Estrés, angustia, depresión, miedo y tristeza son
términos y estados que se confunden normalmente. Sin embargo,
cada uno conserva sus propias características y tiene formas
adecuadas para sobrellevarlos y combatirlos. Un buen diagnóstico
realizado por especialistas es la mejor opción para identificarlos.
Sobre las diferencias y los tratamientos de dichas sensaciones y
padecimientos nos habla Rafael Velasco Fernández, doctor
en Psiquiatría.
El
ser humano es tan complejo como la información genética
que lo constituye. Físicamente, nuestros cuerpos no son
muy distintos entre sí; sin embargo, somos individuos únicos
e irrepetibles que pensamos y sentimos de manera
diferente.
Y es que ¿quién no se ha levantado un día
sintiéndose triste sin motivo aparente, sin interés
por nada y con un vacío que nos hace casi imposible salir
de la cama y enfrentar el mundo? Periodos breves de tristeza son
normales, pero cuando la sensación de desinterés
en lo que nos rodea, el humor depresivo, las alteraciones del
sueño o el apetito y la falta de energía o concentración
duran periodos largos, seguramente estamos sufriendo una depresión.
Estados como el estrés, la angustia y la depresión
en ocasiones se confunden; sin embargo no son lo mismo. Los términos
se utilizan sin distinción y es muy común que a
una melancolía pasajera y normal le llamemos depresión;
por el contrario, se dan casos en los que a esta enfermedad no
se le presta la atención que merece, sin considerar que
un depresil ser humano es tan complejo como la infor-mación
genética que lo constituye. Físicamente, nuestros
cuerpos no son muy distintos entre sí; sin embargo, somos
individuos únicos e irrepetibles que pensamos y sen-timos
de manera diferente.
Y es que ¿quién no se ha levantado un día
sintiéndose triste sin motivo aparente, sin interés
por nada y con un vacío que nos hace casi imposible salir
de la cama y enfrentar el mundo? Periodos breves de tristeza son
normales, pero cuando la sensación de desinterés
en lo que nos rodea, el humor depresivo, las alteraciones del
sueño o el apetito y la falta de energía o concentración
duran periodos largos, seguramente estamos sufriendo una depresión.
Estados como el estrés, la angustia y la depresión
en ocasiones se confunden; sin embargo no son lo mismo. Los términos
se utilizan sin distinción y es muy común que a
una melancolía pasajera y normal le llamemos depresión;
por el contrario, se dan casos en los que a esta enfermedad no
se le presta la atención que merece, sin considerar que
un depresivo puede, en el peor de los casos, anidar ideas suicidas.
La depresión no es sólo una tristeza efímera
que desaparece en unas cuantas horas o en unos cuantos días.
Las personas que padecen vo puede, en el peor de los casos, anidar
ideas suicidas.
La depresión no es sólo una tristeza efímera
que desaparece en unas cuantas horas o en unos cuantos días.
Las personas que padecen depresión o, en términos
clínicos más formales, un trastorno depresivo mayor,
experimentan por lo menos cinco de los siguientes síntomas,
de los cuales deben tomar en cuenta el primero y el segundo, sobre
todo si se manifiestan casi
todos los días durante dos semanas: estado de ánimo
depresivo persistente, considerando sentimientos de tristeza y
de vacío; pérdida de interés o placer en
actividades y pasatiempos que antes disfrutaba, incluido el sexo;
sentimientos de desesperanza, pesimismo, culpa, vacío e
impotencia; insomnio y sueño en exceso; falta de apetito
acompañada de pérdida de peso o ingestión
excesiva de alimentos acompañada de aumento de peso; disminución
de la energía; fatiga y sensación de estar
en cámara lenta; intranquilidad e irritabilidad;
dificultad para concentrarse, para recordar y para tomar decisiones;
pensamientos suicidas o de muerte (no sólo temor a morir)
e intentos de suicidio, y síntomas físicos persistentes
como dolores de cabeza, trastornos digestivos o dolor crónico
que no responden a tratamientos médicos y para los cuales
no se puede encontrar una causa física.
Desde luego que la depresión puede ser tratada por especialistas,
cuyos años de estudio y experiencia respaldan sus conocimientos;
además de que con los avances científicos los tratamientos
son más exitosos. Por ello es necesario, en esos casos,
buscar ayuda profesional y no refugiarse en alternativas erróneas.
En la siguiente charla el doctor Rafael Velasco Fernández
habla más a fondo sobre estos temas.
¿Qué
es el estrés?
La palabra proviene del inglés stress y se castellanizó
por la Real Academia de la Lengua Española como estrés.
Tiene sus bemoles para comprenderla porque igualmente quería
decir algo más o menos como estímulo nocivo
sobre un organismo vivo. En inglés stress quiere
decir presión o fuerza que se ejerce, y de ahí lo
tomó la psicología para hablar de esta posibilidad
de que haya un estímulo nocivo de carácter subjetivo
que nos afecte negativamente.
Las cosas empezaron a complicarse cuando también se le
llamó estrés a la respuesta que da el organismo
a ese estímulo. De manera que el vocablo tiene dos acepciones:
el estímulo en sí mismo y la respuesta que produce
en el organismo. Podemos resumirlo como un influjo dañino
sobre un ser vivo que obliga a dar una respuesta integral de su
organismo, su psiquismo y su conducta social.
¿Qué
es la angustia?
Angustia es un término que se refiere a una sensación
de temor inexplicable a algo grave que no se puede definir bien.
Si se supiera decir a qué se teme, entonces tenemos la
palabra adecuada, que es miedo. La gente tiene miedo a los perros,
a la altura o a volar, pero la angustia es algo indefinido. Finalmente
uno podría decir que las personas que se angustian tienen
miedo a morir, pero si se les pregunta dicen que no es así.
Resumiendo, la angustia es una sensación displacentera
que nos produce temor a algo muy grave cuya naturaleza se desconoce.
Es normal en el ser humano, pero el psicólogo clínico,
el psiquiatra o psicopatólogo pueden decidir cuándo
estamos ante una angustia normal y razonable, explicable y humana,
y cuándo se trata de una angustia patológica y enfermiza,
que amerita tratamiento con medicamentos, con psicoterapia o con
ambos recursos.
La angustia normal ocurre por ejemplo cuando un joven se pregunta
quién es él y qué va a hacer en la vida,
o bien si existe o no Dios. Todas esas interrogantes de carácter
subjetivo que se hace lo pueden llevar a un estado de angustia
que algunos psicólogos han llamado angustia existencial,
misma que podemos considerar normal. No sólo eso. Muchos
de los grandes hombres que han sido notables por su actividad
profesional o científica tuvieron un periodo de angustia
existencial muy severo relatado en sus autobiografías.
Pero eso no es patológico sino superable. La angustia patológica,
en cambio, ya es asunto de los especialistas y de quienes están
capacitados para dar un tratamiento eficaz.
¿Qué
es la depresión?
Siguiendo con los conceptos, la gente confunde depresión
con simple tristeza. El ciudadano común tiene derecho a
decir ando un poco deprimido ante las malas noticias
que escucha, el terrorismo o los desastres naturales, por ejemplo.
Claro que uno puede estar deprimido, pero en psicopatología
la depresión es un término que se reserva a un cuadro
patológico, es decir, enfermizo. Se llama depresión
y durante muchos años fue llamada melancolía
a un cuadro patológico con síntomas físicos
y psicológicos que son motivo de diagnóstico.
Hay diferencias entre una simple baja del humor con un poco de
melancolía (como el individuo que está lejos de
su tierra, por ejemplo) y una verdadera depresión que amerita
ayuda o tratamiento especializado. Así pues, el experto
no le llama depresión a la simple tristeza de la que hablamos
comúnmente en el lenguaje popular, sino a un cuadro patológico
claramente identificable, al que prefiere
darle el nombre de episodio depresivo mayor.
¿Podría hablar sobre los síntomas físicos
que acompañan a la depresión?
La Organización Mundial de la Salud y las asociaciones
psiquiátricas norteamericanas desde hace muchos años
se reúnen periódicamente para discutir los términos
que usamos los especialistas y les van dando matices y cambios
conforme avanza el conocimiento científico y clínico.
Se producen documentos que son resultados de estas reuniones de
expertos y se publican por la Asociación Psiquiátrica
Americana y la International Classification of Diseases en los
capítulos destinados a las llamadas enfermedades mentales.
Así ocurre cada cuatro o cinco años para ponernos
al día en la materia.
Respecto a los síntomas físicos, los expertos destacan
en primer lugar la pérdida de apetito o, por el contrario,
una ingestión compulsiva de alimentos; posteriormente,
los trastornos del sueño, que son muy importantes y suelen
presentarse con ciertas características, pero no los que
tienen que ver con el insomnio común o normal, en el que
el sujeto puede conciliar el sueño sin angustia con los
simples actos de leer o ver la televisión, sino los que
provocan que un individuo se despierte demasiado temprano en un
estado de angustia que no le permite conciliar el sueño.
La falta de resistencia física es otro de los síntomas,
pues los deprimidos son sujetos que, a pesar de que no hacen un
ejercicio notable en el día, están cansados, tienen
cierta pesadez y padecen dolores de cabeza, principalmente en
la región occipital. La angustia es un componente agregado
además de otros síntomas psicológicos de
los cuales el más importante es la tristeza. No puede decirse
que una persona sufra depresión si no está triste
por lo menos varias veces al día al punto de llegar al
llanto, por hechos que no lo ameritan.
Hay además ideas obsesivas, repetitivas, que en el peor
de los casos pueden llegar a ser ideas suicidas. Ideas de muerte
e ideas de suicidio no son lo mismo. Las primeras ocurren cuando
el deprimido se dice a sí mismo más valdría
estar muerto que pasar por lo que estoy sufriendo; las segundas,
en cambio, se presentan cuando el sujeto piensa seriamente en
quitarse la vida. Por eso es muy importante que un especialista
valore bien los síntomas y preste apoyo psicoterapéutico.
De hecho, un porcentaje muy alto de personas intenta quitarse
la vida en estado de depresión, que puede o no estar relacionada
con consumo de drogas o alcohol. El deprimido es en principio
un candidato a padecer un sufrimiento moral intenso y, por lo
tanto, a llegar eventualmente al suicidio, sobre todo en el caso
de una depresión profunda.
Creo
que en los últimos años hemos escuchado y usado
indistintamente el término estrés. La vida en las
grandes ciudades propicia su uso. Pero, ¿se trata de un
síntoma nuevo?
El hombre nació con el estrés. En los tiempos prehistóricos
la gente no se angustiaba porque iba a llegar tarde a su trabajo
a bordo de un auto y le tocó la luz roja de un semáforo,
pero se estresaba porque tenía que encontrar comida para
la familia y para él mismo; a veces, un invierno prolongado
impedía al cazador salir para obtener los alimentos que
necesitaba. Es decir, el estrés como expresión humana
siempre ha existido, lo que ha ido cambiando es la cualidad de
los estímulos y la forma en que nos dañan. No hay
que olvidar que estamos hablando de estímulos nocivos que
no se ven, porque son de carácter subjetivo. Un gesto de
desaprobación de un padre hacia su hijo, por ejemplo, puede
ser terrible al dejar al niño todo el día preocupado,
porque con una mirada el primero no aprobó la conducta
del segundo. Hay, en fin, muchas formas de estrés, pero
me interesa señalar que han existido desde el origen del
hombre.
Ante
padecimientos como los citados, ¿cuándo se necesita
ingerir medicamentos y cuándo es mejor acudir a una terapia?
Éste es un punto que debe considerar el especialista. Si
es un buen psicólogo clínico, hará el diagnóstico
y decidirá si su cliente debe recibir un tratamiento psicofarmacológico
(entonces lo enviará al médico, al psiquiatra),
si el paciente necesita apoyo psicoterapéutico o si lo
cual es muy frecuente amerita ambos tratamientos. Es común
que quien recibe tratamiento con medicamentos antidepresivos al
mismo tiempo necesite apoyo psicoterapéutico de alguien
que esté preparado para ello, no un psicólogo con
grado de licenciatura sino un posgraduado en psicoterapia.
Últimamente
ha habido una explosión de opciones de ayuda que aprovechan
la condición desvalida de los pacientes. ¿Qué
opina acerca de esas alternativas y cuándo se debe consultar
a un profesional?
Siempre que sea necesario y que el sufrimiento moral sea importante,
hay que buscar ayuda profesional. Estamos viviendo una época
de esoterismo brutal en la cual hay charlatanes que ofrecen ayuda,
y ojalá sólo pretendieran esto, pues la gran mayoría
aprovecha el sufrimiento ajeno para obtener dinero. Es totalmente
inexacto que se pueda recibir apoyo de individuos no preparados,
quienes simplemente recurren a prácticas esotéricas
para, según ellos, ayudar.
Alguien puede sentirse mejor con cierto tipo de ayuda,
a lo cual llamamos efecto placebo, que siempre ha existido. Son
casos de personas que, creyendo tanto en ello, se pueden beneficiar
un poco, pero eso no es duradero, ya que si no se ha llegado a
la raíz del asunto, obviamente el sujeto mejorará
sólo de manera pasajera.
Estamos inundados de ocultismo. La verdad causa pena ver que en
pleno siglo xxi, cuando la ciencia ha avanzado tanto, la gente
se refugia cada vez más en el esoterismo. Si te pones frente
a una librería general y ves los títulos, te aseguro
que de una simple ojeada puedes seleccionar más de 100
sobre temas esotéricos, algunos de ellos con pretensiones
de ciencia. Pero desde la dianética hasta las Flores de
Bach, todo eso es esoterismo puro.
A
lo largo de la historia han existido grandes creadores que concibieron
sus obras en un estado de depresión, ¿no es así?
Podemos hablar de resultados positivos en tanto que son obras
trascendentes e interesantes; habría que citar a los filósofos
que escribieron sobre el ser y la nada, la angustia existencial
y otros temas. Si fueron seres deprimidos, sin duda sufrieron
mucho y, sin embargo, lo que escribieron resultó trascendente,
sobre todo para otros filósofos. Pero una cosa es eso y
otra que lo que escribe una persona deprimida tenga siempre fundamento
científico o sea una obra excelsa. Suele tratarse de expresiones
interesantes del intelecto humano, pero no se necesita estar deprimido
para concebirlas, obviamente.
Hay mucha gente que fue mentalmente sana y que nos dejó
excelentes ideas, ciencia y arte. Quienes piensan que para producir
grandes obras de arte hay que estar medio loco, o bajo los efectos
de una droga, están muy equivocados. Hay jóvenes
que sostienen que tocan mejor el rock cuando están bajo
el influjo de la marihuana, pero ignoran seguramente los estudios
que se han hecho al respecto desde hace más de 30 años
y que demuestran reiteradamente, con toda claridad, que es en
ese estado cuando peor tocan y cuando sus composiciones son más
deficientes. Son investigaciones irrefutables que desde hace tiempo
han sido difundidas en diferentes partes del mundo, pero hay gente
dispuesta a creer en esas y otras cosas que se dicen.
¿Tendremos
el conocimiento necesario para manejar una enfermedad como la
depresión o será que no se le da la importancia
que requiere desde que somos niños?
La depresión, como he dicho, es un cuadro patológico
bien definido y diagnosticable, cuyo curso podemos predecir con
cierta seguridad. Los síntomas como el estrés pueden
formar parte de diferentes enfermedades. Los cuadros depresivos
no existen en el niño con las mismas características,
lo cual no quiere decir que no tengan estados depresivos en general,
pero tampoco es una depresión como de la que hemos hablado.
En otras palabras, la persona que se deprime siendo adulto tiene
antecedentes en la niñez; pudo haber sido un niño
angustiable, triste, pero no necesariamente se debe hablar de
una depresión infantil. Yo siempre me he opuesto a que
se hable de depresión infantil a menos que utilicemos muy
claramente el término y decir: llamamos depresión
infantil a tal o cual cosa, pero no la depresión
del adulto, ya que son dos cosas diferentes. Por supuesto que
el niño percibe desde muy temprano en la vida las situaciones
que le causan tristeza, dolor moral, angustia.
¿Hay
personas más predispuestas que otras a deprimirse?
Por supuesto. Todos somos producto de tres cosas, fundamentalmente:
La genética (los genes que nos transmitieron y que no dependen
de nuestra voluntad), la propia evolución psicológica
(la familia que nos tocó, los estímulos psicológicos
que nos fueron conformando) y la sociedad en la que vivimos. Los
estímulos psicosociales que son en el fondo psicológicos
también provienen de las relaciones interpersonales:
todos son factores que influyen.
En el caso de la depresión verdadera, afectan más
los aspectos de carácter genético; incluso hay familias
de deprimidos, ya que existen tendencias constitucionales hacia
la depresión, pero no podemos dejar de lado la influencia
de los factores psicosociales, aunque pesen más los genéticos.
En la depresión simple, normal, importan más los
aspectos psicológicos y sociales, pero en el cuadro verdadero
de la depresión interviene más lo orgánico,
lo biológico. Conste que digo sin que dejen de influir
las otras variables, ya que siempre somos el producto de
las tres mencionadas. Por algo se dice que el ser humano es un
ser biopsicosocial: somos biología, somos psicología
y somos sociedad. Ello influye en la producción de enfermedades,
incluso físicas, como el caso de una fractura; de hecho,
todas las enfermedades son psicosomáticas, y es que nadie
se enferma dejando de lado su personalidad.
¿Puede
ser que deprimirse sea una opción de moda y elección?
Si tú separas la depresión verdadera, sí
puede ser así. Pero la depresión verdadera no tiene
que ver con esto. Hablamos de una enfermedad, de un trastorno
psicopatológico producido principalmente por disfunciones
cerebrales; todo lo demás, como los estados seudodepresivos,
por supuesto que pueden ser influidos por las modas.
Por otro lado, las personas utilizan algunos términos sin
conocer su significado real. Por ejemplo, Freud echó mano
del término traumar, que ya existía en un sentido
físico, para aplicarlo a un efecto psicológico.
También habló del trauma del nacimiento y de otros
asuntos, pero la gente siempre hace suyos los vocablos y les da
un significado distinto.
Sin embargo, lo que me llama más la atención es,
por el contrario, la gente que resiste, que a pesar de todos los
daños vive una vida normal, la disfruta, no consume drogas
y sale adelante, encuentra la felicidad en el trabajo o en su
familia, no obstante los estímulos negativos que recibe.
Una
vez marcadas las diferencias entre estrés, angustia y depresión,
¿cuál es la conclusión y la salida?
Se debe buscar ayuda psicológica cuando el sufrimiento
es tal que uno siente que no lo puede superar solo y cuando ya
se ha recurrido a otros medios sin resultados positivos. Si se
trata de una verdadera depresión, no es fácil superarla
sin ayuda especializada. Hay quienes incitan a los deprimidos
a divertirse, o bien se muestran enérgicos con ellos, pero
esto no los ayuda en nada; por el contrario, puede causarles un
gran daño. La depresión es algo que se debe respetar,
es un asunto que hay que tomar muy en serio.
No es patológico estar triste cuando se sufre una pérdida
afectiva como la muerte de un ser querido, pero cuando el dolor
moral es paralizante o se prolonga excesivamente, ya no hablamos
de algo normal. Afirmar que no puedes vivir sin una persona que
se fue hace 10 años no es sano, y no lo es tampoco recurrir
a prácticas esotéricas en busca de ayuda, pues no
sólo el esoterismo y la charlatanería son dañinos,
sino también la mala fe de la gente que se aprovecha de
situaciones de sufrimiento para ganar dinero indebidamente.
Al buscar ayuda, si nos toca un buen profesional, un psicólogo
preparado que sabe diagnosticar una depresión, nos aconsejará
el tratamiento médico. Aquí quiero comentar que
los antidepresivos modernos son medicamentos excelentes, alivian
la depresión de las personas en más del 80 por ciento
de los casos; a veces, el primer antidepresivo que se prescribe
no surte los efectos esperados, pero hay otros.
Con ello no estoy diciendo que no sea conveniente, además,
proporcionar psicoterapia, sobre todo de apoyo, lo que ayudará
mucho más al paciente. Por otra parte, un buen psiquiatra
debe hacer bien tres cosas: obtener el diagnóstico, establecer
tratamiento psicofarmacológico y proporcionar psicoterapia.
Acerca
de los avances de la ciencia, usted menciona que debemos aprovecharlos.
¿Podría hablar más al respecto?
Todavía hace medio siglo, 52 por ciento de las personas
que recibía atención en instituciones de salud para
ser internado, sufría estados depresivos (esto en los Estados
Unidos, que es donde tenemos las mejores estadísticas).
Hoy no llega a 10 por ciento. ¿Qué quiere decir
esto, que se acabó la depresión? No, sino que ahora
las depresiones se tratan exitosamente de manera ambulatoria.
El paciente puede ser tratado en su casa, asistir al médico
periódicamente y recibir su antidepresivo. Nunca debe automedicarse,
no es conveniente seguir el consejo de gente que con buena intención
recomienda pastillitas que no necesitan receta, aunque efectivamente,
los antidepresivos no ameritan prescripción médica
porque no son sustancias adictivas. No los debemos confundir con
otros tratamientos tranquilizantes que sí pueden causar
una adicción (aquí están todos los parientes
del Valium); pero los antidepresivos no son adictivos y se pueden
comprar en la farmacia. A veces, alguien toma una pastilla tranquilizante
y se siente un poco mejor porque le disminuye la angustia y cree
que con ese medicamento va a superar la depresión. El hecho
real es que un tranquilizante y un antidepresivo son medicamentos
muy diferentes, aunque esté indicado prescribirlos juntos.