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Cantona
El complejo juego de pelota, altar y templo aparece reiteradamente
en Cantona, así como ciertos elementos representativos de
la fertilidad. Los ritos de fertilidad tienen ya un numeroso catálogo
aquí, al igual que en la zona arqueológica de Aparicio,
en la llanura costera del Golfo, a unos cuantos
kilómetros de Las Higueras: penes, lápidas de Chicomecóatl,
esculturas de Xipe-Totec.
Golfo
de México
El Golfo de México es considerado por algunos como el lugar
en el que está ubicado el mítico Tlalocan, lugar de
la fertilidad y la abundancia. Las civilizaciones que se desarrollaron
en la costa del Golfo y áreas interiores contribuyeron destacadamente
al repertorio cultural del México prehispánico. Olmecas,
totonacas, huaxtecas, nahuas y otras etnias se mantuvieron en movimiento
constante a lo largo de toda el área mesoamericana, intercambiando
experiencias y fundando las bases de los desarrollos posteriores.
Los entrelaces escultóricos tipo Tajín aparecen ampliamente
distribuidos en una gran zona que incluye a Santa María Cotzamaluapa.
Las construcciones circulares y semicirculares están configuradas
en varios sitios arqueológicos mesoamericanos: Tzintzuntzan,
Tula, El Tajín, Zempoala, Xochiquétzal. El símbolo
de la alegría aparece tempranamente en las culturas del Golfo
como se aprecia en algunos objetos olmecas en barro, piedra
y jade del área de San Lorenzo, pero es en la época
Clásica (100 a. C. a 900 d. C.) cuando alcanza su mayor esplendor
en la civilización del río Papaloapan y donde la fijan
en el eterno lenguaje del barro. Con el descubrimiento de la Estela
número 1 de La Mojarra se confirmó la hipótesis
de Alfonso Caso, en el sentido de que en la costa del Golfo está
el origen de la escritura, la numeración y el calendario.
Entre los totonaca, el concepto prehispánico de ciudad está
distante de nuestra concepción urbana occidental. En el Tajín
y Cempoala, al igual que en muchas otras unidades urbanas de centros
mesoamericanos mayores, el centro ceremonial con población
dispersa permitió una clasificación de las funciones
administrativas, de justicia y de comercio, junto con las religiosas,
mientras que la gran población se localizaba dispersa en
su rededor, dedicada fundamentalmente a las actividades económicas
del cultivo de las plantas y a tareas complementarias como la caza,
la pesca y la recolección.
En El Cuajilote, ubicado en el área de Filo- bobos, la traza
urbana evoca el patrón teotihuacano en el manejo del espacio.
Una figura de Xipe-Totec apareció en el periodo Clásico
de La Mojarra, municipio de Alvarado, Veracruz, por lo que el concepto
de fertilidad asociado a esta deidad constituye una de sus manifestaciones
más tempranas en las llanuras pantanosas de Veracruz. El
culto a Ehécatl también surgió tempranamente
(162 d. C.), como puede apreciarse en la iconografía escultórica
de la Estatuilla de Los Tuxtlas.
Para los huaxtecas, los parientes norteños de los mayas,
separados de éstos por cuñas culturales de otras naciones
a lo largo de los siglos, tal aire de familia queda testimoniado
en el lenguaje1 y en las prácticas de la deformación
craneana ,2 tan en boga como elemento estético en muchas
sociedades mesoamericanas. Su escultura en piedra caliza tiene como
motivo principal la figura humana, pero el contenido y el objetivo
de la escultura están dirigidos a las deidades. Los huaxtecas
representaron el plano frontal de los cuerpos disminuyendo el fondo,
dando a las esculturas una forma aplanada; el tocado en forma de
resplandor semicircular posterior en algunas de ellas es un atributo
esencial de su arte. También se desarrolló una escritura
abstracta que todavía espera mayores esfuerzos para su desciframiento;
quizá algunas figuras oblongas esgrafiadas representen el
símbolo del maíz.
Los
mayas
En el gran tramo histórico de su vida como alta civilización,
desarrollaron varios tipos arquitectónicos: hubo influencias
teotihuacanas hacia el final del mundo clásico y, desde fechas
muy tempranas, se emplearon sistemas de numeración, calendario
y escritura. Si bien los mayas no fueron los inventores de estos
logros culturales, a ellos se debió su gran desarrollo.3
Gran parte de los textos presentes en inscripciones se refieren
a su historia relevante, integrada por pasajes de guerras, captura
de prisioneros, caída de ciudades, ascensión al trono
de los gobernantes, ceremonias de carácter religioso y agrícola,
pero también hay textos proféticos.
Las hazañas de los astrónomos mayas reveladas en sus
inscripciones se antojan aún más deslumbrantes para
nuestra mentalidad occidental, sobre todo si consideramos que los
ciclos celestes se descubrieron sin ayuda de los instrumentos de
precisión que tanto sirvieron a los astrónomos europeos
en el desarrollo de nuestro calendario moderno durante el Renacimiento.4
En muchas construcciones mesoamericanas se incorporaron angostos
tubos y ventanas con el propósito especial de hacer observaciones
astronómicas.
Algunos artículos de consumo como el pedernal, la cera
de abeja, los textiles de algodón, la miel, el hule, el incienso
de copal, los tintes vegetales, el tabaco, la vainilla de Papantla
y de Teutila, la cerámica policromada, las conchas de tortuga
del Pacífico, las plumas, las pieles de jaguar y de ocelote
se exportaban cotidianamente de las tierras bajas hacia las altiplanicies
de Chiapas, Guatemala y El Salvador. A cambio, los comerciantes
de esas zonas llevaban jade, albita, obsidiana, hematita, plumas
de Quetzal, cerámica y cinabrio para vender en los centros
de las tierras bajas. Los grupos que vivían en las regiones
costeras proporcionaban a los distritos de tierra adentro5 sal,
pescado seco, conchas, espinas de mantarraya (empleadas en el autosacrificio
de dignatarios y sacerdotes) y perlas.
A partir de las interpretaciones de Tatiana Proskouriakoff y de
Heinrich Berlin Neubart, basadas en las inscripciones de Yaxchilán
y Piedras Negras, los mayas pasaron de la historia mítica
a la historia real configurada en sus dinteles y estelas.
El
altiplano central
Durante los primeros siglos de nuestra era, Teotihuacán se
convirtió en un verdadero Estado imperial que logró
ensanchar a su máximo las fronteras de Mesoamérica,
manteniendo esta expansión por más de 600 años
a través del comercio y la religión. Su fama como
centro religioso atrajo la migración de muchos pueblos venidos
del norte y su influencia se manifestó en la cerámica,
en la construcción de edificios con su típico estilo
de talud y tablero y en el complejo mágico religioso que
implica el culto al dios de la lluvia, al dios del fuego y a la
serpiente emplumada.
En la etapa de mayor esplendor, la población de Teotihuacán
llegó a tener 120 000 habitantes, configurándolo como
el centro urbano de mayor tamaño e importancia para su época.
Su expansión y presencia pueden evidenciarse en Matacapan,
poblado de la zona de Los Tuxtlas en Veracruz y punto de producción
alfarera y comercial, y en el sitio arqueológico de Piedra
Labrada, actual municipio de Soteapan, en el mismo estado de Veracruz.
La Estela 1 de dicho sitio presenta el glifo llamado por Caso Ojo
de Reptil y el glifo Turquesa, compuesto por dos
conjuntos de líneas verticales y horizontales que se alternan
alrededor de un cartucho que las contiene; además, hay incensarios
y columnas teotihuacanas. El glifo Turquesa aparece
tempranamente figurado en el casco de la cabeza colosal olmeca número
4 de San Lorenzo; quizá la turquesa se relacione con la sangre
sacrificial por el concepto precioso que liga a la primera
con la segunda. El glifo Ojo de Reptil aparece en un
fragmento cerámico localizado por Manuel Gamio en su célebre
investigación sobre Teotihuacán, y también
fue reportado por Alfonso Caso en inscripciones de Oaxaca; asimismo,
aparece en la columna U de la prodigiosa Estela número
1 de La Mojarra.
La Estela 31 de Tikal (Winfield Capitaine, 1990, ilus. 182), dedicada
en 445 d. C. (Schele y Freidel, 1990), muestra a dos guerreros con
elementos iconográficos típicamente teotihuacanos
como armas y la cara de Tláloc sobre un escudo
frente a un gobernante (Cielo Tormentoso, que subió
al poder en 426 d. C.). Estas representaciones hablan de la expansión
comercial y guerrera hacia la zona maya.
Hasta su declive eventual y caída alrededor del año
600 d. C., Teotihuacán mantuvo la mayor influencia en todo
Mesoamérica, con colonias comerciales en todas las partes
del área maya (Tickell y Tickell, 1991:20). El eje Teotihuacán-Kaminaljuyú
aparentemente escogió a Tikal como su principal socio en
las tierras bajas. La primera evidencia aparece sobre la Estela
4 de Tikal, fechada en 378 d. C., la cual registra el ascenso al
poder de Bucle Hocico. El estilo de este monumento tiene
los diseños distintivos de Teotihuacán: Bucle
Hocico está retratado de rostro entero en una posición
sedente, más que en el perfil maya típico, que consiste
en estar parado hacia la derecha (op. cit, p. 25).
El poder y la influencia teotihuacanos, pues, se extendieron sobre
toda Mesoamérica: hacia el este dentro de las áreas
de la costa del Golfo (Matacapan), las tierras altas mayas (Kaminaljuyú)
y las tierras bajas mayas (Becán y Tikal), y al sureste hacia
los zapotecos de Monte Albán, Oaxaca.
La decadencia de la urbe teotihuacana se inició en 650 d.
C. con una progresiva disminución de la población,
ocasionada por factores de orden social y climático. Cesó
el crecimiento de la ciudad y aunque se construyeron palacios con
espléndidos murales, éstos se edificaron sobre antiguas
construcciones. El siglo VIII d. C. marcó el ocaso de la
metrópoli, aunque el valle nunca fue del todo abandonado.
Teotihuacán jugó un papel clave y su caída
arrastró a todas las civilizaciones clásicas hacia
un profundo colapso.
Durante el declive de Teotihuacán empezó a surgir
Tula que, al igual que otras urbes cosmopolitas, tenía barrios
en donde residían extranjeros, como los huaxtecas; pequeñas
colonias de mayas y mixtecas y grupos del centro de Veracruz y de
la costa del Pacífico de Chiapas y Guatemala. Por ende, puede
considerarse a Tula como el principal dispersor de la alta cultura
hacia el resto de las sociedades vecinas y periféricas mesoamericanas.
La multiplicidad de su composición étnica y cultural
la erigieron como la generadora de la diáspora de rasgos
y complejos civilizatorios en el periodo transicional del Clásico
Terminal al Postclásico.
La cultura maya yucateca de la península se vio enriquecida
con las aportaciones de los flujos migratorios y comerciales de
Tula: el complejo de Quetzalcóatl-Kukulkán, con recintos
sagrados y astronómicos, y el interesante culto a las deidades
del agua, con víctimas propiciatorias en el cenote sagrado,
entre otras.
Civilizaciones posteriores, como la azteca, se asumieron como herederas
de la gran tradición tolteca, trasladaron los principales
monumentos sagrados y los integraron a su peculiar panteón
particular. Los aztecas iniciaron su peregrinar de manera tardía:
es el último grupo que llegó al Valle de México,
para fundar su capital, Tenochtitlan, siguiendo a sus dirigentes
y a la figura de su deidad tutelar, Huitzilopochtli, morador que
compartió espacios con Tláloc, en el recinto del Templo
Mayor.
Eclécticos por naturaleza, en cada conquista de otras comarcas,
los mexicanos integraron las deidades locales a su panteón
particular, conservando y adorando las imágenes en el lugar
que para tal efecto destinaron en el Templo Mayor, las cuales pasaron
a formar parte del séquito de Huitzilopochtli, su dios fundamental.
En el caso de los huaxtecas, por ejemplo, importaron a Tlazoltéotl,
la comedora de inmundicias, diosa lunar y del tejido.
Los mexicas, merced al apropiamiento de costumbres y deidades de
otras naciones, formaron las bases del crisol cultural más
rico que se dio en México hasta el tiempo de la conquista
hispana.
Corresponderá al especialista establecer mayor número
de semejanzas y paralelismos, oposiciones y puntos de convergencia
entre los distintos pueblos prehispánicos del México
Antiguo, es decir, trazar mayor número de vínculos.
Falta todavía mucho por saber y descubrir, pero finalmente
queda la sensación de que, poco a poco, va cayendo el velo
que ocultaba el remoto pasado de Mesoamérica.
Notas
1. Leonardo Manrique Castañeda, xli Congreso Internacional
de Americanistas. Paris.
2. Juan Comas, Los cráneos de la Isla del Ídolo. Además,
una deformación de carácter local puede apreciarse
en los restos humanos del entierro colectivo de El Zapotal Número
Uno, en el estado de Veracruz.
3. Linda Schele, Notebook of the Maya Meeting, University of Texas,
Austin, Texas.
4. Aveni, Observadores del cielo en el México Antiguo.
5. Jacques Soustelle, Los mayas.
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