Enero-Marzo 2007, Nueva época Núm.101
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Entrevista con Juan Pedro Laclette
Sin dinero, la política de Estado en ciencia y tecnología es demagogia


Juan Carlos Plata

No se ve que el Estado mexicano tenga interés por la ciencia y la tecnología, porque no ha entendido que la c
Son esfuerzos aislados y sin una política de Estado que oriente, organice e impulse la actividad científica en el país, los miembros de la comunidad científica se enfrentan al reto de crecer sin un sostén presupuestal y sin las condiciones favorables para desarrollar su labor.

Ante esta situación, el debate se centra en la obtención de mayores recursos para la investigación y en la necesidad de generar las condiciones en el sistema educativo para que niños, jóvenes y la sociedad en general se acerquen más a la ciencia e incorporen el pensamiento científico como parte del pensamiento cotidiano.

En un país en el que se calcula que 70 por ciento de la investigación científica se realiza en universidades e instituciones de educación superior públicas, éstas deberán participar aún más en la búsqueda de mayores recursos y ser las protagonistas del cambio cultural necesario. Y es que más allá de la importancia académica que esto reviste, especialistas de todo el mundo coinciden en que la educación, la ciencia y la tecnología son los principales factores que impulsan el desarrollo económico de un país y la mejora de las condiciones de vida de su población.
Acerca de estos temas habla el presidente de la Academia Mexicana de Ciencias, Juan Pedro Laclette San Román, destacado investigador nacional, miembro del Sistema Nacional de Investigadores (SNI), nivel III, quien también da cuenta de los retos a los que nos debemos enfrentar como país en materia de ciencia y tecnología.

Según su opinión, ¿cómo está el país en materia de investigación científica? ¿Qué tanta y que tan buena investigación se hace en México?
En México se requieren cuatro o cinco veces más científicos de los que hay, lo que nos lleva a otro tema como es la formación de nuevos investigadores, la importancia de los posgrados nacionales. Nos hace falta una gran cantidad de científicos, a pesar de que en el entorno latinoamericano México se encuentra en segundo lugar, sólo detrás de Brasil.
Todavía se hace poca investigación. El Sistema Nacional de Investigadores tiene alrededor de 12 mil miembros, que es un número pequeñísimo si consideramos los más de 100 millones de habitantes que hay en el país, y si nos comparamos con otros países, veremos que la diferencia es abismal. Incluso, si tomamos el panorama de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), sabremos que estamos muy por atrás.

En México se requieren cuatro o cinco veces más científicos de los que hay actualmente, lo que nos lleva a otro tema fundamental como es la formación de nuevos investigadores, la importancia de los posgrados nacionales. Nos hace falta una gran cantidad de científicos, a pesar de que en el entorno latinoamericano México se encuentra en segundo lugar, sólo detrás de Brasil. Sin embargo, hace unos años Brasil estaba a nuestro nivel y ahora nos comienza a sacar una ventaja considerable. Y es que uno de los factores fundamentales para el desarrollo acelerado que ha tenido la ciencia y la tecnología en ese país ha sido el financiamiento y el impulso en la formación de nuevos investigadores.

Si hablamos en términos numéricos, México produce alrededor del uno por ciento de la producción científica mundial, pero si tomamos en cuenta el tamaño y la magnitud de nuestra economía, le correspondería un valor mayor. Además, hay que considerar que nuestra comunidad científica tiene una calidad comparable a la de países desarrollados, por lo que nuestra nación se encuentra en una circunstancia adecuada para lograr un desarrollo verdaderamente acelerado, claro, si tuviera el financiamiento suficiente.
Otros puntos que se han tocado mucho en los últimos años han sido la concepción que tiene el Estado mexicano sobre la investigación científica y la carencia de una política de Estado en este campo. ¿Qué tanto necesitamos esa política de Estado y qué debería incluir?

Durante los últimos 20 años, el financiamiento para la investigación científica y tecnológica medida como porcentaje del producto interno bruto (PIB) del país ha aumentado muy poco, lo cual quiere decir que no ha sido uno de los puntos fundamentales, a pesar de que en todo el mundo se pueden encontrar ejemplos que demuestran, más allá de toda duda, que el desarrollo de un país está directamente relacionado con su desarrollo científico y tecnológico y con la cantidad de recursos que se invierten en este rubro. No obstante esta evidencia contundente, en México no hemos logrado que el Gobierno y la industria participen en la definición de una política de Estado que trascienda el estilo que adopta cada seis años el Gobierno.
El desarrollo de un país está directamente relacionado con su desarrollo científico y tecnológico y con la cantidad de recursos que se invierten en este rubro. No obstante, en México no hemos logrado que el Gobierno y la industria participen en la definición de una política de Estado que trascienda el estilo que adopta cada seis años el Gobierno.
Desde mi punto de vista, existen pocos protagonistas políticos, de la iniciativa privada y académicos que dudarían de la trascendencia de una política de Estado, por lo que es el momento de superar el discurso. He venido insistiendo en que la política de Estado en ciencia y tecnología tiene que aterrizarse presupuestalmente; de nada sirve que escribamos libros y libros, textos y textos sobre la importancia de la política de Estado en ciencia y tecnología. Lo que hay que hacer es
–desarrollando una fantasía– dedicar tanto dinero a la investigación básica, tanto a la aplicada, tanto a la innovación, tanto a la formación de recursos humanos y habrá incrementos anuales tales que en el año 2012 se llegue a 3 por ciento del PIB (las empresas pueden participar con dos por ciento y el Estado con uno por ciento). Si no se aterriza la política de Estado en términos presupuestales y programáticos, es poco menos que demagogia.
¿Por qué cree usted que no se ha dado esa tan necesaria política de estado en ciencia y tecnología? ¿Quién o quiénes serían los responsables?

Sin duda, el Gobierno debería cargar con una parte importante de esta responsabilidad –yo diría que no sólo el Gobierno, sino también la clase política que se encuentra muy ocupada en confrontaciones enconadas como para analizar a profundidad la conveniencia del desarrollo acelerado en ciencia y tecnología que beneficie a la sociedad, porque éstas más la educación son la columna vertebral del desarrollo de cualquier país–, los industriales tendrían otra parte y de alguna forma los científicos, quienes, aunque lo hemos venido repitiendo de múltiples formas, no hemos sido suficientemente convincentes.
Sin embargo, no se trata de encontrar un culpable único, sino de terminar el marasmo que hemos padecido en al menos los últimos 20 años, porque sí hemos tenido desarrollo científico, pero no se debe a que haya aumentado proporcionalmente la inversión, sino a que nuestra economía ha crecido y por inercia se ha elevado la inversión, pero no como porcentaje.
En nuestro país, el financiamiento para la investigación ha provenido mayormente del Estado, pero la participación de las industrias podría permitir la aplicación del conocimiento, porque ellas lo que procuran son resultados prácticos que permitan poner productos en el mercado a partir de una idea científica.

¿Será que los involucrados en cuestiones de desarrollo científico se han dedicado a resolver contingencias y no han pasado de temas coyunturales a establecer reglas de largo plazo?

Sí, mencionaba líneas arriba la necesidad de definir objetivos sectoriales. Por ejemplo, en la Ley de Ciencia y Tecnología se considera la creación de los fondos sectoriales mediante los cuales confluyen recursos de las secretarías de Estado y del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACyT).

Si revisamos la convocatoria 2004 del fondo sectorial en salud, podremos darnos cuenta de que en ese año se trataban seis problemas de salud, pero en el 2005 cambiaron y en el 2006 volvieron a cambiar. Eso no debe ser así, se deben concretar los objetivos sectoriales. Y siguiendo con el ejemplo de la salud, la diabetes y el cáncer tendrían que ser algunos de esos temas prioritarios. Esta definición de temas tiene que mantenerse el suficiente tiempo para que se promueva el desarrollo, para que se atraiga la investigación hacia esas áreas.

Además, porque los resultados de una investigación no pueden ser inmediatos.
Así es. Tenemos que pensar en términos de mediano y largo plazo.

¿Cómo hacer que la investigación sea una prioridad en las universidades públicas y que al mismo tiempo esté ligada a la docencia?

Si nos concentramos en la importancia de la investigación científica en las universidades, veremos que ya hay un buen número de instituciones –sobre todo públicas y algunas privadas– que ya consideran la investigación científica como una de las tres funciones sustantivas o principales de las universidades: docencia, investigación y extensión.

En las universidades, principalmente en las públicas, es donde existe mayor claridad y certeza acerca de la importancia de la investigación científica; no obstante, sería bueno impulsarla más, y ahí entramos a otro tema que es el asunto del financiamiento de la investigación, donde las universidades se beneficiarían grandemente si contaran con más recursos.

Además de darle ese lugar importante a la investigación, hay un gran trabajo por hacer en materia de transferencia de tecnología y conocimientos; de hecho, históricamente ha habido problemas para que el conocimiento generado en las universidades impacte en la vida cotidiana de la sociedad. ¿Cómo se podría deshacer ese nudo que ha impedido que la sociedad se vea beneficiada directamente con las investigaciones que se hacen en las universidades que la propia sociedad financia?

Es un problema bastante complejo y un área en la que no hemos tenido suficiente avance en el país, a pesar de que contamos con una comunidad científica cuya calidad es comparable a la de comunidades de países desarrollados.

Desafortunadamente, hemos tenido un reducido impacto sobre la sociedad, y creo que hay varios factores que explican esta situación. El primero de ellos es que prácticamente no hay una definición institucional de objetivos estratégicos, porque las universidades pueden orientar la investigación científica, es decir, el investigador goza de libertad de cátedra y de investigación. Pero si su propia universidad o instituciones como el CONACyT y las secretarías de Estado establecen objetivos prioritarios y canalizan recursos para realizar los estudios y con ellos solucionar algunos problemas, se podría inducir al investigador a involucrarse en esta labor.

Otra cuestión es que en México el financiamiento para la investigación científica ha provenido mayormente del Estado, aunque, en los últimos años, ya la iniciativa privada ha estado participando con una tercera parte del financiamiento, pero tradicionalmente los gobiernos federal y estatales contribuían con la totalidad de los recursos que apoyaban a la investigación. Sin embargo, la participación de las industrias podría permitir la aplicación del conocimiento, porque ellas lo que procuran son resultados prácticos que permitan poner productos en el mercado a partir de una idea científica. Las industrias pueden servir como vínculo entre la comunidad académica y la sociedad para que estas ideas se desarrollen en procesos innovadores que beneficien a la sociedad. Tradicionalmente, ha habido poca confianza de los científicos hacia los empresarios y viceversa, por lo que hay la necesidad de lograr un conocimiento mutuo, de desarrollar una mejor relación, de sumar a la industria y a la comunidad académica.

Finalmente, hay que mencionar otro factor, que es el hecho de que en México se tiene muy poca experiencia con cuestiones de propiedad intelectual, patentes, identificación de nichos de mercado y de oportunidades tecnológicas. Y a éste tendríamos que sumar otros factores, porque, como dije anteriormente, se trata de un problema muy complejo que tendríamos que ir analizando parte por parte para proponer las medidas que le corresponden a cada asunto.

Los investigadores se encuentran en un dilema complejo: por un lado, se les pide que busquen recursos para financiar sus estudios y, por otro, hay quienes opinan que sólo se deben dedicar a generar conocimientos. ¿Cuál tendría que ser el esquema que deberían seguir?

Creo que en un buen número de instituciones públicas de investigación y enseñanza ya se ha logrado que los investigadores se encarguen de conseguir recursos para llevar a cabo sus estudios. En efecto, la institución aporta recursos como la infraestructura, el salario del investigador y el personal, pero el buscar financiamiento para realizar proyectos de investigación es responsabilidad principalmente del investigador, quien debe presentar sus propuestas en forma de solicitudes ante agencias nacionales e internacionales. La época en que la propia institución le daba todo a los grupos de investigación ya pasó; de hecho, en la mayoría de los países desarrollados, si no es que en ninguno, esto no sucede. Entonces, el investigador tiene que responsabilizarse, tiene que convencer que sus proyectos y su investigación valen la pena, y éstos los revisan pares que evalúan si se trata de un proyecto cuya contribución de nuevos conocimientos es suficiente para darle el financiamiento.

¿Qué oportunidades se abren para los estudiantes –principalmente de licenciatura– con el hecho de que en su universidad existan institutos y grupos de investigación, que sus maestros sean investigadores? ¿Cuál es el beneficio que obtienen con ello?

Hasta hace poco, los estudiantes no consideraban dentro de las profesiones a las que se podían dedicar el ser científico, pero esto está cambiando considerablemente. Ahora los alumnos piensan que ésta es una de las profesiones prácticas, y, por su puesto, yo como científico digo que es la mejor de todas, dado que ofrece una vida extraordinariamente interesante, divertida, apasionante, etcétera. Los científicos nos dedicamos a resolver los porqués y estamos concentrados en esas cuestiones, y nos pagan por hacerlo.
Ahora ya hay opciones de trabajo en una buena cantidad de instituciones; deberían abrir más oportunidades en las industrias y en algunas universidades en los estados. En particular, la Universidad Veracruzana ha tenido un desarrollo científico considerable si comparamos lo que había hace 20 años y si tomamos en cuenta la cantidad de centros de investigación que tiene actualmente, muchos de ellos abocados a abordar problemas regionales.

También se ha hablado recurrentemente de la necesidad de generar una dinámica de ciencia en México. ¿Qué retos implica esto en un país como el nuestro, que históricamente no ha estado apegado a las cuestiones científicas?

Nosotros no hemos logrado que la ciencia se incorpore como una parte de la cultura universal, considerando como cultura la definición de la UNESCO: todos aquellos usos, costumbres y conocimientos que sirvan para la vida. Y al respecto hay muchísimo que hacer.

La Academia Mexicana de Ciencias lleva a cabo un esfuerzo considerable a través de distintos programas como Domingos de la ciencia, La ciencia en la escuela, Olimpiadas de la ciencia, Cómputo para niños, Veranos en la ciencia, que están dirigidos principalmente a los niños. Y es que tenemos que trabajar para que en los infantes cambie esa visión, para que ellos incorporen el pensamiento científico como parte del pensamiento cotidiano, en contraste con el pensamiento mágico de la cultura mexicana, que es hermoso en muchos aspectos, pero es poco práctico en el mundo moderno. Creo que tenemos que trabajar desde abajo, desde la primaria, para promover el pensamiento científico en los niños, de tal manera que cuando crezcan aspiren a profesiones científicas, y si no se desarrollan como científicos, al menos que mantengan un pensamiento racional, lógico, en la profesión que ellos elijan.

Desafortunadamente, la ciencia en la educación primaria no resulta atractiva. De alguna manera no hemos enseñado apropiadamente a los niños el trabajo científico. Éste es un tema que se debe abordar desde múltiples niveles. Ya hay muchas organizaciones, entre ellas la que presido, que están haciendo esfuerzos por introducir el pensamiento científico en los infantes, independientemente de que después sean científicos o no, porque es necesario que lo utilicen como herramienta para su vida.