Julio-Septiembre 2003, Nueva época No. 67-69 Xalapa • Veracruz • México
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Segunda temporada de la osx, conjunción de autores, directores, solistas y aciertos
Jorge Vázquez Pacheco

Obras de Beethoven, Chaikovski, Dvorák, Mozart, Prokofiev, Ravel, Revueltas, Schumann, Shostakovich y Vivaldi, entre otros, integraron los repertorios de los conciertos ofrecidos durante agosto y septiembre

La presencia de Carlos Miguel Prieto al frente de la Orquesta Sinfónica de Xalapa ha impreso una nota característica de vitalidad, dinámica y nuevo bríos a la actividad del organismo sinfónico más antiguo del país. Esto resulta evidente no sólo en la programación, sino también en la asistencia cada vez más nutrida a las audiciones ofrecidas por la OSX.
Con un programa dedicado íntegramente a Ludwig van Beethoven, la osx abrió su segunda temporada de conciertos 2003. El repertorio estuvo integrado por la obertura Coriolano y la Novena sinfonía, la última que escribió el compositor y que ha pasado al dominio general como la Sinfonía coral por su inusitado empleo de voces. En esta ocasión participaron, además del Coro de la uv y de la Camerata Coral de la Facultad de Música, los solistas Angelina Rojas (soprano), Carla López Speziale (mezzo-soprano), Leonardo Villeda (tenor) y Jesús Suaste (barítono).
La obertura Coriolano –escrita en 1807, en Viena– ha sido siempre una de las preferidas del público, evocadora de la figura indómita del general romano Cayo Marcio, quien, según los datos del historiador y filósofo griego Plutarco, conquistó Corioli en la región de El Lazio, de allí su proclamación como Coriolano. William Shakespeare retomó la historia de Coriolano para una de sus obras dramáticas, y de este personaje Bee-thoven recogió forma y carácter para crear una obertura que estaba destinada a ser parte de la música incidental para una tragedia escrita por Heinrich von Collin, amigo suyo
En su obertura, de la que destacan la figura orgullosa del general, las súplicas de los personajes femeninos y el cruel final, el maestro hizo a un lado la tentación de narrar los hechos paso a paso, para concretarse a presentar su concepto del drama mediante el carácter contrastante de los temas principales y un desarrollo que obedece a los lineamientos de la forma de sonata. En el pasaje final, desarticulador e inesperado, alude al final trágico del general y nos muestra al Beethoven que no siempre insistía en los finales apoteósicos, capaz de situar a la muerte misma en los momentos de trascendencia y culminación sonora.
La Novena sinfonía surgió de un proyecto ideado por Beethoven en 1793, que consistía en llevar a la música el texto An die Freude, de Friedrich Schiller. Ya en 1823 esta composición mostraba los caracteres de grandiosidad y magnificencia, de modo que el autor la consideró el marco adecuado para la oda de Schiller. El inicio de esta obra, cuyas proporciones majestuosas no se dan sólo en el cuarto movimiento, es tan sorprendente que se erigió como modelo que siguieron los compositores. Se trata de un principio en forma de tremolo, misterioso e indefinido, en que el tema no se presenta de inmediato sino que tarda en cobrar forma.
El scherzo, que pasó a ser el segundo movimiento en lugar del tercero, inicia con cuatro compases dialogados entre cuerdas y timbales, y se desarrolla en forma de fuga a cinco voces a la manera de un ensayo sobre una sola figura rítmica, con irrupciones esporádicas de un rústico trío en tonalidad mayor y un segundo motivo en tonalidad de fa. El tercer tiempo es, básicamente, una larga y tranquila melodía cuyas variaciones alternan con música complementaria. Todo ello prepara la irrupción del cuarto movimiento, el que contiene la Oda a la alegría.

Obras de Ravel y Shostakovich
La conmemoración del Día de los Adultos Mayores no pasó inadvertida para la osx, por lo que el concierto del 29 de agosto estuvo dedicado a ellos. Fue un programa interesante que incluyó el Concierto para piano en sol mayor de Maurice Ravel y la Séptima sinfonía de Dmitri Shosta-kovich, además de la participación como solista del pianista italiano Benedetto Lupo, quien llegó precedido de notables credenciales artísticas: medalla de bronce en el Octavo Concurso Internacional Van Cliburn, con debut en Nueva York en el Alice Tully Hall, en 1992; triunfador en la bienal del Premio Internacional Terence Judd, debut en el Wigmore Hall de Londres, en 1993, así como actuaciones como solista con las más importantes orquestas del mundo.
Luppo logró una excelente interpretación de la obra de Ravel, quien manifestó alguna vez que esta pieza estaba estructurada a la manera clásica de Mozart y Saint-Saëns. Esto resulta perceptible en la partitura, en la que es posible descubrir al Ravel amante de las aristas diáfanas y puristas, presentadas con un eclecticismo estético desenfadado. De hecho, quien escucha esta sinfonía descubre temas de inconfundible origen vasco y gitano español, o la optimista sucesión de motivos inspirados en el jazz, citas al estilo de Stravinski y, desde luego, las reminiscencias del antiguo estilo barroco francés, todo ligado mediante la transparencia de una sorprendente orquestación, que es la característica elemental en la obra de este compositor.
Dmitri Shostakovich inició la composición de su Séptima sinfonía en la ciudad de Leningrado, en julio de 1941, cuando la población sufría los bombardeos de los ejércitos alemanes que habían cerrado el cerco con la ayuda de la milicia finlandesa. En ese entonces, el músico había intentado integrarse a las fuerzas de resistencia, pero se le negó tal posibilidad por motivos de salud y sólo se le permitió colaborar con las brigadas de socorristas. Fue en Kuibyshev donde se celebró la audición primera en marzo de 1942. Su éxito sinfonía fue inmediato, por lo que fue interpretada por segunda vez en Moscú, el 29 de marzo del mismo año, y su carácter de música para la resistencia resultó elemental para su rápida difusión. Sin embargo, la ejecución de la obra en Leningrado se observaba como un anhelo difícil de alcanzar, no sólo por lo que se vivía en aquellos aciagos días, sino porque la complejidad misma de la pieza. Por fin, luego de mil peripecias, el 9 de agosto de 1942 la sinfonía Leningrado pudo ser escuchada en la ciudad en que Shostakovich la inició, bajo la dirección de Karl Eliasberg.

La osx bajo la batuta de ocho jóvenes directores
Para sorpresa de muchos, el concierto presentado por la osx el 5 de septiembre estuvo dirigido por ochos alumnos del curso de dirección que Enrique Bátiz impartió los días previos. El repertorio estuvo conformado por la Octava sinfonía de Antonin Dvorák y la sinfonía Primavera de Robert Schumann. Cada obra incluye cuatro movimientos, por lo que cada joven director tuvo la oportunidad de dirigir un movimiento.
La pieza de Dvorák es una obra fresca y rebosante en libertad formal. Una aparente dispersión de ideas, aunque de fascinante hermosura, sorprendió a sus contemporáneos por su renuncia al esquema estructural que reclamaba la tradición europea. Estas ideas, de fascinante e irresistible hermosura, se suceden en una continuidad casi rapsódica y mediante una instrumentación directa y transparente, y desde el inicio mismo el tema de introducción deja de ser un simple prólogo para pasar a convertirse en un elemento propio del primer movimiento. Si alguna duda hubiese en torno de su carácter eminentemente popular, la sucesión de melodías de corte folklórico bohemiano en tonalidad menor, durante el tercer movimiento, confirman la preferencia del autor por la música de su tierra.
Por su parte, la sinfonía de Schu-mann fue escrita durante el periodo mayormente fecundo en la trayectoria del maestro, que coincide con el inicio de su relación con Clara Wieck, con quien se casó en 1840, a pesar de la negativa del padre de la joven. Con esta unión inició una de las colaboraciones matrimoniales más productivas que registra la historia del arte: Clara comprendía perfectamente la naturaleza del talento de su esposo y él, a su vez, resultó en un marido agradecido que no perdió oportunidad para impulsar las virtudes artísticas de su mujer. Con el respaldo de su compañero, Clara se convirtió en la figura femenina más importante en la música del siglo xix.

Conciertos didácticos de la osx
Durante la segunda semana de septiembre, la osx realizó una serie de audiciones de carácter didáctico, que culminó con el concierto dedicado al Diario de Xalapa, un medio informativo que desde su fundación y a lo largo de seis décadas ha seguido detenidamente las actividades de la osx.
El director invitado fue Rey Alejandro Conde Valdivia, joven maestro cuya actividad se ha centrado en el puerto de Veracruz como titular de la Sinfónica Juvenil “Daniel Ayala”. Asimismo, se presentó como solista Briza del Carmen Ronzón para la interpretación del Concierto para flauta y orquesta de Francois Devienne. Pero, en la primera parte del programa, músicos y director ejecutaron música de ballet: La danza del sable de Aram Jachaturian, fragmentos de Romeo y Julieta de Sergei Prokofiev, Rodeo de Aarón Copland y El cascanueces de Chaikovski.
En la misma audición se estrenó, en Xalapa, el Tangueo sobre un puerto de Arturo Márquez, una pieza que evoca los sonidos propios de Veracruz, desde el tintineo de quienes solicitan su café en los restaurantes típicos del lugar hasta las sirenas de los buques.

Guido María Guida vuelve a dirigir a la osx
En el marco de las fiestas de San Jerónimo, en Coatepec, la Sinfónica de Xalapa ofreció el quinto concierto de la temporada, dirigido por el maestro invitado Guido María Guida, quien fue asistente del recientemente fallecido Giuseppe Sinopoli y es, actualmente, el responsable de la dirección musical de la puesta en escena de la tetralogía de Wagner Der Ring das Nibelungen (El anillo del nibelungo), un proyecto que inició este año en México y que culminará en 2006.
En esta audición, en la que Míkhail Medvid fungió como solista, los músicos interpretaron Las cuatro estaciones de Antonio Vivaldi y la Séptima sinfonía de Beethoven. Il cimento dell’armonia e dell’invencione de Vivaldi abarca doce conciertos, aunque el ciclo de cuatro que compone Le quattro stagioni no sólo resulta el más conocido de este opus 8, sino que se ubica entre lo más popular que el arte musical barroco nos legó.
Sobre la Séptima sinfonía se puede decir que es una pieza poseedora de una energía desbordante, de la que el autor también hizo gala en las sinfonías Tercera y Quinta, y es la expresión de un genio en el pináculo de su potencia creadora, que se mueve en un plano que ha dejado muy atrás las connotaciones autobiográfi-cas. Se trata, pues, de un ejercicio procedente de un talento que buscó el juego sonoro en un nivel puramente musical. En este sentido, para muchos estudiosos guarda un notorio parentesco con la sinfonía Júpiter, la última que escribió Mozart.

Noche dedicada a Revueltas y a Mozart
El 26 de septiembre regresó al podio de la osx Carlos Miguel Prieto, quien combina su actividad en Xalapa con los compromisos que tiene como director asociado de la Houston Sym-phony Orchestra. En este concierto, obras sólo de dos autores se dejaron escuchar: el Concierto para piano núm. 20 de Wolfgang A. Mozart, con Jean Louis Steuerman como solista, y Ocho por radio, Homenaje a García Lorca, Redes y Sensemayá de Silvestre Revueltas.
Steuerman nació en Río de Janeiro. Inició sus estudios a la edad de cuatro años y realizó su debut con la Orquesta Sinfónica Brasileña cuando contaba con apenas 14 años. En 1967 obtuvo una beca para estudiar en el Conservatorio de Nápoles, y en 1972 fue gana-dor en el Concurso Internacional Jo-hann Sebastian Bach de Leipzig. Después de este logro, alcanzó unánime reconocimiento a lo largo y ancho de Europa como solista y recitalista.