INCOMPATIBILIDADES, DIFERENCIAS Y EQUIVALENCIAS EN DOS ANALÍTICAS DE DISCURSO: FOUCAULT Y LACLAU

Rosa Nidia Buenfil Burgos*


Como todos, el título de este artículo es resultado de una contingencia. Podía haber sido "Semejanzas de familia e incompatibilidades entre la analítica de discurso en Foucault y Laclau", ya que enfatiza la comparación de dos propuestas analíticas especialmente en aquello que, como en una familia, marca parecidos (herencias genéticas y filosóficas, en este caso), pero sin eliminar las diferencias y la especificidad de cada integrante. Pudo haber sido también "Diálogo imaginario entre dos perspectivas intelectuales. Afinidades y diferencias", título que, además, pondría de relieve una dimensión muy importante para mí: la de la interlocución y el intercambio. Diálogo, interlocución e intercambio son prácticas que requieren no solamente de, al menos, dos agentes, sino además de disposición para escuchar y para hablar desde posiciones diversas. Es sólo desde lugares, miradas y lecturas diferentes que podemos realmente intercambiar y no reproducirnos hasta la etemidad.

No es ocioso reiterar ahora la infinita posibilidad de lecturas de Foucault. Recordando a Rorty imagino las lecturas que han hecho los estadounidenses, los alemanes, los propios franceses, las que hacemos en América. Por ello, tampoco es ocioso hacer explícito que haré el examen del concepto de discurso en Foucault desde una posición, o si se quiere, indicaré -aunque sea a manera de esbozo - dónde estoy parada y desde dónde quiero y puedo leer a Foucault. Mi trabajo se organize en cuatro momentos: una mención a las tradiciones de procedencia de su pensamiento; una discusión de la conceptualización de discurso en ambas perspectivas; poner de relieve aigunos puntos de discrepancia y las posibilidades de dialogo; y, particularmente, pondré atención en dónde ubica cada uno la frontera de lo discursivo, su exterioridad y, tangencialmente, en algunas implicaciones de orden teórico.
  


 

1. Herencias en común (Parecidos de familia)
 
 

Como en toda familia, hay códigos de procedencia, padres legítimos e ilegítimos. En

relación con los autores que aqui me ocupan, pueden enunciarse los nombres patrimoniales específicos: Nietzsche, Freud, Marx, Heidegger, Saussure, Levi Strauss y toda la familia estructuralista francesa, que han marcado rasgos indelebles.

Existe, pues, un horizonte filosófico amplio donde las huellas de la fenomenología, el estructuralismo y la hermenéutica han señalado campos de interés y de cuestionamiento muy cercanos a Michel Foucault y a la tradición post-estructuralista, en la cual ubico el trabajo de Ernesto Laclau y mi propio emplazamiento. Por ejemplo, se recupera de Nietzsche la crítica a la metafísica de los orígenes, la sospecha sobre el valor de verdad, y el cuestionarniento al sujeto trascendental, a la categoría de Hombre como sujeto unificado, asumiendo la historicidad radical del ser; comparten la consideración de la contingencia como límite de la necesidad en la historia. Lo anterior graba su impronta en la visión ontológica crítica afín a las dos perspectivas en examen. Asimismo, es motor del cuestionamiento a axiomas básicos de la liustración desarrollados por Foucault en La arqueologia del saber y cuyas posiciones comparte en lo general la perspectiva desde la cual intento establecer un diálogo. Por ejemplo, la crítica al racionalismo de la adecuación del objeto de conocirniento con el referents empirico, asi como algunos otros campos filisóficos que se concentran en lo que Foucault Ilamó los dobles: lo empirico y lo trascendental, el cógito y lo impensado, el abandono y el retomo a los orígenes.

En cuanto al concepto de discurso, ambas propuestas comparten la herencia del estructuralismo, incluidos sus planteamientos autocríticos: no pretensión filosófica de verdad sino de verosimilitud, así como la asunción de que el lenguaje no es substancia sino forma, no es pleno ni unitario, sino fragmentario y discontinuo y no tiene su fuente en el sujeto. Se muestra además la afinidad en la conceptualización del discurso como:
 
 

acción ubicada en un campo bipolar (sacro y profano, legal e ilegal, etc.; un gesto que despues devino posesión);

forma estructurante frente al sujeto ("el autor es producto de una función discursiva particular", Foucault, 1969) y el carácter productivo de reglas de formación discursiva y de nuevos campos discursivos ("interminable posibilidad del discurso", 1969:131)
 
 

Por ello, para ninguno de los dos autores es posible dar cuenta de las prácticas discursivas por medios exclusivamente lingüísticos ni lógicos y, por tanto, se reitera también el carácter material de las formaciones discursivas.
 
 
 
 

2. Dos aproximaciones al discurso: Foucault y Laclau
 
 

Como es ampliamente conocido, la obra de Foucault tiene una trayectoria marcada en momentos distintos por las influencias del estructuralismo y la fenomenología, la crítica nietzscheana y la hermenéutica. Diversos trabajos sobre este autor , algunos más escolares que otros, dan muestra de la producción foucaultiana actual. Para el tema de esta intervención me referiré a las marcas de dichas tradiciones en el concepto de discurso.
 
 
 
   

2.1 Tres pasos en la analítica del discurso en Foucault
 
 

Ubicaré el concepto de discurso en Foucault en tres momentos de su producción:
 
 
 
 

1º) En Las palabras y las cosas (1966) el discurso es conceptualizado como equivalente

(» ) a episteme. Alude a un orden simbólico que perrnite a todos los miembros que fueron socializados bajo su autoridad hablar (pensar) y actuar juntos. Aquí el discurso implica una cierta autonomía pues sus reglas intemas lo independizan relativamente del mundo exterior referencial. En Que es un autor (1969) diferencia claramente campos de producción cultural (música, pintura, técnica) de la producción discursiva (ciencia, teoría, aun literatura).
 
 
 
 

2º) En sus escritos de 1970, el discurso pierde su autonomía y aparece como un efecto del poder (externo al discurso); por ejemplo, en Hisioria de los sistemas de pensamiento (1970-1971) sostiene que las prácticas discursivas se caracterizan por: a) delimitación de un campo de objetos; b) definición de una perspectiva legítima para los agentes del conocimiento; y c) fijación de normas para la elaboración de conceptos y teorías (Foucault, 1977: 199):
 
 

Las prácticas discursivas ensamblan diversas disciplinas y ciencias o las atraviesan y las reagrupan en unidades inesperadas [...] son encarnadas en procesos técnicos, en instituciones, modelos de comportamiento general, formas de transmisión y difusión, y en formas pedagógicas que los imponen y conservan [...] tienen distintos modos de transformación (vinculados a cambios que ocurren fuera de su dominio, en su dominio v en otras prácticas discursivas colaterales) [...] no están basadas en un agente de conocimiento (histórico o trascendental) sino más bien designan una voluntad de saber que es anónima, polimorfa y susceptible de transformaciones regulares... (Foucault, 1977: 200-201)
 
En El orden del discurso insiste en que la realidad material del discurso radica en su carácter de cosa pronunciada o escrita, que es objeto y espacio de luchas políticas:
 
 
[...] la producción del discurso está a la vez controlada, seleccionada, organizada y redistribuida por un cierto número de procedimientos que tienen el papel de conjurar los poderes y peligros, matriciar el evento aleatorio y esquivar la pesada materialidad (Foucault, 1971:11)
 
Aquí se evidencia la subordinación del discurso a la exterioridad del poder, el deseo, aquello que está más allá de la razón, que es lo que le asigna su estatuto de verdad o no verdad.
 
 
 
 

3º) En Vigilar y castigar y otros trabajos de 1975 en adelante, el interés de Foucault ya no es el discurso sino el poder, y el primero aparece tematizado con base en el segundo. Pero aun así, es posible ubicar en sus Cursos del 7 y 14 de enero de 1976 algunas características como: a) vuelve a conferir una cierta autonomía al discurso, que deja de ser una emanación de las prácticas. El discurso mismo es incluido como una práctica que participa de manera muy específica de una lógica de los poderes que incluyen y excluyen, que definen lo que es y lo que no es discurso legítimo; b) la exterioridad del discurso legítimo no es ya una acción extralingüística del poder que se le impone, sino un saber local excluido (podríamos decir ¿otro discurso?); c) el discurso tiene efectos de poder y saber sobre las instituciones.

No obstante, como se puede observar en una entrevista a Alain Grosrichard en 1977, a nivel conceptual sigue manteniendo, aun en la noción de dispositivo, la frontera entre lo lingüístico y lo no-lingüístico como elcriterio que opera en la definición de lo discursivo y su exterior.

A continuación señalaré un par de precisiones sobre la posición en la que me estoy ubicando para comentar el concepts de discurso en Foucault.
 
 
 
 
 
 

2.2. Análisis político de discurso
 
 

La herencia del estructuralismo y la fenomenología, cierta incorporación de la hermenéutica y un posicionamiento crítico recuperado de la lectura de Nietzsche, como señalé anteriormente, fue también condición para la emergencia del post-estructuralismo, horizonte en el cual se ubica Laclau.

La conceptualización de discurso en Laclau se articula con otras perspectivas como la del Wittgenstein de las Investigaciones Filosóficas y la crítica al estructuralismo en Lacan y Derrida, construyendo una noción de discurso que enfatiza el carácter relacional y diferencial, abierto, incompleto y precario de toda formación discursiva. De esta articulación Laclau extrae tres consecuencias cruciales:

.
 
 

1) El concepto de discurso no es lingüístico sino previo a la distinción entre lo lingüístico y lo extralingüístico. Si estoy construyendo una pared y digo a alguien "dame un ladrillo" y luego lo pongo en la pared, mi primer acto es lingüístico en tanto que el segundo es un comportamiento, pero es fácil percibir que los dos están conectados como parte de una operación total que es la construcción de la pared.

Este momenio relacional de la operación total no puede ser ni lingüístico ni extralingüístico, ya que incluye acciones de ambos tipos; por tanto, los conceptos que lo aprehendan deben ser previos a la distinción lingüístico/extralingüístico. Es a esta instancia de base a lo que Ilamamos "discurso", que es por tanto co-terminous con lo "social". Es por el hecho de que toda acción social tiene un sentido que ella se constituye bajo la forma de secuencias discursivas, las cuales articulan elementos lingüísticos y extralingüísticos.
 
 
 
 

2) El carácter relacional del discurso pemiite la generalización del modelo lingüístico al conjunto de las relaciones sociales. No se trata de que la realidad sea "lenguaje" sino de que la formalización creciente del sistema lingüístico condujo a la definición de un conjunto de 1ógicas relacionales que no caracterizan solamente a lo lingüístico en un sentido restringido. Poner un ladrillo en la pared no es un hecho lingüístico, pero su relación con el acto lingüístico de haber pedido el ladrillo previamente es una relación discursiva precisa: una combinación de secuencia sintagmática entre los dos actos. Hay así una ampliación considerable de las lógicas relacionales de lo social, que abren la vía hacia una nueva concepción de la objetividad.
 
 
 
 

3) El relacionalismo radical de las identidades sociales aumenta la vulnerabilidad de las mismas a toda nueva relación e introduce en ellas efectos de ambigüedad que le son constitutivos.
 
 

Con base en lo anterior, a diferencia de Foucault, aunque compartiendo la inseparabilidad entre lo político y el discurso, la conceptualización de Ernesto Laclau se va precisando de la siguiente manera:
 
 

a) el discurso es una constelación significativa que articula indistintamente acciones y objetos lingüísticos y extralingüísticos en torno a un sentido; no es ubicable en una topología porque no depende de una substancia (conceptual, fónica o referencial) sino del sentido socialmente construido y compartido;
 
 

b) su exterioridad no se define substancialmente. Recuperando el concepto de juego de lenguaje en Wittgenstein y el proyecto lingüístico y semiológico estructuralista (el lenguaje es forma y no substancia) y post-estructuralista francés, Laclau no ubica lo exterior al discurso en los objetos y acciones extralingüísticas. No delimita la exterioridad del discurso a partir de la substancia sino como el límite de lo significable, aquéllo que está fuera de un horizonte significativo independientemente de su soporte material;
 
 

c) lo exterior al discurso es constitutivo al discurso; como en el nudo borromeo en Lacan, lo simbólico y lo imaginario (discursivo) no son desligables de lo Real (extradiscursivo). No es algo que lo determine o que imponga su lógica plena e inevitablemente, sin embargo sí marca sus límites; es constitutivo en la medida en que sin esta exterioridad el discurso no es susceptible de ser ubicado, precisado, identificado;
 
 

d) la frontera entre el interior y el exterior es opaca, ambigua, móvil e imprecisa, de manera semejante a la ambigüedad del fármaco derrideano, que es remedio y veneno, o del suplemento, que es exceso, imprescindible para la identificación del discurso.
 
 
 
 

3. Discrepancias
 
 

Hasta aquí dejo la presentación de las conceptualizaciones foucaultiana y laclauiana para entrar de Ileno en una lectura comparativa de las problemáticas sobre discurso propuestas por estas dos perspectivas analíticas:
 
 

[...] el punto de partida de Foucault es una fenomenología de segundo nivel que trata de aislar las totalidades dentro de las cuales tiene lugar cualquier producción de sentido (Laclau, 1993: 434)
 
 

Si la fenomenología clásica focalizó el sentido poniendo en suspenso su referencia a la realidad exterior, Foucault realiza una segunda "puesta en suspenso" mostrando que el propio sentido presupone condiciones de producción que no son reducibles al sentido. Este movimiento cuasi trascendental lieva al aislamiento de un estrato de fenómenos que Foucault llama discurso.

El problema radica en establecer qué constituye la unidad y el principio de coherencia de una formación discursiva. Para Foucault, la unidad mínima de todo discurso es el enunciado. Una oración no puede ser considerada como proposición porque puede involucrar dos proposiciones distintas, dependiendo de las condiciones del enunciador (por ejemplo, cuando un médico y un agente no médico enuncian una misma oración, ésta no tiene el mismo significado ni el mismo valor performativo). Las oraciones no son "actos de habla", ya que éstos para ser legítimos requieren de condiciones institucionales que dan o no autoridad al emisor. Foucault ubicará el criterio de coherencia en su noción de episteme. Al distinguir en Las palabras y las cosas (1966) las epistemes básicas de las épocas del Renacimiento, la Edad Clásica y la Modema, Foucault diseña una operación intelectual para develar estas estrategias discursivas primordiales: la arqueología. En La arqueologia del saber (1969) plantea entonces que el principio de coherencia radicaba en la episteme, un panorama fundamental para unificar la producción intelectual básica en un cierto momento:
 
 

... por episteme aludimos al conjunto total de relaciones que unifican, en un momento dado,

las prácticas discursivas que dan lugar a las figuras epistemológicas, ciencias, y sistemas

formalizados posibles (Foucault, 1972: 191).

 
 

La línea fundamental de este pensamiento lo Ilevó a darse cuenta de que la heterogeneidad de una operación discursiva no puede reducirse a un principio de unidad fincado en la referencia al objeto mismo o a un estilo común en la producción de oraciones o en la constancia de los objetos o en la referencia a un tema común, sino en lo que él denomina regularidad en dispersion, es decir, la constancia en la relación externa entre elementos que no obedecen a ningún principio esencial de estructuración. Si éste es el único principio de coherencia, queda todavía por resolver el asunto de las fronteras entre las formaciones discursivas.

El trabajo posterior de Foucault (1975, 1976) aborda algunas de las dificultades de su concepto previo de formaciones discursivas donde el ámbito del discurso aparecía como un objeto miá entre otros. El discurso queda asociado a la oración como un objeto de análisis claramente separado de otro; las regularidades discursivas no traspasaban las fronteras entre lo lingüístico y lo no lingüístico. Como resultado, la presencia de ciertas configuraciones discursivas tenía que ser explicada en términos de lo que para él era extradiscursivo. Ello lo condujo a otras formas de explicación dentro del marco del programa genealógico. Mientras que la arqueología presuponía la unidad de un campo discursivo que no podía apelar a un principio más profundo de unificación, la genealogía ubicaba los elementos de una configuración discursiva en el marco de una historia discontinua cuyos elementos no mostraban ningún principio de unidad teleológica. El carácter exterior de las fuerzas unificadoras detrás de la dispersión de elementos es la base del concepto foucaultiano de poder en la analítica genealógica: el poder es ubicuo porque los elementos son discontinuos y su asociación es algo que no se deriva ni puede ser explicado a partir de sí mismo.

Tanto el post-estructuralismo como la genealogía abordan la cuestión de la discontinuidad y su producción de identidades no suturadas. Pero lo hacen de manera distinta: en el primero se amplía la categoría de discurso al punto de involucrar conceptualmente a su otro radical, esto es, se trata de mostrar el trabajo de una lógica de la diferencia que atraviesa cualquier distinción entre lo lingüístico y lo no lingüístico; en la segunda se trata de mostrar cómo las regularidades discursivas dependen del vínculo entre elementos que pueden ser concebidos como no discursivos. La analítica de Laclau y Mouffe (1985) rechaza la distinción entre prácticas discursivas y no discursivas ya que: a) todo objeto se constituye como objeto de discurso (ningún objeto es dado fuera de condiciones discursivas de emergencia) y b) cualquier distinción entre los aspectos lingüísticos y de comportamiento en una práctica social es incorrecta o tendría, en todo caso, que ser secundaria al proceso social de producción de sentido, que está estructurado bajo la forrna de totalidades discursivas:
 
 

1. Lo que para Foucault serían complejos no discursivos -instituciones, técnicas, organización productiva y demás- si se analizan, se encontrarán formas más o menos complejas de posiciones diferenciales entre los objetos, que no emergen de una necesidad extema al sistema que las estructura y que pueden, por lo tanto, ser concebidas como articulación discursiva;
 
 

2. La lógica rnisma del argumento de Foucault concerniente a la naturaleza articulatoria del discurso clínico implica que la identidad de los elementos articulados debe ser, al menos parcialmente, modificada por tal articulación; es decir, la categoría de dispersión nos permite pensar sólo parcialmente la especificidad de las regularidades (Laclau y Mouffe, 1985: 107)
 
 

En la genealogía de Foucault el poder es un elemento exterior al discurso capaz de explicar las asociaciones del ámbito discursivo. Las fronteras entre lo lingüístico y lo extralingüístico se corresponden con la fronteras entre lo discursivo y lo extradiscursivo.

Algunas precauciones deben ser tomadas ya que es muy sencillo confundir la propuesta de la discursividad post-estructuralista con la idea de que entonces "todo es discurso". Esto acarrea efectos analíticos (para qué sirve una categoría que no tiene límites pensables) y ontológicos (no sólo el ser sino la existencia misma serían discursivos) de los que es conveniente deslindarnos desde ya. Es necesario distinguir el equívoco de que "todo es discurso" de la propuesta de abarcar conceptualmente los límites mismos del ámbito discursivo, su otro radical, esto es, lo que estaría marcando lo que no es discursivo (la exterioridad constitutiva de Derrida o, mutatis mutandis, lo Real en Lacan). Lo crucial aquí es que este otro radical del discurso en ningún caso correspondería a la distinción sustancial entre lo lingüístico y lo no lingüístico como aparece en Foucault.
 
 
 
 
 
 

4. ¿Una posibilidadde diálogo?
 
 

Terminaré con una pregunta y un bosquejo de mi respuesta. ¿Hasta qué grado las diferencias mostradas en este trabajo entre el pensamiento de Foucault y Laclau permiten u obstaculizan la posibilidad de un diálogo y una articulación entre ambas analíticas discursivas?

Hemos visto, por una parte, el horizonte de tradiciones filosóficas y teóricas que ambas propuestas comparten. La herencia fenomenológica, la nietzscheana y la estructuralista fincan un campo fértil para tal vinculación. Cuestionamientos al pensamiento ilustrado, al racionalismo, a las diversas formas de la metafísica, son compartidos. Interrogantes y campos de problematización análogos parecen haber sido transitados por ambos autores en algún momento de su trayectoria. Por otra parte, hemos recorrido algunas de las diferencias fundamentales en materia del concepto de discurso y sus implicaciones. En este tema caminos distintos fueron andados como resultado de ciertas decisiones conceptuales. Aquí es clara, incluso, cierta incompatibifidad en el terreno conceptual. Probablemente aigunos especialistas en Foucault o en Laclau sostendrían el carácter definitivo de estas diferencias. No obstante, me atrevo a proponer una posible articulación que reconoce esta diferencia como una condición para la equivalencia.

Lo que quiero proponer es esa equivalencia entre el concepto de discurso en Laclau y el estado práctico de los discursos en Mchel Foucault utilizando para ello el recurso del ejemplo de las instituciones. Insisto en ello, se trata de una equivalencia y no de una identidad de las dos perspectivas.

¿Qué pasa cuando Foucault ejemplifica su propuesta de las formaciones discursivas o, porsteriormente, de dispositivos en el campo de las instituciones hospitalarias, carcelarias, escolares, etc.? Presenta un espacio en el que emergen estructuras discursivas donde los agentes son sometidos a regímenes que involucran enunciados, rutinas, ubicación espacial, etc., que definen sus posibilidades de acción; estructuras jerárquicas que establecen lo que se puede y lo que no se puede hacer y decir legítimamente. Estos espacios reglamentados, jerarquizados y estructurados, son la condición de constitución de identidad de los agentes en cuestión. Foucault, sin embargo, marca un parteaguas categorial entre el carácter lingüístico del discurso y lo extralingüístico como las condiciones que posibilitan al primero. El criterio con el que establece dicho parteaguas no es sino la sustancia verbal, enunciativa, de lo que sería propiamente discursivo y lo que seria extradiscursivo. Se establece así una exterioridad que define las condiciones de lo que queda encapsulado, esto es, el discurso.

Pero surgen aquí varias preguntas:

El carácter significativo del entramado de la cárcel, el hospital o la escuela ¿no incluye acaso a toda la propia situación institucional tanto en sus acciones lingüísticas como en todas las demás? ¿Dónde se rompe la contigüidad sintagmática entre estas prácticas?

¿Acaso la vestimenta del preso, del enfermo, del escolar no son igualmente significativas? ¿No son acaso significantes por donde circulan los diversos sentidos de la uniformización, la desidentificación y re-identificación, el confinamiento, en fin, sentidos de un poder que somete?

¿Es que las rutinas del Ilamado matinal en la prisión, la interrogatoria del médico al paciente o el juramento a la bandera de los lunes escolares, no son también prácticas ritualizadas con significaciones ligadas al sometimiento del cuerpo y el control de los tiempos, muy precisas en cada uno de los espacios respectivos?

¿Acaso las condiciones institucionales mismas no están también sujetas a un régimen norrnativo, a reglamentos y formas de inclusión y exclusión? ¿Cómo pensar entonces la exterioridad de lo institucional si ella misma es un efecto del poder?

¿Es que las relaciones de poder no se definen y redefinen en las acciones, objetos y enunciados mismos? Como el mismo Foucault lo plantea, por ejemplo, respecto de los efectos de poder del discurso considerado científico.

¿Cómo es posible, entonces, mantener la frontera entre el discurso y su exterioridad en términos de los enunciados lingüísticos y los actos y objetos extralingüísticos si todos son significativos, si mantienen una relación sintagrnática, si todos son significantes de relaciones de poder? Lo único que parece servir para tal fin es un criterio substancial.

¿Qué pasaría si, en cambio, tomamos toda esta constelación de rituales, órdenes, vestimenta, reglamentos, confinamiento, enunciaciones y distribución del espacio y el tiempo, como una unidad significativa, a la manera en que lo propone Wittgenstein en su concepto de juego de lenguaje, o como lo plantea Laclau en su concepto de discurso. Si en vez de ubicar lo extradiscursivo como el espacio extemo de relaciones de poder que establece lo decible y lo no decible, replanteamos la circulación de las relaciones de poder precisamente en las diversas modalidades lingüísticas y extralingüísticas en el interior mismo de los discursos carcelario, hospitalario o escolar como constelaciones articuladas?

Me parece que en el terreno de la analítica del discurso es importante ofrecer formas no topológicas y sustancialistas de comprender estos entramados que tanto le interesaron a Foucault. Veo en sus intervenciones de 1973 en Brasil, en sus trabajos de 1976 o en la entrevista de 1977 mencionada anteriormente, un dispositivo conceptual que le habria permitido dar el paso en su noción de discurso, pero no lo hizo. Hipótesis de por qué mantuvo la distinción substancialista pueden haber muchas: tal vez ya no era de su interés la temática del discurso; o la herencia fenomenológica no deconstruida; o el giro lingüístico no asumido en su complejidad...

Abandonar los criterios topológico y sustancial no habría implicado traición o abandono aiguno de las preocupaciones analíticas, políticas y conceptuales que ocuparon la vida productiva de Foucault. Le habría exigido, sí, replantear la exterioridad del discurso. Y si ésta ya no se define por la sustancia lingüística/extralingüística, tendrá que ser reposicionada de manera tal que el concepto de discurso no pierda su capacidad analítica ni incurra en un equívoco ontológico y "todo se convierta en discurso". Por el momento, acudiría a tres posibles respuestas: lo Real en Lacan, la exterioridad constitutiva en Derrida, la dislocación en Laclau, articulada a una concepción de hegemonia y a una "ontología de lo político" que vía la deconstrucción de todo fundamento deja al descubierto el carácter político de cualquier decisión.

A partir de tales conceptualizaciones podemos pensar en una exterioridad del discurso que no depende de la sustancia, que no es topológica y que no soslaya la opacidad, la ambigüedad y la no fijación definitiva de los límites, características éstas que son perfectamente compatibles con el pensamiento del Foucault lector de Nietzsche; ese Foucault que reivindicaba el azar y la contingencia como constitutivas de la historia, y la emergencia de los saberes locales que habian sido excluidos del discurso científico.
 
 




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