Enero-Marzo 2007, Nueva época Núm.101
Xalapa • Veracruz • México
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En diez años, generaron una cultura científica
FCBA, ejemplo de vinculación entre investigación y docencia


Edith Escalón

En 1995, sólo el 5 por ciento de los profesores tenía posgrado. Hoy, el 75 por ciento cuenta con maestría o doctorado, y el 50 por ciento realiza proyectos de investigación
Peñuela, Ver. A mediados de los noventa, 95 licenciados integraban la planta académica de la Facultad de Ciencias Biológicas y Agropecuarias (FCBA) de la Universidad Veracruzana. Sólo cuatro profesores tenían posgrado, pero todos se dedicaban únicamente a la docencia en Biología y Agronomía, las dos carreras que ofrece, donde estudian alrededor de 500 alumnos.

Hoy, el 75 por ciento tiene maestría o doctorado, el 50 por ciento hace investigación junto con estudiantes, y en los últimos cuatro años han recibido apoyos externos para trabajo científico por más d e 21 millones de pesos, equiparon seis laboratorios de alta tecnología y se convirtieron en asesores de ingenios cañeros, médicos indígenas y agricultores de café, piña, chayote, anturios, orquídeas, noche buenas y muchos otros productos de importancia comercial que sostienen la economía en la región montañosa del centro de Veracruz.

Para los universitarios, generar una cultura científica en una facultad donde la docencia era el eje de toda la actividad académica fue resultado de un proceso de transformación nacional que puso a los indicadores de calidad y excelencia como condición para obtener apoyos externos. "No hay ningún secreto en esto, en los últimos diez años se dio en el país una serie de oportunidades que nosotros supimos aprovechar", comentó Joaquín Murguía, egresado, académico, investigador y actual director de la FCBA.

Justamente, porque se ha convertido en una facultad donde docencia e investigación van de la mano, la FCBA representa un ejemplo de que la vinculación que la UV propuso a finales de los noventa no sólo es asequible, sino que también beneficia tanto la formación de estudiantes como la práctica docente, la consolidación de grupos de investigación, la generación de conocimientos y la solución de problemas regionales.

Académicos de la FCBA han avanzado en el estudio de especies de impacto alternativo comercial, como la caña de azúcar, la piña, los anturios, la vainilla y las orquídeas.
Detonador
A mediados de la década de los noventa, la Secretaría de Educación Pública (SEP) delineó una serie de programas estratégicos que formalizaron las políticas de calidad en la educación superior. Instrumentos como los programas de Mejoramiento al Profesorado (PROMEP), Integral de Fortalecimiento Institucional (PIFI) y Nacional de Posgrados (PNP), entre otros, condicionaron a ciertos indicadores de calidad millones de pesos en apoyos extraordinarios para el desarrollo académico, la construcción de espacios físicos y la atención a problemas estructurales de las universidades públicas.

Según Yolanda Martínez Ocampo, coordinadora de Planeación y Evaluación de la FCBA, la perspectiva de los académicos de la UV frente a las nuevas exigencias de la SEP cambió debido a algunos factores: "Estábamos conscientes de que los recursos para las universidades públicas eran limitados, porque siempre lo han sido, pero estas políticas nos obligaron a replantearnos nuestro quehacer: si el dinero ya no se otorgaba como antes (sólo por el número de alumnos) y había que competir por él, teníamos que prepararnos y capacitar mejor a los jóvenes, vincularnos con otras instituciones para optimizar recursos, mejorar nuestro desempeño… para nosotros era una oportunidad. El primer paso fue mejorar la planta académica, y así lo hicimos".

Con el apoyo del Instituto Nacional de Ciencias Agrícolas, de Cuba, abrieron dos posgrados en la facultad: Biotecnología de Plantas y Caña de Azúcar, donde se incorporaron más de 30 profesores de la FCBA que, hasta entonces, sólo tenían licenciatura. Otros docentes de la facultad cursaron maestrías y doctorados en instituciones como el Colegio de Posgraduados, la Universidad Nacional Autónoma de México o la Universidad Autónoma de Chapingo, incluso también fuera del país.

"Ésa fue una etapa de formación que nos permitió definir líneas de investigación, entablar relaciones profesionales con otros investigadores y sentar las bases para estrechar relaciones de colaboración institucional, conocer nuevos métodos de trabajo, en fin, nos abrió el panorama", comentó Murguía, quien estudió en Italia el doctorado en Floricultura y ha impulsado en los últimos años la investigación conjunta y la movilidad académica y estudiantil con instituciones de ese país.

"Al inicio, las relaciones fueron con Cuba, con el Instituto Nacional de Ciencias Agrícolas, el Centro Nacional de Investigaciones Científicas, la Universidad Agraria de La Habana y el Instituto Nacional de Investigaciones de Caña de Azúcar, pero poco a poco estrechamos lazos con otras instituciones de México, como el Colegio de Posgraduados y la Autónoma de Chapingo, y con el tiempo, las relaciones se hicieron mucho más sólidas", informó Daniel Arturo Rodríguez, doctor en Agroecosistemas Tropicales y secretario académico de la facultad, egresado de la primera generación de la maestría en Caña de Azúcar.

Para 2000, la mitad de la planta académica de la FCBA tenía maestría o doctorado. Además, recientes políticas de la UV permitieron la incorporación de nuevos profesores de tiempo completo con ese perfil: "Entonces, se empezó a afianzar una cultura científica: entre los académicos había una dinámica distinta, deseos de alcanzar grados y publicar, de participar en eventos científicos, de proponer o colaborar en proyectos de investigación, y todo esto incluyó de manera automática a los estudiantes", dijo Roberto Gámez Pastrana, jefe de la Carrera de Biología, doctor en Biotecnología de Plantas y coordinador del Laboratorio de Conservación de Germoplasma Vegetal.

En la Facultad de Ciencias Biológicas, se ha impulsado la investigación conjunta y la movilidad académica y estudiantil con instituciones italianas.

Más recursos
A partir de entonces, ya con cuadros académicos mejor preparados, empezaron a competir por recursos externos para investigación, en principio para equipar laboratorios y dotar a la escuela de infraestructura para el trabajo científico. De FOMES, PIFI, PROMEP y otros programas consiguieron más de un millón de pesos para mejorar cubículos, equipar laboratorios o actualizar equipos de cómputo, y más de 17 millones de pesos para mantenimiento o mejoramiento de calidad de los programas de Biología y Agronomía, incluyendo a los cuerpos académicos.

De esa manera, se conformaron en 2003 cinco grandes grupos de trabajo enfocados a diferentes líneas: Manejo aprovechamiento y conservación de recursos naturales; Tecnología agrícola sustentable; Desarrollo biotecnológico de agroecosistemas; Biodiversidad de alimentos, y Ciencia y tecnología de la caña de azúcar. Estos grupos formalizaron la colaboración y el trabajo previo en diferentes subdisciplinas.

Por otra parte, conscientes de los problemas regionales en un estado predominantemente agrícola y con la experiencia de investigación que cada uno había tenido en sus posgrados, los académicos se dedicaron a proponer proyectos de investigación que resolvieran problemas reales. Convocatorias de la Fundación Produce Veracruz (FUNPROVER), del Instituto Veracruzano de Desarrollo (INVEDER) e, incluso, del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACYT) fueron la oportunidad para conseguir financiamientos y hacer investigación aplicada.

Con esos recursos, que superaron los 21 millones de pesos en los últimos cuatro años, establecieron, equiparon o modernizaron los laboratorios de Cultivo de Tejidos, Suelos, Conservación de Germoplasma, Hongos Comestibles, Fisiología y Bioquímica, además de otros espacios de apoyo a la investigación, como el Laboratorio de Microscopía, el Bioterio, el Herbario (con una colección de más de 15 mil registros), el Centro de Información Meteorológica (con dos estaciones que operan en tiempo real a través de Internet) y cuatro invernaderos. También lograron los recursos para montar los laboratorios de Fitopatología, Biología molecular, Toxicología ambiental y Entomología –que están actualmente en construcción–, así como el financiamiento de INVEDER para establecer un invernadero en el campus Ixtaczoquitlán, donde una hectárea con capacidad para producir 100 mil plantas será el eje de ensayos y proyectos con especies regionales.

Esas oportunidades se dieron en toda la universidad, sin embargo, los resultados en la FCBA destacan notablemente. Lo que definió esta dinámica de trabajo colectivo, de acuerdo con lo expresado por Joaquín Murguía, no es ningún secreto: "En los últimos diez años, se dio en el país una serie de oportunidades que nosotros supimos aprovechar, es sólo eso. Para nosotros, los recursos por los que teníamos que competir eran una posibilidad de crecer, una posibilidad de desarrollo. Además, el sinnúmero de problemas y necesidades que existen en nuestra región, con cañeros, con horticultores, con médicos indígenas, nos han metido en una dinámica tan intensa que nos lleva a trabajar constantemente".

Formación para estudiantes
Aunque hacer investigación se convirtió en una prioridad para los académicos, nunca dejaron de lado la docencia, explicó Joaquín Murguía: "Paralelamente a nuestra formación profesional y a la infraestructura, logramos mejorar la formación de los estudiantes, porque cada investigación incluye siempre a nuestros alumnos, ya sea como apoyos de investigación o en prácticas de clase, en servicio social, como tesistas, como estudiantes de posgrado… ellos siempre son parte de los proyectos. De hecho, en cada proyecto participan de tres a cinco estudiantes en promedio –desde el primero hasta el octavo semestre– e, incluso, egresados".

Para Daniel Arturo Rodríguez, doctor en Agroecosistemas Tropicales y secretario de la facultad, la ventaja de este sistema de trabajo radica en la oportunidad que brinda para formar a los alumnos en el uso del método científico, tanto en licenciatura como en posgrado: "Tenemos, incluso, un programa de formación para la investigación que es extracurricular, donde los muchachos participan en periodos que van de los seis meses hasta los dos años en colaboración con los cuerpos académicos –sus investigaciones forman parte de sus tesis de grado– y, además, apoyan la investigación aplicada, lo que permite que se vinculen a su realidad, que trabajen en proyectos que buscan resolver problemas reales, y eso afianza su compromiso social".

Investigación aplicada
Muchas de las investigaciones que los universitarios han realizado han servido para resolver problemas de los productores de la región o para sistematizar el conocimiento, antes disperso, y apoyar a grupos sociales con necesidades específicas, con los que se han vinculado desde hace años.

El grupo de investigación en caña de azúcar, por ejemplo, ha trabajado estrechamente con los ingenios San José de Abajo, San Miguelito, Constancia, Motzorongo y Progreso. Los conocimientos que han generado los universitarios van desde propuestas para el manejo integrado de plagas hasta la programación de cosecha con base en selección de variedades; el uso de fertilizantes para mejorar el rendimiento del cultivo o el significado de la quema de la caña para que esta práctica se evite en el futuro.

Otro de los grupos de trabajo ha apoyado a médicos indígenas de la región para sistematizar el conocimiento que tienen sobre plantas medicinales, a través de asesorías, publicación de catálogos fotográficos de plantas, exploraciones botánicas, establecimiento de jardines, identificación de especímenes y apoyo al conocimiento botánico, labor con la que han ayudado a rescatar un conocimiento tradicional que ayuda a conservar especies por su valor biológico y antropológico.

Además, académicos de la FCBA han avanzado en el estudio de especies de impacto alternativo comercial (caña de azúcar, piña, anturios, vainilla y orquídeas), tanto para cumplir con estándares de calidad para apoyar la exportación de productos veracruzanos como para generar conocimientos de punta sobre factores que influyen en la tolerancia a deshidratación, a través de técnicas de conservación de germoplasma vegetal que utilizan helio líquido a 196º bajo cero para apoyar la conservación de la biodiversidad. Así, con el trabajo colectivo de docentes-investigadores, la Facultad de Ciencias Biológicas y Agropecuarias de la UV consolida su cultura científica y genera conocimiento.