Octubre-Diciembre 2003 , Nueva época No. 70-72 Xalapa • Veracruz • México
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Nuestro artista invitado
Pepe Maya: celebración
y canto al eterno femenino

Dionisio Morales

 

 
Pepe Maya ha participado en más de 100 exposiciones colectivas y 30 individuales, y ha realizado casi una decena de murales y un centenar de diseños, ilustraciones y artículos que han aparecido en varias publicaciones. (Foto: Fernanda Saldaña)  
Para algunos pintores el dibujo representa no sólo el fondo básico para la concepción y ejecución de una obra, sino que la amalgama, además, en un lienzo la sabia y sumisa condición de los colores do-meñados por la fiebre y el rastreo de la mano que esconde en su sangre la imagen y el estallido, el cuerpo y la luz de una idea o de un ideal visto o apenas entrevisto; para otros el dibujo es el logro mayor aprehendido en cada uno de los trazos iniciales, arriesgados, indagadores, que conforme el ojo los in-venta y el pulso los delinea, adquieren energía, vigor y forma (s) cuando la otra luz –negra– viola la luz original y se en-tinta, se mancha, se oscurece de vida.

Pepe Maya no rechaza ninguno de estos medios y ejerce su vocación con una liviana libertad que le permite abarcar, de acuerdo con sus necesidades expresivas, uno y otro camino en los que, indistintamente, perpetra con placidez y regocijo contagiosos despar-pajado y a veces desfachatado, pero también con soltura, con ingenuidad aparente y cierta erótica malignidad, las figuras, los conjuntos, las situaciones captadas en los cuadros o en los dibujos, reflejo directo de sus inquietudes amatorias y pasionales, y de sus sueños contados en voz alta.

Los dibujos de Pepe Maya pueden ser vistos como el esqueleto de una obra realizada con otra magnitud –no de “mayor magnitud” ya que un trabajo dibujístico no tiene por qué desmerecer ante nuestros ojos–, pero también atisbamos de inmediato su autonomía, el desprendimiento sigiloso de una posible “concepción otra” porque la ausencia de color es sustituida por la dificultad que arrastra la precisión del trazo primero y último, y por el movimiento secreto que de tan silencioso se hace visible en la conformación de esta obra, canto al eterno femenino.