Universidad Veracruzana

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Exposiciones «Miembros vivos de un cadáver» de Oskar Conde – «Diálogos» de Maricela Peguero.

Sobre la obra de arte.

“Un creador es un ser que trabaja por gusto.

Un creador solo hace lo que necesita absolutamente”

Gilles Deleuze

Si usted es alguien curioso que ha notado la existencia efímera del presente escrito lo invito a que primero observe la obra de nuestros expositores y realice un primer acercamiento al material expuesto, esto con motivo de evitar influir en su apreciación particular, una vez concluida su observación es bien recibido para continuar si así lo desea ésta lectura, de antemano gracias.

Inauguración expo conde peguero

Inauguración de las exposiciones.

Breve preámbulo. 

Cercanos o no a la producción artística nos es posible percibir la atención que captan las exposiciones de arte en general, conocedores o inexpertos somos capaces de intuir que en lo que se refiere a las obras de arte éstas se encuentran recubiertas de cierta importancia o valor, asimismo podemos advertir que en el pasado la actividad artística no resulto indiferente al entorno cultural en el que se desenvolviera, una  actitud que no es diferente a la de nuestro tiempo. Es así como la obra de arte genera una fuerza de atracción que modifica la realidad para disponer de espacios en los que se exhibirá en todo su esplendor, ante unos espectadores que ya sea por influencia externa o interés legítimo ven una oportunidad para un acercamiento al campo del arte. Es por la presencia de dichos efectos que no reparamos en preguntarnos acerca de si existe una potencia inherente a la obra de arte como lo sería una aportación de algún tipo a quien la observa, cuestión que nos lleva a pensar acerca de la trascendencia que pueda desempeñar, los impactos que tenga en mundos distintos al de la producción artística, o si se quiere plantear de manera más sencilla: la función o utilidad de la obra de arte.

Si continuamos adelante con nuestro análisis hemos de reconfigurar las interrogantes previas con el principal artífice de la actividad artística, ya no el “artísta” sino el hombre en general, puesto que el arte como actividad práctica y teórica o como una visión ulterior del mundo cotidiano o habitual es estrictamente perteneciente a la esfera de lo humano1, viendo con ello como se engendra ante nuestra mirada llena de incertidumbre una nueva pregunta ¿Qué exigencias se le presentan al hombre para fijar condiciones de posibilidad de la producción y/o la exhibición de la obra de arte? Si el arte cumple una función es porque de antemano existía un hueco o una vacante que el arte o su producto debería de ocupar, haciendo paráfrasis de las palabras del maestro Ortega y Gasset nos parece acertado decir que inventamos una disciplina, ciencia o campo del saber porque requerimos solventar una necesidad, necesidad que requiere de los esfuerzos humanos para poder ser cubierta, un ejemplo de ello es que se reunieron saberes para conformar ciencias como la medicina para curar nuestros cuerpos y procurarnos la salud, un aspecto de la vida humana que en un principio parecía tan frágil; inclusive en la antiguedad se llegó a la conformación de otros saberes que darían cuenta del entorno externo al hombre para solucionar problemas que representaban obstáculos para el desarrollo de sí mismo, de manera individual y colectiva (la arquitectura, la astronomía, las matemáticas, etc.). Inclusive la filosofía llegaba a saciar un tipo muy especial de necesidades propias de una especie endémica de hombres, una curiosidad o asombro por el mundo que los llevaba a formularse preguntas que solicitaban con gran ahínco sus respectivas respuestas.

Si comprendemos que ciertas actividades o aréas del conocimiento mantienen una tendencia a cubrir ya sea nececidades vitales de las cuales depende la integridad humana o simplemente llegar a satisfacer intereses que no son otra cosa que fines en sí mismos bien se puede preguntar sobre la situación del arte ¿El arte es necesario en nuestras vidas? ¿Para qué sirve el arte a cada uno de nosotros? ¿Qué hacemos aquí en estos momentos? De existir ¿Qué necesidades ha de solucionar la contemplación de la obra de arte? ¿De qué nos dota una exposición que no se encuentra en el entretenimiento “vulgar” al que la mayor parte del tiempo nos entregamos? Presenciamos y experimentamos un transitar de lo normal a lo anormal, de lo obvio a lo que encierra diversos sentidos en su constitución, de un entorno del “contar con” a la conciencia del “reparar en”, como lo diría Ortega. Pero si deseamos ser más agudos e incomodar a los anfitriones de la presente exposición que en todo caso son los expositores, recordemos la frase pronunciada por Gilles Deleuze, a propósito de la actividad creadora, y que ha fungido como epígrafe de nuestro escrito: “Un creador es un ser que trabaja por gusto. Un creador solo hace lo que necesita absolutamente”.

Si hemos comprendido hasta este punto la magnitud de cuestiones que han llamado nuestra atención parece que no estamos tratando con una nimiedad, nuestra presencia en un determinado espacio físico, una construcción con ciertas dimensiones subdividida en habitaciones, un entorno psicológico y linguistico en el que desempeñamos roles de espectador-expositor, observador-obra debido a un plano guiado por un juego del lenguaje que deviene en conductas particulares, o si deseamos ser más radicales hablemos de la reconfiguración metafísica que habrá de sufrir este espacio, gracias a la designación como un lugar en el que confluye la esencia del arte y sus manifestaciones, no revela simplicidad alguna. Arbitraria puede parecer nuestra pretension de develar todo esto que resulta propio de este fenómeno y peor aun parecen aquellas preguntas que no son de fácil solución y de las cuales no habremos de ocuparnos, puesto que las exigencias que depararon estas líneas apuntan hacia otra dirección.

Miembros vivos de un cadáver

Miembros vivos de un cadáver

Paisaje con grillo

Paisaje con grillo

Naturaleza muerta con bicho viejo y enfermo

Naturaleza muerta con bicho viejo y enfermo

el sepulturero

El sepulturero

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Oskar youtube b

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La obra en cuestión.

“Miembros vivos de un cadaver”. Es sabido que las extremidades de invertebrados como los insectos están plagadas de terminales nerviosas independientes que no están vinculadas  estrictamente a un sistema nervioso central como en el caso de los humanos, no habrá de sorprendernos entonces observar los miembros arrancados de algún insecto los cuales pueden pasar un tiempo considerable ejerciendo movimientos como si estos estuviesen unidos todavía al cuerpo principal, o aunque ese fuera el caso, su movimiento perduraría durante cierto tiempo ante la muerte del agente que los controla. Esto es un efecto producido por el colapso repentino del organismo que descordina y desorienta las terminales nerviosas de los miembros los cuales reaccionan casi como guiados por una memoria motriz aunque no es otra cosa que una muestra de aquel tiempo efectivo de vida que les resta antes de perecer junto al organismo completo. Empero, ¿Es algo similar lo que encontramos en la obra de Óskar2 Conde? Es cierto que su obra aborda una temática que tiene como protagonistas en muchos casos a seres como a los que ya hemos hecho alusión, las imágenes ofrecidas varían desde entidades antropomorfas hasta seres fantásticos que parecen no poseer familiaridad alguna con formas humanas, también encontramos escenarios que contrastan agentes que por la naturaleza que expresan en la representación llevada a cabo por el autor reflejan claramente el oponerse entre ellos. Las obras que atraerán la atención de los observadores expresan en cierta medida un juego de dualismos entre vida y muerte, entre lo natural y lo artificial, entre la vida animal y humana; esto para ejemplificar a dos especies que se cuentan como las más numerosas sobre la faz de la tierra: los insectos y los hombres, analizando brevemente el lugar de cada uno, creando brechas de sentido que fragmentan dichos dualismos en la búsqueda de dar cuenta de aspectos de la naturaleza de ambos; posteriormente sobreviene una acción que no es otra cosa que mutilar la significación de la realidad vital de los hombres que hundida hundida hipotéticamente en la catástrofe habrá de luchar por evitar que se extinga el último soplo de vida que queda, igual que lo hacen las extremidades de un insecto. El hombre que similar en tamaño a un insecto frente a la inmensidad del cosmos se encuentra oculto en las obras de Conde, puesto que es el humano el principal artífice de escenarios como los que se nos hace entrega, imágenes en las que se encuentran como supervivientes al caos creado por el hombre propio de una actitud destructiva a seres que han logrado una adaptación al entorno natural más perspicaz e increible que los hombres. En paisajes pre-apocalípticos o post-apocalípticos parece que el hombre está condenado a cavar su propia tumba en razón de su salida forzoza del cauce que le fue asignado en un principio por la naturaleza y que lo llevará a la desesperación por afrontar una agonía parecida a unas extremidades que luchan instintvamente por sobreponerse a la muerte, delegando su lugar en el mundo para permitir el florecimiento de la vida en otras especies que han sobrevivido a los desastres de la humanidad.

De ser acertada o no nuestra primera aproximación interpretativa de esta obra, puesto que como lo diría Richard Rorty: “lo nuestro no es otra cosa que meras opiniones sin demostración alguna” hemos de aceptar que el peso discursivo que se deposita en el material no puede ser ignorado, las obras de Óskar Conde ejemplifican la posibilidad de asumir una responsabilidad con lo dicho en determinados medios. Adecuada sería la exigencia de percibir un compromiso con la obra en la medida en que la pintura no sepulta la individualidad del creador o habla por si sola suspendida en un éter ideal, a través del cuál habrá de moverse nuestro intelecto o aquellas facultades presentes en la esencia irregular de la experiencia estética para llegar a una apreciación y/o comprensión de la obra. La riqueza que puede albergar este trabajo no se remite únicamente a los estratos técnicos o formales de la obra, aspectos que pueden ser un deleite al espectador pero que se nutren, aristotélicamente hablando, de una causa eficiente y una causa final, es decir, lo que genera la creación y cuyo movimiento se ejemplifica en la constitución de la obra, así como los fines particulares o generales que se han deparado. Una autosuficiencia propia de la realización de un fín en sí mismo, no es perceptible en los posibles sentidos de la producción de Conde, de ser lo contrario entonces estamos frente a obras que materializan un ego propio y que no requieren de nuestra observación así como la capacidad de comunicar al autor la basta cantidad de ideas que habrán nacido en nosotros y que le dan nueva vida a la obra de arte guiados por un camino bien simentado. Por otro lado si extrapolamos una situación en la que  reina una incoherencia por motivo de una desarticulación del discurso de la obra respecto de la mente creativa del autor podremos pensar en que esto llevará al producto a pasar de mano en mano hasta convertirla en un objeto de incontables representaciones e ideas virtuales que rompen el vínculo con una realidad patente, convierte a la obra en un todo y la reduce a una nada, una creación hueca, un golem que expresa algo pero de acuerdo a las instrucciones  irreverentes que cada quien le quiere dar; la formula latina adaequatio rei et intellectus podrá ser aplicada para hablar de una coherencia entre el pensamiento del autor y su obra, ¿Quién dice que la obra no tiene cierto grado de verdad en su interior?

en la mira

en la mira

Serie Dialogos 1

Serie Dialogos 1

Serie dialogos 2

Serie dialogos 2

serie dialogos 3

serie dialogos 3

Marisela Peguero youtube b

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“Diálogos”. ¿Qué significa una labor dialógica en nuestros tiempos? ¿Qué es un diálogo? En un presente como el que nos ha tocado vivir donde opiniones o ideas de todo tipo chocan entre sí resulta difícil captar en dicho entorno una verdadera labor de diálogo, no donde se proclaman verdades últimas producto de ideologías particulares, cultos, posiciones políticas, etc. o donde impera una libertad de expresión reducidad al absurdo, etc. Aún con dicha incertidumbre, ¿la obra de Marisela Peguero representa eso que se llama diálogo? Un diálogo en su acepción básica significa la expresión de la racionalidad de uno o varios sujetos que entre sí entablan una conversación sobre una determinada cuestión, dicho lenguaje empleado es precisamente sinónimo de esa racionalidad común a todos que sin embargo, no representa que se mantenga un mismo punto de vista. En dicho diálogo se puede apostar por una actitud que pretende el intercambio de opiniones y el enriquecimiento mutuo de los miembros del diálogo. Con esta ligera aproximación podemos afirmar que en general toda obra de arte planteará un diálogo con aquel que la contempla, empero, ¿qué ocurre cuando no se habla estrictamente o no se percibe de manera explícita un canal de comunicación uniforme a los agentes involucrados, tal y como lo es el lenguaje articulado de signos fónicos de una conversación a la que estamos acostumbrados? ¿cuándo estamos en posesión de herramientas adecuadas para la decodificación de una obra de arte? ¿existe tal decodificación o un lenguaje que encarne la obra de arte? ¿ésta exige ser comprendida de una manera como la que estamos apuntalando? La obra de Marisela Peguero bien puede signifrcar un intercambio de pareceres con el espectador, un intercambio de concepciones acerca de un tema que pocas veces es sometido a observación en nuestra vida cotidiana. Ya sea por menosprecio o por apatía e indiferencia, la niñez figura como una temática que poca atención merece, pero es el trabajo de Peguero el que propone reconsiderar la manera en que se comprende a esta faceta de nuestra vida. Pero, ¿es un diálogo que se mantiene únicamente en el plano de la relación obra-espectador el que se pretende? O es mejor dicho una propuesta de diálogo entre la adultez y la proyección de nuestro ser propio de la niñez, es en pocas palabras un diálogo interno una volcadura del hombre sobre sí mismo en busca de una instrospección, tal es el efecto dialógico que también existe en el pensamiento humano, es por ese medio que la mente humana entabla una fuerte relación consigo misma, a través del diálogo con sus diferentes manifestaciones de ser.

Es gracias a ello que en lo que toca a la obra de Marisela podemos encontrar la representación de actitudes y conductas de aquella etapa tan significativa del crecimiento humano que ya hemos señalado: la niñez. Una visión acerca de los infantes que es propia de una etapa de madurez como resulta ser la edad adulta y que ayuda a revelar desde la alteridad características poco perceptibles en los niños o maneras poco convencionales de comprenderlos. Rareza, crueldad, extrañeza o admiración ante el mundo, un devenir animal o una cercanía irracional con los mismos, a ratos una visión totalmente contraria que explica las acciones que habitualmente pueden realizar los niños, estos y otros elementos más hemos de encontrar en su obra. Obra de arte que acerca de una manera visualmente atractiva a este tipo de realidades; mezcla fantasiosa que recuerda la mente de la niñez, de ahí la mezcla de animales e infantes, inocencia similar a los animales debido a no haber desarrollado aún actitudes presentes en los hombres mayores, pequeñez que asombra pero que no causa angustia y temor como en la adultez, y al mismo tiempo crueldad naciente del aspecto “travieso” del niño, conductas que son reveladores puesto que son señales de aquello que estará germinando en estos individuos y que crecerá hasta las demás facetas de la vida. Podemos asentir con agrado las representaciones de Peguero Gómez así como tener asperezas en las representaciones que lleva a cabo, con intención o de manera inconsciente este tipo de material es una tentativa a discernir y reflexionar de manera propia sobre lo que se observa, agrado o perturbación pueden ser dos lados de una misma balanza que cada quién acomodará a su juicio, acertado o lejano aquello que se pretende expresar serán el motivo principal para observar a detalle el trasfondo psicológico e ideológico que puede o no sustentar la obra de arte en cuestión. Perspectiva en demasía racional o exageradamente irracional, cada quien decidirá apostar por aquello que le parezca óptimo, admisible o no recordemos que el diálogo respeta las divergencias.

Juan Alarcón Ruiz.

 

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