Abril-Mayo 2003, Nueva época No. 64-65 Xalapa • Veracruz • México
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Lectura y escritura deben estimular la claridad del pensamiento, no la memorización de reglas
Iván Javier Maldonado

Yolanda Argudín y María Luna, investigadoras de la Universidad Iberoamericana y de la UAM-Iztapalapa, respectivamente, dan a conocer en esta entrevista sus propuestas de trabajo, sus puntos de vista acerca de las políticas gubernamentales que promueven la lectura, su opinión sobre la reticencia ante la lectura y la escritura en México y sus experiencias con los docentes de la Universidad Veracruzana, a quienes impartieron el curso-taller Habilidades de lectura y escritura a nivel superior.
 

Tras el honroso penúltimo lugar que ocuparon los estudiantes mexicanos en los estándares de lectura de comprensión, al sustentar un examen avalado por la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE), el actual gobierno federal ha puesto en marcha programas como Hacia un País de Lectores y Biblioteca del Aula, cuyo objetivo es revertir este panorama.
Sin embargo, esa buena intención ha caído en una telaraña de contradicciones, muchas de tintes absurdos. En primer lugar, por los ataques a la industria editorial mexicana, al gravar a las revistas con un 15 por ciento (y todavía no están a salvo los libros); en segundo, por el abandono que ha sufrido la cultura a manos de los actuales secretarios de Estado, burócratas y legisladores. Enrique Florescano, Hugo Gutiérrez Vega, Carlos Monsiváis, Carlos Montemayor, José Emilio Pacheco, Sergio Pitol, Elena Poniatowska y Alberto Ruy Sánchez, entre otros intelectuales, han señalado el desprecio, la intolerancia y persecución tanto a la cultura como a cualquier viso de inteligencia entre la clase dirigente del país.
Ahora el ciudadano ideal es aquel que obedece los designios cuyo fin es velar por su bien, que aplaude la estulticia, la descalificación soez, el maniqueísmo y hasta la guerra contra el terrorismo.
Las políticas gubernamentales para formar lectores son erradas. ¿De qué sirve inundar a las escuelas con libros, si su destino es empolvarse en una bodega o acabar como adorno de buen gusto? Felipe Garrido apunta que la generación de lectores va más allá de la alfabetización: “Muy pocos de quienes aprenden las primeras letras llegan a adquirir el hábito de la lectura; sólo unos cuantos se benefician realmente de la capacidad de leer. Si junto con los certificados y los títulos la población escolarizada adquiriese la afición por la lectura, ciertamente tendríamos un país más próspero, más justo y más democrático. Sería más sencillo entonces extender los beneficios de la escuela, la educación y la lectura a sectores más amplios de la
población”.
El placer por la lectura conduce a la comprensión y al diálogo con otras culturas, fomenta valores como la convivencia, el respeto y la tolerancia, cimienta un pensamiento crítico –interrogador del entorno–, da pie al ejercicio de la escritura, transmite una postura ante el mundo. Negar el conocimiento, la cultura, es autodestruirnos, ya que caeríamos en la barbarie y la ceguera.
Mas ¿dónde tiene su origen esa reticencia ante la lectura y la escritura? Una de sus fuentes es la escuela, ya que el sistema institucional ha fomentado prácticas en las que los alumnos sólo aprenden a memorizar contenidos muy específicos, a descodificar signos escritos (sin vínculo alguno con el contexto) o a localizar datos, de ahí que la lectura y la escritura se vuelvan fragmentarias, mecánicas y sin ningún sentido social.
Este problema se agudiza en la educación superior, donde se exige un nivel de comprensión lectora más elevado, ya que los jóvenes, cuando se enfrentan a un texto escrito, no saben de qué trata
–pues están acostumbrados a deletrear–, cuál es la intención de su autor, qué pretende demostrar y cómo lo hace; no asumen una postura crítica ante las ideas ni las interrogan y, por ende, son incapaces de llegar a conclusiones propias.
Desarrollar el pensamiento crítico a través del manejo de estrategias de lectura a nivel superior que permitan al estudiante extraer información de los libros, valorarla y utilizarla como fuente de razonamiento fue el propósito del curso-taller Habilidades de lectura y escritura a nivel superior, que ofrecieron en la Universidad Veracruzana Yolanda Argudín y María Teresa Luna Argudín, reconocidas investigadoras de tal fenómeno que han publicado los libros Aprender a pensar leyendo bien, Elaboración de trabajos escritos académicos y Las habilidades de lectura en la docencia universitaria. Una propuesta de enseñanza-aprendizaje, quienes hablan sobre dicho tema en la siguiente
conversación.

Ustedes se han especializado en el estudio de las técnicas de lectura eficiente en el nivel superior. ¿Cómo nace su interés por investigar tal fenómeno?
María Luna (ml). La investigación surgió en 1989, ante una misma queja de todos los profesores en el sentido de que sus estudiantes no leían bien y no comprendían lo que leían. Lo que empezamos a hacer fue, primero, constatar si esta gran queja era real o no, y después tratar de crear un método que nos diera una solución a estas problemáticas.
El apartado de la investigación educativa se inició a partir de una serie de muestreos en el ámbito nacional para poder ver cuál era el grado y nivel de lectura en general de un joven al ingresar a la universidad. Los resultados eran francamente deprimentes.
El siguiente punto consistió en ver en el terreno internacional qué estaba pasando y los datos eran iguales. Ya se había puesto en marcha una serie de investigaciones no sólo en los Estados Unidos, sino sobre todo en Europa, pero en lugar de partir de cuál era el perfil ideal que debía tener el alumno, Malton y Säljo invirtieron el sentido de la investigación: era analizar a aquellos estudiantes que tenían un muy eficiente desempeño en la universidad, ver qué estrategias estaban aplicando. Gracias a ello, supieron lo que de cualquier manera era bastante obvio: el problema estaba en la lectura.
Conclusión: el desinterés, el rechazo que tiene una buena parte de los alumnos hacia la lectura nace precisamente del hecho de que no saben leer, en el sentido de lo que implica esta actividad. Saben descodificar los símbolos, que ciertas letras corresponden a los fonemas, pero la lectura los deja vacíos. Y no es culpa de los estudiantes, es porque no han tenido el entrenamiento necesario y porque se han enfrentado a una serie de experiencias muy negativas. Ante esa realidad había que trabajar
en algo.

¿Dónde tienen su origen esas estrategias que hicieron de la lectura y de la escritura unas prácticas huecas, monótonas y obligatorias?
ml. Si quieres nos remontamos al Imperio Romano (y a lo mejor seguramente más atrás). Éste es un antiquísimo debate en educación. Ya desde Quintiliano, quien en la época de Dioclesiano ya estaba escribiendo sus Institutiones oratoriae, se halla el debate sobre cómo debía ser la educación, si necesitaba ser memorística o había que optar por una educación que, en términos ya modernos, llamamos de habilidades de razonamiento. Ellos no lo planteaban así, evidentemente, pero sí expusieron la necesidad de que los muchachos pensaran, discutieran sus propios puntos de vista y supieran fundamentarlos. Tal debate –me atrevería
a decir– es tan viejo como el hombre. ¿Qué ha pasado en
estos 25 siglos? Es que ha habido la posibilidad de sistematizar cuáles son estas habilidades básicas del pensamiento y de ahí desarrollar o tratar de propiciar que los alumnos las desplieguen, negando esta rezaga en educación memorística de la que todos hemos sido, de alguna u otra forma, víctimas.

(Se incorpora a la charla la doctora Yolanda Argudín)

Estamos viendo que hay un viejo debate entre lo que ha sido una educación memorística y otra basada en el desarrollo de las habilidades del pensamiento; también estamos viendo cuál es la importancia del desarrollo de la crítica y hurgando en el origen de una educación deficiente que te lleva a una lectura y una escritura sin sentido. Decía que el debate es tan viejo como el hombre mismo, lo tenemos desde el Imperio Romano.

Yolanda Argudín (ya).- Sócrates hablaba de esto, ¿no?

Claro, la mayéutica…
ya. Exactamente. Desde entonces ya se habla de la libertad en la educación. Educar significa que el hombre sea capaz de elegir. ¿Cómo podemos permitirle que elija si trae el lastre de una educación represiva? ¿Qué le podemos dar a una persona si no puede decir sí o no a algo? Hay que ofrecerle todas las bases para que pueda elegir con fundamentos, para que sea capaz de decir sí o no y de responder a esta terrible pregunta con bases, con una actitud reflexiva y una capacidad crítica, para que su respuesta le permita elegir. Es decir, si estamos educando para que una persona sea capaz, la única forma de que lo sea es con la elección, y la elección es la libertad, y la libertad es tener los fundamentos para poder vivir.

¿Cómo hacer que el hombre sea libre en su pensamiento? Una parte de la filosofía ha tratado de promover esto, aunque otra, la teológico-iluminista, aboga por el apego al documento. ¿En qué medida el hombre construye el conocimiento o se sujeta a una regla?
ya. Yo creo que son las dos cosas. Necesariamente tenemos que sujetarnos a algunas reglas para poder vivir en sociedad, eso es evidente. La libertad absoluta no existe, es una utopía, pero la educación represiva, memorista, no permite al hombre elegir, sino simplemente seguir las reglas. El intento es que el ser humano sea capaz de resolver problemas, edificar su propia vida y a su vez construir otros mundos. Si no, la educación no tendría ninguna
razón de ser.

¿En nuestro país, cuál es el panorama en cuanto a niveles de comprensión lectora?
ml. El mal es mucho mayor de lo que cualquiera puede pensar.

ya. Sí, pero ¿por qué? Porque la promoción de la lectura y la escritura se está basando en una falsedad. Ahora se nos dice que hay que impulsar la lectura, fomentarla. Mi pregunta es: ¿cómo lograrlo si no sabemos hacer lo que nunca se nos enseñó? Por supuesto, no sabemos ni leer ni escribir, está demostrado, nunca se nos instruyó.
No es que los maestros de la universidad no enseñen a los muchachos a leer y a escribir. Es que desde la primaria no se les ha preparado para esto. ¿Qué esperamos entonces? ¿Una varita mágica para que el maestro universitario de repente cambie todo y el muchacho ya esté capacitado? Es común que los maestros se topen con estudiantes que no saben ni lo básico porque no se los enseñaron. ¿Por qué ahora queremos fomentar la lectura? ¿Fomentar qué, si no se sabe? Si el muchacho no tiene idea de lo que es leer, entonces, ¿qué podemos fomentar?
Lo importante es, desde el inicio, hacer que el niño desde los tres ó cuatro años se asome a los libros sin ninguna obligación: eso sí fomenta la lectura. Durante esa primera etapa de vida debemos enseñarle que los libros nos abren posibilidades, porque el niño no está capacitado para leer; entonces sí se le puede fomentar, y en adelante enseñarlo a leer críticamente, analizar lo que lee, a cuestionar al autor, y no a quedarse en la decodificación de las palabras, que es lo único que se les ha enseñado a los jóvenes.

ml. La lectura y la escritura son dos partes prácticamente inseparables. La importancia de la primera radica en que representa la posibilidad de abrirnos horizontes, asomarnos a otros mundos y, por tanto, desde ahí pensarlos. De tal suerte que lo único para lo que puede servirnos es si va a acompañada del desarrollo del pensamiento crítico. Obviamente, no me refiero a la acción de criticar por criticar, sino a una crítica fundamentada, razonada, que nace desde la propia visión, opiniones y valores de cada persona. La escritura constituye una de las formas que tenemos de expresar el pensamiento; de ahí la necesidad de que vaya acompañada también de un fundamento, una argumentación y como expresión de este pensamiento crítico. Leer y escribir van unidos con el desarrollo de la reflexión.

ya. Uno de los errores cometidos es que la escritura había sido considerada como la traducción de las palabras al lenguaje escrito: ello no es así. Escribir es pensar. Y si no fomentamos el pensamiento crítico, el razonamiento y el análisis, tampoco podemos escribir: ése es el problema. Seguimos la tradición de acatar las reglas convencionales de la ortografía (algunas concepciones simples creen que esto es escribir), y estamos perdiendo el verdadero significado de que escribir significa comunicar, buscar objetivos, decir, solicitar algo. Se constituye como un acto social.

A las personas a quienes les gusta mucho leer y escribir se les pone una etiqueta: ‘es un escritor’, aunque sea más lector. ¿Por qué colocar a quien escribe y a quien lee en un estatus muy elevado, al cual mucha gente considera que no logrará acceder, cuando sí podrían hacerlo?
ya. Para mí, el escritor sí es una persona de asombro, sí está en otra categoría. Creo que una de las cosas de las que podemos estar orgullosos es que México es un país de escritores a pesar de todo. Tenemos a Octavio Paz, a Fuentes. ¿Qué han hecho ellos? Ser capaces de pensar. Para mí, esas son personas que hay que alabar y que están en un nivel muy alto del pensamiento. Esto no quiere decir que una persona que lee necesariamente sea un escritor. Tenemos muchísimos prejuicios acerca del acto de la escritura, nos da mucho miedo escribir. ¿Por qué? Porque hasta ahora escribir ha significado, como en el dicho papelito habla: a las palabras se las lleva el viento, en lo escrito quedan.
Entonces, al escribir podemos ser juzgados. De ahí nuestro miedo a que llegue el maestro y nos pida reglas gramaticales y nos exija escribir bien ortográficamente. ¿Dónde está el pensamiento? ¿Qué puede un muchacho decir a través de la escritura, qué puede reclamar, a qué puede contribuir, cómo puede resolver problemas, si únicamente se le pide que siga unas reglas convencionales? No hay nada más convencional que la ortografía. Un niño lógico escribe casa con k.

¿Qué opinión tienen acerca de los programas que actualmente impulsa el gobierno federal, Biblioteca del Aula y Hacia un País de Lectores?
ya. La verdad, no los conozco. Si están dando bibliotecas ¡qué bueno! Todos necesitamos de libros; además, ahora que los libros están tan caros, ponerlos a disposición de los estudiantes es bueno. Pero creo que debemos ir más allá: primero hay que enseñar a leer.

ml. Pongo un ejemplo que me tiene muy impresionada. Hasta fines del siglo xviii, principios del xix en Inglaterra estaba prohibido que las clases trabajadoras aprendieran a leer y escribir porque podían desarrollar un pensamiento propio. Han sido un arma.

Y da la impresión de que, incluso, los mismos sistemas de gobierno no quieren gente que piense…

ya. Yo no creo que se trate de un gobierno actual, esto ha sido por siglos. Recordemos que en México se funda la primera imprenta, se escriben los mejores libros, hay una gran cultura de la lectura. De repente esto desaparece, por lo que surge una pregunta muy seria: ¿qué pasó? Claro que a nadie le interesaba que las clases trabajadoras poseyeran esta arma. ¿Qué se logró o qué sucedió? No sabría responderte. Lo que sí creo es que lavarse las manos con el hecho de fomentar la lectura no es suficiente.

Me nacen estas preocupaciones por el hecho de que ahora se está buscando fomentar la lectura desde niño y de implantar nuevas técnicas. Se trata de hacer un cambio en ese sistema de prácticas; sin embargo ¿a qué responde?
ya. Todo cambio debe darse desde la raíz, lo demás es simulación. Si no revisamos cómo se está enseñando el niño a enfrentarse a los libros en la primaria y en la educación media, si siguen existiendo profesores de primaria con 60 alumnos, con una paga mínima y con seis turnos de trabajo para poder mantener a su familia, y si continuamos con muchos otros vicios ¿cómo podemos hablar de un país culto?

Y allí entramos al sistema educativo. Si se está hablando de formar un nuevo alumno, ¿qué pasa con el maestro?, ¿por qué no darle las condiciones?
ya. Formar un nuevo profesor quiere decir: tomémoslo en cuenta. En todos lados, al profesor casi no se le considera. Por ejemplo, si invitas a un conferencista –un científico o un matemático–, se le paga un gran sueldo y se le trata como al gran señor que es, pero si invitas a un profesor “¡ah, es un profesor!”. Ser maestro es un algo venido a menos. Esto viene desde la manera en que se les trata, el sueldo raquítico que reciben, la falta de apoyos en todos sentidos… entonces, si no tenemos buenos profesores, cómo podemos pedir buenos alumnos. Claro, habrá excepciones.

También sería cuestión de cambiar el magisterio…
ml. Es otro sistema lleno de vicios. Sin embargo, yo, como maestra universitaria, ¿qué puedo hacer? Sola no puedo cambiar el sistema, pero tenemos generación tras generación de muchachos que llegan a la universidad y que hay que hacer algo con ellos. Vienen con una serie de carencias, sin duda, pero no nos vamos a cruzar de brazos y decir “bueno, la culpa viene de la prepa”, más atrás viene la secundaria y así nos vamos hasta la guardería. El problema es grande, pero sí podemos procurar algunas mejorías, ya que un muchacho de 18 años está en muy buena edad de poder cubrir muchas de las carencias que ha acumulado desde pequeño.

ya. Creo que todos tenemos que poner un granito de arena. Esto lo vimos en el esfuerzo de los docentes que asistieron al curso-taller Habilidades de lectura y escritura a nivel superior. Son maestros universitarios, con muchas ganas de superarse, quienes a pesar de haber cursado un taller muy cansado –con sesiones mañana y tarde–, trabajaron con todas las ganas del mundo. Por nuestra parte, tratamos de buscar otras formas que no fueran las mismas, pues está probado que no sirven; así, todos en conjunto a lo mejor no logramos este cambio enorme que quisiéramos para el país, pero sí estamos poniendo un granito de arena.

¿Qué propuesta hacen en los libros que han publicado?
ml. Es una propuesta a partir de una sistematización de las estrategias que cualquier lector eficiente tiene, propuesta hecha con la idea de lograr que, al mismo tiempo que se lea a un nivel profundo, se conduzca a los alumnos al análisis, a la reflexión y, por tanto, a la acción; y la escritura intentada no sólo como una serie de reglas de puntuación, gramática y ortografía, sino como la organización del pensamiento. Entonces, es el desarrollo mismo del pensamiento, su organización y estructuración. Lo que se está proponiendo es precisamente esos dos elementos: cómo lograr el despliegue de habilidades del pensamiento crítico a partir de competencias tan básicas como la comunicación.

¿Cómo incentivar al alumno a involucrarse con la lectura?
ml. Hay una cosa que parece muy obvia, pero es difícil lograrlo en clase: a partir de las propias experiencias e intereses de los alumnos podemos involucrarlos. Un poco la función del docente es poder guiar esta gran experiencia acumulada. Sin embargo, ¿cómo empezar otra vez con un alumno que, en el peor de los escenarios posibles, ha tenido un cúmulo de malas experiencias en la lectura? La única forma es, otra vez, a partir de sus intereses, del presente, de su experiencia. ¿Cuál es ahí la labor del maestro? Ser mediador entre estos dos grandes pasos.

Y el interés fundamental es que perciba su entorno, lo cuestione. Un punto de partida son las lecturas que el maestro deba negociar con sus alumnos de acuerdo con sus inquietudes, porque el maestro tiene una intención: ‘con esta actividad quiero generar aquello’, mas ¿qué sucede cuando no se da el éxito?
ml. Yo tengo una teoría muy básica. La función del maestro es, de alguna manera, abrir ventanas; la responsabilidad del alumno radica en querer asomarse, pero esto es de índole personal.

ya. Nadie aprende lo que no le explican. Si, como tradicionalmente se hacía, al muchacho de preparatoria se le enseña la literatura empezando con los griegos, lo estamos vacunando contra la literatura; seguro nunca le va a interesar leer. A quién le importa lo que pasó 4 587 años antes de Cristo. A él le interesa toda su situación como joven en este mundo tan difícil. Entonces, ¿por qué no apoyarlo en sus intereses? Creo que no es una cuestión de negociación, sino de estar del lado nuestro y del suyo: ¿Qué te importa, qué te interesa? Yo te apoyo.

¿Cómo evaluar al alumno en las materias de lectura y redacción?
ya. No sé cómo se vaya a evaluar en otras materias. Te pueden decir cómo se puede evaluar un trabajo escrito. Hasta ahora, siempre se nos dijo: “escribe un trabajo”, sin mayores criterios ni pautas ni mucho menos. Nosotros estamos intentando ofrecer géneros académicos; no existe un solo género, hay diferentes. Y en lugar de pedir un trabajo, hay que solicitar al alumno “escríbeme un resumen, un ensayo, un artículo”. Cada uno tiene parámetros específicos. Entonces, al maestro se le da la oportunidad de poder evaluar con justicia el escrito del alumno y a este último poderlo desarrollar de acuerdo con esos criterios y no en el aire: “escribe un trabajo”. ¿Qué, cuál, cómo, por qué?

Cuatro criterios se manejan en el programa de lectura y redacción que impulsa el Modelo Educativo Integral y Flexible de la uv: adecuación, coherencia, cohesión y corrección. ¿Éstos se pueden aplicar en la evaluación de un trabajo escrito?
ml. En esta serie de pautas creo que, en el momento en que se hablaba de la corrección, estamos refiriéndonos otra vez a cuáles son los criterios que tiene un género académico. El género académico, como cualquier otro, literario o no, es una especie de modelo que tiene sus propias reglas, necesarias para la comunicación. Pero, al mismo tiempo, el género da la posibilidad de romperlas y de ahí la creación.
¿Cuál es el lugar de la evaluación aquí? Para poder transgredir estos moldes necesitas conocerlos. Es como Picasso: para poder crear el cubismo necesitó ser un excelente pintor académico. ¿Qué es lo que se está proponiendo con esta forma como evaluación? Es exactamente lo mismo. Conoce las reglas para que puedas desde ahí romperlas y crear. Y la escritura puede ser creativa en el más riguroso artículo de investigación, no importa en dónde, pero primero hay que saber las pautas mínimas para lograr la comunicación y después recrearlas, si es necesario.