Enero-Marzo 2007, Nueva época Núm.101
Xalapa • Veracruz • México
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Ideal, vincularnos desde las aulas, opinan alumnos
Contacto directo entre investigadores
y estudiantes fortalece a la ciencia


Edith Escalón


Para algunos estudiantes de la UV, el Instituto de Neuroetología es un espacio idóneo para formarse como investigadores
 

Como alumnos de la maestría y doctorado de Neuroetología en la Universidad Veracruzana –programas que por su calidad y excelencia académica reciben el apoyo financiero y el aval del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt)–, Jazmín y Emilio son un ejemplo de que la vinculación entre la investigación y la docencia no sólo fortalece la formación profesional de los jóvenes, sino que arraiga en muchos de ellos la vocación científica desde la aulas.
Para ambos, el interés que aún comparten por los reptiles se convirtió en el eje de su trabajo desde que eran estudiantes de Biología en la UV, cuando tuvieron los primeros contactos con investigadores que se dedicaban a estudiar la distribución, el hábitat, la biología, la sistemática o algún aspecto de la vida de las especies de Veracruz, en proyectos reales, enfocados a problemáticas regionales.

Y es que durante años, la investigación y la docencia fueron mundos separados en la UV. La gran mayoría de los maestros se dedicaba únicamente a las aulas y los investigadores, a sus laboratorios, centros científicos o trabajos de campo; de hecho, las formas de contratación laboral así lo establecían. Fue hasta finales de los noventa cuando, como parte de un nuevo modelo educativo, se planteó una política institucional para tender un puente entre ambas, y se empezaron las gestiones para hacer los cambios en la legislación y en la práctica.

Cuando Jazmín Enríquez Roa estudió el quinto semestre de la carrera, en el 2002, algunos investigadores ya formaban parte de la planta docente de su facultad. Ella recuerda que en una de las conferencias que tuvieron como parte de la clase de Modelos Matemáticos conoció a su tutor actual, Jorge E. Morales Mávil, y la exposición de su trabajo de ecología de vertebrados le dio una perspectiva diferente de lo que significa hacer investigación.

– ¿Sí hay una diferencia entre las clases que imparten los académicos que sólo son docentes y las que dan los investigadores?

– Yo creo que sí. Los investigadores tienen una visión amplia, porque relacionan la investigación con las clases. Ellos no sólo nos hablan de lo que dicen los libros, a veces cuestionan lo que éstos dicen, nos platican sus experiencias, nos ponen ejemplos de los proyectos que están realizando, desarrollan temas que son más próximos a nuestra realidad, con problemas, incluso, de nuestra región. Para mí, eso significa más calidad en las clases, y nos pone en condiciones ideales para vincularnos.

Además, ese cambio de perspectiva también implica para los estudiantes entender que la investigación requiere de propuestas mucho más específicas y de una actitud mucho menos relajada. Al principio, yo quería estudiar cocodrilos –dice mientras sonríe–, pero hacerlo por mi cuenta y sin un proyecto real era mucho más complicado; entonces, entendí que la investigación es más sólida si se hace en equipo, y también que requiere disciplina, constancia, compromiso, leer mucho, mejorar los hábitos, llegar temprano, trabajar por objetivos, ser organizado. Para hacer investigación, uno debe entender que además de un buen promedio se necesita muchísima dedicación.

El contacto con Morales Mávil y la inquietud científica de Jazmín dieron como resultado que ella se titulara al terminar el octavo semestre con un trabajo de investigación en torno a la diversidad y distribución de anfibios y reptiles (incluso en categorías de riesgo) en una de las Áreas Naturales Protegidas (ANP) de Veracruz, y que este trabajo, al mismo tiempo, formara parte de un proyecto financiado por Conacyt con más de 3 millones de pesos que coordinó durante dos años Morales Mávil.

Para el investigador del Instituto de Neuroetología, el contacto con Jazmín y otros de sus compañeros (en total, se titularon cinco estudiantes de licenciatura) fue definitivo para llevar a cabo este proyecto: “Todos salimos ganando. Ella, por ejemplo, hizo su tesis y empezó su formación científica becada por Conacyt; apoyó un trabajo de enorme pertinencia social que yo coordiné, es cierto, pero que llevaba implícito el prestigio de la UV, y, además, aportó nuevos conocimientos que servirán de base para toma de decisiones y acciones de gobierno para la conservación y gestión de ANP en Veracruz”.

Emilio Suárez Domínguez coincide con Jazmín en que, durante años, la docencia estuvo estancada en la Facultad de Biología de Xalapa, donde los dos estudiaron. Sin embargo, las condiciones de él fueron aún más complicadas, pues los alumnos de entonces (mediados de los noventa) que tuvieron interés por la investigación debieron buscar tutores fuera de su escuela, porque en esos años los investigadores no daban clases en licenciatura. “El 70 por ciento de mis maestros repetían la misma información que habían venido trabajando durante años, no estaban actualizados, no leían libros ni publicaciones científicas recientes, no daban información suficiente, no nos asesoraban para saber cómo elegir líneas de investigación”, recuerda.

– ¿Crees que esa desinformación contribuye a que muchos alumnos desistan de la idea de hacer investigación?

– Creo que si tienes verdadera vocación eso no te afecta, porque si te interesa tú buscas por tu cuenta. Antes de conocer al doctor Morales Mávil, yo leí los artículos que publicaba, lo ubiqué en la bibliografía y por eso supe que estaba en la UV; después lo busqué en el instituto y le pedí que asesorara como tutor externo mi tesis de licenciatura, porque como no era maestro no podía ser mi asesor principal. Lo que sí sé es que mucha gente ingresa a los posgrados no porque quiera hacer investigación, sino porque ven una beca de estudios como una oportunidad de trabajo, como un salario, como una posibilidad de tener un ingreso constante, y hacen de “ser estudiante” una profesión, y creo que ese también es un grave problema.

Emilio pide que remarque que en la planta docente hay excepciones que los estudiantes identifican fácilmente, maestros que son mucho más comprometidos y guían a los alumnos dentro y fuera de las aulas; uno de ellos es Salvador Guzmán, coordinador del Herpetario de la Facultad en aquel entonces. “Él era uno de los pocos que siempre se preocupaba por apoyarnos y no se conformaba con cumplir en la clase, y era sólo un docente, cierto, pero procuraba estar actualizado, leer artículos de investigación, compartir lo que sabía con nosotros y orientarnos para saber dónde buscar la información que necesitábamos”, comenta.

Con el apoyo inicial de Guzmán y el posterior de Morales Mávil, Emilio se tituló de la licenciatura con un proyecto de investigación en torno a la incubación de huevos de iguana verde bajo condiciones seminatural y artificial. El investigador también lo orientó durante su maestría en el Instituto de Ecología AC, en la que estudió el tamaño del ámbito hogareño y el uso del hábitat de la iguana negra en la región de La Mancha, Veracruz, y lo integró –como a Jazmín– en proyectos de investigación para el rescate de fauna en zonas petroleras y en otras investigaciones de impacto ambiental que fueron financiadas por Petróleos Mexicanos y otras instancias.

Para Morales Mávil, la política de la UV que implica vincular la investigación a la docencia genera tantos retos para los profesores como para los investigadores, porque los impulsa a trabajar en equipo y a combinar sus fortalezas, pues “si bien es cierto que hay docentes que no saben hacer investigación, también hay investigadores que no saben enseñar”, reconoce.

“Al final, lo que todos buscamos es apoyarnos mutuamente y hacer coincidir nuestros objetivos individuales y colectivos: preparar mejor a los muchachos, tener más apoyos para nuestros proyectos de investigación, obtener más recursos externos, pero al mismo tiempo formar mejores científicos, contribuir a resolver problemas de nuestro entorno, aportar nuevos conocimientos e impulsar así el desarrollo del país”, señala.

Las acciones de la UV para mejorar la formación de científicos son especialmente valiosas si se considera que, según cifras de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), en México se gradúan, cada año, alrededor de mil 500 doctores, potencial mínimo si se compara con la producción de países como Brasil o España, que titulan más de 10 mil, o Estados Unidos, que logra cerca de cien mil anualmente.

Como lo ha dicho ya René Drucker, ex director del CONACYT y de la Academia Mexicana de Ciencias, cada vez son menos los jóvenes que se interesan en la ciencia, porque para ellos, la investigación no es una forma de vida. Por eso, los esfuerzos locales para dar las condiciones que hagan crecer a este sector son dignos de reconocimiento.