Abril 2002, Nueva época No. 52 Xalapa • Veracruz • México
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El aporte de Sergio Galindo
Otilia Rauda: una novela
que desborda sus costuras

Claudia Domínguez

 

El poder que asienta su base en la perturbación erótica es el arma de dos filos de la protagonista de quizá la más célebre de las novelas del veracruzano Sergio Galindo (1926-1993): Otilia Rauda. En su rebeldía, como la única forma de manifestación que su entorno le permite dado el "esplendor escandaloso de su cuerpo", Otilia se resiste a la cosificación, a ser sólo un cuerpo poseído, pero su solución consiste en una paradoja: sucumbir de forma exorbitante al destino que todos le vaticinaban desde que su cuerpo desbordó las costuras de sus ropas de niña, accediendo frenéticamente al placer sexual como una forma de anulación de todo precepto social.
Pero la tragedia sobreviene cuando singulariza su pasión en un solo objeto que, como ella, transita en su propio túnel solitario.
Durante su trayectoria como cuentista y novelista, Galindo se fortalece como uno de los escritores paradigmáticos de una visión cada vez más íntima de lo humano, en un país en el que las preocupaciones sociales cada vez estaban más lejos de las clases medias. De ahí que el orden y el poder sean los ejes que recorren sus textos desde los años setenta, para cuestionarlos y romperlos. Además, sus personajes femeninos ya no son tanto seres sufrientes y solitarios sino eminente y carga-damente políticos, política no sólo como poder institucionalizado, sino como el que abarca también a la vida cotidiana. De este modo, el autor retoma la mejor tradición de la novela mexicana, la de ser un retrato crítico de la sociedad, pero sin olvidar las lecciones formales de los años herméticos, los de la experimentación narrativa.
Lo anterior es evidente en Otilia Rauda (1986), la cual le valió a Galindo el favor de la crítica y el Premio Xavier Villaurrutia . Las acronías, las sutiles rupturas del tiempo narrativo, enlazadas apenas por la coincidencia espacial o las asociaciones temáticas, son también parte de las características que demuestran la calidad literaria a la cual había arribado Sergio Galindo cuando confecciona esta novela, cuyo tiempo no es lineal pese a su sencillez aparente. Comienza en la madurez de Otilia hacia 1941, quien al parecer nace en 1902, retrocede a los años treinta, se asienta en el porfiriato durante la adolescencia de esa muchacha, por la que pasaron 11 bailes, 11 septiembres, 11 amenazas de muerte formuladas por el padre a los moscardones que clavaban su vista en las formas de la chica –sin que nadie digno se acercase a ella–, y en el transcurso se alterna la impronta local de la Revolución, a través de los sucesivos mandatos y desmanes de Madero, Huerta, Carranza, Obregón y el gobernador Tejeda.
Otilia Rauda es la historia de personajes ubicados principalmente en la zona vigueña veracruzana, en las cercanías de un Perote literario y real en su permanente aire frío de montaña y en esa neblina que esconde y deja constancia de la existencia de seres que encuentran cálido cobijo en el excitante cuerpo de Otilia. Historia de la redención de los irredimibles, de los excluidos del orden social y moral, de odios que son parte del amor, como diría Nedda G. de Anhalt: "producto de un fabulador cuyo mundo parte de causas y efectos paradójicos; uno en cuya esfera la ambigüedad nunca termina".
La paradoja es el recurso más evidente de Galindo en Otilia Rauda: la belleza del cuerpo contrasta con la fealdad del rostro de Otilia; asimetría que a la vez asegura a ese pueblo con ansias de ciudad que Cruz, la madre de la muchacha "no pecó" dado el extraordinario parecido de ese rostro adiposo y bizco con Isaac, su esposo. Lo que se relaciona con el "equilibrio" de la doble marginalidad de Otilia: fea y mujer, con un cuerpo hecho para goces irrefrenables. Sin embargo, la única descendiente de la rica familia de terratenientes es estéril gracias a una enfermedad de Venus contagiada por Isidro, su marido comprado, el mediocre carnicero y policía, legal pero indigno "dueño" de ese cuerpo que concentra los anhelos masculinos del pueblo y sus inmediaciones.
La hija de los Rauda es una amenaza para la estabilidad conyugal, la envidia de las mujeres, un atentado a las buenas costumbres por su hermosura desafiante, monstruosa en su perfección. Su misma cualidad de atracción es lo que la vuelve repulsiva para su sociedad. Ante esto, Otilia suele refugiarse en sí misma, en su incondicional amigo Melquíades y en Rubén Lazcano posteriormente, el primero es el "bobo" del pueblo, un gigante deforme que es como una versión local de Vulcano, el cónyuge de la Diosa del Amor; mientras que Rubén está signado por la vida al margen de la ley, jaloneado por las circunstancias sociales e históricas que le afectan íntimamente y le condicionan el destino, un hombre hermoso, un príncipe azul en negativo, imposibilitado para corresponder a la ternura y pasión que Otilia deposita en él en forma obstinada, y ante la ruptura de la esperanza del amor, lo que resulta es la destrucción, el odio apasionado. En apariencia, algo incompatible en un texto que en su etapa embrionaria fuera designado por su autor como “Los encuentros”.
Así es como en esta novela, considerada como la obra cumbre de Sergio Galindo, desembocan los elementos esenciales de este autor xalapeño que desbordó los límites de lo local a través de uno de sus escenarios privilegiados: Las Vigas, pero cuestionando por medio de ese universo pequeño y a la vez paradigmático la hipocresía social que impide a los sujetos vivir el amor, la libertad, la existencia misma.

Galindo, editor
El oficio del editor implica no sólo encargarse de la preparación y distribución de libros, sino también una apuesta que se deriva del saber, la sensibilidad literaria y la intuición. Paralelo a su trabajo creativo, Sergio Galindo supo combinar la labor de difusión y edición de obras de la literatura mexicana, latinoamericana y mundial en una época en la que el centralismo dominaba aún más que en nuestros días. De hecho, a partir de 1957, cuando Galindo funda el Departamento Editorial de la Universidad Veracruzana, junto con la revista La Palabra y el Hombre, la entonces modesta casa de estudios rebasa las fronteras locales y nacionales y da a entender a la clase intelectual de su tiempo que algo interesante se estaba gestando en Veracruz.
No se trataba sólo de buenas intenciones. A través de la Colección Ficción la provincia puso el ejemplo al atraer a autores consagrados pero sobre todo al editar textos de escritores entonces poco conocidos y traducir obras modernas. Como señala Margo Glantz: "Cuando mucha gente aún se reía con sorna de las aventuras de Aureliano Buendía unidas a la interminable escrituración dirigida a los generales colombianos, Sergio [Galindo] publicaba Los funerales de la mamá grande, de Gabriel García Márquez y El diario de Lecumberri, de Álvaro Mutis, el teatro de Emilio Carballido y el de Luisa Josefina Hernández, los textos de Rosario Castellanos, Lolita Castro [sic], Jaime Sabines, Eraclio Zepeda, los cuentos de José de la Colina y Juan Vicente Melo, El doctor y los demonios, de Dylan Thomas, los de Max Aub, y los de Cardoza y Aragón y claro, ¡cómo podían faltar!, los cuentos de José Revueltas, nada menos que Dormir en tierra. La brillante labor editorial, generosa, profética de Sergio tenía su continuidad lógica en la revista. La Palabra y el Hombre llegó a constituirse en una institución: eran los tiempos del rector Aguirre Beltrán por quien Sergio llegó a Xalapa de nuevo y después de los de Fernando Salmerón, rector también, más tarde."

Trayectoria del escritor
Sergio Galindo (2 de septiembre de 1926-3 de enero de 1993). Estudió en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México. Fue becario del Centro Mexicano de Escritores de 1955 a 1956. En la uv fundó las colecciones Ficción y Cuadernos de la Facultad de Filosofía y Letras, así como la revista La Palabra y el Hombre. Fue director de la Editorial de la uv de 1957 a 1964. En 1965 fue director del Departamento de Coordinación del Instituto Nacional de Bellas Artes (inba) y posteriormente de la Dirección de Divulgación de la Secretaría de Educación Pública. De 1974 a 1976 fue director del inba y en 1975 ingresó a la Academia Mexicana de la Lengua.
Recibió las condecoraciones: Honorary Officer of the Most Exce-llent Order of the British Empire de Gran Bretaña en 1975; Méritos en la Cultura, de Polonia en 1976, y Orden de la Estrella de Yugoslavia en 1977. Su obra ha sido incluida en diversas antologías de México y el extranjero y traducida a varios idiomas. Fue merecedor del Premio de Novela Mariano Azuela en 1984, el Premio Xavier Villaurrutia en 1986 y el Premio José Fuentes Mares en 1987.
Obra publicada: La máquina vacía (cuentos, 1951), Polvos de arroz (novela, 1958), La justicia de enero (noveleta, 1959), El bordo (Novela, 1960), La comparsa (novela, 1964), Nudo (novela, 1970), ¡Oh, hermoso mundo! (cuentos, 1975), El hombre de los hongos (Noveleta leída en su discurso de ingreso a la Academia Mexicana en 1975, publicada un año más tarde), Este laberinto de hombres (cuentos, 1979), Los dos ángeles (novela, 1984), Declive (novela, 1985), Terciopelo violeta (cuentos, 1985) y Otilia Rauda (novela, 1986).