El frijol común:
factores que merman su producción
Casandra Treviño Quintero
Raymundo Rosas Quijano
Importancia del frijol
Se sugiere que hace aproximadamente 8
mil años surgió en Mesoamérica el ancestro
del frijol, planta que gracias a todo ese
periodo de evolución manifiesta hoy día una
gran diversidad de tipos y calidades que, de
manera general, se conocen como frijol. En
el mundo se han descrito alrededor de 150
especies en total, aunque en nuestro país
se han identificado apenas unas 50, de las
cuales cuatro han sido domesticadas: el frijol
común, el ayocote, el comba y el tepari.
El frijol común destaca por su importancia
socioeconómica y por la superficie destinada
para la siembra y la producción en grano.
Existen otros factores que hacen que el frijol
tenga un lugar preferencial, uno de los cuales
es su composición nutricional; de hecho,
es una fuente rica de proteínas y minerales,
como el zinc y el hierro. La semilla contiene
entre 20% y 25% de proteína, sobresaliendo
por su abundancia la faseolina, que posee
un alto contenido de aminoácidos esenciales,
tales como la lisina y el triptófano, y que
hay en el frijol en mayor cantidad que en los
cereales. La lisina, por ejemplo, se utiliza para
la producción de carnitina, que interviene en
el transporte de los ácidos grasos a las células
musculares y produce energía. En países
como Burundi y Ruanda, el frijol provee
15% del total de las calorías consumidas por
una persona.

El frijol se consume, principalmente, como
grano maduro, aunque también como semilla
inmadura o como vegetal (hojas y vainas). En
cuanto a su producción, el frijol se considera
de ciclo anual y se cultiva en zonas tropicales
y regiones templadas. En Estados Unidos,
durante el ciclo 2007 se reportaban ganancias
anuales que alcanzaban hasta 1,200 millones
de dólares, que equivalen a las ganancias que
se pueden obtener por la suma de todas las
demás leguminosas. En el mundo, la producción
total excede actualmente los 23 millones
de toneladas métricas, si bien tan solo siete
se producen en América Latina y África. En
México, el frijol es de gran importancia en el
desarrollo rural, ocupa el segundo lugar en
cuanto a superficie sembrada y representa la
segunda actividad agrícola mas importante.
Oficialmente existen 570 mil productores
dedicados a su cultivo, que generaron alrededor
de 382 mil empleos permanentes en el año
2004, según datos de la Sagarpa; de acuerdo
con esta misma institución, la superficie cultivada
promedio del frijol es de 2.3 millones de
hectáreas por año, con una producción anual
de 0.9 a 1.3 millones de toneladas, de las cuales
67% proviene de pequeños agricultores.
Datos actualizados hasta 2009 indican que
México ocupa el quinto lugar en el mundo
como productor de frijol y el octavo entre los
principales importadores; sin embargo, no es
un exportador, lo que significa que el destino
principal del grano es el consumo interno y
que hay déficit.
Anatómicamente, el frijol está compuesto
por raíz, tallo, hojas, flores, fruto y semillas. El
ciclo vegetativo puede variar de 80 días en las
variedades precoces, hasta 180 en las trepadoras.
Sus métodos de cultivo son muy diversos, al
igual que sus usos. Tiene un rango de ambientes
muy amplio ya que tiene una gran adaptabilidad
y variabilidad morfológica. Se cultiva
como monocultivo, en asociación o en rotación.
La sucesión y duración de las diferentes
etapas de la relación entre los factores climáticos
y los ciclos están determinadas genéticamente
en cada variedad, y se ven afectadas en
cierto grado por la temperatura, la humedad,
la duración e intensidad de la luz, principalmente.
Estas etapas son la emergencia, el inicio
de la floración, la plena floración, el periodo de
floración y la madurez fisiológica.
Factores que afectan la producción
del frijol común
Independientemente de la variedad, la producción
del frijol común se ve comprometida por
una serie de factores que se clasifican como
abióticos (ambientales, físicos y químicos) y
bióticos (seres vivos con los que se relaciona).
Factores abióticos
La temperatura y la disponibilidad de agua
son los principales factores que merman la
producción del frijol; ambos están estrechamente
ligados y, actualmente su efecto se ha
visto recrudecido por el cambio climático; por
ejemplo, se estima que tres cuartas partes de
la producción total de América Latina y casi la
mitad de la de África ocurre bajo microclimas
con poca agua en algún momento del periodo
de cultivo; en México, del total de la superficie
cultivada, 85% se siembra en el ciclo primavera-
verano, bajo condiciones de temporal
errático en el altiplano semiárido, donde han
ocurrido una serie de eventos que confirman
este problema: en el periodo 1996-2000 el
área cosechada total disminuyó hasta en 2.0%.
Más tarde, en 2005 ocurrió una fuerte sequía
en las principales áreas productoras de frijol,
por lo que su producción cayó por debajo
del promedio. En 2009 ocurrió la sequía más
grave de los últimos setenta años, lo que ha
afectado fuertemente la producción nacional
hasta en 22%.
Durante el año 2011, el ciclo primaveraverano
fue un periodo crítico para el cultivo
del frijol debido a la gravísima sequía que
afectó a las principales entidades productoras:
la cosecha de frijol se redujo en 58.9%
en Zacatecas, 72.3% en Chihuahua y 81.9%
en Durango. De acuerdo con la información
preliminar de la Sagarpa, ese año la superficie
cosechada de frijol en México se redujo a
45.3%, 40.2% del área sembrada fue prácticamente
destruida, los rendimientos medios
disminuyeron a 10.7% y la producción cayó
50.9% con relación a 2010. Incluso, se
importaron 135,900 toneladas de frijol de
Estados Unidos, 15.8% más que en el año
anterior.

Los precios de frijol negro, pinto y azufrado
en centrales de abasto del país reportaron
niveles récord durante abril de 2012,
con incrementos anuales de 35.5, 100.5 y
50.5%, respectivamente. Para este año, se ha
estimado que la producción ascienda a 957
mil toneladas de frijol, volumen que significa
una recuperación anual de 68.6%, si bien
aún inferior en 13.2% respecto al promedio
del periodo 2008-2010.
El rango de temperatura idónea para esta
especie es de 10°C a 30°C, siendo el óptimo
entre 16°C y 24°C. La temperatura igualmente
óptima para la germinación se halla
entre los 16°C y 29°C. Las altas temperaturas
inducen la separación o caída de los órganos
reproductivos, reduciendo así el rendimiento,
y las bajas retardan el crecimiento. Las temperaturas
extremas de –5ºC o superiores a 40ºC
pueden provocar daños irreversibles. En las
siembras de otoño-invierno, las temperaturas
medias mensuales óptimas para el desarrollo
del cultivo de frijol oscilan entre los
20°C y 28ºC y el cultivo puede resistir variaciones
extremas de 12°C a 35ºC, aunque no
por tiempos prolongados. El frijol no tolera
heladas. Uno de los principales efectos provocados
por el estrés hídrico en las plantas es
la reducción del crecimiento en general, pues
induce una respuesta que afecta su morfología,
fisiología y metabolismo. Debido a ello,
las hojas cambian su inclinación, se enrollan
o se recambian, lo que aumenta la relación
del peso entre la raíz y el resto de la planta.
Entre los cambios fisiológicos y metabólicos
que ocurren asociados a este fenómeno, se
encuentra la disminución de la síntesis de
proteínas y, por tanto, de la velocidad de crecimiento,
el aumento de cera en la cubierta
de las hojas y ciertos cambios en la transpiración,
respiración, fotosíntesis y distribución
de nutrientes, todo ello para disminuir
su gasto energético. Cuando esto ocurre, se
puede detectar en la planta algunas respuestas
bioquímicas, entre las primeras se halla el
incremento en los niveles de ácido abscísico,
una hormona vegetal que induce diferentes
procesos, como la modificación de diferentes
proteínas, a las que inactiva o desactiva, lo
que tiene como resultado la salida de potasio
y la entrada de calcio en las células, lo que
provoca el cierre de los pequeños orificios
especializados que se encuentran en las hojas, llamados estomas, y evita que la planta se deshidrate.
Al cerrarse los estomas, se reduce también
la entrada de dióxido de carbono, lo que
afecta el proceso de fotosíntesis y, por lo tanto,
la formación eficiente de nutrientes esenciales.
Además, ocurren cambios en la eficiencia
de la síntesis de proteínas y en la expresión de
genes, desviando así la energía para sintetizar
compuestos protectores y detener la producción
de elementos que son dispensables.


Factores bióticos
Entre los factores bióticos que afectan la producción
de frijol se encuentran principalmente
las enfermedades causadas por hongos
y, en menor grado, las producidas por bacterias,
virus, gusanos, plagas y malezas. De las
enfermedades más comunes y que impactan
de manera sustancial la producción de frijol
en México se encuentran: las pudriciones de
raíz, la antracnosis (manchas de diferentes
colores), la bacteriosis y la roya.
La pudrición carbonosa
De las enfermedades mencionadas anteriormente,
destaca la pudrición carbonosa, que
se ve favorecida por los principales factores
abióticos que afectan al frijol; es decir, las
plantas que se cultivan con déficit de agua y
altas temperaturas son susceptibles a la infección
por este agente fitopatógeno, que es un
hongo imperfecto. La distribución geográfica
de este hongo es muy amplia, pero es
de especial interés en países tropicales y subtropicales
con climas semiáridos, con poca
disponibilidad de agua y altas temperaturas.
En México, estas condiciones predominan en
lugares en los que el frijol se cultiva. Este
hongo patógeno ataca a más de 500 especies
de plantas y cerca de 100 familias. El amplio
número de hospederos sugiere que es un
hongo altamente variable en su patogenicidad,
característica que lo hace atractivo para
su estudio.
En cuanto al rendimiento, existen reportes
que señalan pérdidas de hasta 300 kg/ha
en ciertas zonas semiáridas de Kenia oriental
debidas a la pudrición carbonosa. En Estados
Unidos, se reportan enormes daños causados
en el frijol y otros cultivos. Particularmente
en México, la pudrición carbonosa del tallo
es la enfermedad más importante del frijol
y el sorgo, reportándose pérdidas de 20% a
30% de la producción total.
Características de la enfermedad
Esta enfermedad se caracteriza por una
pudrición de la raíz y el tallo, el secado prematuro
de la plantas, acame, pobre desarrollo
y semillas pequeñas de baja calidad.
Los esclerocios, unos hongos filamentosos,
son considerados los causantes de esta
enfermedad; invaden el tallo a ras de tierra
a través de las raíces, y después colonizan
y desorganizan el tejido cortical.
Los esclerocios
germinan a una temperatura de más
de 28ºC y poca humedad. Entonces, forman
un tubo germinativo que penetra en las
células degradando la pared celular vegetal
mediante ciertas enzimas, o bien lo hacen a
través de las aberturas naturales o el tejido
dañado. Es ahí donde inicia el crecimiento
del hongo sobre la corteza, que luego
coloniza el tejido vascular, provocando el
doblamiento de los tallos de la planta porque
la parte baja de los entrenudos es afectada
y estos se vuelven suaves y débiles. Si
se corta un tallo enfermo por la mitad, se
podrá observar claramente que los haces
vasculares están separados y cubiertos por
pequeños esclerocios de color negro. La
infección puede acabar con el crecimiento
de la planta y ocasionar el rompimiento de
su tallo. Finalmente, la planta se seca y
muere, y es así como comienza un nuevo
ciclo de infección.
La sobrevivencia de los esclerocios en el
suelo se ve favorecida por diversos factores,
como los constantes congelamientos y descongelamientos,
las bajas concentraciones
de carbón y nitrógeno y el alto contenido de
humedad.
Reflexión final
A lo largo del análisis de la información
aquí expuesta, encontramos que es necesaria
una tierra fértil para realizar estudios
encaminados a solucionar o encontrar una
alternativa al problema que el cultivo de
frijol sufre en México, mediante una información
relacionada con el estrés hídrico
que existe; sin embargo, son pocos los
reportes de la infección por este patógeno,
y aún menos los estudios en los que se
analicen estos tres elementos (la planta, el
estrés hídrico y la enfermedad) empleando
tecnologías de vanguardia como las que
ofrece la biotecnología molecular. Lo anterior
podría aumentar la producción y la
calidad del grano y, en consecuencia, mejorar
la calidad de vida de la población, que
es finalmente lo que siempre se pretende
en el quehacer científico.