Revista de Investigación Educativa 9
julio-diciembre, 2009
ISSN 1870-5308, Xalapa, Ver
Instituto de Investigaciones en Educación, Universidad Veracruzana
       
     

La toma de decisiones metodológicas en la investigación social: Un devenir entre la subjetividad y la objetividad

       
 

Mayra Margarito Gaspar

Departamento de Letras
Universidad de Guadalajara

 

Introducción

En la antigüedad clásica, el sabio era un hombre cuyos conocimientos abarcaban las áreas más diversas, desde las artes hasta la astrología, pasando por la filosofía, la medicina y la naturaleza. Esta concepción del saber se ha transformado conforme han evolucionado las ciencias y las necesidades de la investigación han determinado otro rumbo. En la actualidad ya no se busca formar eruditos con un conocimiento holístico, sino expertos especializados en un área específica. El cambio en la manera de concebir al “científico” (entendiéndolo desde su raíz etimológica como el que sabe) puede comprenderse mejor a la luz de las diferencias entre la sociedad clásica y la actual. La realidad social no es estática, por el contrario, está en un continuo cambio, el cual afecta a todos los aspectos que involucran una actividad humana, entre los cuales podemos incluir la investigación científica.

Desde que Francis Bacon sistematizó el llamado “método científico”, la investigación se ha desarrollado a través de una serie de pasos consecutivos: observación, inducción, hipótesis, experimentación, demostración, refutación (antítesis) de la hipótesis, tesis o teoría científica (conclusiones). Desde esta perspectiva, el proceso investigativo se transformó en un medio para descifrar verdades últimas, es decir, un proceso que concluía con el descubrimiento de una teoría.

A pesar de que esta visión del quehacer científico todavía constituye una noción popular –al ser difundida por las escuelas desde la educación básica-, la práctica investigativa ha complejizado mucho más sus métodos, propósitos y objetos de estudio. La investigación se plantea como un proceso generador de conocimientos que ayudan a explicar o entender una realidad social. Ya no podemos hablar de leyes inmutables, pues los saberes alcanzados no sólo ayudan a comprender fenómenos sociales o naturales, sino que también proponen nuevos cuestionamientos que permitirán el avance científico.

Este nuevo paradigma ha propiciado diversos cuestionamientos en torno a la validez de los resultados. La investigación experimental tenía como finalidad llegar a un conocimiento científico, es decir, un conocimiento objetivo. La objetividad de la ciencia comúnmente se entiende como una característica ideal para validar la universalidad y aplicabilidad de los conocimientos obtenidos. Esto ocurre porque la objetividad se asocia con ciertos conceptos (Janack, 2002), tales como: neutralidad, ausencia de prejuicios (apego personal, propósitos políticos, compromisos ideológicos, preferencias, deseos, intereses, emociones), método científico, racionalidad, actitud de “distancia psicológica”, “franqueza” ante el mundo, impersonalidad, imparcialidad, apego a los hechos; demostración de las cosas tal y como son, universalidad, desinterés, conmensurabilidad y acuerdos intersubjetivos.

A partir de estas nociones de objetividad, el conocimiento científico aparece como un conjunto de saberes privilegiados que, si bien fueron logrados mediante el entendimiento humano, han trascendido para convertirse en leyes sobre un mundo externo al hombre. Desde esta perspectiva, la realidad es independiente de la acción humana, de tal modo que puede ser percibida de forma objetiva y es susceptible de ser traducida en saberes teóricos que revelen su funcionamiento. La acción del investigador se reduce, entonces, al seguimiento sistemático de procesos de experimentación que le permitan revelar las leyes subyacentes.

Esta forma de entender la actividad científica enfoca su atención en el hecho, como el objeto de estudio único. Aunque, por lo general, el surgimiento de las ciencias sociales se considera como un punto de ruptura y de cuestionamiento a esta tradición científica, las sociales no son las únicas ciencias que desafían esta concepción. Bunge (1995, p. 6) afirma que “no toda la investigación científica procura el conocimiento objetivo”, para lo cual utiliza dos de las ciencias más antiguas —la lógica y la matemática— como ejemplo. Bunge observa que los diversos sistemas de lógica formal y los diferentes capítulos de la matemática pura son racionales, sistemáticos y verificables, pero no objetivos; no proporcionan información sobre la realidad, porque no se ocupan de los hechos.

La objetividad científica y la subjetividad del investigador

El cuestionamiento de la objetividad no sólo refiere al objeto de estudio de la ciencia, sino también al rol del investigador. Si asumimos la objetividad científica como un sinónimo de imparcialidad y apego a los hechos, el papel del científico se vuelve instrumental, puesto que cualquier persona llegaría a las mismas conclusiones si siguiera los mismos pasos. Es imposible negar la intuición y el discernimiento que requiere un científico para problematizar sobre un fenómeno y llegar al conocimiento teórico. No obstante, este paradigma minimiza las aportaciones individuales que los investigadores proporcionan a los estudios, en cuanto a la construcción del objeto de estudio y el seguimiento del proceso de construcción del conocimiento, por lo que desconoce la importancia de la reflexión del investigador.

A partir de esta postura metodológica, la objetividad implica una separación entre las fuentes teóricas y la argumentación (Janack, 2002), de tal modo que las conclusiones obtenidas tengan como fundamento únicamente la evidencia o los hechos, en lugar de las preferencias o idiosincrasias de quien o quienes realicen el estudio. Lo que se pretende desde este enfoque es que la subjetividad del investigador no interfiera con el razonamiento y la teorización. Así, la subjetividad, desde esta perspectiva, se entiende sólo como las emociones y los prejuicios, sin considerar que abarca otros aspectos importantes como las experiencias personales y profesionales, el bagaje cultural, el contexto social y los procesos cognitivos propios de cada persona, que pueden no sólo afectar (sentido negativo), sino también enriquecer (aspecto positivo) los resultados de la investigación.

El reconocimiento de todos los aspectos que implica la subjetividad nos obliga a debatir sobre la posibilidad o imposibilidad de realizar un trabajo completamente objetivo. Este cuestionamiento tiene que ser considerado en dos dimensiones: la individual y la colectiva. Por lo que respecta a la individual, debemos tomar en cuenta que el acercamiento a un objeto, tanto en los estudios cualitativos como en los cuantitativos, obliga al investigador a situarse en una posición teórico-metodológica, a partir de la cual construirá la problematización y comenzará la recolección de datos. En toda investigación, la lectura de los datos no sólo requiere de un posicionamiento, sino también de reflexión y de la interpretación para llegar a conclusiones o descubrimientos. Así, cada una de las etapas del proceso de investigación demanda una serie de tomas de decisiones que el autor no hace de manera aislada, sino que parte de criterios que, si bien pueden estar sustentados en experiencias y conocimientos previos, también incluyen preferencias personales.

La consideración del papel del investigador debe comprender su individualidad, pero también tomar en cuenta el colectivo donde se desarrolla. Los investigadores no trabajan —ni tampoco sería deseable que lo hicieran— de manera aislada, sino que están adscritos a instituciones, equipos de trabajo o simplemente a una cierta tradición científica. Al momento de decidir el uso de cierta teoría o metodología, influye en gran medida el grupo o institución de pertenencia, ya que los intereses propios del autor se deben en ocasiones a demandas externas. Latour (2001) afirma que la ciencia es social, por lo tanto, entre mayor conexión tenga el saber científico con convenios del colectivo, el estudio será más preciso y sólido. El carácter social le otorga una existencia histórica, de tal forma que lo que el grupo considere ciencia en un momento determinado será un elemento determinante de cientificidad.

Estas consideraciones sobre el papel del capital cultural y social del investigador han originado un replanteamiento de la objetividad. La objetividad científica ya no refiere a términos, esto es, a un conocimiento último, estático, alejado del hombre, sino a conocimiento procesual, contextualizado, en continua construcción y reconstrucción, donde cada hallazgo dará origen a nuevos problemas. Kuhn (1995) presenta a la ciencia como una serie de descubrimientos e inventos individuales que, al reunirse, constituyen el caudal moderno de conocimientos técnicos. Dichos conocimientos son retomados por un grupo de profesionales que trabaja en torno a ellos, constituyéndolos en objetividades particulares que permiten la implementación de paradigmas. Sin embargo, estos paradigmas no son teorías acabadas, sino que pueden ser cuestionados por investigadores del mismo u otros grupos, de manera que nazca una crisis que permita el surgimiento de otro paradigma.

La investigación como un producto humano y social

El reconocimiento de la investigación y el conocimiento generado a través de ella como productos de la acción humana, definen al investigador como un sujeto (individual y social) clave para el desarrollo de la investigación. Esto obliga a una conceptualización distinta de la objetividad. Así, Hanna (2004) propone dos tipos de objetividades: la externa, que se relaciona con entidades, constructos y teorías que representan al mundo de forma verídica; la interna o metodológica, que refiere a los procesos o métodos por los cuales la ciencia investiga al mundo. Para la objetividad externa la representación muestra una relación estática entre la estructura de pensamiento o lenguaje y la estructura independiente en el mundo. La objetividad interna, por su parte, observa a la representación como un dispositivo activo motivado por intereses humanos, propósitos y valores. De este modo, admite la existencia de sujetos, objetos y fenómenos por sí mismos (objetividad externa); sin embargo, también se reconoce que las abstracciones metodológicas por las cuales logramos explicar y entender dichos sujetos, objetos y fenómenos, son procesos mediatizados por el capital cultural y la subjetividad del individuo (objetividad interna).

Del mismo modo que Hanna, Ford (2004) elabora un replanteamiento de la objetividad científica y de la subjetividad del investigador. La objetividad la define como el seguimiento de estándares acordados por otros escrutiñadores aparte de la persona que conduce la investigación; típicamente, estándares acordados por un grupo de investigación. De acuerdo con Ford, la subjetividad es constituida por los pensamientos e ideas que existen dentro de los marcos de referencia internos de cada individuo, los cuales pueden haber sido o no sujetos a un escrutinio externo, pero que no son avalados explícitamente por dichos escrutiñadores.

Tanto la objetividad interna de Hanna como el planteamiento de objetividad de Ford se fundamentan en una visión social de la investigación, como un reflejo del mismo investigador, quien es un ser social. No obstante, la influencia del contexto dentro de la toma decisiones del científico no es el único elemento a considerar en la investigación. Desde un primer momento, se ha señalado al investigador como un individuo con una historia y un capital cultural determinado, esto es, una subjetividad de la cual no puede despojarse en el momento de iniciar un estudio. Estas características propias del sujeto investigador van a determinar en mayor o menor medida el rumbo del estudio, no sólo en la investigación social, sino también en la experimental.

Para explicar la influencia de la subjetividad en la ciencia, partiremos de las observaciones de Bunge en cuanto al proceso de investigación, bajo un método experimental. Bunge (1995) describía a este método como “la comprobación empírica de conclusiones particulares extraídas de hipótesis generales” (:16-17). Aunque estos estudios tienen como base datos empíricos para llegar a resultados visibles sobre los hechos, el trabajo del investigador no se limita al descubrimiento de una relación causal a partir de datos aislados. Su trabajo consiste en la observación y registro de fenómenos para el establecimiento de variables y de hipótesis a verificar, así como en el análisis de los datos obtenidos durante la investigación. Cada una de estas acciones (observación, registro, análisis) requiere de la participación activa del investigador para elaborar, organizar y confrontar los datos con las conclusiones teóricas (Bunge, 1995). De tal modo, los resultados obtenidos por el método experimental también estarán mediados por la subjetividad del investigador.

Los factores sociales e individuales de los investigadores son trascendentales para su trabajo científico. Así, la toma de decisiones se vuelve un continuo enfrentamiento entre la subjetividad y la objetividad del investigador. Si bien reconocemos que todos los profesionales que practican una especialidad científica están sujetos a reglas y lineamientos propios de su grupo o de su materia de investigación, el trabajo científico no está necesariamente determinado por estas reglas (Kuhn, 1995), sino por las decisiones que el investigador toma a lo largo de su estudio.

La toma de decisiones en la investigación social

En la ciencia experimental, el criterio de validez que generalmente se ha empleado ha sido la evidencia: lo científico es aquello que es comprobable siguiendo una serie de premisas. Esta postura conlleva la idea de que la ciencia es un saber verdadero y estático; no obstante, el avance de la ciencia no se ha dado a través del seguimiento de consensos, sino mediante el continuo cuestionamiento, tanto de los fenómenos como de los saberes. De ahí, la importancia del investigador como ser individual: la subjetividad puede producir ideas que son novedosas y divergen del consenso (Ford, 2004), por lo que ayudan a conformar métodos y teorías de investigación de acuerdo con nuevas problemáticas o a diferentes miradas de los objetos de estudio tradicionales. Es necesaria una postura activa de la ciencia porque “el conocimiento científico trasciende los hechos: descarta los hechos, produce nuevos hechos, y los explica” (Bunge, 1995: 11).

A partir del enfoque social de la investigación, la objetividad científica se traduce en un “método efectivo” (Hanna, 2004: 341) que garantice la consecución de los objetivos de un estudio. De esta manera, la objetividad será entendida como la manera que el investigador tiene de asegurar la coherencia interna de su trabajo y sostener teórica y metodológicamente sus resultados. La objetividad tendrá, entonces, como propósito establecer y mantener la concordancia y el consenso del estudio de acuerdo con el rigor de la investigación científica, de tal modo que las conclusiones obtenidas sean factibles a una revisión y escrutinio que demuestren su validez (Ford, 2004).

Esta concepción de objetividad no está contrapuesta con el reconocimiento de la subjetividad del trabajo de investigación. La realización de un estudio objetivo no implica que la reflexión humana, tanto en su aspecto racional como intuitivo, no juegue un papel importante en la ciencia. El investigador no sólo es un sujeto adscrito a una posición en el espacio académico, sino también un individuo que posee una historia personal y una concepción del mundo que puede influir en su relación con el objeto que investiga. Sin embargo, la subjetividad no tiene por qué ser un impedimento para alcanzar un conocimiento sobre un fenómeno; incluso puede convertirse en un elemento que favorezca el análisis y la interpretación de los datos, de manera más apegada a la realidad de los sujetos de investigación.

La aceptación de la subjetividad en la investigación no implica la realización de un estudio basado en las ideas, creencias y valores del individuo, sino la aceptación de que en cada uno de los momentos de la investigación se toman decisiones que son hechas a partir de nuestra construcción de dicho objeto, y no tanto desde del objeto de estudio. El objeto se construye mediante abstracciones elaboradas desde un posicionamiento metodológico, por esta razón no se puede sustentar una objetividad “pura”, pues desde este primer momento aparece la subjetividad del investigador para la selección de una postura acorde con su percepción, sus intereses y su formación. La subjetividad no debe ser vista tampoco como la negación de un estudio sostenido en la razón y los hechos: los datos científicos deben ser recogidos y analizados con teorías que no tengan como única base el juicio y la percepción humana.

La investigación científica se está preocupando por el acercamiento hacia objetos de estudio que antes no habían sido considerados o, al menos, no desde cierta perspectiva, lo cual ha originado el surgimiento y la consolidación de nuevos métodos cualitativos. No obstante, el método cuantitativo continúa siendo el método hegemónico, por lo que muchos de los conceptos y concepciones filosóficas que ahora se utilizan en la ciencia, tienen como origen una visión cuantitativa. Por esta razón, tradicionalmente ha habido una contraposición entre lo subjetivo y lo objetivo.

En la actualidad, la postura que maneja el discurso científico no refiere a lo subjetivo y a lo objetivo como los dos extremos de una actitud hacia el objeto de estudio: uno deseable (objetividad) y otro a evitar (subjetividad). Los autores reconocen que la elección de un método, una herramienta, una teoría de análisis o cualquier otra decisión debe tener como fundamento las necesidades del objeto de estudio; sin embargo, también admiten que esta elección no es ajena a su propia historia personal y sus preferencias. El acercamiento a un objeto de estudio puede realizarse desde múltiples perspectivas y metodologías; el investigador, más o menos afectado por presiones internas y/o externas, es quien dirige la investigación y decide cuál será su enfoque, sus propósitos y su metodología para la obtención y el análisis de los datos.

La vigilancia epistemológica en la toma de decisiones

La generación de conocimiento busca explicaciones en la razón y un análisis apegado a los datos; aunque éste ha sido un ideal científico vigente todavía en algunos estudios, la razón es un elemento humano y el análisis requiere de la acción del individuo con todo su bagaje psicosocial. La discusión sobre la función de la subjetividad en la investigación permitirá hacer estudios más objetivos. Wallerstein (2002) afirma: “sólo podemos conocer el mundo a través de nuestra visión del mismo, una visión social colectiva sin duda, pero una visión humana a pesar de todo” (:287). La toma de conciencia de la influencia de su visión individual y colectiva le permite al investigador realizar un trabajo más riguroso y científico, ya que tendrá la necesidad de llevar a cabo una vigilancia epistemológica constante de todas las decisiones hechas.

El riesgo del supuesto de un método objetivo consiste en que el método se convierta en el centro del estudio en lugar de seguir la pauta que vaya siendo determinada por el objeto y los datos localizados. Una vez que se ha asumido la importancia de factores externos a la investigación en la toma de decisiones, se hace pertinente una atención continua al proceso que permita la construcción de un conocimiento de carácter científico. Esta vigilancia ayudará a observar si el método empleado es el más pertinente, de modo tal que el cómo de la investigación sea adecuado al qué. Cuando ocurre lo contrario, es decir, cuando es seguido un método y se ha adaptado el objeto a una serie de pasos que puedan no ser adecuados para lo que se pretende investigar, la vigilancia es siempre laxa pues, de otra forma, la revisión del trabajo hubiera señalado esta inconsistencia. Así, la búsqueda de “una perfección metodológica corre el riesgo de provocar un desplazamiento de la vigilancia epistemológica” (Bourdieu, Chamboredon & Passeron, 1993: 23).

La vigilancia epistemológica brindará el valor de cientificidad a la investigación. Los resultados obtenidos del desarrollo y aplicación de marcos metodológicos y teóricos son accesibles a la inspección pública, real, independiente y separada del investigador. De esta manera, el problema de la investigación no se debe a la subjetividad implicada en la interpretación durante el análisis de los datos, sino a la falta de una valoración constante de su influencia.

La vigilancia epistemológica permite tener un conocimiento de las decisiones para trabajar a partir de sus alcances y limitaciones. De acuerdo con la construcción del objeto de estudio, el planteamiento de las preguntas de investigación y los objetivos de la investigación, el investigador debe seleccionar un método para la recolección de los datos. Si el método no permite el acercamiento al objeto desde el enfoque propuesto por el investigador, deberá hacerse un cambio que responda a las demandas del estudio. Debido a las posibles inconsistencias dentro de una investigación, la revisión de cada una de las decisiones tomadas se vuelve indispensable para la realización de una investigación científica.

Además de los alcances y limitaciones de la selección de métodos y teorías, también es conveniente reconocer los riesgos y las fortalezas de nuestras elecciones metodológicas. Por ejemplo, si optamos por hacer un estudio etnográfico, debemos considerar la riqueza cultural de los datos para la generación de conocimientos sobre las prácticas colectivas de una comunidad; al mismo tiempo, también debemos admitir que el investigador puede inadvertidamente filtrar sus interpretaciones y análisis en la recogida de datos, o bien puede dar mensajes inadvertidos al observado o manipular situaciones de acuerdo con sus prenociones de un fenómeno. Estos hechos podrían llevar a conclusiones alejadas de la realidad investigada, por esta razón la revisión continua del trabajo se hace indispensable.

El seguimiento de la investigación, y de las decisiones que se tomen en torno a ella, tiene que ser llevado a cabo por el mismo encargado de la investigación, aunque no de manera exclusiva. El diálogo entre los autores, tanto en las ciencias sociales como en las naturales, enriquece a la investigación; debido a esto es importante la integración de grupos de trabajo que ayuden a la evaluación continua y que sustenten la validez de los descubrimientos: “La pluralidad de opinión es necesaria para el conocimiento objetivo, y un método que fomente la pluralidad es, además, el único método compatible con una perspectiva humanista” (Feyerabend, 1999: 29).

Antes de concluir este apartado, es necesario señalar que la influencia de la subjetividad del investigador en la toma de decisiones y, por lo tanto, en los resultados de la investigación, no es siempre la misma. Rosaldo (1991) advierte que el investigador no es un observador indiferente, inocente ni omnisciente, y menos poseedor de una sola identidad, por el contrario, es un sujeto en quien se entretejen múltiples identidades devenidas de su edad, sexo, estado civil, raza y posición social. De tal modo, los factores externos y emocionales, pueden ser más o menos determinantes en un momento que en otro. Debido a esto, es importante que el investigador mantenga una constante vigilancia metodológica de todas las decisiones y realice un seguimiento del proceso de investigación y de los resultados obtenidos.

Las identidades múltiples del investigador social demandan al investigador un compromiso tanto profesional como ético, por lo que la vigilancia del estudio no sólo debe cuestionar la pertinencia de una decisión, sino las razones por las cuales fue tomada. La identificación del investigador como un individuo de identidades múltiples pone fin a la obsoleta perspectiva del observador totalmente indiferente que mira desde lo alto (Rosaldo, 1991).

Hacia la construcción de un conocimiento científico

La investigación científica no está determinada por la elección de un método sobre otro o por asumir un cierto posicionamiento teórico, sino porque la elección del método y la teoría sea la adecuada para el objeto y los propósitos de la investigación. La pertinencia de las decisiones del investigador constituye un elemento clave para la valoración del conocimiento generado. Denman y Haro (2000) señalaban que “el rigor científico no debe restringirse a la discusión de métodos para la recolección de la información, tampoco a la rapidez con que se recogen los datos, sino a la calidad de las decisiones que se efectúan en el proceso de investigación” (:47).

El científico no puede interpretar un dato a partir de la preferencia de una postura si dicha postura no corresponde a los requerimientos de la investigación. Todo conocimiento tiene algo “de ideología, enajenación o colonización, o de mentira, ilusión, auto-engaño, o malicia” (González, 2004: 410), es decir, se construye desde una posición. No obstante, los saberes generados a partir de una investigación deben tener una sólida base científica que les otorgue peso y validez, para lo cual es necesario mantener una constante vigilancia epistemológica que permita a la subjetividad del autor enriquecer el trabajo investigativo.

La postura naturalista-experimental ha señalado como un aspecto negativo la introducción de la subjetividad del encargado del estudio. Sin embargo, la consolidación de los métodos de la investigación social ha permitido un cambio en la concepción de la función del investigador y su subjetividad dentro de la construcción del conocimiento científico. Este enfoque ha permitido revelar la imposibilidad de separar al científico como investigador del científico como individuo incorporado a un contexto académico, social y político. Debido a esto, la subjetividad del individuo estará presente en todo momento de la investigación, desde la construcción del objeto de estudio hasta la redacción del reporte final.

Cada etapa de la investigación demanda al investigador la toma de decisiones que permitan la consecución de los propósitos planteados en el estudio. De este modo, las elecciones hechas serán determinantes para la cientificidad del trabajo realizado. Cada decisión debe llevarse a cabo de acuerdo con la orientación del trabajo; aunque también influirán de manera decisiva los intereses y la historia del científico, debemos mantener una vigilancia epistemológica que nos ayude a valorar la pertinencia de las decisiones o las necesidades de cambio.

El conocimiento científico es sistemático y explicativo, “intenta explicar los hechos en términos de leyes, y las leyes en términos de principios” (Bunge, 1995: 19). Si bien en los estudios experimentales existe el riesgo de que el investigador manipule de los fenómenos o los resultados, en los estudios sociales este riesgo es aún mayor puesto que la interpretación es un elemento indispensable para la construcción de explicaciones y significados. El reconocimiento de la presencia de la subjetividad del investigador exige el cuestionamiento de las decisiones y el apego a un rigor científico, lo cual ha contribuido a que la subjetividad no sea un elemento desdeñable e ignorado, sino que se convierta en un aporte del investigador a su trabajo.

Para finalizar, es importante reconocer que el cambio en la concepción de la subjetividad ha originado una transformación en la forma como se presenta la objetividad científica. Una tradición científica experimental observa a la objetividad científica como la separación de la investigación de los valores, creencias y experiencias del autor. En el discurso actual, la objetividad científica es un elemento del conocimiento que alude a la vigilancia, apego a un paradigma, o simplemente efectividad de la investigación, que en ningún momento se opone a la presencia de la subjetividad en la toma decisiones y en los resultados obtenidos.

Lista de referencias

Bourdieu, P., Chamboredon, J., & Passeron, J. (1993). El oficio del sociólogo. México: Siglo Veintiuno Editores.

Bunge, M. (1995). La ciencia. Su método y su filosofía. México: Grupo Patria Cultural.

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Feyerabend, P. (2000). Tratado contra el método. Esquema de una teoría anarquista del conocimiento. Madrid: Tecnos.

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Wallerstein, I. (2002). El legado de la Sociología, la promesa de la ciencia social. Conocer el mundo. Saber el mundo (2da ed.). México D. F. / Buenos Aires: Siglo Veintiuno Editores.