Conservación Internacional:
privatizando la naturaleza y robando biodiversidad
Aziz Choudry*
La lista de patrocinadores corporativos de Conservación
Internacional (CI) abarca a las cincuenta corporaciones transnacionales
más grandes de Estados Unidos. La conservación
de la biodiversidad está en la cima de su lista de propósitos,
pero como empresas dudosas y socios cuestionables alrededor del
mundo crecen, Azis Choudry comienza a preguntarse si es tiempo
de exponer a esta corporación multinacional de la conservación
y mostrar sus verdaderos colores.
Con oficinas centrales en Washington y operaciones en más
de treinta países de cuatro continentes, CI afirma ser
una organización no gubernamental ambientalista. Su misión
es “conservar la herencia viva natural de la Tierra, nuestra
biodiversidad global, y demostrar que las sociedades humanas
son capaces de vivir armoniosamente con la naturaleza”.
Esto suena muy loable y CI tiene algunos fans de muy alto perfil.
Este año, Colin Powell compartió el podio con el
presidente de CI, Russell Mittermeier, en el anuncio de la Iniciativa
Contra la Tala Ilegal de la administración Bush en el
Departamento de Estado de Estados Unidos. En diciembre de 2001,
Gordon Moore, quien fundó la Corporación Intel,
donó 261 millones de dólares a CI, supuestamente
la donación más grande jamás dada a una
organización ambiental. Moore es el presidente del comité ejecutivo
de CI. Esta empresa ha retribuido la largueza de Moore al ponerle
su nombre a una lechuza pigmea brasileña en peligro de
extinción.
Pero un creciente número de personas está cuestionando
las credenciales de CI como organización ambientalista.
La compleja red global de sociedades, colaboraciones, iniciativas
y proyectos con los cuales CI se entreteje es tan extensa como
un embrollo mental. Sus mayores apoyos corporativos incluyen
a Cemex, Citigroup, Chiquita, Exxon Mobil Foundation, Ford, Gap,
J.P. Morgan, Chase and Co., McDonalds, Sony, Starbucks, United
Airlines y Walt Disney. CI afirma que sus apoyos corporativos “saben
que sus clientes, accionistas y empleados comparten un interés
común acerca de proteger el ambiente”.
Una explicación más plausible puede ser que en
un tiempo en que las corporaciones transnacionales están
enfrentando una resistencia y oposición globales hacia
sus actividades, buscan proyectar una “imagen verde” de
sí mismas (se dan un “baño verde”,
pues). Por ejemplo, el sitio en la red de CI se vanagloria de
su sociedad para la conservación con Citigroup en Brasil,
Perú y Sudáfrica. La Rainforest Action Network
(Red de Acción por el Bosque) ha etiquetado a Citigroup
como “el banco más destructivo del mundo” precisamente
por su papel en financiar la destrucción de los bosques
maduros o viejos. Un reporte de junio de 2003 del Centro de Análisis
Político e Investigación Social, con base en Chiapas,
México, etiquetó a CI como un caballo de Troya
del gobierno de Estados Unidos y las corporaciones transnacionales.
Una crítica desde Papúa, Nueva Guinea, sobre las
ONG internacionales también acusó a CI de neocolonialismo,
imperialismo verde y de ser una “compañía
multinacional de conservación”.
Lubricando los motores de la biopiratería
La bioprospección es un punto central del trabajo de CI.
Su interés en los puntos álgidos (hotspots) de
la biodiversidad en peligro tiene implicaciones particulares
para muchos indígenas, quienes han sufrido y resistido
andanadas de despojo colonial, genocidio y ecocidio, incluida
la apropiación del conocimiento tradicional sobre la flora
y fauna que han protegido por generaciones. Por años,
las compañías farmacéuticas han buscado
el conocimiento de las comunidades indígenas para hallar
plantas y formas tradicionales de usarlas, ya que así tienen
una oportunidad muchísimo más alta de encontrar
productos farmacéuticos potenciales que la que tendría
una búsqueda al azar. Norman Farnsworth, un científico
de la Universidad de Illinois en Chicago, dice que “hay
121 drogas de prescripción en uso actualmente, las cuales
provienen de sólo 90 especies de plantas. Cerca de 74
por ciento proviene del seguimiento de las tradiciones del folclor.
Hay cerca de 250 mil especies de plantas en el mundo, así que
una persona lógica podría decir que hay muchos
más premios gordos por ser hallados”.
En la carrera por el oro genético, los “investigadores” y
las compañías, ahora apoyadas por regímenes
de patentes locales y globales, conceden al “inventor” el
monopolio exclusivo de los derechos sobre nuevas “invenciones”,
y pueden negar precisamente a las comunidades que han desarrollado
curas naturales o tecnologías el derecho a usarlas. El
papel de CI es proveer habilidades científicas relativamente
baratas a corporaciones que conocen la naturaleza laboriosa de
la búsqueda de nuevos productos potenciales, basados en
remedios o aplicaciones naturales. Una organización en
apariencia bien intencionada y “sin afán de lucro”,
como CI, puede actuar como intermediario para conseguir los conocimientos
y el acuerdo de las comunidades locales y hacer muchas de las
largas caminatas necesarias para colectar y probar muestras.
Este rostro amigable del biocolonialismo ofrece a esas comunidades
los equivalentes actuales de los collares de vidrio y otras chucherías.
Los acuerdos explotadores y sin ética de la “repartición
de beneficios” se ejecutan con unos pocos programas de
desarrollo económico comunitario para los indígenas:
algo de ecoturismo aquí, algo de comercio de la producción
de café allá. El registro de la huella de CI sugiere
que la motivación para conservar la biodiversidad sirve
para llevar a cabo la bioexploración para sus socios del
sector privado, más que una preocupación por los
derechos de la gente que ha vivido en esos ecosistemas desde
hace mucho tiempo, protegiéndolos.
En Panamá, CI ha colaborado con una gran multitud de socios –incluidos
el Grupo Cooperativo Internacional por la Biodiversidad (ICBG,
por sus siglas en inglés), que tiene su base en Estados
Unidos, así como Monsanto y Novartis– en lo que
se ha afirmado que es una “bioprospección ecológicamente
guiada” para la búsqueda de productos farmacéuticos
y agrícolas de plantas, hongos e insectos. Junto con la
gigantesca farmacéutica norteamericana Bristol Myers Squibb,
el Jardín Botánico de Missouri, BGVS (la compañía
de medicamentos de Surinam) y Dow AgroCiencias, el ICBG también
estuvo vinculado en el enredo de CI en una bioprospección
en ese país. CI y el Jardín Botánico de
Missouri colectaron muestras de plantas y trabajaron para ganar
la confianza de las comunidades indígenas y los curanderos
a fin de negociar un acuerdo para “compartir beneficios”.
A las comunidades indígenas se les ofreció un porcentaje
miserable (se cree que alrededor de 2 ó 3% de cualquier
ganancia), y es improbable que las comunidades hayan entendido
cabalmente las implicaciones antes de que accedieran. Sin una
adecuada y apropiada protección para el conocimiento tradicional
de las comunidades, CI ha ayudado a limpiar el camino para las
compañías privadas que acaparan las patentes industriales
sobre cualquier cosa que parezca promisoria. En el año
2000, ICBG reportó que más de cincuenta compuestos
activos habían sido aislados de las muestras de Surinam.
Antes, en 1997, CI firmó un extenso acuerdo de bioprospección
con Hyseq, una compañía con asiento en California
que se especializa en secuenciación genómica. CI
efectúa rastreos previos de las drogas candidatas derivadas
de las muestras de flora y fauna, y en reciprocidad Hyseq le
paga sobre la base nacional de que se trate, así como
una cuota anual. Hyseq es libre de promover las demandas de propiedad
intelectual sobre cualquier resultado.
Dudosas conexiones políticas
El involucramiento de CI en la selva lacandona de Chiapas es
profundamente perturbador. A través de un intercambio
de deuda por naturaleza, en 1991 CI compró el derecho
para instalar una estación de investigación genética
en la Reserva Integral de la Biosfera Montes Azules de ese bosque.
Con CI, el gobierno mexicano ha estado comprometido en una campaña
militar represiva contra los indígenas chiapanecos, especialmente
aquellos que apoyan a los zapatistas. Han desahuciado a las comunidades
indígenas en Montes Azules acusándolas de destruir
el bosque. El bosque es el hogar de muchas bases zapatistas,
y también
un área rica en madera, biodiversidad, aceite, petróleo
y recursos minerales. La presencia de los zapatistas y algunas
comunidades indígenas autónomas en la región
representa un obstáculo para aquellos que, como el gobierno
mexicano y las corporaciones transnacionales –especialmente
de Estados Unidos– quieren explotar esos recursos.
El Centro de Análisis Políticos e Investigaciones
Sociales y Económicas (CAPISE), con sede en México,
ha revelado que el programa de vuelos de CI (que es parte de
su programa de “monitoreo ambiental” apoyado por
USAID)- incluye áreas ocupadas por las comunidades zapatistas
en aviones que abrieron el camino a USAID. En Chiapas, CI emplea
los sistemas tecnológicos de información geográfica
más novedosos, entre los que se cuentan imágenes
de satélite de alta resolución. CAPISE ha denunciado
que las imágenes de esta operación se ponen a disposición
de USAID y que podrían usarse para conocer la localización
de ciertos recursos naturales de interés comercial. CI
también ha entregado imágenes a las comunidades
apoyadas por el gobierno mexicano como parte de su campaña
contra las comunidades prozapatistas, de las que dicen están
destruyendo el bosque. En nombre de la protección ambiental,
CI está poniendo a las comunidades indígenas unas
contra otras, lo que ha generado conflictos en un área
que ya está sumamente militarizada por la Armada de México.
En marzo de 2003, Global Exchange envió una delegación
de emergencia al área y, contrariamente a las afirmaciones
de CI, halló la destrucción más pronunciada
alrededor de los campamentos militares, mientras que los pobladores
indígenas, que habían sido acusados de destruir
el bosque, han desterrado las técnicas de tumba y quema
y practicado la agricultura orgánica.
El Grupo Pulsar, la corporación gigante mexicana de biotecnología
y agronegocios, trabaja estrechamente con CI en México.
Entre 1996 y 2000 donó 10 millones de dólares a
CI México; las afirmaciones de Pulsar que expresan preocupación
por el ambiente y la biodiversidad no se extienden a sus actividades,
que incluyen la promoción de monocultivos en Chiapas y
planes de plantación de 300 mil hectáreas con árboles
de eucalipto. El Centro de Investigaciones Económicas
y Políticas de Acción Comunitaria con base en Chiapas
(CIEPAC) cree que «la “donación” del
Grupo Pulsar podría más probablemente ser una remuneración
(pero libre de impuestos ya que es una donación) por servicios
prestados por CI en la bioprospección dentro de la Selva
Lacandona. Pulsar tiene la tecnología, los recursos y
el conocimiento de negocios necesarios para saber que hay grandes
recompensas aguardando el “descubrimiento” de alguna
propiedad medicinal extraída de muestras de la Lacandona.
CI “facilita” la entrada del Grupo Pulsar y ayuda
a orientar a sus técnicos en la prospección, mientras
que al mismo tiempo pacifica a las poblaciones locales con programas
que promueven la expansión de monocultivos alrededor de
la selva, y proyecta una fachada de conservación hacia
el mundo».
Bienvenidos a la zona “amistosa”
En Costa Rica, los intereses de CI son las 1.1 millones de hectáreas
de la Reserva de la Biosfera “La Amistad”, que limita
con Panamá y Costa Rica, y la zona amortiguadora AMISCONDE
alrededor de la reserva. Los socios de CI en el proyecto AMISCONDE
incluyen a Monsanto, McDonalds, Keystone Foods, Nestlé y
Coca-Cola. Monsanto estuvo involucrada en un proyecto de labranza
de conservación para evitar que los granjeros de las colinas
vecinas traspasaran los límites de La Amistad. Erika Harms,
gerente de mercadeo de Monsanto en Cosa Rica, describió así el
involucramiento de la compañía: “Ayudar a
la gente a entender cómo relacionarse de modo diferente
con su ambiente es la respuesta para proteger el parque. Parte
de esta respuesta es un uso más efectivo de la labranza
de conservación, en el cual el rodeo desempeña
un [importante] papel”.
Guyana, los indígenas acusaron a CI de una burda falta
de respeto al firmar en noviembre de 2002 un memorando de entendimiento
con el gobierno guyanés para establecer un área
protegida en el sur del país que afectaba a los wapishana
y wai wai. Una declaración de la Asociación de
Gente Amerindia delineó una serie de preocupaciones, incluidos
el fracaso de CI para consultar a los indígenas y la inquietud
de que las peticiones sin resolver para dar títulos de
propiedad de tierras que están ahora dentro de las nuevas áreas
protegidas fueran socavadas mediante este nuevo status impuesto
sobre las comunidades.
CI está usando sus considerables recursos financieros,
influencia política y una dulce retórica ambiental
para acceder suavemente, administrar y comprar áreas biodiversas
a través del mundo para ponerlas a disposición
de las corporaciones transnacionales. El Centro para la Ciencia
Aplicada a la Biodiversidad de Conservación Internacional
(CABS, por sus siglas en inglés) “brinda liderazgo
experto en ciencia y tecnología para colectar e interpretar
datos acerca de biodiversidad, desarrollar planes estratégicos
para la conservación, y forjar asociaciones en todos los
sectores que promueven las metas de conservación”.
CABS efectúa programas de evaluación rápida
(RAP, por sus siglas en inglés) de tres a cuatro semanas
de duración para “proveer rápidamente información
biológica necesaria para catalizar la conservación
de hábitats en peligro crítico alrededor del mundo”.
A través de esos y otros programas, CI ha estado ensamblando
bases de datos de biodiversidad para diferentes regiones. La
frase comercial de los RAP es “Tantas especies… tan
poco tiempo”. No se duda de que este sentimiento sea compartido
por las corporaciones farmacéuticas y agroquímicas
que gozan del apoyo de CI.
Los puntos más calientes para la destrucción
de la biodiversidad
Entretanto, dado la significativa participación de las
corporaciones mineras, del aceite y el gas en el programa de
CI, es interesante notar que muchos de sus “puntos calientes
de biodiversidad” y operaciones proyectadas están
en, o son adyacentes a grandes sitios de exploración y
extracción de aceite, gas y minerales: Chiapas, Palawan
(Filipinas), Colombia, Papúa
occidental, Aceh (Indonesia) y Papúa Nueva Guinea, por
ejemplo.
En septiembre de 2002, la gigante minera angloaustraliana Rio
Tinto formó una sociedad con CI en Pic de Fon, al sureste
de Guinea, dando apoyo para elaborar un RAP de la rica biodiversidad
en un área forestal, en la cual Rio Tinto estuvo explorando
(la compañía tiene operaciones de diamantes y oro
en Guinea). El vocero de política ambiental de Rio Tinto,
Tom Burke, tiene un asiento en el consejo del Centro para el
Liderazgo Ambiental en Negocios (CELB, por sus siglas en inglés)
de CI, junto con ejecutivos de International Paper, Starbucks
y BP. De acuerdo a CI, la sociedad en Guinea “considera
las necesidades de negocios de Rio Tinto en tanto
aumenta las metas de conservación de CI”. El CELB
es una asociación entre CI y la Ford Motor Company, y
su comité ejecutivo está dirigido por Lord Browne
de Madingley, el jefe ejecutivo del Grupo BP.
Otra iniciativa de CI es la Iniciativa de Energía y Biodiversidad
(EBI, por sus siglas en inglés). Convocados por el CELB,
los participantes incluyen a BP, Chevron Texaco, Conservation
International, Shell, Smithsonian Institution, Stateoil, The
Nature Conservancy y The World Conservation Union (IUCN). En
agosto de 2003, el EBI publicó un reporte de colaboración
titulado Energía y biodiversidad: integrando la conservación
de la biodiversidad en el desarrollo con el gas y el aceite.
CI también disfruta de una estrecha relación con
USAID, que promueve activamente la biotecnología y otros
intereses corporativos de Estados Unidos alrededor del mundo
con el pretexto de la asistencia al desarrollo.
CI es poco crítica acerca del impacto de la injusticia
económica sobre el ambiente y la biodiversidad. Propone
soluciones de mercado para enfrentar la destrucción ambiental
que ha sido causada o exacerbada por la política del libre
mercado del capitalismo. Adelanta la opinión de que la
mejor forma para conservar la biodiversidad es privatizarla.
El periodista y escritor estadounidense Bill Weinberg ve que
esta visión global está llevando a los bosques
tropicales a convertirse en “colonias genéticas
administradas corporativamente”. Mientras que opina frecuentemente
que la agricultura de tumba y quema y la sobrepoblación
tienen amenazada a la biodiversidad, CI colabora alegremente
con algunas de las corporaciones e instituciones que están
devastando ecológicamente al planeta.
Las deudas por naturaleza roban a la gente local
CI es un proponente y beneficiario de intercambios de deuda por
naturaleza muy controvertidos, por los cuales se encarga de la
preservación y el “manejo sostenible” de tierras
ecológicamente significativas que han sido intercambiadas
por la liquidación de una pequeña parte de la deuda
del gobierno. Guerin-McManus, de CI, describe esto como el “enverdecimiento
de las finanzas internacionales”. Pero muchos ven tales
tratos como una ingeniosa forma de facilitar el acceso a los
bioprospectores de la industria, una extracción más
fácil de todavía más recursos del sur, en
particular de los indígenas, y fracasan al enfrentar las
injusticias sociales y ambientales creadas o empeoradas por un
modelo de “desarrollo” que agobia a la mayoría
de la gente del mundo con deudas insoportables.
En 1987, su primer año, CI compró una pequeña
parte de la deuda boliviana a cambio del acuerdo del gobierno
de ese país para apoyar la expansión de la Reserva
Biológica Beni, que contiene algunas de las reservas de
caoba y cedro tropical más grandes del mundo. Los críticos
acusan que la tala realmente creció en la zona amortiguadora
de “uso múltiple y conservación” alrededor
de la reserva. CI ofreció entrenamiento y asistencia técnica
en “uso sostenible” del bosque. Los indígenas
chimane y moreno no fueron consultados, las tierras se dividieron
por “expertos” en desarrollo sostenible y se les
negó a aquellos la oportunidad de manejar comunitariamente
sus tierras. Junto con la World Wide Fund for Nature (Fundación
Mundial para la Conservación de la Naturaleza), CI está involucrada
actualmente en otra compra de deuda por naturaleza con el gobierno
de Madagascar, rico en biodiversidad.
CI trabaja con el Banco Mundial en el Critical Ecosystem Partnership
Fund, creado en 2000. El presidente del Banco Mundial, James
Wolfensohn, preside el consejo donador para esta iniciativa,
la que agrega una gota de verde que no convence a una institución
que continúa financiando proyectos de infraestructura
ambientalmente destructivos y que promueve un modelo de desarrollo
económico neoliberal que ve a la gente y al ambiente como
meras mercancías.
CI también apoya el proyecto respaldado por el Banco Mundial
del Corredor Biológico Mesoamericano y el Corredor Mesoamericano
del Coral, el cual es calificado por sus oponentes como una versión “bañada
de verde” del propuesto Plan Puebla-Panamá, un masivo
proyecto de desarrollo industrial. Este es otro esquema soñado
por la biopiratería corporativa. Los inversores en el
Corredor Biológico –el cual se extiende desde el
sur de México hasta Panamá– planean construir
bancos de genes y crear un inventario de compuestos químicos
activos de cada sustancia natural del lugar.
CI es también un socio en la sociedad Congo Basin Forest,
al lado del Banco Mundial y el American Forest and Paper Association
(grupo de presión de la industria del papel y la madera
de Estados Unidos), anunciada por Colin Powell en la Reunión
Mundial sobre Desarrollo Sostenible celebrada en Johannesburgo
hace algunos años.
Los términos “baño verde” y “fachada
de grupo corporativo” parecen inadecuados para describir
a Conservación Internacional. Quizás, como lo apunta
un crítico de Papúa Nueva Guinea, CI es “ni
más ni menos una organización no gubernamental
de lo que lo son General Electric o Microsoft”. Tal vez
es tiempo para considerar una campaña global para exponer
los verdaderos colores de este gigante verde y ponerle un alto
a sus operaciones.
Traducción libre de
JUAN CORRAL AGUIRRE
* Aziz Choudry. Conservation International: privatising nature,
plundering biodiversity. Seedling. October 2003: 17-21.