Julio-Septiembre 2004, Nueva época No. 78-81 Xalapa • Veracruz • México
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El legado de Camilo José Cela
se conserva en su Fundación
Marina Castaño

Texto leído por la presidenta de la Fundación, durante el homenaje póstumo que la UV brindó al escritor español, el viernes 17 de septiembre, en la usbi de Xalapa
 

A comienzos de la década de los ochenta, Camilo José Cela decidió legar todos sus manuscritos, libros, cuadros, obras de arte, archivo y referencias literarias a una fundación que se constituyó, bajo su presidencia, en su Galicia natal.

La idea de reunir tan ingente legado bajo un mismo techo la tuvo tras recibir la oferta de una universidad norteamericana que pretendía formar con ese fondo un centro de estudios sobre la literatura española posterior a la guerra civil. Tras rechazar dicha oferta, Camilo José anunció con solemnidad y emoción a sus paisanos su intención de poner en marcha una fundación cultural que acogiera su legado.

A partir de entonces y durante los últimos 20 años de su vida, Cela se dedicó activamente a la puesta en marcha de la fundación que llevaría su nombre. El lugar elegido fueron las llamadas “Casas de los Canónigos”, un noble conjunto arquitectónico construido a finales del siglo XVIII y situado en su aldea natal de Iria Flavio. Dichas casas parecían idóneas tanto por su gran tamaño como por su prestancia, pese a que a comienzos de los años ochenta se encontraban prácticamente en ruinas. Así, en 1981 Cela adquirió de su bolsillo la primera y, como ya he dicho, concluyó una labor que él dirigió personalmente 20 años después, con la propiedad de cinco de las casas. Para ello, Cela trabajó de una forma incansable, organizando y controlando tanto las labores de restauración del lugar como todos los detalles del equipamiento y ordenación de su legado.

Actualmente, la Fundación dispone de una superficie total de 11 000 metros cuadrados, de los cuales 3 000 corresponden a superficie construida. Alberga una gran biblioteca con 40 000 volúmenes, 10 salas de ediciones, 13 colecciones permanentes, cuatro fondos documentales, seis aulas, dos salas de exposiciones y más de 700 cuadros. Cuenta con un paraninfo de 178 plazas y con el Museo Ferrocarrilero John Trulock. Además, se articula como un museo abierto a las visitas y un centro de estudios e investigación, donde se realiza una amplia labor al servicio de la literatura y la cultura gallega, española y universal.

A los borradores y manuscritos de todas sus obras (algo insólito en la historia de la literatura) tiene que añadirse un epistolario de más de 9 000 autores –que incluye a todos los protagonistas de la vida cultural española de la segunda mitad del siglo XX–, la biblioteca privada de Camilo José, y una hemeroteca que comprende más de 1 200 títulos de periódicos y revistas, entre los que se encuentran ejemplares del siglo XIX de gran valor.

Otra sección está dedicada a la vida y obra de Cela, donde se recogen tesis doctorales, monografías y libros de crítica e historia de la literatura. Este fondo documental se completa con cientos de títulos, condecoraciones y premios (como el Nobel, el Cervantes y el Príncipe de Asturias), pinturas, objetos de arte y todo aquello que refleja la influencia de la obra del fundador en la cultura y en la sociedad de su época. Los fondos de la Fundación también incluyen el archivo de la revista Papeles de Son Armadans y las bibliotecas legadas por José María Sánchez-Silva, por José García Nieto y por Fernando Huarte.

El visitante puede contemplar una pinacoteca que alberga más de 500 cuadros originales, con obras de los primeros nombres del arte contemporáneo. Merecen destacarse cuadros firmados por Picasso, Miró, Tapies, Mosquera, Ulbricht, Zabaleta, Úrculo... Literatura y pintura se asocian también en los dibujos de Federico García Lorca o de Rafael Alberti, e incluso del propio Cela, del cual se conservan en la Fundación varios lienzos, acuarelas y dibujos. A este ingente legado se han de sumar diferentes manuscritos de otros escritores (Pío Baroja, Enrique Jardiel Poncela, entre otros) y también numerosas colecciones, como una serie de cien botellas firmadas por importantes artistas y escritores (Picasso, Miró, Hemingway, Dos Passos, Celaya, Pla, etcétera), o las togas recibidas por Camilo José al ser investido doctor Honoris Causa por universidades de todo el mundo.
Otro ejemplo lo constituye el Museo Ferrocarrilero John Trulock, ubicado en la octava “Casa de los Canónigos” y dedicado a recuperar la memoria de la primera línea ferroviaria gallega, inaugurada en 1873 y de la que fue director gerente John Trulock, abuelo materno del escritor.

En octubre del 2001, apenas tres meses antes del fallecimiento de Cela, se dio por concluida la obra fundacional con la inauguración del Paraninfo, ceremonia presidida por los presidentes de los gobiernos de España y de Galicia. Cela comentó que aquel había sido el día más feliz de su vida, y todos los que colaboramos con él tuvimos la satisfacción de conseguir algo tan hermoso como que nuestro fundador viera concluida en vida una obra tan ambiciosa.

Cela falleció, hace ya dos años y medio, y el Patronato de la Fundación decidió, por unanimidad de sus 30 miembros, nombrarme nueva presidenta, una responsabilidad que asumí comprometiéndome a respetar la línea de trabajo iniciada por el fundador. Desde entonces, la Fundación realiza una amplia labor cultural, ordenando y difundiendo el legado de Cela de una manera presencial, a través de visitas, cursos, conferencias y recitales, así como con la edición de revistas y libros, apostando por las nuevas tecnologías informáticas y abriendo sus puertas a todos los que, movidos por su curiosidad intelectual, acuden hasta nuestra sede de Iria Flavio.

Entre el ingente documental que allí se conserva, existen numerosas referencias sobre un tema de tanto interés para México como la relación con los escritores, artistas e intelectuales españoles exiliados tras la Guerra Civil. Camilo José Cela jugó durante aquellos años un papel fundamental en la recuperación literaria de los escritores españoles que se vieron obligados al exilio, convirtiéndose así, según sus propias palabras, “en la cabeza de puente –y a veces en la cabeza de turco– de lo que creo más auténtico y más sano de los españoles de nuestro amargo tiempo”.
Luis Cernuda, Manuel Altolaguirre, Emilio Prados, León Felipe, María Zambrano, Joseph Carner y Max Aub, desde México; al igual que Rafael Alberti y Francisco Ayala, desde Argentina; o José Bergamín y Hábeas Bargas, desde Francia, se reencuentran con los lectores españoles, por mediación de Cela, en la revista Papeles de Son Armadans, que había fundado en Palma de Mallorca (1956), a su regreso de Venezuela.

A través de todos ellos, Cela entra en contacto con los escritores autóctonos, que comienzan de este modo a publicar en España. “¿Te interesan los mexicanos? Los buenos, Octavio Paz, por ejemplo”, le pregunta Aub a Cela, que le responde: “Aquí nadie le conoce, pero si tú crees que es bueno...”. Así inicia Paz una colaboración con Papeles que se tradujo en ocho magníficos textos y, por mediación suya, también lo hace María Dolores Arana, con 17 colaboraciones y un epistolario de literatura y amistad, además de 60 cartas que se conservan, como todo lo demás, en la fundación.

En abril de 1974, Cela viajó a México para participar en un acto homenaje a León Felipe y aprovechó la oportunidad para pregonar lo que él ya sabía desde muchos años atrás: “Sólo quiero que sepáis que México, este oasis de paz en un mundo de estúpida violencia, también está en la casa de nuestros corazones”.

En mayo de 1980 Cela volvió a México y participó junto a Octavio Paz en distintos coloquios y también en una muestra antológica de su también amigo Joan Miró. Cela y Paz, finalmente, pasarán a la historia de la literatura hispana universal como “vecinos de Nobel”, ya que el español lo recibió en 1989 y el mexicano en 1990.
Durante su última visita a México, a Zacatecas, en abril de 1997, da “aviso de la defensa de nuestra lengua común”, indicando que “la lengua es una herramienta primordial, insubstituible por ninguna otra y necesaria para darnos sentido y presencia y abrir las más amplias perspectivas a nuestros anhelos”. Desde la Fundación que lleva su nombre y que yo tengo el honor de presidir, nos esforzamos por trabajar en esa dirección.