Julio-Septiembre 2003, Nueva época No. 67-69 Xalapa • Veracruz • México
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Nuestro artista invitado
Arturo Rodríguez Döring

Sylvia Navarrete

Artista plástico, profesor de La Esmeralda, crítico de arte,
Arturo Rodríguez Döring tiene desde hace muchos años una presencia activa en el medio artístico. Como pintor ha seguido una evolución prudente. En 1989, Rodríguez Döring acaba sus estudios en La Esmeralda y se emancipa de la academia. Pinta retratos y escenas urbanas con un lenguaje expresionista influido por la cultura popular, la nota roja y la pornografía. Muy panfletarios, a veces obscenos, con frecuencia demasiado narrativos, sus cuadros poseen una constante que se mantiene a la fecha: son una crítica feroz de la realidad inmediata.
Esta serie, que el autor realizó gracias a una beca de producción que lo llevó a residir durante tres meses en el estado de Vermont, parte del mismo principio: en este caso, explora las manifestaciones cotidianas de la violencia y del poder.

Autorretrato del pintor.
Ahora, sin embargo, lo hace con un tratamiento más conceptual, que se basa en las interferencias del fondo y la figura.
La serie de Vermont consiste en dibujos de gran formato sobre tela, realizados en conté con carbón y fijados con acrílico y pigmentos. Sobre estos fondos transparentes, de suaves tonos pasteles, se perfilan figuras esquemáticas, de contornos precisos: una silla early american, frascos de perfume de marca, logos comerciales. Junto a esos objetos triviales, aparecen otros motivos no menos emblemáticos: el rostro de algunos presidentes de Estados Unidos, siluetas de damnificados y asesinados, mapas de aeropuertos internacionales, atis-bos de basureros.
¿Qué distinguiremos en esta propuesta de Arturo Rodríguez Döring? El dibujo sin pintar que guarda la calidad del boceto; el impacto gráfico de las figuras reiteradas, símbolos universales convertidos aquí en
signos que, tácticamente, nos hablan de agresión; la composición sucinta y voluntariamente rudimentaria (que no nos hace extrañar, por cierto, las imágenes saturadas de elementos y sobrecargadas de significados que solía producir Rodríguez Döring en el pasado)…
En suma, la combinación de estas soluciones técnicas y formales y de una línea temática a la que el pintor ha sido fiel, hace de esta serie una alegoría brutal, falsamente ingenua y algo sarcástica del mundo que nos circunda.