Abril 2002, Nueva época No. 52 Xalapa • Veracruz • México
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Guida condujo a la osx a una apasionada interpretación de la Quinta de Bruckner
Jorge Vázquez Pacheco

No resulta exagerado suponer que la presencia de Guido Maria Guida ha sido de lo más notorio ocurrido en Xalapa, en los renglones de la música de concierto. Desde el minucioso trabajo realizado hace ya varios meses por el chileno Maximiano Valdés, con la Quinta sinfonía de Mahler, el aficionado xalapeño no había tenido la oportunidad de observar de cerca el trabajo revelador de un maestro especializado en la obra de los
 

descendientes artísticos de Richard Wagner.
Guida, originario de Turín y a quien la prensa de Nueva York define como "un director wagneriano a la manera de Arturo Toscanini", puso de manifiesto la contundencia de un arte interpretativo que ha dejado una gratísima impresión entre los aficionados que deseaban no sólo asistir al estreno en Veracruz de la portentosa Quinta sinfonía en si bemol mayor de Anton Bruckner, sino además observar un desempeño marcado por la nitidez y, de manera sumamente especial, la devoción hacia el trabajo de un compositor como Bruckner.
Si bien es cierto que la obra de Mahler ha encontrado ya "su tiempo", la de Bruckner espera aún su justa valoración. En Xalapa apenas hemos tenido la oportunidad de escuchar una interpretación reciente de la Cuarta, la conocida como Romántica, mientras que el resto del repertorio bruckneriano nos es por completo desconocido, incluidas sus numerosas piezas religiosas. Es entonces que cobra una mayor relevancia la efectividad con que Guido condujo a los músicos de nuestra osx, para hacer sonar una conmovedora lectura a la obra que Bruckner concluyó en 1878 y que manos ajenas deformaron posteriormente.
El director lo había expresado de una muy especial forma, que además puso en evidencia la admiración que deposita en la figura histórica de un hombre profundamente religioso y de noble corazón: "Bruckner tenía como modelo a Bach, y esto es evidente en su forma de trabajar el contrapunto que, en su Quinta sinfonía, tejió en medio de un estilo clasicista llevado hasta los límites de la ruptura y la desintegración. Las sonoridades organísticas son manejadas en forma sorprendente, sobre todo en la coral del final, un portentoso fragmento que es indicativo de una increíble pureza de espíritu..."
Bruckner estaba convencido de las bondades en la vida celestial, después del periplo vital humano, a diferencia de Mahler, quien depositaba sus esperanzas en una vida espiritual terrenal. Todos ellos –Bach, Mahler y Bruckner–, cada uno a su manera, profesaba una firme convicción religiosa, deísta, más que sectarista, en el poder de un Ser Supremo. Ha sido, entonces, una experiencia aleccio-nadora todo lo que se deja sentir en la Quinta sinfonía de Bruckner y en la devota lectura de un maestro que condujo a la Sinfónica de Xalapa a una transfigurante y apasionada interpretación.