Abril 2002, Nueva época No. 52 Xalapa • Veracruz • México
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La depresión no es un síntoma privativo de los nuevos tiempos
Un cuadro patológico
amerita tratamiento especializado,
no alternativas esotéricas

Gina Sotelo

 
Estrés, angustia, depresión, miedo y tristeza son términos y estados que se confunden normalmente. Sin embargo, cada uno conserva sus propias características y tiene formas adecuadas para sobrellevarlos y combatirlos. Un buen diagnóstico realizado por especialistas es la mejor opción para identificarlos. Sobre las diferencias y los tratamientos de dichas sensaciones y padecimientos nos habla Rafael Velasco Fernández, doctor en Psiquiatría.

El ser humano es tan complejo como la información genética que lo constituye. Físicamente, nuestros cuerpos no son muy distintos entre sí; sin embargo, somos individuos únicos e irrepetibles que pensamos y sentimos de manera
diferente.
Y es que ¿quién no se ha levantado un día sintiéndose triste sin motivo aparente, sin interés por nada y con un vacío que nos hace casi imposible salir de la cama y enfrentar el mundo? Periodos breves de tristeza son normales, pero cuando la sensación de desinterés en lo que nos rodea, el humor depresivo, las alteraciones del sueño o el apetito y la falta de energía o concentración duran periodos largos, seguramente estamos sufriendo una depresión.
Estados como el estrés, la angustia y la depresión en ocasiones se confunden; sin embargo no son lo mismo. Los términos se utilizan sin distinción y es muy común que a una melancolía pasajera y normal le llamemos depresión; por el contrario, se dan casos en los que a esta enfermedad no se le presta la atención que merece, sin considerar que un depresil ser humano es tan complejo como la infor-mación genética que lo constituye. Físicamente, nuestros cuerpos no son muy distintos entre sí; sin embargo, somos individuos únicos e irrepetibles que pensamos y sen-timos de manera diferente.
Y es que ¿quién no se ha levantado un día sintiéndose triste sin motivo aparente, sin interés por nada y con un vacío que nos hace casi imposible salir de la cama y enfrentar el mundo? Periodos breves de tristeza son normales, pero cuando la sensación de desinterés en lo que nos rodea, el humor depresivo, las alteraciones del sueño o el apetito y la falta de energía o concentración duran periodos largos, seguramente estamos sufriendo una depresión.
Estados como el estrés, la angustia y la depresión en ocasiones se confunden; sin embargo no son lo mismo. Los términos se utilizan sin distinción y es muy común que a una melancolía pasajera y normal le llamemos depresión; por el contrario, se dan casos en los que a esta enfermedad no se le presta la atención que merece, sin considerar que un depresivo puede, en el peor de los casos, anidar ideas suicidas.
La depresión no es sólo una tristeza efímera que desaparece en unas cuantas horas o en unos cuantos días. Las personas que padecen vo puede, en el peor de los casos, anidar ideas suicidas.
La depresión no es sólo una tristeza efímera que desaparece en unas cuantas horas o en unos cuantos días. Las personas que padecen depresión o, en términos clínicos más formales, un trastorno depresivo mayor, experimentan por lo menos cinco de los siguientes síntomas, de los cuales deben tomar en cuenta el primero y el segundo, sobre todo si se manifiestan cas
i todos los días durante dos semanas: estado de ánimo depresivo persistente, considerando sentimientos de tristeza y de vacío; pérdida de interés o placer en actividades y pasatiempos que antes disfrutaba, incluido el sexo; sentimientos de desesperanza, pesimismo, culpa, vacío e impotencia; insomnio y sueño en exceso; falta de apetito acompañada de pérdida de peso o ingestión excesiva de alimentos acompañada de aumento de peso; disminución de la energía; fatiga y sensación de “estar en cámara lenta”; intranquilidad e irritabilidad; dificultad para concentrarse, para recordar y para tomar decisiones; pensamientos suicidas o de muerte (no sólo temor a morir) e intentos de suicidio, y síntomas físicos persistentes como dolores de cabeza, trastornos digestivos o dolor crónico que no responden a tratamientos médicos y para los cuales no se puede encontrar una causa física.
Desde luego que la depresión puede ser tratada por especialistas, cuyos años de estudio y experiencia respaldan sus conocimientos; además de que con los avances científicos los tratamientos son más exitosos. Por ello es necesario, en esos casos, buscar ayuda profesional y no refugiarse en alternativas erróneas. En la siguiente charla el doctor Rafael Velasco Fernández habla más a fondo sobre estos temas.

¿Qué es el estrés?
La palabra proviene del inglés stress y se castellanizó por la Real Academia de la Lengua Española como estrés. Tiene sus bemoles para comprenderla porque igualmente quería decir algo más o menos como “estímulo nocivo sobre un organismo vivo”. En inglés stress quiere decir presión o fuerza que se ejerce, y de ahí lo tomó la psicología para hablar de esta posibilidad de que haya un estímulo nocivo de carácter subjetivo que nos afecte negativamente.
Las cosas empezaron a complicarse cuando también se le llamó estrés a la respuesta que da el organismo a ese estímulo. De manera que el vocablo tiene dos acepciones: el estímulo en sí mismo y la respuesta que produce en el organismo. Podemos resumirlo como un influjo dañino sobre un ser vivo que obliga a dar una respuesta integral de su organismo, su psiquismo y su conducta social.

¿Qué es la angustia?
Angustia es un término que se refiere a una sensación de temor inexplicable a algo grave que no se puede definir bien. Si se supiera decir a qué se teme, entonces tenemos la palabra adecuada, que es miedo. La gente tiene miedo a los perros, a la altura o a volar, pero la angustia es algo indefinido. Finalmente uno podría decir que las personas que se angustian tienen miedo a morir, pero si se les pregunta dicen que no es así.
Resumiendo, la angustia es una sensación displacentera que nos produce temor a algo muy grave cuya naturaleza se desconoce. Es normal en el ser humano, pero el psicólogo clínico, el psiquiatra o psicopatólogo pueden decidir cuándo estamos ante una angustia normal y razonable, explicable y humana, y cuándo se trata de una angustia patológica y enfermiza, que amerita tratamiento con medicamentos, con psicoterapia o con ambos recursos.
La angustia normal ocurre por ejemplo cuando un joven se pregunta quién es él y qué va a hacer en la vida, o bien si existe o no Dios. Todas esas interrogantes de carácter subjetivo que se hace lo pueden llevar a un estado de angustia que algunos psicólogos han llamado angustia existencial, misma que podemos considerar normal. No sólo eso. Muchos de los grandes hombres que han sido notables por su actividad profesional o científica tuvieron un periodo de angustia existencial muy severo relatado en sus autobiografías. Pero eso no es patológico sino superable. La angustia patológica, en cambio, ya es asunto de los especialistas y de quienes están capacitados para dar un tratamiento eficaz.

¿Qué es la depresión?
Siguiendo con los conceptos, la gente confunde depresión con simple tristeza. El ciudadano común tiene derecho a decir “ando un poco deprimido” ante las malas noticias que escucha, el terrorismo o los desastres naturales, por ejemplo. Claro que uno puede estar “deprimido”, pero en psicopatología la depresión es un término que se reserva a un cuadro patológico, es decir, enfermizo. Se llama depresión –y durante muchos años fue llamada melancolía– a un cuadro patológico con síntomas físicos y psicológicos que son motivo de diagnóstico.
Hay diferencias entre una simple baja del humor con un poco de melancolía (como el individuo que está lejos de su tierra, por ejemplo) y una verdadera depresión que amerita ayuda o tratamiento especializado. Así pues, el experto no le llama depresión a la simple tristeza de la que hablamos comúnmente en el lenguaje popular, sino a un cuadro patológico claramente identificable, al que prefiere
darle el nombre de “episodio depresivo mayor”.
¿Podría hablar sobre los síntomas físicos que acompañan a la depresión?
La Organización Mundial de la Salud y las asociaciones psiquiátricas norteamericanas desde hace muchos años se reúnen periódicamente para discutir los términos que usamos los especialistas y les van dando matices y cambios conforme avanza el conocimiento científico y clínico. Se producen documentos que son resultados de estas reuniones de expertos y se publican por la Asociación Psiquiátrica Americana y la International Classification of Diseases en los capítulos destinados a las llamadas enfermedades mentales. Así ocurre cada cuatro o cinco años para ponernos al día en la materia.
Respecto a los síntomas físicos, los expertos destacan en primer lugar la pérdida de apetito o, por el contrario, una ingestión compulsiva de alimentos; posteriormente, los trastornos del sueño, que son muy importantes y suelen presentarse con ciertas características, pero no los que tienen que ver con el insomnio común o normal, en el que el sujeto puede conciliar el sueño sin angustia con los simples actos de leer o ver la televisión, sino los que provocan que un individuo se despierte demasiado temprano en un estado de angustia que no le permite conciliar el sueño.
La falta de resistencia física es otro de los síntomas, pues los deprimidos son sujetos que, a pesar de que no hacen un ejercicio notable en el día, están cansados, tienen cierta pesadez y padecen dolores de cabeza, principalmente en la región occipital. La angustia es un componente agregado además de otros síntomas psicológicos de los cuales el más importante es la tristeza. No puede decirse que una persona sufra depresión si no está triste por lo menos varias veces al día al punto de llegar al llanto, por hechos que no lo ameritan.
Hay además ideas obsesivas, repetitivas, que en el peor de los casos pueden llegar a ser ideas suicidas. Ideas de muerte e ideas de suicidio no son lo mismo. Las primeras ocurren cuando el deprimido se dice a sí mismo “más valdría estar muerto que pasar por lo que estoy sufriendo”; las segundas, en cambio, se presentan cuando el sujeto piensa seriamente en quitarse la vida. Por eso es muy importante que un especialista valore bien los síntomas y preste apoyo psicoterapéutico. De hecho, un porcentaje muy alto de personas intenta quitarse la vida en estado de depresión, que puede o no estar relacionada con consumo de drogas o alcohol. El deprimido es en principio un candidato a padecer un sufrimiento moral intenso y, por lo tanto, a llegar eventualmente al suicidio, sobre todo en el caso de una depresión profunda.

Creo que en los últimos años hemos escuchado y usado indistintamente el término estrés. La vida en las grandes ciudades propicia su uso. Pero, ¿se trata de un síntoma nuevo?
El hombre nació con el estrés. En los tiempos prehistóricos la gente no se angustiaba porque iba a llegar tarde a su trabajo a bordo de un auto y le tocó la luz roja de un semáforo, pero se estresaba porque tenía que encontrar comida para la familia y para él mismo; a veces, un invierno prolongado impedía al cazador salir para obtener los alimentos que necesitaba. Es decir, el estrés como expresión humana siempre ha existido, lo que ha ido cambiando es la cualidad de los estímulos y la forma en que nos dañan. No hay que olvidar que estamos hablando de estímulos nocivos que no se ven, porque son de carácter subjetivo. Un gesto de desaprobación de un padre hacia su hijo, por ejemplo, puede ser terrible al dejar al niño todo el día preocupado, porque con una mirada el primero no aprobó la conducta del segundo. Hay, en fin, muchas formas de estrés, pero me interesa señalar que han existido desde el origen del hombre.

Ante padecimientos como los citados, ¿cuándo se necesita ingerir medicamentos y cuándo es mejor acudir a una terapia?
Éste es un punto que debe considerar el especialista. Si es un buen psicólogo clínico, hará el diagnóstico y decidirá si su cliente debe recibir un tratamiento psicofarmacológico (entonces lo enviará al médico, al psiquiatra), si el paciente necesita apoyo psicoterapéutico o si –lo cual es muy frecuente– amerita ambos tratamientos. Es común que quien recibe tratamiento con medicamentos antidepresivos al mismo tiempo necesite apoyo psicoterapéutico de alguien que esté preparado para ello, no un psicólogo con grado de licenciatura sino un posgraduado en psicoterapia.

Últimamente ha habido una explosión de opciones de ayuda que aprovechan la condición desvalida de los pacientes. ¿Qué opina acerca de esas alternativas y cuándo se debe consultar a un profesional?
Siempre que sea necesario y que el sufrimiento moral sea importante, hay que buscar ayuda profesional. Estamos viviendo una época de esoterismo brutal en la cual hay charlatanes que ofrecen ayuda, y ojalá sólo pretendieran esto, pues la gran mayoría aprovecha el sufrimiento ajeno para obtener dinero. Es totalmente inexacto que se pueda recibir apoyo de individuos no preparados, quienes simplemente recurren a prácticas esotéricas para, según ellos, ayudar.
Alguien puede sentirse mejor con cierto tipo de “ayuda”, a lo cual llamamos efecto placebo, que siempre ha existido. Son casos de personas que, creyendo tanto en ello, se pueden beneficiar un poco, pero eso no es duradero, ya que si no se ha llegado a la raíz del asunto, obviamente el sujeto mejorará sólo de manera pasajera.
Estamos inundados de ocultismo. La verdad causa pena ver que en pleno siglo xxi, cuando la ciencia ha avanzado tanto, la gente se refugia cada vez más en el esoterismo. Si te pones frente a una librería general y ves los títulos, te aseguro que de una simple ojeada puedes seleccionar más de 100 sobre temas esotéricos, algunos de ellos con pretensiones de ciencia. Pero desde la dianética hasta las Flores de Bach, todo eso es esoterismo puro.

A lo largo de la historia han existido grandes creadores que concibieron sus obras en un estado de depresión, ¿no es así?
Podemos hablar de resultados positivos en tanto que son obras trascendentes e interesantes; habría que citar a los filósofos que escribieron sobre el ser y la nada, la angustia existencial y otros temas. Si fueron seres deprimidos, sin duda sufrieron mucho y, sin embargo, lo que escribieron resultó trascendente, sobre todo para otros filósofos. Pero una cosa es eso y otra que lo que escribe una persona deprimida tenga siempre fundamento científico o sea una obra excelsa. Suele tratarse de expresiones interesantes del intelecto humano, pero no se necesita estar deprimido para concebirlas, obviamente.
Hay mucha gente que fue mentalmente sana y que nos dejó excelentes ideas, ciencia y arte. Quienes piensan que para producir grandes obras de arte hay que estar medio loco, o bajo los efectos de una droga, están muy equivocados. Hay jóvenes que sostienen que tocan mejor el rock cuando están bajo el influjo de la marihuana, pero ignoran seguramente los estudios que se han hecho al respecto desde hace más de 30 años y que demuestran reiteradamente, con toda claridad, que es en ese estado cuando peor tocan y cuando sus composiciones son más deficientes. Son investigaciones irrefutables que desde hace tiempo han sido difundidas en diferentes partes del mundo, pero hay gente dispuesta a creer en esas y otras cosas que se dicen.

¿Tendremos el conocimiento necesario para manejar una enfermedad como la depresión o será que no se le da la importancia que requiere desde que somos niños?
La depresión, como he dicho, es un cuadro patológico bien definido y diagnosticable, cuyo curso podemos predecir con cierta seguridad. Los síntomas como el estrés pueden formar parte de diferentes enfermedades. Los cuadros depresivos no existen en el niño con las mismas características, lo cual no quiere decir que no tengan estados depresivos en general, pero tampoco es una depresión como de la que hemos hablado.
En otras palabras, la persona que se deprime siendo adulto tiene antecedentes en la niñez; pudo haber sido un niño angustiable, triste, pero no necesariamente se debe hablar de una depresión infantil. Yo siempre me he opuesto a que se hable de depresión infantil a menos que utilicemos muy claramente el término y decir: “llamamos depresión infantil a tal o cual cosa”, pero no la depresión del adulto, ya que son dos cosas diferentes. Por supuesto que el niño percibe desde muy temprano en la vida las situaciones que le causan tristeza, dolor moral, angustia.

¿Hay personas más predispuestas que otras a deprimirse?
Por supuesto. Todos somos producto de tres cosas, fundamentalmente: La genética (los genes que nos transmitieron y que no dependen de nuestra voluntad), la propia evolución psicológica (la familia que nos tocó, los estímulos psicológicos que nos fueron conformando) y la sociedad en la que vivimos. Los estímulos psicosociales –que son en el fondo psicológicos también– provienen de las relaciones interpersonales: todos son factores que influyen.
En el caso de la depresión verdadera, afectan más los aspectos de carácter genético; incluso hay familias de deprimidos, ya que existen tendencias constitucionales hacia la depresión, pero no podemos dejar de lado la influencia de los factores psicosociales, aunque pesen más los genéticos. En la depresión simple, normal, importan más los aspectos psicológicos y sociales, pero en el cuadro verdadero de la depresión interviene más lo orgánico, lo biológico. Conste que digo “sin que dejen de influir las otras variables”, ya que siempre somos el producto de las tres mencionadas. Por algo se dice que el ser humano es un ser biopsicosocial: somos biología, somos psicología y somos sociedad. Ello influye en la producción de enfermedades, incluso físicas, como el caso de una fractura; de hecho, todas las enfermedades son psicosomáticas, y es que nadie se enferma dejando de lado su personalidad.

¿Puede ser que deprimirse sea una opción de moda y elección?
Si tú separas la depresión verdadera, sí puede ser así. Pero la depresión verdadera no tiene que ver con esto. Hablamos de una enfermedad, de un trastorno psicopatológico producido principalmente por disfunciones cerebrales; todo lo demás, como los estados seudodepresivos, por supuesto que pueden ser influidos por las modas.
Por otro lado, las personas utilizan algunos términos sin conocer su significado real. Por ejemplo, Freud echó mano del término traumar, que ya existía en un sentido físico, para aplicarlo a un efecto psicológico. También habló del trauma del nacimiento y de otros asuntos, pero la gente siempre hace suyos los vocablos y les da un significado distinto.
Sin embargo, lo que me llama más la atención es, por el contrario, la gente que resiste, que a pesar de todos los daños vive una vida normal, la disfruta, no consume drogas y sale adelante, encuentra la felicidad en el trabajo o en su familia, no obstante los estímulos negativos que recibe.

Una vez marcadas las diferencias entre estrés, angustia y depresión, ¿cuál es la conclusión y la salida?
Se debe buscar ayuda psicológica cuando el sufrimiento es tal que uno siente que no lo puede superar solo y cuando ya se ha recurrido a otros medios sin resultados positivos. Si se trata de una verdadera depresión, no es fácil superarla sin ayuda especializada. Hay quienes incitan a los deprimidos a divertirse, o bien se muestran enérgicos con ellos, pero esto no los ayuda en nada; por el contrario, puede causarles un gran daño. La depresión es algo que se debe respetar, es un asunto que hay que tomar muy en serio.
No es patológico estar triste cuando se sufre una pérdida afectiva como la muerte de un ser querido, pero cuando el dolor moral es paralizante o se prolonga excesivamente, ya no hablamos de algo normal. Afirmar que no puedes vivir sin una persona que se fue hace 10 años no es sano, y no lo es tampoco recurrir a prácticas esotéricas en busca de ayuda, pues no sólo el esoterismo y la charlatanería son dañinos, sino también la mala fe de la gente que se aprovecha de situaciones de sufrimiento para ganar dinero indebidamente.
Al buscar ayuda, si nos toca un buen profesional, un psicólogo preparado que sabe diagnosticar una depresión, nos aconsejará el tratamiento médico. Aquí quiero comentar que los antidepresivos modernos son medicamentos excelentes, alivian la depresión de las personas en más del 80 por ciento de los casos; a veces, el primer antidepresivo que se prescribe no surte los efectos esperados, pero hay otros.
Con ello no estoy diciendo que no sea conveniente, además, proporcionar psicoterapia, sobre todo de apoyo, lo que ayudará mucho más al paciente. Por otra parte, un buen psiquiatra debe hacer bien tres cosas: obtener el diagnóstico, establecer tratamiento psicofarmacológico y proporcionar psicoterapia.

Acerca de los avances de la ciencia, usted menciona que debemos aprovecharlos. ¿Podría hablar más al respecto?
Todavía hace medio siglo, 52 por ciento de las personas que recibía atención en instituciones de salud para ser internado, sufría estados depresivos (esto en los Estados Unidos, que es donde tenemos las mejores estadísticas). Hoy no llega a 10 por ciento. ¿Qué quiere decir esto, que se acabó la depresión? No, sino que ahora las depresiones se tratan exitosamente de manera ambulatoria.
El paciente puede ser tratado en su casa, asistir al médico periódicamente y recibir su antidepresivo. Nunca debe automedicarse, no es conveniente seguir el consejo de gente que con buena intención recomienda pastillitas que no necesitan receta, aunque efectivamente, los antidepresivos no ameritan prescripción médica porque no son sustancias adictivas. No los debemos confundir con otros tratamientos tranquilizantes que sí pueden causar una adicción (aquí están todos los parientes del Valium); pero los antidepresivos no son adictivos y se pueden comprar en la farmacia. A veces, alguien toma una pastilla tranquilizante y se siente un poco mejor porque le disminuye la angustia y cree que con ese medicamento va a superar la depresión. El hecho real es que un tranquilizante y un antidepresivo son medicamentos muy diferentes, aunque esté indicado prescribirlos juntos.