Enero-Marzo 2007, Nueva época Núm.101
Xalapa • Veracruz • México
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Reflexiones sobre historia e historiadores


Carmen Blázquez Domínguez1

La reflexión y el análisis que sobre el pasado hacemos son tareas fundamentales a las que los historiadores dedicamos buena parte de nuestro tiempo y de las que no podemos prescindir. Forman parte de nuestros procesos de investigación y de vida, y sin duda los resultados son también vitales para nuestra sociedad, pues sin memoria histórica no hay rostro social.

La diversidad de temas que se investigan en la actualidad, y los que se han trabajado en el pasado reciente, señalan tanto los avances de la historiografía como el peso que tiene la memoria del pasado en la sociedad actual. Ante la pregunta ¿para qué la historia?, la respuesta debe ser: historia para atender las urgencias y preguntas del presente; para afianzar, construir o inventar una identidad; para recomponer la certeza de un sentido colectivo; para fundar las legitimidades del poder; para imponer o negar la versión de los vencedores; para rescatar la de los vencidos.

Otras preguntas que no pueden dejarse de lado cuando se hace una reflexión acerca de lo histórico y específicamente sobre la naturaleza de la historia son: ¿quién hace la historia?, ¿quién es el sujeto de la historia?, ¿qué es aquello que está detrás, lo que subyace, provoca y genera el acontecimiento histórico?, ¿quién es el ser o la fuerza que hace posible los acontecimientos que registran los libros de la historia? Las respuestas a través del tiempo han sido variadas y producto de reflexiones, teorías y contextos diversos inmersos en el debate entre el pasado y el presente en la reconstrucción del saber histórico.

Hoy, los cambios políticos y económicos, así como las transformaciones en el campo social, en el desarrollo tecnológico y la cultura experimentados en el mundo a partir del último cuarto del siglo XX, obligan a los historiadores a evaluar los obstáculos y los alcances de su labor para saber si los trabajos históricos emprendidos y por realizar siguen teniendo la misma fuerza de síntesis, de explicación, y si logran un sentido de transformación al difundir entre el público en general y la comunidad académica los temas de la historia y sus vinculaciones con las problemáticas que el mundo actual plantea.

Esto ha hecho que el papel del historiador sea objeto de reflexiones y debates. Preguntarse sobre las tendencias y sentidos de la historia como disciplina científica es preguntarse por la filosofía de la historia, por sus contenidos ideológico-políticos. Esto obliga, a su vez, a plantearse preguntas sobre la cosmovisión y la actitud valorativa del historiador. Hacer investigación histórica no es, pues, únicamente saber hacer la investigación o manejar documentos históricos, sino también, como dice Bernardo Tovar, es interrogarse acerca de su metodología, de su técnica de trabajo, de la actitud que el historiador debe asumir ante los documentos.

En el momento actual, logrado el proceso de profesionalización de los historiadores iniciado desde hace tres décadas a través de nuevas inquietudes, fuentes y técnicas de trabajo documental que superan el viejo empirismo, y con la adopción de nuevos modelos teóricos y conceptuales, se perfila la urgencia de repensar el oficio del historiador introduciendo en la agenda su papel como intelectual generador y difusor del saber aprendido, organizador de la sociedad, propulsor de sus transformaciones y agente generador de una nueva cultura. Es indispensable reflexionar sobre el historiador y su papel como recreador del conocimiento histórico humanístico, con una visión general de los problemas de la producción, de la técnica y de la tecnología, de la realidad que debe transformarse en un ejercicio autónomo, intelectual y ético dentro de la sociedad civil.

Ahora bien, el historiador no puede olvidarse de los reclamos y de la pasión y realidades de su tiempo; por lo mismo la historia que hoy escribe debe partir de su particular modo de concebir su quehacer y oficio, de su pluralidad cultural y de las diversas formas en que ofrezca al mundo el conocimiento histórico.

La historia, de acuerdo con Luis Villoro, ha sido una de las formas culturales que más se ha utilizado para justificar instituciones, creencias y propósitos comunitarios que prestan cohesión a grupos, clases, nacionalidades, imperios. Dicha particularidad deriva de los usos que se dan a los resultados de investigación de los científicos sociales. Cada sociedad con sus hombres y mujeres, agrupados según sus intereses de todo tipo, impulsarán una u otra perspectiva político-ideológica retomada del discurso histórico, muchas veces sin considerar su legitimidad teórica.
 

Desde la antigüedad, la historia ha sido un elemento indispensable en la consolidación de las nacionalidades. En otros casos, la historia que trata de regiones, grupos o instituciones ha servido para cobrar conciencia de la pertenencia de los individuos a una etnia, a una comunidad cultural, a una comarca, y al hacerlo así ha propiciado la integración y perduración del grupo como colectividad. Ninguna actividad intelectual ha logrado mejor que la historia dar conciencia de la propia identidad a una comunidad. La historia nacional, regional o de grupos cumple, aun sin proponérselo, con una doble función social: favorece la cohesión en el interior del grupo y refuerza actitudes de defensa y de lucha frente a los grupos externos.

Habría que reconocer, por otro lado, la existencia de las historias nacionales “oficiales”, las historias de bronce según las calificaba Luis González y González, que con inusitada frecuencia colaboran para mantener el sistema de poder establecido por más injusto que sea y que se manejan como instrumentos ideológicos que justifican la estructura de dominación imperante.

Afortunadamente, la historia también permite cohesión e identidad a grupos o minorías oprimidas para diferenciarse del otro y mantenerse como sujetos o valores propios.

Es necesario resaltar, por último, otra utilidad que la historia tiene para cualquier país, Estado, región, localidad, barrio, familia o persona: la de ser el elemento que unifica y da un sentido de identidad al sujeto histórico. Ante esta situación es importante tener presente que, dependiendo del núcleo en que el sujeto se encuentre inserto, realizará acciones, generará valores, propondrá soluciones, etcétera, tendientes a modificar el espacio en el que actúa, aunque el no actuar también influye en ese mismo espacio.


NOTA
1. Doctora en Historia por El Colegio de México y miembro del Instituto de Investigaciones Histórico Sociales de la Universidad Veracruzana.