual y semipresencial por la experiencia que las instituciones tecnológicas tienen ganada, entre otros asuntos, en lo que respecta al aprendizaje basado en competencias laborales y en la vinculación con el sector productivo y ocupacional.   

En cuanto al subsistema universitario particular, el reto más importante relacionado con su crecimiento es el de la garantía de calidad y pertinencia de sus programas. Sería indeseable que su expansión se diera básicamente a través de carreras tradicionales (licenciaturas de 4-5 años ya saturadas en el mercado profesional, tales como: contabilidad, administración, derecho, comunicación, entre otras) y en instituciones que no cumplen con los requisitos mínimos de calidad académica. Para estar en condiciones de orientar la evolución de los nuevos estudios, es indispensable contar con las proyecciones sobre las áreas emergentes de competencia laboral en Veracruz, sobre los términos ya comentados al inicio de esta segunda sección. También es fundamental aplicar a fondo los criterios establecidos por la Secretaría de Educación Pública en lo que respecta al otorgamiento del reconocimiento de validez oficial de estudios (Revoe). En el entendido de que varias instituciones tienen compromisos establecidos con generaciones de estudiantes, será necesario poner en práctica un programa compensatorio de promoción de la calidad institucional con metas y calendarios precisos. Una vez asegurados los estándares básicos de calidad, las instituciones particulares pueden tener un papel definitivo en la configuración del consorcio veracruzano de educación a distancia.

¿Cuáles serían algunos de los lineamientos y fases generales para la membresía funcional en este consorcio? He aquí algunas ideas preliminares. En principio, los criterios e indicadores de carácter académico, administrativo y tecnológico que deberán ser cubiertos por las instituciones participantes se establecerían de manera escalonada, sobre la base de las etapas de operación del propio consorcio.
En una primera etapa debe privilegiarse la oferta de cursos básicos orientados a la formación de habilidades generales (cómputo, inglés, comprensión de lectura y habilidades de escritura, hábitos de autoestudio, habilidades de análisis cuantitativo, principios de ética profesional, etcétera). Esta etapa puede articularse sobre la base de diplomados tendientes a acreditar al alumno para continuar con sus estudios superiores en cualquier campo profesional, en cualquier área de competencia laboral y en cualquier institución educativa que sea miembro del consorcio. En forma paralela, se realizarían los estudios y proyectos de diseño de programas y cursos en aquellas áreas de certificación laboral seleccionadas, las cuales iniciarían su operación en la segunda etapa de operación del mismo.

El énfasis de la segunda etapa se pondría, entonces, en estudios cortos para la certificación de competencias laborales emergentes, la cual funcionaría simultáneamente con la segunda generación de cursos básicos orientados a la formación de habilidades generales. Este método de trabajo permitirá a las instituciones participantes ganar experiencia operativa y administrativa sobre cursos y programas acotados.

La tercera etapa implicaría la oferta de estudios más comprehensivos, aunque articulados sobre la base de competencias disciplinarias mensurables y verificables. Sobre este aspecto en particular, sería de gran utilidad la constitución gradual de un sistema estatal de evaluación y acreditación de competencias. Por último, para hacer atractiva esta oferta educativa, se aconsejaría respaldarla con un amplio programa de becas escolares dirigidas a los estudiantes de menores niveles de ingreso económico familiar. Como puede observarse, esta propuesta sugiere que se evite incrementar la matrícula escolar y aplicar becas en las licenciaturas tradicionales que ya presentan saturación en el mercado de trabajo profesional y técnico.

Pero, ¿cómo avanzar técnicamente en la preparación del consorcio interinstitucional? ¿Sobre qué cimientos se podría construir? ¿Con qué know how se cuenta en Veracruz para esta ambiciosa empresa social? La Universidad Veracruzana tiene respuestas sólidas a estas interrogantes debido al conocimiento experto, al trabajo acumulado, y a las soluciones técnicas, organizacionales, de recursos humanos y de infraestructura con que hoy cuenta y que le confieren un reconocido papel de liderazgo en el país. Varios de sus directivos participan desde hace años en las organizaciones expertas del mundo en educación distribuida, coordinan proyectos de cobertura internacional y nacional relacionados con la educación virtual, lideran grupos nacionales de trabajo responsables de la definición de estándares de calidad para la acreditación de cursos a distancia y de servicios de apoyo, y han conducido el desarrollo de soluciones implicadas en el funcionamiento de nuestro actual sistema estatal en red de servicios académicos y administrativos y que es objeto de reconocimiento por organizaciones especializadas.

Tan sólo en infraestructura tecnológica y equipamiento para la conectividad y el cómputo, la Universidad Veracruzana ha invertido más de 450 millones de pesos, lo que la convierte en una de las tres universidades del país con el sistema en red de mayor desconcentración geográfica y robustez en telecomunicaciones e informática, cuya presencia abarca las 13 ciudades más importantes del estado.
Este esfuerzo institucional se orientó primero para conformar una auténtica red estatal que permitiera la conectividad distribuida de múltiples servicios académicos y administrativos en el interior de la propia institución, tales como: las tutorías, asesorías y evaluaciones electrónicas; las videoconferencias interactivas, la administración escolar en línea, el correo electrónico y otros servicios de Intranet para toda la comunidad universitaria, la telefonía de protocolo en Internet, el manejo electrónico de la administración de recursos humanos, la contabilidad y el presupuesto en cada dependencia universitaria, entre otros.

En una segunda etapa, los objetivos de esta estrategia fueron ampliados para apuntalar el papel de la universidad como una verdadera agencia de distribución social del conocimiento, allende sus fronteras convencionales. Fue así que se emprendieron acciones para estar en condiciones de ofrecer servicios como los siguientes: las aulas virtuales, los cursos en línea, los programas interactivos para el aprendizaje individualizado de idiomas, la búsqueda e investigación digital de bibliografía y bases de datos, las redes virtuales de investigación y desarrollo académico, los portales virtuales de apoyo académico, entre otros.

La puesta en operación de tales innovaciones tecnológicas implicó que nuestra casa de estudios emprendiera un esfuerzo titánico en materia de actualización de su personal en el desarrollo de cursos, textos, evaluaciones, sistemas de apoyo al aprendizaje y redes especializadas en formato electrónico e interactivo; de capacitación del personal administrativo para la administración en línea de sistemas, procesos, trámites y servicios; de construcción de espacios modernos para el aprendizaje individualizado y colaborativo (más de 40 000 metros cuadrados de nuevas instalaciones); de tendido de fibra óptica (más de 90 kilómetros de línea propia); de desarrollo y adquisición de sistemas, plataformas, software de vanguardia, equipos, acervos en texto y en línea, así como de licencias de uso, etcétera.

El resultado de tal esfuerzo ha derivado en que nuestra casa de estudios cuenta hoy con reconocimiento nacional e internacional como una de las instituciones de mayor nivel de innovación y cambio en el país y con mejores perspectivas en la educación distribuida. Eso se refleja en el número de instituciones líderes de otros países que buscan emprender alianzas estratégicas con nosotros y en los servicios contratados a la UV por entidades públicas (federales y estatales), privadas y no gubernamentales en materia de capacitación y asesoría técnica en informática, cómputo, redes y formación de recursos humanos en línea.

He deseado enfatizar lo anterior con el objetivo de dejar claro que la Universidad Veracruzana está en condiciones de proporcionar la orientación estratégica, la asesoría técnica y la capacitación de recursos humanos requeridos para la constitución del consorcio interinstitucional de educación a distancia en Veracruz. Aunado a lo anterior, debo precisar también que los niveles de inversión requeridos por las instituciones participantes se verían sustancialmente reducidos al tomar ventaja de los acuerdos y contratos que la UV ya tiene con las principales corporaciones que podrían intervenir en la constitución de una red interinstitucional de educación distribuida. Esto sería posible al ampliar los términos, servicios y beneficios a otras instituciones de Veracruz.