Octubre-Diciembre 2007, Nueva época Núm.104
Xalapa • Veracruz • México
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Mario Muñoz, toda una vida dedicada a la literatura

Gina Sotelo

Una casa tétrica y misteriosa que provocaba relatos de aparecidos y demás supersticiones alimentó la imaginación de Mario Muñoz en su infancia. Niño de salud frágil, eligió como refugio a la soledad: en un cuarto de la casona gótica en la cual la humedad y el polvo convivían en armonía con pilas y pilas de libros que iban de la literatura fantástica y de horror a los grandes clásicos, pasando por la Biblia…

Ahora, su trayectoria académica, su pasión por los libros y su dedicación a la enseñanza le fueron reconocidos hacia finales de 2007 por la máxima casa de estudios del estado. El maestro y literato, junto al escritor y periodista Carlos Monsiváis y el artista plástico Carlos Jurado, recibió por parte de la Universidad Veracruzana (UV) el Doctorado Honoris Causa.

Mario Muñoz ha sido profesor invitado en diversas universidades como la de Cracovia, Belgrado, Sarajevo y Zagreb, La Habana, Berlín, Nuevo México, Extremadura, Texas, París y Dublín. Habla ahora de su iniciación en las letras, sus amores y pasiones y aquellos libros que le han marcado de por vida.

¿Cuándo nació su amor por la literatura? ¿En qué etapa de su vida nació este vínculo?
Fue un proceso gradual. Desde pequeño me sentí inclinado por leer y esto se debe al entorno familiar en el que crecí. Yo soy de Orizaba, soy hijo único. Éramos una familia muy pequeña integrada por mi madre, mi abuelo, una tía solterona que hacía las veces de nana y yo.

Donde nací me crié y continué hasta la juventud, precisamente en la casa familiar, un caserón muy grande que era propiedad de mi abuelo y que tenía todas las características de una construcción gótica. Parte de esa casa había pertenecido al Convento de San José; mi abuelo sólo medianamente la adaptó, pero toda la configuración del edificio mantenía los rasgos del antiguo convento al que perteneció.

La atmósfera que desde niño me rodeó fue muy peculiar, era una casa muy grande que contaba con 16 habitaciones, dos patios y cielos rasos muy elevados y paredes extremadamente anchas que eran características de las construcciones del siglo XIX. Y en una de estas habitaciones cerradas que solamente tenía un tragaluz por el que entraba un poco de claridad, una habitación que recuerdo bastante húmeda, ahí mi abuelo tenía un acervo de publicaciones sumamente heterogéneas. Había periódicos, revistas antiguas, libros de toda índole, biografías, en fin.

Pero todo esto no estaba ordenado como si se tratara de una biblioteca combinada con una hemeroteca, era literalmente una pila de libros y revistas mezclados y todo esto en un ambiente de semipenumbra y con una atmósfera polvorosa y húmeda. Por lo regular, acostumbraba encerrarme ahí a curiosear lo que había en esa pila de libros, periódicos y revistas. Desde muy chico comencé a tener problemas de asma muy severos pero gozaba de entrar a esta habitación que me producía abscesos asmáticos y, sin embargo, me dominaba más la curiosidad por estar ahí. De ahí nació mi curiosidad por la lectura y las ilustraciones que tenían.

Por otro lado, mi mamá me enseñó a leer y escribir y me compraba libros y cuentos propios de mi edad; después, cuando empezaron a salir las historietas ilustradas de Walt Disney, mi mamá me las compraba hasta hacer enormes colecciones de cómics. Mi mamá oía los radioteatros y las comedias de misterio a los que yo me fui aficionando, al igual que a la música que escuchaba cuando hacía sus quehaceres.

De todo esto fue surgiendo una inclinación por la lectura y otras manifestaciones artísticas que empecé a desarrollar como el cine, el teatro, la pintura. De modo que puedo decir que todo esto contribuyó a despertar en mí una sensibilidad muy aguda.

Además de este entorno, el ser asmático definió también su inclinación literaria, ¿no es así?
Definitivamente no llevé una infancia normal. No podía hacer nada de lo que hacían los niños que no padecían este problema respiratorio.

Cuando yo entré a la escuela prácticamente ahí terminó mi educación materna. Fui a un colegio particular católico al que me inscribió mi abuelo porque mi madre no estaba de acuerdo con que yo estudiara en los colegios estatales por cuestiones de prejuicios. Me decían siempre que si yo iba a los colegios públicos aprendería malas palabras, pero que si iba a uno privado la educación iba a ser superior; más adelante vi que no era así.

Mi infancia estuvo muy limitada porque no llevaba la vida común de los niños, no podía yo correr, jugar, hacer deporte, marchar, de manera que me la pasaba generalmente sentado y había periodos muy largos en los que no iba a la escuela por estar postrado en cama. Todo esto me convirtió en un niño diferente porque no llevaba una infancia al común que otros muchachos de mi época; me volví muy retraído hacia el mundo exterior. Esa infancia fue la que me propició el inicio a la lectura.

Ahora que ha pasado el tiempo, ¿qué es lo que usted prefiere, ser lector o escritor?
Creo que cualquier persona que empieza a tener aficiones muy fuertes hacia la lectura en un momento dado de su experiencia quiere escribir, y esto independientemente que no tenga aspiraciones por publicar. Yo he conocido personas de cualquier extracción social y de cualquier edad que lo han confirmado: a medida de que se hacen lectores de muchas obras, en un momento dado empiezan a escribir poemas, cuentos, narraciones, en fin, les da por recrear a través de la escritura parte de su mundo exterior o de lo que están observando.
Podría decir que el acto de escribir me llegó por añadidura porque yo empecé a escribir mis primeros artículos en un periódico de la ciudad de Orizaba llamado El Regional. No sé realmente cuál fue el instante, la ocasión, el motivo principal que me hizo escribir mi primera nota, simplemente se dio y comencé a escribir sobre teatro, porque yo lo que quería era estudiar teatro. Después escribí en otros periódicos de manera sistemática.

El doctorado Honoris Causa es el reconocimiento más grande que puede recibir un académico o un investigador, es la aspiración más alta a la que puede llegar una persona que está en un trabajo docente
¿Hay algún personaje literario con el cual usted se haya identificado?
¡Cómo no! El primer personaje literario que me marcó, yo diría que para toda la vida, fue Demian, de la novela de Herman Hesse. Fue algo realmente impactante y una revelación. Yo atravesaba por ese momento una serie de crisis de adolescencia y entonces leer la novela de Hesse me descubrió muchas cosas y me hizo explicarme muchos conflictos y problemas por los que se atraviesa generalmente cuando se es adolescente. La obra de este autor me marcó para siempre, la seguí leyendo y todavía si veo algún libro o alguna traducción que no conozca de este autor, la compro.

Otro personaje que me marcó siendo adulto fue Pedro Páramo. Fue la primera obra mexicana que yo leí. Hasta ese momento mis lecturas eran de autores europeos o norteamericanos, teatro clásico o grecolatino, pero no había yo leído nada de literatura mexicana, la sentía yo como una literatura muy distante que simplemente no me llamaba la atención. Los autores que yo leía eran Guy de Maupassant, Antón Chejov, Fiodor Dostoievski, hasta que llegó a mis manos el famoso Pedro Páramo, de Juan Rulfo. Ésta fue también para mí una novela decisiva que cada que puedo la releo y la enseño.
Siguiendo con los personajes literarios, ¿cuál ha sido su amor platónico, el personaje que le haya inspirado adoración?
Pues yo creo que Madame Bovary de Gustave Flaubert, porque sentí una especie de compasión por esta mujer que tiene muchas aspiraciones, sueños, es una mujer muy idealista que se encuentra encerrada en un medio totalmente asfixiante. Me encantó ese personaje.

Otro personaje que me gustó siendo aún adolescente fue Cecille, de Françoise Sagan en Bonjour tristesse. Es el de una chica desprejuiciada, adolescente de 16 años, y entonces cuando yo vi la película basada en esta novela y vi a Jean Seberg –que en ese entonces tendría unos 18 años– quedé enamorado literalmente tanto de ella como del personaje. Y tanta atracción sentí por este personaje femenino que empecé a elucubrar que alguna vez tuviera una novia así y tuve la fortuna de que sí; en efecto, esto se dio y tuve una compañera polaca que tenía estas características de la protagonista de la película.

¿Cuál ha sido el sueño de su vida?
El sueño de mi vida hubiera sido casarme con una muchacha a la que conocí cuando yo tenía 15 años y ella tenía 13; ése hubiera sido mi gran sueño. Otro habría sido ir a Francia y quedarme ahí una temporada. Y otro de los grandes sueños que se realizaron fue el de vivir en Europa. Eso desde el punto de vista más personal.

Ahora, desde el punto de vista de la profesión, del oficio, de los estudios, bueno, yo fui muy especial en esto. Hay quienes desde niños ya saben cuál será su objetivo en la vida y marcan muy bien sus etapas, a mí eso me admira. Pero quizá por los problemas de salud que ya mencioné no me había puesto a pensar cuáles serían las etapas que pudiera yo conseguir. Tenía una idea general que era salir de México y conocer mundo, pero eran ideas muy generales. Nunca pensé así, por eso me siento muy reconciliado con la realidad por el hecho de que sin proponerme muchas cosas se me han venido dando y me han satisfecho plenamente en mi trabajo.

Fuera de las mujeres que han estado ligadas a su vida, ¿cuál ha sido o qué es el amor de su vida?
El amor que tengo ahora es sobre todo por el trabajo, yo no me explico la vida si no estoy ocupado haciendo alguna cosa; en este sentido, inclusive durante los periodos vacacionales o cuando he salido al extranjero, estoy desarrollando alguna actividad. Lo más que puedo estar sin hacer absolutamente nada será un día, pero no más. Tengo que estar ocupado en proyectos, en actividades, en escritura, en preparar clases, haciendo lecturas o relecturas de libros o en escribir, eso es lo que me llena.

¿Cuál es su género literario predilecto?
Tengo uno en particular que es el cuento. En la Facultad de Letras de la UV y en otras instituciones he impartido cursos de análisis narrativo y otro género muy cercano es la novela. El cuento me empezó a atraer de manera muy especial porque noté más o menos en la década de los 80 que, no obstante su importancia en la literatura mexicana e hispanoamericana, en realidad no había sido lo suficientemente trabajado por la crítica, simplemente como que se consideraba un género menor en relación con la novela, la poesía o el teatro; me di cuenta que ahí había un filón para estudiar y analizar un corpus muy significativo que seguramente a los críticos no les había llamado la atención. Ahí me empecé a aficionar y después a interesarme de manera muy profesional por el desarrollo del cuento en México y en Hispanoamérica; el resultado de esto son las antologías que he publicado.

¿Tiene usted algún momento predilecto para leer?
Yo generalmente leo un poco por las tardes o por la noche antes de ponerme a escribir o salir a la Facultad. Durante la mañana no me puedo concentrar en la lectura, esto seguramente se puede explicar porque como ya estoy acostumbrado a que por las mañanas tengo otro ritmo de trabajo –estoy en clases o estoy ocupado en otras cosas prácticas o cuando he estado en la administración, entonces ya quedé condicionado a que las mañanas es una actividad febril–, como que mi propio organismo me pide movimiento, desplazamiento, en fin, y ya en la tarde me nace la necesidad de leer, sobre todo en la noche.

Al reflexionar sobre las metas que me he planteado en la vida, puedo asegurar que nunca pensé que podría alcanzar el Doctorado Honoris Causa, jamás lo imaginé, ni en sueños concebí que pudiera tener este reconocimiento. Cuando me lo informaron no daba crédito, después me sentí deslumbrado, contento, feliz por esta dedición que fue unánime por parte del Consejo Universitario:
Mario Muñoz

¿Tiene algún momento preferido para escribir?, ¿lleva alguna disciplina?
Sí, en esta cuestión de la escritura cada persona tiene sus propios hábitos. Hay escritores extremadamente disciplinados, como militares, aunque escriban media cuartilla están en el escritorio seis horas o más seguidas; son los casos de Carlos Fuentes, de Mario Vargas Llosa o de otros autores. Hay otros escritores, de quienes he leído sus confesiones, que no tienen prácticamente ningún sistema, escriben cuando se les ocurre alguna idea y pueden pasar periodos en los que no escriben absolutamente nada y no tienen horas fijas para la escritura. A mí me pasa una cosa muy personal, quizá porque desde muy joven empecé a escribir mis primeras notas en los cafés; para mí es muy estimulante ir a un café y ponerme a escribir y esto lo hago en cualquier lugar a donde vaya y ahí me gusta mucho ponerme a escribir. También lo hago desde luego en la casa o bien en alguna biblioteca, pero me estimula mucho estar en algún lugar público escribiendo.

¿Tiene usted algún libro sin terminar?
Bueno, en eso sí tengo una disciplina muy rigurosa: libro que empiezo lo tengo que terminar necesariamente. Aunque no me guste, aunque me parezca tedioso, aunque me resulte muy difícil, me pongo como reto concluir el libro desde la portada hasta la contraportada. Ésa es una exigencia que yo mismo me he puesto.

En su larga trayectoria como docente, ¿qué le ha funcionado para despertar el interés y la motivación por la lectura entre los jóvenes?
Éste sí es un problema de mucho fondo. Desgraciadamente, México no es un país de lectores, sentencia que se ha dicho hasta la saciedad. El decir que México no es un país de lectores tiene mucho fondo, es un problema social y es un problema histórico; entonces sucede que nosotros que estamos en una Facultad como la de Letras –donde teóricamente los alumnos van ahí porque tienen cierto interés por la literatura y la escritura–, con frecuencia nos damos cuenta que también es algo ilusorio, la mayoría de ellos no llevan hábitos de lectura, no conocen autores, da la sensación muchas veces que están ahí por azar o porque no tuvieron otra opción para escoger otra carrera.

Sin embargo, yo estoy advirtiendo, en especial en las últimas generaciones en las que entraron con el Modelo Integral y Flexible, que para mi sorpresa hay muchos jóvenes que traen una mentalidad muy distinta, son jóvenes muy dinámicos, con iniciativa, se acercan al maestro para conversar, para preguntar, solicitar información y, además, en clase son muy participativos, preguntan, tienen inquietudes; al mismo tiempo, advierto que en la mayoría hay una mejora en la redacción.

Para despertar el interés por la lectura utilizo, entre muchos recursos, romper con el esquema tradicional del maestro que sólo utiliza la palabra y se pasa una o dos horas monologando. Mi sistema es combinado, por lo general utilizo mucho el pizarrón, hago muchos esquemas para analizar los textos literarios y también recurro mucho a la asociación de ideas, que los alumnos entiendan que la literatura está relacionada con otros lenguajes: el del cine, el plástico, el teatral, el fotográfico; con otros discursos sociales: el histórico, el filosófico, el psicoanalítico, y aparte de esto procuro establecer relaciones con la realidad inmediata que conocen los estudiantes.