EDITORIAL
En el afán permanente de llevar a los lectores
una revista de calidad, en este nuevo número
de La Ciencia y el Hombre hemos introducido
algunas modificaciones que la harán más
amable. Así, estrenamos un nuevo diseño, más
moderno y ágil, que seguramente recibirá la
aprobación general.
Los contenidos son similares, sin embargo,
a los de los números previos en cuanto a la
soltura en que se abordan los muy distintos
temas relativos a la ciencia y la tecnología,
pero no olvidamos algunas reflexiones concernientes
a tales actividades.
Así, se ofrece una descripción, que no por
sucinta es menos precisa, de esos antiguos
seres que han acompañado al hombre desde
los orígenes de éste: las tortugas, profundamente
imbricadas en nuestra mitología, en la
cual se les ha considerado como el soporte de
la Tierra en este enorme universo. De otro reptil,
la iguana de cola espinosa, también se ofrecen
noticias sorprendentes, las que permitirán
al lector tener una mejor visión de estos compañeros
en el tiempo y el espacio de nosotros
los humanos, tan distintos a aquellos.
Desde las obras de Maeterlinck, las abejas
han atraído nuestra atención por sus características
que las hacen únicas en el mundo de
los insectos. Además de proporcionarnos un
alimento delicioso y necesario, nos sorprenden
también por el modo en que interactúan y se
comunican entre sí. En el artículo que sobre
ellas incluimos, se aborda una de sus especies:
la abeja de Mesoamérica, esencial en las culturas
que en esta región se han desarrollado.
Hay en la zona que habitamos un árbol
peculiar, endémico, que es el chicahuastle, cuya
madera dura y resistente la hace idónea para muy diversos usos. La autora del texto nos informa acerca de sus características
y urge que, al estar en grave peligro de extinción, se hagan estudios sobre
su biología reproductiva, se difunda el conocimiento sobre esta especie y
se formulen estrategias para su conservación y uso sustentable con el apoyo
y la participación de las comunidades locales.
Durante mucho tiempo, los sitios inundados fueron vistos como lugares
lodosos, insalubres y que no prestaban ningún servicio en favor del
hombre, pero tres especialistas nos ofrecen una perspectiva distinta y nos
hablan de lo importantes que son por los múltiples servicios ambientales
que dichos sitios proveen, pues desempeñan, entre muchos otros, un
papel fundamental en el ciclo hidrológico al regular los flujos de agua.
En un mundo al borde de agotar sus fuentes de energía fósiles, como el
petróleo, está siendo cada vez más necesario recurrir a los biocombustibles.
Y justamente sobre ello tratan dos artículos; el primero relacionado con
el etanol de segunda generación y el segundo con las plantas oleaginosas
como materia prima de tales biocombustibles y biolubricantes. El lector
encontrará seguramente una información útil sobre los mismos.
Un interesante artículo nos habla de una extraña y fascinante proteína
que produce luminiscencia en una gran variedad de organismos, como
bacterias, mixomicetos, plantas y mamíferos: la llamada “proteína verde
fluorescente”. Como afirman los autores de este texto, “se ha convertido
así en una herramienta invaluable en muchas ramas de la investigación
biológica, pues por primera vez se pueden estudiar a fondo las células
vivas y los organismos, lo que traerá consigo una nueva era en la investigación
biológica en el estudio molecular”.
Un texto más aborda el extraño caso de los hongos marinos, organismos
que, entre muchas otras peculiaridades, tienen la propiedad de
atacar las células cancerosas y que han demostrado gran eficacia contra
diversas líneas celulares, entre las que se comprende el cáncer de colon,
de riñón, de mama y algunas clases de linfoma, entre muchos otros.
El frijol, un alimento que nos es entrañable, padece diversas enfermedades
que abaten su producción. Además de enlistar tales factores, los
autores los analizan detenidamente a fin de que, al atacarlos, mejore la
calidad de vida de la población, que es finalmente lo que siempre se pretende
en el quehacer científico.
En otro artículo, sus autores nos informan sobre la extrusión, cuya
finalidad es extender la variedad que existe de los alimentos que componen
nuestra dieta, a partir de ciertos ingredientes básicos y de su mezcla, dando lugar a esos alimentos de muchas formas,
tamaños, texturas, colores y olores que
nos son tan familiares.
Por último, el cuerpo, nuestro cuerpo, es
materia de reflexión. De hecho, actuamos en
el mundo –el propio mundo circundante, el
mundo de la vida cotidiana– gracias a nuestro
lugar en el espacio, gracias a ese cuerpo. Vale
la pena, de veras, leer este lúcido repaso de un
tema que limita con la filosofía.
Las tres secciones usuales cierran el número.
En la primera, nuestras editoras entrevistan a
la doctora Angélica García Vega, renombrada
académica de nuestra Casa de Estudios; en la
segunda, la sección más característica de esta
publicación, María Angélica Salmerón nos
familiariza ahora con una gran divulgadora
inglesa de la ciencia del siglo XIX: Jane Marcet,
y en la última, la de curiosidades científicas,
también tradicional, se dan a conocer dos
libros que tratan acerca de esos detalles cotidianos
que a veces pasamos por alto, pero que si
analizamos con lupa de científicos hallaremos
siempre interesantes, o bien esos otros detalles
ocultos que nos develan la ciencia inmersa en
nuestras vidas.
Esperamos, como siempre, que los lectores
encuentren en este número la información
útil que pretendemos.